Bolívar participa con características muy definidas en un movimiento en pro de la exaltación de la moral al sitio de norma rectora de la acción en América. En eso fue un reformador y de los más originales. Ningún político revolucionario insistió jamás, con la constancia suya, sobre la necesidad y el valor de la moral; ningún americano tuvo como él tanta fé y seguridad en los beneficios de la virtud. Pocos han batallado como él por la verdad y la justicia.
El concepto de justicia en Bolívar reclama atención especial. Que "la justicia es la reina de las virtudes republicanas", II-1080, y que sin ella no puede construirse una sociedad, viene repitiéndose desde tiempos antiguos; no en vano Platón y Aristóteles, y los juristas y filósofos romanos discutieron tan amplia y esclarecedoramente esta cuestión.
La justicia es una sola realidad, pero suceptible de mostrarse en niveles diversos. En el plano político rige al gobernante; el hombre que ocupa una posición pública está obligado a huir tanto de las complacencias como de los rigores sin fundamento. Ha de tratar a los particulares con medidas proporcionales a sus merecimientos. Bolívar se empeña en respetar siempre los principios, y en ser justo, aunque nota las dificultades de su propósito: "los juicios que más participan de la equidad, son los que menos se agradecen, porque son los que menos satisfacen a las dos partes", I-1092.
De modo singular en relación con los cargos del Estado tiene el gobernante necesidad de ejercer plena justicia; al respecto se hallan en el Libertador muestras ilustrativas. Fue sistematica y constante su búsqueda de hombres éticamente valiosos y positivamente capaces para las posiciones de importancia; la ola de solicitantes, entonces como siempre, es muy nutrida; mas Bolívar no coloca a los que quieren sino a los que deben serlo. "Yo he mandado buscar el mérito oculto para conocerlo en el tribunal, he solicitado con esmero a los que profesaban modestamente el culto de la conciencia: la religión de las leyes... Yo no he exigido más que probidad de los candidatos: he desatendido a los pretendientes, he solicitado la verdad oculta para elevarla al magisterio. Mi constante principio en esta parte ha sido el muy conocido aunque desandado, el no emplear sino a los que temen la responsabilidad; a los que huyen de los destinos públicos", II-1203, 1205.
Igual intención justiciera le hace decir con evidente sinceridad: "los elogios debitos al mérito alimentan las almas sublimes", I-214. En la gestión administrativa su norte es que "el premio del mérito es el acto más augusto del poder humano", II-1114; y atento está a la oportunidad de la recompensa: "es muy importante premiar a tiempo", I-462.
Su afan de justicia brota impensadamente, y llega en frases llanas a enjuiciar con afán corrector hasta la historia; a nadie se le escapa que Bolívar sigue su anhelo reivindicativo cuando llama a Cristobal Colón "creador de nuestro hemisferio", I-171, y cuando para remediar la injusticia implícita en el nombre de América, recoge la inspiración mirandina y llama Colombia a la república tripartita que funda. El mismo sentimiento lo lleva a interceder ante el tirano Francia por el ilustre Bonpland, y a declarar con énfasis que el saber de ese notable naturalista y el de Humbolt han hecho más bien a la América que todos los continentes juntos.
En el plano personal la justicia se traduce en Bolívar en otra virtud que lo define: la gratitud, a cuyo culto consagró buena porción de sus esfuerzos. Conocido es el incidente con Monteverde y el pasaporte a Curazao; jamás olvidará el Libertador el gesto generoso de Iturbe que le salvó la vida; quince años después lo recuerda aún, y en breve carta de armonía consigo mismo, deja otra huella (1). Idéntico sentimiento inspira toda su conducta hacia la negra Hipólita y la señora Miyares, y como gobernante le lleva a considerar con ojos de cariño el caso de los soldados maltrechos, aquellos que perdieron su sangre levantando a Colombia "La ingratitud es -a su juicio- el crimen más grande que pueden los hombres atreverse a cometer", I-867.
Otra nota que en su registro moral ocupa puesto relevante es el desprendimiento; como sus otras cualidades ésta reviste las más diversas y complementarias formas: explica su permanente sisposición al sacrificio por la Patria, es alma de su declaración, para todos los pueblos y para todas las épocas: "El que abandona todo por ser útil a su país, no pierde nada, y gana cuanto le consagra", I-149. Ella es en fin la base que lo sustenta al afirmar que ha combatido por la libertad y por la gloria, y no por su engrandecimiento: "dudo que haya derecho -dice- para exigírseme que expire en el suplicio de la cruz: digo más, si no fuera más que la cruz, yo la sufriría con paciencia como la última de mis agonías. Jesuscristo sufrió treinta y tres años esta vida mortal: la mía pasa de cuarenta y seis; y lo peor es que yo no soy un Dios impasible, que si lo fuera aguantaría toda la eternidad", II-763.
Pero el desprendimiento de Bolívar se percibe igualmente en esferas de tono menor. Cristaliza en su generosidad, virtud amplia y total, generosidad de alma y de bienes, de amor y de riquezas, ilumina su culto perpetuo, y hasta sagrado, de la amistad sincera y efectiva, inspira su posición militante contra la venganza; aureola su recto concepto del deber, y le permite decir: "Todos los recursos y ejércitos victoriosos de Colombia han estado a mi disposición individual, y la satisfacción interior de no haberle causado el menor daño, es mi mayor consuelo", II-985. El mismo reconoce que con una magnanimidad superior a cuanto exigen la política, la prudencia y el bien mismo de la República, perdonó a sus enemigos, II-306. En ocasiones cuando pudo haber hecho caer el peso de la justicia sobre sus adversarios, su celo y su generosidad fueron mayores (2).
Su desprendimiento se traduce también en la virtud que más aprecian los pueblos en sus gobernantes: desprendimiento material, pulcritud en la gestión pública. El caso de Bolívar es excepcional: inicia rico su carrera política, ejerce el control de extensa parte del continente por varios años y muere pobre (3). En 1804 él mismo parece estimar su fortuna en cuatro millones de pesos, I-22; veintiséis años más tarde, después de haber sido presidente de Colombia y dictador del Perú, declara en su testamento: "no poseo otros bienes más que las tierras y minas de Aroa, situadas en la provincia de Carabobo, y unas alhajas que constan en el inventario que debe hallarse entre mis papeles", II-988. Cuando se hallaba en el pináculo del poder ocupando simultáneamente aquellas dos máximas posiciones, escribió a Santander: "No tengo con qué vivir, siendo a la vez presidente de Colombia y dictador del Perú. Por no ponerme a gajes de este país, no cobré el sueldo que me asignaron, y no teniendo autoridad en Colombia, ya no puedo pedir sueldo allá."
Los pueblos con sagaz intuición perdonan a sus gobernantes todos los defectos, están prestos a olvidar los errores, pero recuerdan y cobran perpetuamente el crimen de apropiación de los dineros públicos. La honradez material es por excelencia la piedra de toque usada para apreciar la firmeza moral de los dirigentes; Bolívar resiste victorioso esa prueba de la conciencia popular. Mas si es digna de reconocimiento su honestidad personal, en el sentido de no haber recibido jamás ilegalmente ni un peso, sino por el contrario de haberse despojado de cuantiosos bienes, es igualmente merecedor de atención su celo por la moralidad administrativa. La pulcritud llega a puntos inconcebibles (5).
Es así verídico cuando llama "agradable necesidad", II-1216, la de dar cuenta de su administración a los representantes populares, y cuando frente a los caraqueños formula el siguiente precepto de ética financiera: "la hacienda nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de vuestros intereses deben demostrar el uso que han hecho de ellos", II-1048.
Su calidad moral da luz de fe a su pensamiento, vertebra su conducta toda. Sus palabras, bien interpretadas dentro del contexto de su obra integral, cumplen la tarea de reflejar fielmente sus ideas; en la armonía y en cada una de ellas, producto de una singular personalidad intelectual y ética, está Bolívar completo. Es el Bolívar de siempre cuyo mandato a la posteridad es muy breve: "la gloria está en ser grande y en ser útil", I-986; y para los hombres de acción: "la gloria no es mandar sino ejercer grandes virtudes", I-1310.
NOTAS:
1. "Caracas, 3 de Julio de 1827. Al señor Cristobal Mendoza. Mi querido amigo. Estando ya al partir no puedo dejar de recomendar a la bondad y consideración de Ud. a mi amigo Iturbe. Véalo Ud. siempre como una persona muy estimable. El mejor servicio que recibirá Iturbe será el que no se le niegue un pasaporte cuando se quiera ausentar. Soy de Ud. afmo. de corazón. Bolívar, II-139.
2. Recuerdese el caso de Santander. En octubre de 1828 escribe Bolívar a Salom: "Del general Santander no puedo aún decirle lo que pueda resultar, perso solamente, por las inducciones que hay contra él, será expulsado por lo menos. Aunque si fuéramos rigurosos en juzgarlo, y si por haber sido mi enemigo yo no me viese comprometido a ser generoso con él, habría más que suficiente causa para que perecieses", II-483.
3. Se ha calculado posteriormente (1906) en Bs. 5.000.000,00 la riqueza del padre del Libertador. Cf. Gil Fortoul, José: Historia Constitucional de Venezuela, 3ª edición revisada. Editorial Las Novedades. Caracas. Venezuela. MCMXLII. Tomo I, pág. 285. Para información más detallada sobre los bienes de Bolívar, su fortuna, sus sueldos, sus regalos, su pobreza, etc,. consultar p. 14, 16, 22, 23, 25, 28, 29, 182, 186, 498, 560, 603, 715, 804, 866, 1020, 1021, 1052, 1056, 1122, 1127, 1281, 1392. Tomo II-48, 130, 132, 336, 579, 838, 883, 988.
Hay dudas sobre la carta en la cual aparece la cifra de cuatro millones. Lecuna dice que la fortuna de Bolívar entonces era de 150.000 pesos, aumentada posteriormente por la herencia de su hermano, I-24. Para el tipo de cambio entre el peso y la libra esterlina cf., II-139.
4.Véanse en el tomo XII de "Cartas del Libertador", editado en 1959, las numerosas órdenes suscritas por Bolívar disponiendo pensiones sobre su sueldo. pp. 254 y ss.
5. Véase la siguiente carta al Intendente de Magdalena, su amigo Mariano Montilla: "Hoy he tenido el sentimiento de saber que, en la lista del presupuesto del estado mayor, se ha incluido un cocinero mío cuyo sueldo es de cincuenta pesos. Espero que Ud. se servirá revisarlos y avisarme la cantidad para hacer el reembolso que corresponda", II-153.
El secretario J.G. Pérez escribe en mayo de 1825 al Prefecto del Cuzco: "S.E. el Libertador ha sido informado de que Ud. ha impuesto a varias personas de ese Departamento una contribución para celebrar la llegada de S.E. al Cuzco, y que aún los miserables han sido gravados con proporción a su escasísima fortuna. S.E. prohibe que se haga uso de semejante contribución, y menos el que se tome nada del Tesoro Público para gastos de su recibimiento, pues S.E. en su viaje, lejos de querer molestar a los pueblos, ni malgastar el dinero del Tesoro, su objeto es propender al bien de aquéllos y aumento de éste", O'Leary, XXIII, 169.
Cuando en 1827, siendo Presidente de Colombia, se dirige a Bogotá, no quiere que el gobierno haga ningún gasto por su causa, por eso dice a Don Pepe París: "Para darme de comer el primer día pida Ud prestado que yo abonaré", II-154.
Esa misma pulcritud le indica que siendo jefe "no debe dar fianza por ninguno de sus empleados", II-86, y que como gobernante no debe mezclarse en negocios. Escribe a Santander: "He visto la carta de Ud. en que me propone sea yo el protector de la compañía que se va a establecer para la comunicación de los dos mares por el Itsmo. Después de haber meditado mucho cuanto Ud. me dice, me ha parecido conveniente no solo no tomar parte en el asunto, sino que me adelanto a aconsejarle que no intervenga Ud. en él. Yo estoy cierto que nadie verá con gusto que Ud. y yo, que hemos estado y estamos a la cabeza del gobierno, nos mezclemos en proyectos puramente especulativos, y nuestros enemigos, particularmente los de Ud., que está más inmediato, darían una mala interpretación a lo que no encierra más que el bien y la prosperidad del país. Esta es mi opinión con respecto a lo que Ud. debe hacer, y por mi parte, estoy bien resuelto a no mezclarme en este negocio ni en ningún otro que tenga un carácter comercial", I-1276.
V. Cartas de Santander. Tomo II. págs 96, 97 y 202. Caracas, Lit. y Tip. del Comercio, 1942.
El concepto de justicia en Bolívar reclama atención especial. Que "la justicia es la reina de las virtudes republicanas", II-1080, y que sin ella no puede construirse una sociedad, viene repitiéndose desde tiempos antiguos; no en vano Platón y Aristóteles, y los juristas y filósofos romanos discutieron tan amplia y esclarecedoramente esta cuestión.
La justicia es una sola realidad, pero suceptible de mostrarse en niveles diversos. En el plano político rige al gobernante; el hombre que ocupa una posición pública está obligado a huir tanto de las complacencias como de los rigores sin fundamento. Ha de tratar a los particulares con medidas proporcionales a sus merecimientos. Bolívar se empeña en respetar siempre los principios, y en ser justo, aunque nota las dificultades de su propósito: "los juicios que más participan de la equidad, son los que menos se agradecen, porque son los que menos satisfacen a las dos partes", I-1092.
De modo singular en relación con los cargos del Estado tiene el gobernante necesidad de ejercer plena justicia; al respecto se hallan en el Libertador muestras ilustrativas. Fue sistematica y constante su búsqueda de hombres éticamente valiosos y positivamente capaces para las posiciones de importancia; la ola de solicitantes, entonces como siempre, es muy nutrida; mas Bolívar no coloca a los que quieren sino a los que deben serlo. "Yo he mandado buscar el mérito oculto para conocerlo en el tribunal, he solicitado con esmero a los que profesaban modestamente el culto de la conciencia: la religión de las leyes... Yo no he exigido más que probidad de los candidatos: he desatendido a los pretendientes, he solicitado la verdad oculta para elevarla al magisterio. Mi constante principio en esta parte ha sido el muy conocido aunque desandado, el no emplear sino a los que temen la responsabilidad; a los que huyen de los destinos públicos", II-1203, 1205.
Igual intención justiciera le hace decir con evidente sinceridad: "los elogios debitos al mérito alimentan las almas sublimes", I-214. En la gestión administrativa su norte es que "el premio del mérito es el acto más augusto del poder humano", II-1114; y atento está a la oportunidad de la recompensa: "es muy importante premiar a tiempo", I-462.
Su afan de justicia brota impensadamente, y llega en frases llanas a enjuiciar con afán corrector hasta la historia; a nadie se le escapa que Bolívar sigue su anhelo reivindicativo cuando llama a Cristobal Colón "creador de nuestro hemisferio", I-171, y cuando para remediar la injusticia implícita en el nombre de América, recoge la inspiración mirandina y llama Colombia a la república tripartita que funda. El mismo sentimiento lo lleva a interceder ante el tirano Francia por el ilustre Bonpland, y a declarar con énfasis que el saber de ese notable naturalista y el de Humbolt han hecho más bien a la América que todos los continentes juntos.
En el plano personal la justicia se traduce en Bolívar en otra virtud que lo define: la gratitud, a cuyo culto consagró buena porción de sus esfuerzos. Conocido es el incidente con Monteverde y el pasaporte a Curazao; jamás olvidará el Libertador el gesto generoso de Iturbe que le salvó la vida; quince años después lo recuerda aún, y en breve carta de armonía consigo mismo, deja otra huella (1). Idéntico sentimiento inspira toda su conducta hacia la negra Hipólita y la señora Miyares, y como gobernante le lleva a considerar con ojos de cariño el caso de los soldados maltrechos, aquellos que perdieron su sangre levantando a Colombia "La ingratitud es -a su juicio- el crimen más grande que pueden los hombres atreverse a cometer", I-867.
Otra nota que en su registro moral ocupa puesto relevante es el desprendimiento; como sus otras cualidades ésta reviste las más diversas y complementarias formas: explica su permanente sisposición al sacrificio por la Patria, es alma de su declaración, para todos los pueblos y para todas las épocas: "El que abandona todo por ser útil a su país, no pierde nada, y gana cuanto le consagra", I-149. Ella es en fin la base que lo sustenta al afirmar que ha combatido por la libertad y por la gloria, y no por su engrandecimiento: "dudo que haya derecho -dice- para exigírseme que expire en el suplicio de la cruz: digo más, si no fuera más que la cruz, yo la sufriría con paciencia como la última de mis agonías. Jesuscristo sufrió treinta y tres años esta vida mortal: la mía pasa de cuarenta y seis; y lo peor es que yo no soy un Dios impasible, que si lo fuera aguantaría toda la eternidad", II-763.
Pero el desprendimiento de Bolívar se percibe igualmente en esferas de tono menor. Cristaliza en su generosidad, virtud amplia y total, generosidad de alma y de bienes, de amor y de riquezas, ilumina su culto perpetuo, y hasta sagrado, de la amistad sincera y efectiva, inspira su posición militante contra la venganza; aureola su recto concepto del deber, y le permite decir: "Todos los recursos y ejércitos victoriosos de Colombia han estado a mi disposición individual, y la satisfacción interior de no haberle causado el menor daño, es mi mayor consuelo", II-985. El mismo reconoce que con una magnanimidad superior a cuanto exigen la política, la prudencia y el bien mismo de la República, perdonó a sus enemigos, II-306. En ocasiones cuando pudo haber hecho caer el peso de la justicia sobre sus adversarios, su celo y su generosidad fueron mayores (2).
Su desprendimiento se traduce también en la virtud que más aprecian los pueblos en sus gobernantes: desprendimiento material, pulcritud en la gestión pública. El caso de Bolívar es excepcional: inicia rico su carrera política, ejerce el control de extensa parte del continente por varios años y muere pobre (3). En 1804 él mismo parece estimar su fortuna en cuatro millones de pesos, I-22; veintiséis años más tarde, después de haber sido presidente de Colombia y dictador del Perú, declara en su testamento: "no poseo otros bienes más que las tierras y minas de Aroa, situadas en la provincia de Carabobo, y unas alhajas que constan en el inventario que debe hallarse entre mis papeles", II-988. Cuando se hallaba en el pináculo del poder ocupando simultáneamente aquellas dos máximas posiciones, escribió a Santander: "No tengo con qué vivir, siendo a la vez presidente de Colombia y dictador del Perú. Por no ponerme a gajes de este país, no cobré el sueldo que me asignaron, y no teniendo autoridad en Colombia, ya no puedo pedir sueldo allá."
Los pueblos con sagaz intuición perdonan a sus gobernantes todos los defectos, están prestos a olvidar los errores, pero recuerdan y cobran perpetuamente el crimen de apropiación de los dineros públicos. La honradez material es por excelencia la piedra de toque usada para apreciar la firmeza moral de los dirigentes; Bolívar resiste victorioso esa prueba de la conciencia popular. Mas si es digna de reconocimiento su honestidad personal, en el sentido de no haber recibido jamás ilegalmente ni un peso, sino por el contrario de haberse despojado de cuantiosos bienes, es igualmente merecedor de atención su celo por la moralidad administrativa. La pulcritud llega a puntos inconcebibles (5).
Es así verídico cuando llama "agradable necesidad", II-1216, la de dar cuenta de su administración a los representantes populares, y cuando frente a los caraqueños formula el siguiente precepto de ética financiera: "la hacienda nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de vuestros intereses deben demostrar el uso que han hecho de ellos", II-1048.
Su calidad moral da luz de fe a su pensamiento, vertebra su conducta toda. Sus palabras, bien interpretadas dentro del contexto de su obra integral, cumplen la tarea de reflejar fielmente sus ideas; en la armonía y en cada una de ellas, producto de una singular personalidad intelectual y ética, está Bolívar completo. Es el Bolívar de siempre cuyo mandato a la posteridad es muy breve: "la gloria está en ser grande y en ser útil", I-986; y para los hombres de acción: "la gloria no es mandar sino ejercer grandes virtudes", I-1310.
NOTAS:
1. "Caracas, 3 de Julio de 1827. Al señor Cristobal Mendoza. Mi querido amigo. Estando ya al partir no puedo dejar de recomendar a la bondad y consideración de Ud. a mi amigo Iturbe. Véalo Ud. siempre como una persona muy estimable. El mejor servicio que recibirá Iturbe será el que no se le niegue un pasaporte cuando se quiera ausentar. Soy de Ud. afmo. de corazón. Bolívar, II-139.
2. Recuerdese el caso de Santander. En octubre de 1828 escribe Bolívar a Salom: "Del general Santander no puedo aún decirle lo que pueda resultar, perso solamente, por las inducciones que hay contra él, será expulsado por lo menos. Aunque si fuéramos rigurosos en juzgarlo, y si por haber sido mi enemigo yo no me viese comprometido a ser generoso con él, habría más que suficiente causa para que perecieses", II-483.
3. Se ha calculado posteriormente (1906) en Bs. 5.000.000,00 la riqueza del padre del Libertador. Cf. Gil Fortoul, José: Historia Constitucional de Venezuela, 3ª edición revisada. Editorial Las Novedades. Caracas. Venezuela. MCMXLII. Tomo I, pág. 285. Para información más detallada sobre los bienes de Bolívar, su fortuna, sus sueldos, sus regalos, su pobreza, etc,. consultar p. 14, 16, 22, 23, 25, 28, 29, 182, 186, 498, 560, 603, 715, 804, 866, 1020, 1021, 1052, 1056, 1122, 1127, 1281, 1392. Tomo II-48, 130, 132, 336, 579, 838, 883, 988.
Hay dudas sobre la carta en la cual aparece la cifra de cuatro millones. Lecuna dice que la fortuna de Bolívar entonces era de 150.000 pesos, aumentada posteriormente por la herencia de su hermano, I-24. Para el tipo de cambio entre el peso y la libra esterlina cf., II-139.
4.Véanse en el tomo XII de "Cartas del Libertador", editado en 1959, las numerosas órdenes suscritas por Bolívar disponiendo pensiones sobre su sueldo. pp. 254 y ss.
5. Véase la siguiente carta al Intendente de Magdalena, su amigo Mariano Montilla: "Hoy he tenido el sentimiento de saber que, en la lista del presupuesto del estado mayor, se ha incluido un cocinero mío cuyo sueldo es de cincuenta pesos. Espero que Ud. se servirá revisarlos y avisarme la cantidad para hacer el reembolso que corresponda", II-153.
El secretario J.G. Pérez escribe en mayo de 1825 al Prefecto del Cuzco: "S.E. el Libertador ha sido informado de que Ud. ha impuesto a varias personas de ese Departamento una contribución para celebrar la llegada de S.E. al Cuzco, y que aún los miserables han sido gravados con proporción a su escasísima fortuna. S.E. prohibe que se haga uso de semejante contribución, y menos el que se tome nada del Tesoro Público para gastos de su recibimiento, pues S.E. en su viaje, lejos de querer molestar a los pueblos, ni malgastar el dinero del Tesoro, su objeto es propender al bien de aquéllos y aumento de éste", O'Leary, XXIII, 169.
Cuando en 1827, siendo Presidente de Colombia, se dirige a Bogotá, no quiere que el gobierno haga ningún gasto por su causa, por eso dice a Don Pepe París: "Para darme de comer el primer día pida Ud prestado que yo abonaré", II-154.
Esa misma pulcritud le indica que siendo jefe "no debe dar fianza por ninguno de sus empleados", II-86, y que como gobernante no debe mezclarse en negocios. Escribe a Santander: "He visto la carta de Ud. en que me propone sea yo el protector de la compañía que se va a establecer para la comunicación de los dos mares por el Itsmo. Después de haber meditado mucho cuanto Ud. me dice, me ha parecido conveniente no solo no tomar parte en el asunto, sino que me adelanto a aconsejarle que no intervenga Ud. en él. Yo estoy cierto que nadie verá con gusto que Ud. y yo, que hemos estado y estamos a la cabeza del gobierno, nos mezclemos en proyectos puramente especulativos, y nuestros enemigos, particularmente los de Ud., que está más inmediato, darían una mala interpretación a lo que no encierra más que el bien y la prosperidad del país. Esta es mi opinión con respecto a lo que Ud. debe hacer, y por mi parte, estoy bien resuelto a no mezclarme en este negocio ni en ningún otro que tenga un carácter comercial", I-1276.
V. Cartas de Santander. Tomo II. págs 96, 97 y 202. Caracas, Lit. y Tip. del Comercio, 1942.