Cuando decidí, entre impulsos y premeditaciones, terminar con esta pseudorelación, lo hice teniendo bien claro que ante cualquier guiño de arrepentimiento, podía encontrarla fácilmente. Aunque no era la idea. Tengo gravado a fuego sus números de teléfono, su dirección de correo electrónico y el piso y departamento donde vive a tan solo quince cuadras de mi casa (como si fuese poca cosa, comparte edificio con mi mejor amigo). Con ese detalle de “datos útiles” había decidido poner el freno de mano. Me había corrido lo suficiente como para tomar aire y obtener una perspectiva diferente, pero con la soga necesaria para pegar el chicotazo llegado el momento.
“No me diste tiempo a contarte, pero tengo unas cosas por resolver y quizás me vaya de viaje un tiempo, lejos, sola”
De pronto, el plan de empezar con mis cosas de nuevo, se había esfumado por completo. Las poses de muchacho indiferente y distante ya no estaban. Las respuestas casi monosílabas, ensayadas para esos dialogosqueposiblementepuedansucederalgúndía se habían atrincherado instantáneamente en algún lugar del cerebro. El pibe superado se había suicidado en el mismo momento en que leyó el mensaje de texto. La hipotética idea de no poder “encontrarla fácilmente” me había robado los sentidos.
Estuve masticando sensaciones un par de días. No me animé a llamarla. No iba a poder hablarle. Ergo, le envié un mail. Uno de esos mails que liberan, pero que a la vez pueden mandarte sin paradas intermedias al mismísimo subsuelo de la tristeza, por la simple razón de que solicitan respuesta. Como ambos sabemos, el futuro de toda esta historia es en extremo, incierto. Lo cual hace que los planes sean planes para hoy, los sentimientos sean sentimientos para hoy, los deseos sean deseos para hoy, las ganas sean ganas para hoy. Como todo es para hoy y nada para mañana, le propuse no dejar de vernos, le propuse dejar de renegar por todo lo que no pudo ni puede ser, no esforzarnos por tomar distancia y dejar que todo fluya. De todos modos, la distancia se va a presentar de manera irremediable cuando efectivamente se vaya de viaje, lejos. Ella, sorpresivamente para mi, aceptó de inmediato.
No tengo idea de cómo resultará todo esto, solo se que no voy a quedarme con nada guardado mientras pueda “encontrarla fácilmente”. Después, se verá. Probablemente termine con el corazón hecho relleno para empanadas, pero al menos voy a intentar que cada día, hasta el último, valga la pena esta oportunidad que nos volvemos a dar. Que cada beso, que cada caricia, que cada mirada nos enamore mas y mas. Que cada vez que lo hagamos sea mejor que la anterior. Que podamos encontrar un mundo en una plaza, en un tren, en un cordón de vereda, en un circo o en un supermercado. No voy a quedarme a miles de kilómetros pensando en “que hubiese pasado si…”. No esta vez. Solo voy a quedarme pensando en que hice todo lo que sentí, todo lo que quise hacer y que al menos una vez en la vida, aun yendo de punto, puse todo sobre la mesa. Será el consuelo estúpido que encuentre cuando esto se acabe.
Que podría ser peor?