― ¡Despierta!― Raúl, sobresaltado miró con los ojos como lunas a la sonrisa tontuela de Marisa, su compañera de clase ― Desde luego Raúl que estás empanao. ¿Vienes o qué?
― ¡Sí, sí, ya voy!
― Anda, recoge rápido que quiero llegar pronto a casa.
― Espérame fuera que ahora salgo.
― Vale, pero no tardes.
Raúl recogió sus cosas y salió de clase. Caminando por el pasillo se asomó a la ventana. Hacía un día soleado, demasiado luminoso para hacer tanto frío. Mientras bajaba las escaleras se encontró con Agustín, un compañero suyo del curso anterior, que le dijo:
― ¡Eh! ¿Qué pasa tío? ¿Cómo va el tema?
― ¡Ñah! Tío, estoy harto ya de la facultad. Oye, este finde es tu cumpleaños, ¿no, Agu?
― Sí, sí. El viernes, tenemos pensado ir al parque por la tarde, luego a cenar y luego, pos no sé, de farra supongo. Van a venir David, Sara y unos cuantos del año pasado. Apúntate.
― Supongo que me pasaré, pero no mucho, tío, que estoy muy ocupado.
― Joder, tío, eres un empollón, ¿eh? A ver, ¿qué tienes que hacer que sea tan difícil?
― Bueno…
― ¿Ves? Venga ya, tío, vaya excusas más malas.
― Es que he quedado con una tía.
― Jajajaja, ¡qué ligón que estás hecho, gachón! ¿Por qué no te la traes?
― Es que me dijo que me iba a llevar a no sé dónde, así que no sé, depende. Oye, Agu, que luego nos vemos, que tengo prisa, ¿vale?
― ¡Venga! No te pierdas por el camino, ¿eh? Jajajaja
― Jajajaja, hasta luego, tío.
Marisa estaba esperando en la calle. Al llegar Raúl, le puso cara de estar desesperada.
― Lo sieeeento, lo siento.
― Tío, anda que no tardas ni nada. ¿Te pasa algo? Últimamente estás super a tu bola.
― No sé.
― ¡Meh! En fin… ¡Bufff! No veas de lo que me enteré el otro día. ¿Sabes quién se ha apuntado a teatro? Flípalo, David. La verdad es que le pega. Supongo que por fin ha encontrado su vocación. El pobrecillo no levanta cabeza desde que cortó con Azucena. El otro día estuve hablando con ella, está ahora todo el día con su nuevo grupo de amigas. No veas cómo se lo tiene creído. No sé, últimamente me cae nada más que regular, está más rara. El inocente de David, como es torpe, el pobre… Es que yo creo que es demasiado bueno, ¿sabes? Eso a las tías, a veces, nos aburre un poco. A nosotras nos gustan más los tíos con un poco de más sabor en el cuerpo, un poco más hechos, ¿me entiendes?
― Sí… bueno… supongo.
― ¿Y tú qué?
― ¿Yo qué?
― Eso digo yo, ¿qué?
― ¿Qué de qué?
― ¡Venga ya, tío, que pareces tonto! ¿Cómo vas de amoríos?
― ¿Amoríos? No sé. ¡Bah, yo paso de esas cosas! Eso es para gente que va a teatro, gente que sabe fingir bien. A mí esas cosas no se me dan.
― Jajajaja qué tonto eres, Raúl. Pues que sepas que a lo mejor si fueras un poquito más listo te podrías ligar a una chica guapa y todo.
― ¡Bah! Prefiero que vengan a mí, yo para eso soy muy cortado.
― Pues no hay que ser tan cortado. A ver si te crees que las tías te lo van a dejar así de fácil. Tienes que echarle un poquito de carácter, ¿no crees? A ver, ¿quién te gusta?
― ¿A mí?
― No, a mi abuela.
― Jajajaja, no sé. Nadie.
― ¡Alaaaaaaaaaa! Pero tío, venga, ya. ¿Te crees que soy tonta o qué? Alguna habrá, ¿no?
― Pues la verdad es que no.
― Ya, claro. Oye, ¿por qué no me lo cuentas? No se lo voy a decir…
― ¡Raúl! ¡Eh! ¡Espera!― Desde atrás, una chica morena, con gafas de pasta grandes y un gorro de lana de colores se acercó corriendo.
― ¿Qué tal, Julia? ― Respondió Raúl.
― ¡Hola, Marisa!
― ¡Hola!
― Nada, era para decirte que este viernes te recojo a las ocho, ¿vale? Es que me he quedado sin saldo en el móvil y me he dicho “Mejor si lo veo en clase que vive muy lejos”.
― Jajajaja, vale, gracias.
― Nada, pues hasta el viernes.
― ¡Adiós!
― ¿Y esta? Vaya gorro más feo que lleva.
― No sé, hay muchos que dicen que es guapa.
― No, no, si parece guapilla, pero es que viste super raro, ¿no te parece?
― Sí, bueno… no sé.
― Y ¿a dónde vais si se puede saber?
― Pues no sé, todavía no me lo ha dicho.
― ¿Qué? Jajajaja, ¡Ains Raúl! ¡Qué calladito te lo tenías, tonto!
― ¿El qué?
― Nada, nada. Parece buena chica. Pórtate bien, ¿eh? Naaaah, tú eres muy inocentón.
― Pero que no, Marisa, que no hay nada.
― Sí, sí, sí… claro, Raúl, claro jajajaja.
― En serio.
― Pues yo diría que a ella sí le molas un poquitín.
― ¡Qué va! Pero si creo que tiene novio.
― ¿Julia? Sueña, Raúl, sueña. ¡Ains! Qué torpe que eres a veces. Bueno, y si no te gusta, ¿quién te gusta entonces?
― Nadie, en serio.
― Pero, ¿por qué no me lo dices? Que no lo voy a ir diciendo por ahí.
― Que nooooooooo.
― ¡Joder, Raúl! Ya, no seas tonto.
― Bueno, ¿y si fueras tú? ¿Qué? ¿Crees que te lo iba a decir?― A Marisa le temblaron los labios, su sonrisa se mantenía. Lo miró a los ojos durante una fracción de segundo con cara de enfado y luego volvió la cara.
― Jajajaja desde luego que eres tonto perdido. Bueno, pues no me lo digas si no quieres, ya investigaré por ahí.
― ¿Cómo?
― Venga, Raúl, si al final todo se sabe…
Siguieron hablando hasta que llegaron a casa de Marisa. Estaba muy cerca de la facultad, vivía casi fuera de Ipanda. Era la única del grupo de amigos que era de allí. Raúl llevaba ya un tiempo viviendo en la ciudad, pero no era de Ipanda. Se mudó cuando sus abuelos paternos se pelearon con sus abuelos maternos. Él ya no recuerda ni de por qué.
Ya en el pequeño jardín de la casa, Marisa le preguntó:
― Oye podíamos ir a tomar una cerveza o algo, ¿qué te parece?
― ¿No decías que tenías ganas de llegar a casa?
― ¡Ay! ¡Qué soso eres!― Marisa le regaló una mueca a Raúl.
― Me tengo que ir. Nos vemos mañana, ¿vale?
― ¡Venga, guapo! ¡Ciao!
― ¡Adiós!
Raúl se acercó a la parada para coger el autobús que lo llevaba todos los días a su pequeño piso de estudiantes. Sus padres se habían separado, y su padre estaba por ahí, viajando. Era manager de un grupo de Hiphop muy famoso y siempre andaba de aquí para allá. La madre se había quedado con la casa, pero Raúl prefirió irse a un piso de estudiantes y dejarla con su nuevo novio. Le caía muy bien, pero no le gustaba verlos juntos todo el día y tampoco quería ser un escollo para que su madre rehiciera su vida.
En el autobús, Raúl pensaba en lo que le dijo Marisa. A veces pensaba que no debía ser bueno estar medio viviendo en una nube y que algún día tendría que sentar la cabeza. Después de todo, eso es lo que todos hacemos tarde o temprano. Sin embargo, hasta entonces había sido feliz así y no tenía pensado cambiar a no ser que alguien lo arrebatara del mundo de los sueños.
El autobús llegó al centro de la ciudad, donde Raúl vivía. Se bajó y comenzó a caminar los pocos metros que quedaban hasta llegar a su casa.
De repente, notó una voz familiar, se dio la vuelta y…