No puede ser otro que el Rey. Tenemos mucha suerte con Felipe Vi. Está rodeado de golfos sin clase y sin vergüenza, como lo son todos los componentes de este gobierno infame, que le preparan una jugarreta tras otra -la penúltima, darle una medalla a un tipejo- y él sabe mantener el tipo con toda la dignidad que se le nota a simple vista y que los elementos más salvajes de la vida pública no saben apreciar. No se dan cuenta del ridículo que hacen cada vez que critican al algún miembro de la Familia Real, lo mejor que tenemos en España ahora mismo.
La Corona es el último bastión frente a quienes quieren llevarnos a la ruina como paso previo para instaurar una dictadura comunista. Esos granujas se atreven a unir las palabras comunismo y democracia y con eso ya queda clara su mala intención, su deseo de confundir y fomentar la envidia y el rencor.
El Rey sabe todo eso y que tiene que hilar muy fino y medir todos los pasos, con el fin de evitar cualquier tentación de los descerebrados. Es de esperar que el Ejército sepa estar a su lado por si se diera el caso, pero también sería necesario que los ciudadanos estuviéramos dispuestos a defender lo que tanto nos conviene y necesitamos.
Estamos acostumbrados a que un héroe, Adolfo Suárez, pagando un alto coste personal, nos traiga la democracia, mientras los mezquinos González y Guerra, no llegaron a entender el tamaño de la empresa, a que luego el mismo héroe arriesgue la vida por defenderla, mientras los mezquinos siguen a lo suyo, y ahora unos degenerados pretenden acabar con ella -asaltar los cielos, dicen, porque son cursis-, y tenemos la suerte de contar con otro héroe, Felipe VI, que merece el aplauso unánime de la nación y el apoyo incondicional, porque la amenaza es grave, puesto que los malos vislumbran la posibilidad de perder el poder.