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sábado, 23 de noviembre de 2024

Edward Carey: Los secretos de Heap House (Trilogía Iremonger, libro I)

Idioma original: inglés

Título original: Heap House

Año de publicación: 2013

Traducción: Lucía Barahona Lorenzo

Valoración: Más que recomendable

Metemos en una coctelera un buen chorrazo de narrativa dickensiana con regusto a distopía steampunk, una medida de Georges Perec y media de Harry Potter. Un par de chorritos de Gerald Durrell y de Roald Dahl (un poco más de éste. si se quiere). Unas gotas de Michael Ende y un destilado de novela de terror, para darle aroma (me refiero a Grady Hendrix, no hay que pasarse y poner, por ejemplo, de King). Se agita todo bien (o se mezcla, yo qué sé, que tampoco soy James Bond...) y después se empapa bien de Downton Abbey o del más añejo Arriba y abajo un terrón de Wodehouse para que se deshaga sobre la mezcla. Sírvase el combinado en vaso largo, adornado con una peladura de Tim Burton para darle color (negro, en este caso) y un par de guindas: una de amor adolescente y otra de crítica social. Paladear con delectación pero sin demasiada demora, porque este cóctel no se puede tomar solo, sino acompañado de otros dos. Eso sí, el disfrute para quien lo beba está garantizado...

En fin, yo casi que dejaría la reseña aquí, pero entiendo que puede ser difícil comprender a qué viene tanta gansada elegir esta forma de hacerla. Así que, para todos y todas ustedes, fieles lectores de ULAD, aquí va el preceptivo resumen resumido: La Heap House del título y donde transcurre esta novela es una inmensa mansión victoriana -no en vano estamos en 1875- situado en una aún mucho más inmensa extensión cubierta de desechos, Iremonger Park, a las afueras de la siempre jubilosa Londres. En ella vive casi la totalidad de  a familia Iremonger, que han construido su fortuna, desde el humilde oficio de chatarreros de sus lejanos antepasados, haciéndose con los residuos de la cercana pero a la vez lejana metrópoli. Porque casi ninguno de los Iremonger sale en toda su vida de la mansión, donde viven con toda clase de comodidades aquellos que se consideran de pura sangre -de pura sangre Iremonger, se entiende, pues tienen la costumbre de casarse entre primos-, atendidos por un innumerable ejército de criados y sirvientas, también parientes, pero más lejanos. La división entre las dos castas, que viven, respectivamente, en la parte superior e inferior de la gran mansión parece inquebrantable hasta que llega para servir de criada la huérfana Lucy Tennan, poco dispuesta a aceptar las reglas sin más ni más. Y que encuentra su reflejo en el inseguro Clod Iremonger, joven miembro de lo más selecto de la familia que vive con el tormento, desde su nacimiento,de ser capaz de oír lo que dicen los objetos... Algo sumamente incómodo y hasta perturbador en esa casa, no sólo porque se yergue en mitad de un extenso basurero -de hecho, la propia mansión se compone de partes de otros edificios, recogidos aquí y allá- sino porque en esa peculiar familia a cada nuevo miembro se le asigna un objeto personal del que no pueden separarse jamás; el de Clod, por ejemplo, es un tapón de bañera universal. Los objetos son en gran medida, como puede verse, el alma, la médula de este libro; mi aplauso, por cierto, a la traductora, que sospecho habrá tenido que consultar un sinfín de diccionarios para poder ofrecernos la nomenclatura correcta de tan variado utillaje.

Con todo esto que he contado creo que ya es suficiente para animar a cualquiera a leer esta novela. Pero es que además puede encontrar un sinfín de personajes peculiares, espacios laberínticos, peligros insólitos, aventuras y romance... Quizás a alguien le pueda alejar la apariencia de novela juvenil que tiene, pero, en mi opinión, no lo es o no sólo (porque también puede resultar, sin duda una estupenda novela juvenil); en todo caso, garantizo, como ya he explicado antes, que se trata de un libro totalmente disfrutable. Su única pega: que estamos ante la primera parte de una trilogía. Ahora mismo ardo en deseos de leer las otras dos...      

Nota final: se me olvidaba comentar que en el libro hay multitud de ilustraciones, sobre todo retratos de muchos personajes, realizados por el propio autor de la novela. Todo un plus, creo yo.       

viernes, 17 de septiembre de 2021

Koushun Takami: Battle Royale

Idioma original: japonés
Título original:  バトル・ロワイアル (Battle Royale)
Año de publicación: 1999
Traducción: José C. Vales (del inglés)
Valoración: recomendable y, para quien tenga que tratar de forma habitual con adolescentes (incluidos los propios hijos), imprescindible

Como sin duda saben nuestros más acérrimos seguidores (y, si no, yo os lo cuento), la última reseña firmada por este vuestro seguro servidor, la de ¡Abajo el colejio!, estaba dedicado a los desventurados alumnos que comienzan en estas fechas el curso escolar. Ahora bien, he de reconocer que, nada más escribirla, sentí un puntito de remordimiento y la sensación de  haber sido injusto con esos otros héroes y heroínas del sistema educativo: los y las sufridas docentes, que cada año deben aguantar a niños y/o adolescentes en cantidades ingentes (a quienes, me atrevo a aventurar, ni siquiera soportan, de uno en uno, en sus propias casas). Con la misión casi imposible, además de evitar que se demanden en exceso, de desasnar un poco a esas pequeñas y no tan pequeñas bestias. Casi nada...

Así pues, pensé yo, como desagravio, ¿qué es lo que más desearía cualquier miembro o miembra del cuerpo docente, e incluso, me atrevo a decir, del personal subalterno de los centros educativos, sobre todo si son de Secundaria? ¿Más días de vacaciones (aún)? ¿Un aumento de sueldo? ¿Que la máquina de café de la sala de profesores sirva carajillos sin fin, y gratis? No, amigos y amigas de ULAD: el sueño húmedo y oscuro de todo profesor o profesora, podéis creerme, sería encerrar a sus alumnos en algún lugar sin posibilidad de escapatoria... una isla, por ejemplo, y obligarles a exterminarse entre sí, a matarse unos a otros hasta que no quedase ninguno en pie. Bueno, o uno solo, por mantener cierta motivación... Pues eso mismo es lo que hizo en 1999 el japonés Koushun Takami... en la ficción, claro está: secuestrar a los 42 chicos y chicas de la clase de 3º del instituto Shiroiwa -15 añitos-, proporcionarles un armamento variopinto y meterlos en una "Battle Royale", es decir, una competición de todos contra todos. El libro, huelga decirlo, fue un exitazo inmediato en Japón y dio lugar, al año siguiente, a una no menos célebre película y después, a una serie de manga, por no hablar de los remedos (cuando no plagios) que les han salido, como los no menos exitosos libros y pelis de Los juegos del hambre.

De todos modos, hay que señalar que entre la novela y la peli de Battle Royale hay algunas diferencias; en ésta última (de no poca influencia en Kill Bill de Tarantino, por cierto), el instructor que explica el juego a los chavales es un profesor suyo, interpretado por el gran Takeshi Kitano, harto de su deplorable comportamiento, que les ha llevado a ser elegidos para la "batalla". En la novela, en cambio, la clase de 3º de Shiroiwa es elegida por sorteo como parte de un programa de instrucción militar de la República del Gran Oriente Asiático, donde se desarrolla la acción, gobernada por un  distópico régimen totalitario (*).Esto le da a la trama de la novela una dimensión política más acentuada que en la peli, que se centra más en la representación de la violencia. Ahora bien, la dimensión política de esta historia no de limita a la denuncia de un hipotético, aunque plausible régimen totalitario (*), también se puede leer como una parábola bastante evidente de las opciones que tienen los jóvenes (y, en realidad, todos nosotros) para enfrentarse a los problemas que les esperan en el futuro, ya sean laborales, de convivencia, defensa de sus derechos, etc.: o tratar de resolverlos cada cual por su cuenta y manera, de forma individualista, o unirse para afrontarlos en común, apoyándose unos en otros, aunque para ellos haya que renunciar a parte el libre albedrío propio...

Otra cosa que diferencia al libro es que en éste se hace más hincapié en la personalidad, circunstancias y pasado de cda estudiante. Sobre todo, del trío compuesto por Shogo, Shuya y Noriko, protagonistas , en gran medida, de la novela, aunque el autor  le dedica cierta atención a todas y todo los estudiantes, incluso a aquéllos que van a morir unas páginas más adelante, conformando todo un catálogo de tipos -y tópicos- del universo teen: los admirados deportistas, los malotes -incluso algún que otro psicópata-, las chicas enamoradizas, el payaso de la clase, etc. Unos y otras van cayendo como moscas a lo largo de la novela. Y éste supone es el aspecto más perturbador del libro, pues despierta nuestro vouyerismo más sádico: por más que empaticemos con estos pobres chicos y chicas obligados a asesinarse entre sí, resulta fascinante y hasta adictivo asistir a la matanza; cuando aparece un nuevo personaje, el lector no puede dejar de pensar en cómo morirá y a manos de quién... con gran disfrute, siento decirlo.

De ahí, sin duda, el escándalo que acompañó a la publicación de esta novela, aunque también su éxito y que en poco tiempo se convirtiera en casi (o sin casi) un libro de culto. En todo caso, me juego lo que sea a que entre el profesorado de todo el mundo sí que lo es...

(*) He puesto "totalitario" porque sé que hay lectores del blog muy sensibles con otros términos, pero en el libro se dice claramente  "fascista".

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Tamara Romero: Los dedos de la bruja

Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2012
Valoración: Recomendable (especialmente para jóvenes)

La barcelonesa Tamara Romero escribió Los dedos de la bruja, su primera novela, en castellano. La tuvo en un cajón durante años hasta que vio la oportunidad de publicarla en inglés, traducida por ella misma bajo el título Her Fingers, en la editorial americana Eraserhead Press. Recientemente, Mai Més ha decidido traérnosla al público catalán. Por supuesto, esta nueva versión lingüística se la debemos, también, a la propia Romero. Una políglota en toda regla, sí señor.

No quiero dejar pasar la ocasión de mencionar la ilustración de la cubierta, hecha por Cristina Cid. Es, a todas luces, preciosa. Y denota algo que ni en paratextos editoriales ni en ninguna reseña he visto mencionar: que el producto al que acompaña tiene un toque "young adult". Conste que no me estoy quejando, ¿eh?; a fin de cuentas, esta novela de Romero le otorga interés y profundidad a la narrativa juvenil. Pero creo que es deshonesto venderla como si fuera otra cosa. 

Y hablando de esto. El prólogo de Víctor García Tur nos informa de que Los dedos de la bruja pertenece al bizarro. Personalmente, creo que a esta historia, pastiche que mezcla fantasía oscura con ciencia ficción distópica, le falta extravagancia e incoherencia como para incluirla en este género en alza.

¿De qué trata? Misadora, una bruja de cabellos rojos cuyos dedos han sido reemplazados por apéndices de metal, es rescatada de las aguas de un río. Su salvador, un científico que trabaja para el gobierno y vive en una cabaña, termina por contarle las terribles verdades que el Poder oculta.
  
Hay muy buenas ideas, en Los dedos de la bruja. Me refiero a su enfoque transhumanista, a que las personas tengan hasta tres nombres distintos y empleen uno u otro según el tipo de encuentro, a los sonámbulos, a la enfermedad conocida como la mordaza o a la existencia de Eraya y su convivencia con Yimla. Por no hablar de los guiños a diversas obras que se desperdigan aquí o allá. Por ejemplo, esos animales híbridos que bien podrían haber salido de la pluma de Philip K. Dick, o esos "outsiders" que tanto recuerdan a los de Clive Barker. Igualmente hay, según afirma la autora en una entrevista hecha por Leemáslibros, un homenaje a Crimen y Castigo.

Me ha sorprendido que Romero sea capaz de condensar tanta información en poco más de cien páginas. No sólo entrega un "worldbuilding" bastante trabajado, sino que comunica una miríada de mensajes, la mayoría con una fuerte carga de crítica social, a sus lectores. A saber:

  • Lo detestables que son las estrategias que el "statu quo" emplea para perpetuarse (maquillar el legado que han heredado de una dictadura e instrumentalizarlo convenientemente, controlar al individuo, perseguir a posibles disidentes, fomentar el consumo de drogas entre la población...). 
  • Lo absurda que es la lucha entre sexos.

Quizás el apartado menos conseguido del libro sean sus personajes. Sus dos protagonistas son particularmente planos, lo cual resulta insultante, teniendo en cuenta el foco que el argumento les da. Incluso el robot doméstico de Volátil, el científico, parece tener una personalidad más marcada que los humanos. Asimismo, señalaría que las interacciones entre éstos son demasiado lineales para mi gusto. Y que alguna subtrama (como ésa que indaga en la relación entre el mentado Volátil y el gobierno) queda frustrantemente desdibujada. 

En definitiva: Los dedos de la bruja es una propuesta fresca, sugerente y rebosante de ideas creativas que disfrutaremos sobremanera, pese a sus defectos y carencias, si acudimos a ella con las expectativas adecuadas. Es un "young adult" de calidad; amén de un debut literario sumamente prometedor.


También de Tamara Romero en ULAD: La estatua que tiembla, Objeto ancla

lunes, 27 de julio de 2015

R. J. Palacio: La historia de Julian

Idioma original: inglés
Título original: The Julian Chapter
Año de publicación: 2014
Traducción: Imma Falcó (traducción al catalán, en que lo he leído: pero está traducido también al español)
Valoración: yo de mayor quiero ser J.K. Rowling

Qué resignada es la vida de los reseñadores de la web: condenados a oscilar entre el ¡otro libro de este tío! y el ¿y a este quién lo conoce? Por tanto, abocados a escarbar entre pilas y pilas virtuales en busca de algo con que sorprender al respetable aunque sea a base de, a veces, tragarse algún que otro sapo. Y mi condición de residente en Catalunya y en las cercanías de Sant Jordi no es que lo mitigue demasiado: una jornada entregada a los grandes grupos editoriales, a las traducciones oportunistas, y al aluvión de escritores mediáticos pertrechados con un arsenal de bolis para firmar sus productos  digo libros.

Entonces no ha de ser raro que me vea así, reseñando, como para epatar, un libro que anda por casa porque le han pedido a mi hijo que haga un trabajo sobre él. Pero que, curioso, no está en las secciones de literatura infantil o juvenil de la biblioteca. Poderoso anzuelo para mi insana curiosidad. Y segunda parte de una de esas sagas, parece, omnipresentes, de esas series con las que, me temo, muchos escritores aspiran al efecto Rowling, ese por el cual una escritora que acumulaba rechazos acaba acumulando millones en su cuenta bancaria. Si hasta la autora opta por el jueguecito de las dos iniciales antes del apellido.

La historia de Julian se lee en tres cuartos de hora y se desvanece en algo así como en otra media hora adicional. No he leido la primera parte, aviso, pero el tono moralizante y ejemplarizante imagino que debe ser similar. Se trata de darle la vuelta al calcetín de los comportamientos inmaduros de los pre-adolescentes hasta que, zas, se encuentra el pretexto o el complemento ideal para convertirlos en sustancia de una especie de sopa aleccionante de algo sobre lo que, se supone, los adultos no necesitamos lecciones. Para mi estúpida preconcepción (la de que los libros de este género suelen ser libros de adultos sin sexo, drogas ni alcohol), bien prontito se lee la sonora palabra mierda, pero se trata de empaquetarlo todo para conseguir un cóctel asequible, que evite lo cursi, pero que al final sea vendible. Julian es un niño de casa bien que acude a una cara (40.000 $ de matrícula anual) escuela neoyorquina. Un día es convocado para que, junto a otros compañeros, haga los honores de grupo de acogida y bienvenida a August, niño aquejado de una terrible malformación en la cara. A Julian esto le causa un problema, una especie de rechazo que acaba con el angelito metiéndose con August (el débil) en una especie de acoso que termina con su expulsión del colegio.

La tímida sorpresa que resolverá el libro y dejará, más o menos, las cosas en su sitio, no voy a desvelarla. Solo diré dos palabras: efecto Godwin. 
Dicho lo cual, como decimos en mi tierra, ya estamos todos. Niño malo, niño bueno pero marginado, padres que no se enteran, miembros docentes que se equivocan pero corrigen, abuelita europea, vacaciones en París, y bla bla bla. Facilito, comprensible, todo atadito. No le exijáis más a un libro así. Seguro que si a vuestros hijos se lo piden para el colegio y le echáis un vistazo opinaréis algo parecido. La autora ya está mirándose la mansión en los Hamptons que se va a comprar con la tercera parte. Con mi dinero que no cuente.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Albert Espinosa: Brújulas que buscan sonrisas perdidas

Idioma original: Catalán
Año de publicación: 2013
Título original: Bruixoles que busquen somriures perduts
Valoración: bochornoso, pero homologuémoslo como repugnante

Lo de Albert Espinosa es un tema... espinoso. Menudo chistecito, para empezar. Bueno: el nivel del libro iría por ahí. Yo es que me meto en unos berenjenales, a veces, pero va, diremos que el sentido de este blog debe ser tanto advertiros por dónde hay que acercarse como de qué hay que alejarse, ¿no?
Bien: Espinosa es un personaje omnipresente en Catalunya, un escritor mediático cuya carrera parte de su experiencia personal como niño enfermo de cáncer, tema que introduce en su obra y que le aporta un añadido de dramatismo, de, digamos, significación. Sus experiencias han dado pie a los guiones de la popular serie televisiva Pulseras rojas (originalmente la catalana Polseres vermelles), de enorme éxito comercial. Sí: comercial.
¿Qué pasa cuando esa circunstancia pasa a ser el tema central de toda una carrera literaria?
Sí: literaria en cursiva.
Pues pasa lo que está pasando. Que se publica novela tras novela con títulos digamos, buenrollistas. Que se vende a cascoporro. Que es el libro que muchos padres satisfechos encasquetan a los hijos para Sant Jordi. Que se hace caja. Mucha caja. Que se va de flor en flor, pasando por todos los tópicos nivel 2.0, dejando atrás la sensiblería obvia y pasando a la sensiblería programada para no ser obvia. Un enorme filón explotado con la mayor desvergüenza y que, sonrojante a más no poder, se incorpora a una especie de cultura oficial que prioriza esfuerzo y sacrificio, frente a lo imprescindible hablando de literatura: talento.
Claro que Espinosa no pretende ser Vila-Matas. Pero es que parece que aspire a ser, no sé, Mocchia. Sale tanto en la TV, en la radio, se promociona tanto con esa pinta de eterno jovenzuelo, de yerno perfecto. Hasta Spielberg toma nota de su éxito.Claro que, con su enorme triunfo entre el público juvenil y adolescente (y notable entre el maduro), habrá quien diga que ya es suficiente con que haga que se lea a ciertas difíciles edades. Un argumento más que discutible visto lo muy alejado que está esto de lo que es literatura.
Que es de lo que aquí intentamos tratar.
Las primeras páginas de Brújulas que buscan sonrisas perdidas desanimarán a cualquiera con un mínimo listón de lo literario: frase tras frase terminada en puntos suspensivos (os lo digo: esto pone mucho de los nervios). A las pocas líneas ya ha aparecido la palabra enfermedad, claro. Y la palabra no dejará de aparecer, ni tampoco la palabra hospital, la palabra alzheimer, la palabra cáncer. Todo ello al mínimo pretexto y todo ello rodeado de un atrezzo que es marca de la casa. Los títulos de los capítulos, tan cargantes como el del libro, la tipografía usada en ellos, los puntos suspensivos (que siguen y siguen, hasta un final que no llega nunca), las sucesivas desgracias que acaecen al protagonista; todo, de un formulismo y una estructura tan previsible, que la sensación de hallarnos ante un producto es absoluta.
El protagonista, recién enviudado por un accidente, visita al padre, muy enfermo (pero empeorará, tranquilos) que también es viudo (...) pues la madre también enfermó. El protagonista, claro, visitó muchas veces el quirófano en su infancia. Claro, estaba muy malito y lo superó. Y los puntos suspensivos, insisto, por todas partes. Albert, atento: así se acaba una frase. Punto: uno, no tres. Pues bueno, qué queréis que os diga sin espoilear (porque alguien aún caerá en esta lectura, seguro). Que el mensaje es que la vida es muy importante y hay que disfrutar el momento y hay que tener buen rollo. Trescientas páginas para un leit-motiv tan sencillo. Una historia blandengue, sensiblera, programada, diseñada, producida. No salvarás bosques por leerlo en e-book: necesitarás kleenex, a punta-pala. Tan desechables como esta novela.

En fin: paro ya, de hacer amigos. Los resortes que toca este libro son indecentemente premeditados. Esto sí es pornografía, emocional e intencionada, más aún que la de la pobrecita e incomprendida Sasha Grey, que al menos busca excitar otra cosa que los lacrimales. Esto sí que es clavar justo la aguja donde se produce el efecto deseado. Toma, Jaime, etiqueta homologada, "repugnante". Y menudas han sido tres de mis últimas cuatro lecturas. 

Yo no es que esté en contra de que ciertos libros ayuden a la gente a bregar con ciertas crueles enfermedades. No es por eso, igual que no estoy a favor de la pederastia por gustarme Nabokov. Pero, aunque esté en papel y contenga letra impresa, hay muchos motivos por los que Brújulas que buscan sonrisas perdidas y, por ejemplo, cualquier obra de Faulkner, no pueden considerarse lo mismo. Aunque nos insistan que esta sea mejor lectura que ninguna lectura, cada libro que este autor vende es un libro que dejan de vender autores con mucho más merecimiento. Quienes amen la lectura no deben perder el tiempo con este producto. Que se venda (o se dispense) en farmacias, en consultas de psicólogos, prescríbanlo con tratamientos, lo que sea. Pero no lo pongan al lado de Bolaño, de Kapuscinski, de Foster Wallace...(estos sí, son mis puntos suspensivos).