He aquí a una banda de verdad. Únicos, inimitables, lo suficientemente fugaces para haber evitado arder hasta consumirse, y al mismo tiempo lo suficientemente duraderos para haber creado algunas de las mejores canciones que mis oidos han tenido el privilegio de escuchar. The Buzzcocks, el pequeño grupo de rock´n´roll cuya imagen decoró durante un tiempo la cabecera de este blog, habitan en mi corazón desde el mismo momento en que me topé con “Ever fallen in love”... justo lo que quería escuchar, lo único capaz de calmar mi ansia adolescente de emociones puras en el filo de la navaja. Arrebato visceral y sentido, al final la canción se evapora en el aire tras una tormenta de emociones eléctricas... dios, que grandes.
Claramente por encima de etiquetas, esta banda ha dejado un puñado de canciones tan buenas como se puedan escribir, o al menos es la apreciación personal que tengo sobre los de Manchester. No se, siempre he sentido debilidad por bandas como los Buzzcocks, capaces de hacer ese tipo de aquitectura sencilla pero impactante, que te toca dentro de esa manera diferente, algo que ninguna gran estrella de la música puede conseguir.
Como leí una vez en alguna revista, esta es una de esas escasas recopilaciones con entidad propia. Me apropio de esta afirmación porque da en la diana de manera certera y al primer intento: en ningún momento te da la sensación de escuchar refritos, grandes éxitos o inconexos momentos estelares, el artefacto sobrevive fresco como una lechuga a través de los años. Inútil resaltar canciones por encima de otras, a esto hay que ponerle la aguja encima y punto.