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martes, 28 de abril de 2015

Para qué ha servido Varoufakis

Es de difícil comprensión que Yanis Varoufakis haya aceptado ese papel como no sea demostrar una vez más que el registro humano es muy amplio.
Quizá él piense que sus compatriotas no se van a dar cuenta nunca de que les ha tomado el pelo, sino que ocurra lo contrario, que le consideren un héroe. Querer ser un héroe está muy bien; querer parecerlo, muy mal.
Lo que ha hecho es hacer creer a los griegos que luchaba por algo que les conviene a pesar de que sabía de antemano que su partido había hecho promesas falsas. Una vez que el papel de Varoufakis ya no da más de sí, se le pasa a un segundo plano, pero la representación teatral continúa: Ahora hay que hacer un referéndum en Grecia, para que Syriza pueda seguir engañando a los griegos.
Lo paradójico es que se pida que los trabajadores españoles, alemanes, franceses, etc., sacrifiquen parte de su bienestar para ayudar a los griegos, y el propio gobierno griego cargue sobre las espaldas de sus ciudadanos el coste del referéndum. Porque estas cosas cuestan dinero.
Tsipras podría ahorrarles ese gasto a sus conciudadanos si tomara personalmente la decisión, pero no está dispuesto a perder popularidad. Así, engaño sobre engaño va pasando su tiempo en el poder. Por este camino, pocas cosas buenas se pueden augurar a Grecia y es indecente que se pida ayuda para perpetuar un timo.
El mejor modo de ayudar a Grecia consistiría en convertir a la Unión Europea en un Estado único, disolviendo todos los gobiernos nacionales, para pasar a tener un único gobierno. Pero si se hiciera, los países menos desarrollados serían muy beneficiados al principìo y los más desarrollados sufrirían perjuicios. A ese final hay que llegar, pero de un modo más suave, paso a paso. Gobiernos como el de Syriza no ayudan. Cuanta más demagogia haya, más largo se hace el camino.

 

jueves, 11 de octubre de 2007

Dios

Leyendo la Breve historia de la paradoja, ese estupendo libro de Roy Sorensen, uno puede maravillarse recordando los grandes esfuerzos que ha venido haciendo la humanidad a lo largo de los tiempos para demostrar la existencia de Dios. No sé si será ocioso explicar la definición de paradoja, que figura en la página 182: “opinión mantenida en contra de la opinión admitida, como cuando se afirma que la Tierra gira y los cielos permanecen quietos”. Maravilla porque si hay algo evidente es que si Dios hubiera querido se hubiera mostrado de forma fehaciente. No habiéndolo hecho así, queda claro que prefiere que este punto sea dudoso. También puede ocurrir que mientras se buscan argumentos para demostrar su existencia se olvide pensar en Dios. Algo parece también evidente y es que al no mostrarse públicamente, lo que pretende Dios es que la humanidad resuelva por sí misma sus problemas. No se puede pretender imponerlo por la fuerza, ni tampoco esperar que resuelva nuestros problemas, los de la humanidad, que son el hambre, la miseria, el crimen, etc. Los causan la soberbia, el egoísmo, la envidia, etc. Puede darse el caso de que desee que en lugar de tratar de demostrar su existencia se dediquen los esfuerzos a erradicar el hambre. Claro que no del modo brutal con que lo hacen algunos. Se entiende que hay que intentarlo sin hacer ningún daño y eso ya es más complicado. Puesto que el ser humano depende de los demás, se entiende que sus mayores esfuerzos deben centrarse en ser útil a la colectividad. Por supuesto que no sé si Dios existe, y comprendo que hablar en estos términos puede ser inexacto, pero en el supuesto de que exista se puede pensar que lo que desea es que la humanidad alcance la plenitud con su esfuerzo, con su abnegación, con su interés. Probablemente, ha puesto al alcance de la humanidad todos los medios para que lo consiga.