Hace un par de semanas comenzó una nueva edición del concurso de microrrelatos Wonderland, de la ràdio 4, dirigido por Rosa Gil.
La primera semana resultó ganadora toda una experta en Wonderland y en otros concursos (gracias a su enorme talento), Lola Sanabria y, en esta segunda ocasión, José Agustín Navarro se llevó el gato al agua. A ambos les doy la enhorabuena por sus microrrelatos.
Comparto mi alegría al escuchar que ayer fue finalista, lo que quiere decir que llegó a las deliberaciones finales, un texto mío: Boomerang, junto con otros dos de Yolanda Navas y Nicolás Jarque.
Boomerang me lo reservo para darle alguna oportunidad por ahí; sí os dejo, a modo de recopilación, con dos micros que seguramente conoceréis, el primero fue ganador semanal de este concurso allá por mayo de 2012 y el segundo, finalista en noviembre de 2011.
NEGATIVO
Lucas está convencido de que la vida es como un gran bombo en el que todos giramos. Desconoce la mano que lo maneja y quién nos mandó jugar. Ignora también si hay alguna manera de acercarse al orificio de salida. Sí sabe que nunca salió su bolita cuando se trató de un boleto de lotería, una rifa de un jamón en las ferias o el premio al más guapo de la clase. La fortuna le esquiva.
Mientras se muerde las uñas, sentado frente al doctor, espera nuevo desenlace. Parece que hoy sí tuvo suerte, tampoco salió su bolita esta vez.
Lucas está convencido de que la vida es como un gran bombo en el que todos giramos. Desconoce la mano que lo maneja y quién nos mandó jugar. Ignora también si hay alguna manera de acercarse al orificio de salida. Sí sabe que nunca salió su bolita cuando se trató de un boleto de lotería, una rifa de un jamón en las ferias o el premio al más guapo de la clase. La fortuna le esquiva.
Mientras se muerde las uñas, sentado frente al doctor, espera nuevo desenlace. Parece que hoy sí tuvo suerte, tampoco salió su bolita esta vez.
PRINCIPIOS ROTOS
De niño prometí a mi padre que nunca me arrodillaría ante nadie. Que eso es de cobardes. Y los Menéndez, no lo somos.
Doy fe que no lo he hecho en ninguna situación adversa de mi vida. Ni en el colegio cuando el grupo de los mayores me dejó en calzoncillos en el recreo, ni en la mili cuando el primer día los compañeros veteranos me despertaron apuntándome con sus fusiles.
Esto es distinto.
Sin poder contener las lágrimas y con las rodillas clavadas en el suelo de la iglesia, ruego a Dios que no se lo lleve tan pronto.