Caminos
a la inmortalidad
Lucas había probado todas las maneras:
ponerse en medio de una tormenta y atraer un rayo; rodearse de vampiros para
que le chuparan la sangre; inyectarse pócimas de brujería medieval; someterse a
las técnicas más avanzadas de terapia génica existentes. Pero lo único que
conseguía era morir una y otra vez. Por eso, esta noche se ha encerrado en su
despacho. Y no saldrá hasta escribir la obra maestra que le perpetúe a través
de los siglos.
PERSEVERANCIA
Hace un frío extraño esta noche. Y por
las ventanas penetra una oscuridad inquietante. Sentado en el sillón del salón
intento completar un crucigrama y así distraerme.
De repente, me sobresalto al escuchar
el timbre de casa: no espero a nadie. Nunca espero a nadie. Ni recuerdo la
última vez que tuve una visita.
Al abrir la puerta, una mujer de negro y ojos azules, me dice que ha venido a buscarme. ¿A mí? Dice que me ha llegado la hora. Yo insisto, a pesar de su espectacular belleza, en que no la conozco, que se está equivocando, que nadie me visita nunca. Ella reitera que ha venido a buscarme.
No entiendo nada, pero al final, la invito a que pase y me lo explique. Le ofrezco un café pero lo rechaza. Insiste en que su único objetivo es llevarme a su mundo.
Al abrir la puerta, una mujer de negro y ojos azules, me dice que ha venido a buscarme. ¿A mí? Dice que me ha llegado la hora. Yo insisto, a pesar de su espectacular belleza, en que no la conozco, que se está equivocando, que nadie me visita nunca. Ella reitera que ha venido a buscarme.
No entiendo nada, pero al final, la invito a que pase y me lo explique. Le ofrezco un café pero lo rechaza. Insiste en que su único objetivo es llevarme a su mundo.
Viendo que es tan cabezota y que no
tengo mejor plan, le digo que aceptaré su proposición cuando sea capaz de
ganarme una partida de ajedrez.
Acabamos de empezar la partida vigésimo tercera. Y todavía, con su refulgente segadera a la espalda, no se da por vencida.
Acabamos de empezar la partida vigésimo tercera. Y todavía, con su refulgente segadera a la espalda, no se da por vencida.
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Estos son los otros dos microrrelatos publicados en el nº 129 de la revista minatura.
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