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jueves, 31 de octubre de 2024

Ihara Saikaku: El gran espejo del amor entre hombres

 Idioma original: japonés

Título original: Nanshoku Ōkagami (男色大鏡 )

Traducción: Carlos Rubio

Año de publicación: 1687

Valoración: muy interesante

"El gran espejo del amor entre hombres" es una obra fundamental de la literatura japonesa del periodo Edo, considerada como la primera en el género ukiyo-zōshi (versión literaria del ukiyo-e), el cual captura la esencia de la vida cotidiana y las complejidades emocionales, en este caso, del amor entre hombres, explorando tanto el contexto de la sociedad samurái como el de los comerciantes de Edo, digamos, la gente común y corriente, en contraste con obras que se centran en la nobleza (por ejemplo, el Genji Monogatari).

La obra se divide en dos partes principales (algunas ediciones en español separan el libro en dos tomos). Los primeros capítulos se centran en las relaciones mentor/pupilo (muy al estilo de los atenienses) dentro de la sociedad samurái. Aquí, Saikaku describe cómo el amor entre hombres era una práctica socialmente aceptada, influenciada por el código de honor samurái, donde la lealtad y la moralidad se entrelazan con las relaciones afectivas. Por ejemplo, en el primer capítulo, se narra la historia de un hombre que, tras haber gastado una fortuna en mujeres ("gasté mi fortuna en mujeres y alcohol, el resto lo desperdicié"; George Best, 1999), concluye que el verdadero placer reside en el amor entre hombres, subrayando así la superioridad moral y estética de estas relaciones sobre las heterosexuales (muy al estilo de aquellos filósofos y amantes de niños).

Los últimos volúmenes trasladan el foco al mundo de los comerciantes y los actores de kabuki de Edo. Saikaku detalla las costumbres de los wakashu, jóvenes bellos que, además de actuar en los teatros, mantenían relaciones amorosas con sus clientes en las casas de té (un muy bonito eufemismo). Un ejemplo significativo se encuentra en el segundo capítulo del segundo volumen, donde se cuenta la trágica historia de un joven que, tras la muerte prematura de su amante, decide convertirse en monje, reflejando la intensidad y el dolor inherentes a estas relaciones (véase Brokeback Mountain).

Además, "El gran espejo" no solo documenta prácticas amorosas, sino que también sirve como un espejo de las dinámicas de poder, honor y afecto en diferentes estratos sociales. Las historias varían desde romances idealizados hasta melodramas lacrimógenos, ofreciendo una visión multifacética de cómo el amor entre hombres era percibido y vivido en distintas esferas de la sociedad. Una visión refrescante después de tanto amor cortés.

"El gran espejo del amor entre hombres" es una obra seminal que ofrece una ventana invaluable al mundo del Japón Edo. Ihara Saikaku, con su maestría literaria, no solo es entretenido, sino que nos muestra su visión sobre las complejidades de las relaciones humanas y las construcciones sociales que las enmarcan.

jueves, 23 de noviembre de 2023

Víctor Navarro: Una casa fuera de sí

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2022

Valoración:  Muy interesante


Empiezo por el final: me ha gustado mucho este librito. A veces es reconfortante leer a profesionales de un determinado sector ajeno a nuestro trabajo o aficiones más marcadas, sirve para abrir la mente hacia realidades de las que desconocemos casi todo y valorar puntos de vista en los que seguramente no habíamos reparado. En esta ocasión se trata de un libro relacionado con la arquitectura (ojo, Beatriz, esto te puede gustar), concretamente con la construcción de la Casa Gehry, la vivienda del propio arquitecto canadiense, hoy tan famoso, cuando era para casi todo un mundo un perfecto desconocido.

Gehry y su esposa habían decidido mudarse a Santa Mónica, y fue ella, la esposa, quien localizó una casa que consideró idónea, un caserón sin estilo demasiado definido, algo más bien anodino y similar a las viviendas de los vecinos. Para el joven arquitecto (véase en la foto con el bigote) la elección debió suponer o bien un shock por la vulgaridad de la construcción, o quizá un subidón pensando lo que podría hacer para aplicar sus ideas sobre aquel edificio. Porque el mantenimiento de la vieja casa, la elegida, debía ser una condición no negociable. Así que Gehry se puso a pensar cómo mejorar aquello.

La solución, aparentemente salomónica, fue mantener el caserón original y revestirlo con algo más interesante. Así que se decidió por añadirle una especie de cerramiento discontinuo (algo que recuerda a alguna de las cajas vacías de Oteiza), utilizando materiales baratos, incrustarle un cubo de vidrio y despojarle de buena parte de los acabados para dejar vista la estructura portante de madera. Es decir, una casa dentro de otra, generando un diálogo entre ambas, y renovando el carácter del conjunto a base de integrar materiales diversos y crear espacios comunes. Dicho sea todo ello desde el punto de vista de lo que el profano, es decir, yo mismo, ha podido sintetizar a partir de lo que cuenta el libro.

No hay en el texto apenas descripciones técnicas, pero sí reflexiones muy interesantes sobre la forma de imaginar y diseñar semejante rareza. Por ejemplo, la influencia de anteriores proyectos en los que Gehry había trabajado, como la Casa Davis (otro ejemplo de casa circunscrita en una especie de contenedor) o algunos centros comerciales, a cuyo origen y funcionalidades dedica el autor algunas páginas de gran interés. O la necesidad, desde el punto de vista conceptual, de que esa dualidad entre el viejo edificio y su nuevo revestimiento sea percibida tanto desde el exterior, que es lo más evidente, como desde el interior.

Lo más divertido es sin duda la indignación de los vecinos de un barrio tan apaciblemente burgués al contemplar esa cosa extravagante donde antes había un tranquilo caserón, seguramente tan parecido al suyo. Dice Navarro que lo más insoportable debió ser observar la vieja casa rodeada y perturbada de forma tan violenta, como si se tratase de un conocido torturado a la vista de todos. 

Parece mentira que un libro sobre un asunto en principio tan específico y tan técnico pueda resultar atractivo, pero en mi opinión sí que lo es, en buena medida porque está desarrollado, entiendo yo, sin entrar en demasiados detalles que pudieran desorientar o aburrir al lector, pero manteniendo el rigor necesario cuando se trata de valorar aspectos conceptuales o incluso artísticos. Es un mundo algo extraño el de los arquitectos, al menos el de aquellos que van un poco más allá de lo ordinario (y Gehry va bastante más allá), porque reúne elementos de multitud de campos, y se supone que el resultado debe mantener cierto grado de armonía entre todos ellos… aunque conocemos muchos ejemplos en los que no es así.

De hecho, en mi condición de simple curioso y lector raso, a la vista de las fotos de la Casa Gehry (unas cuantas incluidas en el libro), el invento me parece original, sí, pero francamente feo. Como tampoco, vistos los interiores, me parece una casa demasiado apetecible para vivir. Así que su evolución posterior, que también se cuenta, fue un progresivo y yo diría inevitable proceso de descafeinado, ajustando volúmenes, retocando paramentos y sustituyendo materiales para cambiar un poco menos de arte por algo más de confort. El autor, que me parece muy profesional pero también muy razonable, lo argumenta de forma impecable:

‘Toda obra inaugura un espacio de posibilidades que con el tiempo se van matizando, las soluciones se ponen en entredicho, las limitaciones funcionales se van consolidando, el entusiasmo va decreciendo, y la casa es empujada a una nueva mutación’.

Porque, señores, la casa le proporcionó a Gehry un prestigio que después no ha hecho más que aumentar, pero a fin de cuentas era una vivienda en la que supongo que cada día había que levantarse, desayunar y hacer todas esas cosas rutinarias que llenan nuestros horas. Y vivir en una obra de arte quizá no era la mejor idea.


martes, 29 de junio de 2021

Beatriz Gimeno: La construcción de la lesbiana perversa

Idioma original: español
Año de publicación: 2008
Valoración: Muy interesante



Mijas, 9 de octubre de 1999, Rocío Wanninkhof (19 años) sale de su casa y ya no se la vuelve a ver hasta que el 2 de noviembre hallan su cuerpo desnudo, quemado y desfigurado. La presión social y mediática afecta la investigación, errática y plagada de inconsistencias. La necesidad de resolver el caso hará que el foco se detenga sobre Dolores Vázquez, ex pareja de la madre de la víctima, que será declarada culpable y entrará en prisión en 2001. 

No será hasta 2003 que se reconozca su inocencia, gracias a la resolución del caso de Sonia Carabantes, con una prueba de ADN coincidente con el de Rocío Wanninkhof, señalando sin discusión al autor material de ambos crímenes, Tony King.


Es evidente que estamos experimentando durante los últimos años un despertar insólito y muy revelador en relación a cómo los medios de comunicación, las instituciones y el poder legislativo han contribuido al mantenimiento y renovación de unos estereotipos patriarcales altamente lesivos para la mujer en todas sus facetas: la mala madre (Rocío Carrasco), la loca/trepa despechada (Nevenka) y en este caso, la lesbiana perversa (Dolores Vázquez). Y gracias a documentales, películas, crónicas y ensayos más o menos recientes hemos podido indagar en el funcionamiento de esos mecanismos silenciosos y torticeros que han confundido y manipulado a la opinión pública que es la que al final se encarga de hacer prevalecer esas etiquetas horribles e injustas que estigmatizan a tantas mujeres.

Resumen resumido: crónica del caso Wanninkhof focalizada desde un aspecto que resultó fundamental para su inconcebible desarrollo: el hecho de que Dolores Vázquez fuera lesbiana (ex pareja de la madre de la víctima). Y cómo a través de las noticias de algunos medios de comunicación «serios» de nuestro país: El País, El Mundo y ABC se reconstruye y se vislumbra el artefacto para la creación de un culpable (dotado de una monstruosidad sin precedentes) allí donde no lo hay.

La construcción de la lesbiana perversa está muy bien documentada en base a las noticias y los hechos de aquel momento, muy bien argumentada desde el conocimiento especializado referente a la cultura patriarcal, la violencia contra la mujer y la lesbofobia, y también está escrita de un modo sencillo y entendible que facilita cierto hilo conductor para la comprensión del proceso de creación del monstruo por parte de esos tres medios de comunicación.

Esta crónica no solo incide en los gérmenes histórico sociales que promovieron la creación de esa lesbiana perversa, si no que para llegar ahí antes tiene que poner sobre la mesa un sinfín de elementos que constituyen el nubarrón eléctrico de mitos y bulos que se cierne sobre las mujeres y la violencia que se ejerce sobre ellas. Un claro ejemplo es la presunción del crimen sexual como producto de una atracción erótica inevitable del agresor hacia la víctima, cuando en realidad es un tipo de violencia cuyo único objetivo es su quiebra y sometimiento, y ahí reside el placer para el agresor. A menudo se descarta el crimen sexual porque no se hallan signos evidentes en el cuerpo de la víctima pero eso no significa que no lo sea. De ahí que en este caso se descartara el crimen sexual de inicio y se barajara el móvil pasional con el que se pudo poner el foco en Dolores Vázquez.

Después la narración se adentra en los mecanismos de la construcción del monstruo-lesbiano mediante la exposición de una serie de mecanismos complejos pero que quedan perfectamente explicados, como es el caso de la invisibilización, que puede resultar contradictorio pero no lo es:
«(…) de qué manera comienza la representación de lo irrepresentable, de lo invisible: cómo se da forma a ese fantasma, a lo que no puede nombrarse, pero que sin embargo, al mismo tiempo, es necesario transmitir para que esa imagen difusa se vaya construyendo desde la negatividad, desde el odio (…)»
A partir de ahí, se nos explica cómo las diferentes noticias van aportando una serie de detalles sobre la personalidad y el físico de Dolores Vázquez que, por acumulación, consolidan esa imagen de asesina vengativa que el caso necesita. Lo más curioso es que a menudo son rasgos positivos o plausibles cuando se le atribuyen a un hombre. Algunos ejemplos:
  • Ella solía salir a correr y tenía un cuerpo musculado, lo que se vendió como que era mujer monstruosa con una fuerza sobrenatural.
  • Era directora de un hotel y ejercía su mando con firmeza: alguien soberbio y controlador.
  • Mantuvo una actitud digna cuando la gente la abucheaba en la entrada del juzgado o a prisión: propio de una psicópata sin empatía.
  • Soportó los intensísimos interrogatorios sin derrumbarse: fría y calculadora.
Lo cierto es que la reseña podría extenderse más que el libro y eso no tendría la menor gracia, así que concluyo con un Muy interesante porque aporta una enorme cantidad de reflexiones complejas acerca de cómo nuestra sociedad sigue blindada a todo lo que no sea «lo normal» y porque en el camino expone buena parte de las incoherencias e injusticias en los que nuestros organismos públicos incurren todavía a diario por falta flagrante de perspectiva de género y de reconocimiento de los derechos LGTBI.

También porque le hace justicia a una mujer a la que nunca se le ha llegado a pedir perdón por el calvario que tuvo que padecer.

martes, 27 de abril de 2021

Joyce Carol Oates: Del boxeo

Idioma original: inglés

Título original: On boxing

Traducción: José Arconada

Año de publicación: 1987

Valoración: Muy interesante


Si digo que mi primer Murakami fue De qué hablo cuando hablo de correr (o sea, nada de novela), y que mi primer –y único- Octavio Paz no fue un poemario sino un ensayo sobre arte (Apariencia desnuda), sorprenderá menos que mi primer Oates haya sido un libro sobre boxeo. Por lo visto, Joyce Carol Oates, con una buena lista de títulos reseñados en este blog (ver abajo), heredó de su padre la afición por el boxeo, algo bastante infrecuente en una chica, y parece que la ha mantenido incluso más allá de la publicación de este libro (1987) porque, por lo que he visto, hay alusiones a este deporte en algunas de sus muchas novelas.

Siempre que se habla del boxeo (algo a lo que he llamado deporte, pero entiendo que haya quien no trague con ello) surgen posiciones más o menos airadas, calificándolo de brutalidad, salvajada, apología del machismo, y cosas así. Creo que hoy en día hay realmente muy pocos aficionados, la mayoría entusiastas, eso sí, pero es algo que, salvo en círculos muy reducidos, parece llamado a la irrelevancia social si no a su extinción. Por eso creo que este es un libro muy oportuno, quizá no tanto para reivindicar eso que se llamó el noble arte, pero sí para encontrarle otras perspectivas más allá de tópicos y simplificaciones.

No encontraremos aquí ni una palabra de técnica boxística, algo que seguramente a casi nadie interesa ya, aunque estoy seguro que la autora conoce con detalle. Tampoco nada, o casi, en torno a la leyenda negra, o mejor diríamos la realidad negra de ese backstage siniestro que todos tenemos más o menos interiorizado: corrupción, promotores de avaricia insaciable, manejos de los bajos fondos, dopaje, tongos. A la autora no parecen interesarle estas cuestiones, que deja de lado por demasiado conocidas o voluntariamente ignoradas. Se adentra sin embargo en otros aspectos más complejos y mucho más interesantes.

Al margen de que hablemos o no de un deporte (que doña Joyce más bien parece concluir que no), lo deslinda claramente de otras disciplinas que de alguna manera recrean las emociones de los juegos infantiles. Aquí no existe esa evocación lúdica sino el reflejo de un impulso homicida primario, una forma de lucha por la supervivencia que no solo se manifiesta en los púgiles sino que se extiende al público que vocifera alentando el castigo. El boxeo es también un ritual con sus formalidades litúrgicas (el desprenderse del batín, el ring con sus doce cuerdas, los saludos, el lanzamiento de la toalla) y una recreación de la pugna por el dominio de la manada. En este sentido, es incontestable su carga sexista, por mucho que en tiempos recientes haya quien corriese a reivindicar el boxeo femenino.

Se detiene también Oates en algo bien conocido, como es la baja extracción social de los boxeadores, al menos desde principios del siglo XX. Es casi un tópico pensar en el púgil de barrio desfavorecido, un chaval (en EE.UU. casi siempre de etnias marginadas) quizá enredado en la delincuencia, con una familia desestructurada, que busca salir del pozo a la vez que descarga su ira en el cuadrilátero. Pero lo analiza la autora, como casi todo en el libro, desde una perspectiva bastante diferente y mucho más profunda: la rabia del joven castigado por la vida puede ser lo que le empuja a pelear, pero la furia es un desperdicio de energía, poco aconsejable para un buen boxeador si no se canaliza correctamente mediante la técnica y la estrategia. El boxeo viene así a ser la formulación civilizada de esa violencia latente (o no tan latente), su sometimiento a reglas y a la autoridad superior de un árbitro. No es por tanto una metáfora de la vida, como tantas veces podemos escuchar. Es algo distinto de cualquier otra actividad, que aglutina aspectos de muchas de ellas y tiene sus propios parámetros.

Pero no solo se extiende Oates en los aspectos sociológicos o antropológicos de tan singular actividad. Con numerosos testimonios de protagonistas y referencias a combates clásicos, profundiza por ejemplo en la capacidad de sufrimiento, la facultad de encajar sin ser vencido como arma fundamental para esperar el momento preciso de un ataque definitivo. Y en relación con el sufrimiento, no podía faltar una profunda reflexión en torno a la muerte como posible desenlace, no teórico, sino dramáticamente real. Cualquier aficionado al boxeo, por mucho entusiasmo que lleve consigo, tiene siempre un momento de duda al plantearse que uno de los contendientes puede perder la vida. Es lo que sitúa al boxeo siempre alrededor del límite de lo civilizado, de lo humanamente admisible, a veces ligeramente dentro y otras clamorosamente fuera, y la autora tampoco deja de cuestionarse con crudeza este dilema.

Se podrá decir que todo esto es filosofar sobre algo muy obvio, que no merece la pena darle tantas vueltas y buscarle tanto contenido a una cosa tan bestia, que esto es una animalada y que debería estar prohibido y chispún. Bien, es una opinión respetable, pero si uno no está en un planteamiento tan irreductible, tiene alguna curiosidad por lo que ocurre entre esas doce cuerdas y por cómo se puede reflexionar sobre ello con mucho sentido y expresarlo con rigor e inteligencia, el libro me parece una opción muy válida. 

Otras obras de Joyce Carol Oates en ULAD (tranquilos, ninguna sobre boxeo): aquí

martes, 1 de septiembre de 2020

Julio Gil Pecharromán: La estirpe del camaleón

Idioma original: castellano
Año de publicación: 2019
Valoración: Muy interesante 

Seguro que algunos/muchos/varios de los lectores recuerdan aquel estribillo que sonaba machaconamente en ferias y bares marchosos de madrugada, aquello que decía ‘el camaleón [haciendo diptongo] cambia de colores según la ocasión’. La metáfora es obvia, claro, e interpretada junto con la rúbrica Una historia política de la derecha en España 1937-2004 (subtítulo) da como resultado algo que me suena ligeramente injusto, porque se diría que esa derecha de la que va a hablar Gil Pecharromán es especialista en el travestismo político, en acomodarse a la circunstancia para sacar provecho, en eso que más coloquialmente se denomina ‘cambiar de chaqueta’. Digo que me parece algo injusto porque en mi opinión los bandazos, realineamientos y adaptaciones no son ni mucho menos patrimonio exclusivo de la derecha, como tampoco fueron lo mismo Largo Caballero y Besteiro, el PC de la República y el de la Transición, Arzalluz y Ardanza, y así sucesivamente. Pero en fin, supongo que hay que titular de alguna manera y conviene hacerlo de forma sonora y atrayente, incluso aunque Taurus sea una marca de contrastada seriedad.

Esta pequeña reflexión no desmerece en nada el libro. La derecha española ha evolucionado mucho (claro está, y afortunadamente) desde la camisa azul y la cruz de Borgoña pasando por muy diversas etapas, y el libro lo analiza en un trabajo ciclópeo, exhaustivo (cien páginas de notas y bibliografía) y muy serio, que no obstante se lee con facilidad, naturalmente siempre y cuando interese la cuestión. Porque más o menos, por culturilla general, tenemos una idea vaga sobre el entramado político del franquismo, quizá algo más clara sobre la Transición, y seguramente más fresca sobre lo que ha sido la derecha española en los años posteriores, sea en el gobierno o en la oposición, con nombres de todos conocidos en mayor o menor medida. Pero este formidable ensayo pone luz a toda esa evolución, examina sus ramificaciones, ordena sus mutaciones y las expone con multitud de datos e informaciones que dan solidez a lo que pudiésemos conocer de pasada, descubriendo aspectos que a buen seguro desconocíamos en su mayor parte.

Tal vez el periodo más interesante que aborda el libro es precisamente el de la dictadura. Lo que podía parecer un bloque monolítico encaramado en la chepa del poder franquista no lo era tanto, a nada que se escarbase por debajo de los estandartes y las genuflexiones. Aquello que se llamaba Movimiento Nacional fue una especie de reagrupamiento forzoso que el caudillo organizó para asegurarse la obediencia de los vencedores, pero bajo esa aparente uniformidad coexistían tres corrientes fundamentales: el falangismo, siempre ansioso de capitalizar el movimiento (lo que en ocasiones conseguía, pero no siempre); el tradicionalismo, aglutinante de distintos orígenes entre los que destacaba el carlismo; y la derecha católica, en buena parte nutrida por miembros de la antigua CEDA. Resulta llamativo cómo estas facciones –que a su vez albergaban grupos de cierta tendencia centrífuga- oscilaban en su aproximación al poder, ganaban o perdían peso en función de las circunstancias o de las directrices (también cambiantes) de Franco y su círculo más próximo. Así que el bando vencedor de la Guerra no era la balsa de aceite que voceaba el NODO, y en su interior las convulsiones, a veces estratégicas, otras de índole doctrinal y muchas de carácter personalista, eran frecuentes y a veces con un punto desgarrador, aunque quedasen casi siempre ocultas en la opacidad del Régimen.

Todo ello, junto con la progresiva aparición de personajes o pequeños grupúsculos que, siempre desde dentro del sistema, se posicionaban hacia vertientes menos cerriles de la derecha –democristianos, tecnócratas luego liberales o conservadores, disidentes de las formaciones anteriores-, fueron perfilando los pasos que en los años 60 y 70 abonaron muy tímidamente el terreno para el proceso que terminaría con la aprobación de la Ley para la Reforma Política y la apertura democrática posterior que también, naturalmente, trata el libro y sobre el que no parece necesario incidir más.

Dando un salto en el tiempo –en la reseña, no en el libro- entiendo que otra parte muy interesante es la que trata sobre los grupos de extrema derecha (los que se llamaron involucionistas) que perduraron en las décadas siguientes, con el sistema democrático ya progresivamente asentado. Se trataba, claro está, de colectivos minúsculos (sólo Fuerza Nueva a finales de los 70 llegó a conseguir un diputado), algunos de los cuales se vincularon a acciones violentas y tramas parapoliciales, definidos todos ellos por sus enfrentamientos doctrinales y continuas escisiones, que los hacían aún más irrelevantes. El libro profundiza con detalle sobre las distintas tendencias, cada vez menos deudoras del 18 de julio y más próximas a movimientos de ultraderecha propios del momento: neonazis, nacional-revolucionarios, populistas… Todo un mundillo bastante sorprendente que lo mismo mantenía conexiones con el Frente Nacional francés (Le Pen padre), como incorporaba elementos esotéricos, o reivindicaba con similar rango al falangista Ramiro Ledesma y al anarco-sindicalista Ángel Pestaña.

Si algún reproche se puede hacer al texto se debe referir solamente a algunas etapas –la desmembración de UCD, el 23-F o el aznarato- en las que se deja llevar a un tono ligeramente más periodístico, con un ritmo más acelerado y aportación de datos anecdóticos o que guardan menos relación con la evolución ideológica (sus desviaciones, matices o reencuentros) de este mundo político. Se diría que el autor se siente en la necesidad de contar determinadas cosas, bien porque se queda sin material de verdadero peso (no todos los meses, ni siquiera todos los años se producen movimientos ideológicos de importancia), bien porque hay episodios que siempre parecen exigir un relato (¿cómo hablar de la derecha en España sin detenerse en el 23-F?)

Y si hablamos de vacíos, el libro presenta uno descomunal, aunque irremediable y no imputable al autor. El estudio llega solo hasta 2004, justo un pelín antes de que irrumpieran en la escena política de la derecha los dos fenómenos más importantes desde la fundación del Partido Popular: Ciudadanos (2006) y Vox (2013). Porque, filias y fobias aparte, hubiera sido muy interesante contar con un análisis desapasionado y riguroso sobre la aparición de estas nuevas alternativas políticas. ¿Fue el rebrote de grupos ideológicos hasta entonces sumergidos bajo la preponderancia del PP, o consecuencia directa de circunstancias puntuales de la vida política del momento? ¿Hasta qué punto estos nuevos partidos responden a corrientes similares a las de otros países, o se trata de fenómenos sobre todo locales? Quizá para encontrar respuestas en frío a todo esto se necesitará un poco más de perspectiva, tal vez en unos pocos años.

sábado, 25 de julio de 2020

Tochoweek IV #6 - Alexis de Tocqueville: La democracia en América

Título original: De la démocratie en Amérique
Idioma original: francés
Traducción: Raimundo Viejo Viñas
Año de publicación: 1835-1840
Valoración: Muy interesante

En 1831 Alexis de Tocqueville fue enviado a Estados Unidos para estudiar su sistema penitenciario. Permaneció allí solo nueve meses, pero fue tiempo suficiente para interesarse profundamente por aquel nuevo país. A su regreso continuó estudiando la cuestión, publicando en dos partes La democracia en América, un texto fundamental en las ciencias políticas, con múltiples conexiones con otras áreas, como el Derecho, la Historia o la sociología.

Estados Unidos era un país independiente desde hacía poco tiempo, y lo que encuentra Tocqueville es algo bastante insólito: un Estado democrático establecido sobre una tierra virgen de dimensiones todavía desconocidas y constituido por colonos, sin jerarquías ni clases sociales, o sea, algo tan radicalmente diferente de la vieja Europa que le mueve a intentar estudiarlo en su totalidad y deducir consecuencias. Por fijar los conceptos, hay que decir que lo que llama democracia no es exactamente lo mismo que nosotros entendemos hoy en día (una persona, un voto; un sistema representativo) sino, en términos generales, la igualdad de condiciones. Ese es justamente el corazón de la sociedad estadounidense, un colectivo de ciudadanos llegados de la metrópoli en busca de una vida mejor a la que todos tienen derecho por igual, y solo su capacidad determinará el éxito o fracaso. Se puede decir que el concepto de democracia es por tanto más sociológico que político o jurídico, y sobre ese enfoque construye Tocqueville la contraposición entre democracia y aristocracia que ocupa la mayor parte del libro. 

Ese pueblo de colonos se constituye en un régimen democrático y básicamente igualitario (luego hablamos de la esclavitud), formado por unidades territoriales más pequeñas (Estados, condados, comunas). En base a sus intereses comunes, los ciudadanos delegan en un poder central algunas competencias básicas, estructurándose un sistema complejo que Tocqueville analiza en la primera parte de la obra. Se definen los contrapesos entre los tres poderes (en principio, todos electivos) que ya había definido Montesquieu un siglo antes, y entre los distintos ámbitos territoriales, con la idea básica –que de alguna manera ha llegado hasta la actualidad- de una cesión de soberanía hacia el Estado que siempre es limitada, porque el ciudadano (no olvidemos que se trata de individuos que llegaron por su cuenta y riesgo a buscarse la vida) nunca está dispuesto a perder su parcela de decisión individual.

Es el gran rasgo definitorio de la sociedad norteamericana que Tocqueville –a falta de otros ejemplos similares-extiende a todo modelo democrático: el individualismo. Un individualismo feroz cuyo objetivo fundamental es la riqueza, el bienestar material, y que apenas se compensa con cierta tendencia al asociacionismo. Individualismo y materialismo (ya se pueden adivinar algunos rasgos de la sociedad norteamericana que persisten dos siglos después) dan lugar a la valoración del trabajo como una actividad honorable, frente al desprecio que la aristocrática Europa (Inglaterra sobre todo) muestra frente al desempeño de toda actividad productiva. Esa dicotomía Europa/América (Estados Unidos), o aristocracia/democracia se convierte en el método que sostiene la muy extensa exposición de Tocqueville. Buscando siempre ese contraste se explican las múltiples perspectivas de la sociedad americana: la religión, la filosofía, el lenguaje, el arte, el comercio, la familia… No negaré que llega a cansar un poco esa contraposición permanente, además de resultar claramente forzada en algunos casos, porque da la impresión de que se empieza por las conclusiones para después encajar los motivos.

En su búsqueda de dualidades, Tocqueville encuentra por supuesto la más evidente: la condición del hombre blanco frente a los indios nativos y los negros. Es un retrato durísimo y esclarecedor en el que se describe la absorción de los indígenas por los occidentales triunfantes, el proceso de desaparición de la esclavitud y las consecuencias de ambos. Es, al margen de las reflexiones en torno a la democracia, la parte más intensa del libro. El autor francés capta con una clarividencia brutal el cambio de concepto que se opera sobre el negro, que pasa a ser un hombre libre, pero llevará para siempre el estigma de su origen y su raza: ya no es tratado como esclavo, pero siempre seguirá siendo despreciado, incluso en los Estados no esclavistas. Por cierto, que también Tocqueville anticipa la posibilidad de una guerra civil por causa de la esclavitud, lo que ocurriría veinte años más tarde.

Hay que decirlo ya: Tocqueville, buscando una obra total, quiere explicarlo todo y encajar en sus categorías cada uno de los aspectos de esa sociedad que descubre entusiasmado. Aunque su estilo es limpio y neutro, es también prolijo, detallista hasta el extremo y también bastante repetitivo, lo cual no se puede negar que abruma en ciertos momentos de libro tan extenso. Pero es indudable que se trata de un texto excepcional. Por no alargarme demasiado, lo sintetizo en tres aspectos:
- La democracia: Tocqueville cree haber encontrado la materialización de este concepto jurídico-político en un país nuevo, lo examina, estudia sus mecanismos, se asombra de hallar una sociedad igualitaria y ve en ella el camino por el que hacer realidad lo que a mediados del siglo XIX parece todavía utópico
- El liberalismo: esa sociedad norteamericana parece el sustrato perfecto para ver crecer el mundo liberal que sueña Tocqueville. Por eso subraya una y otra vez los peligros que le acechan: el despotismo (dictadura de la mayoría), la centralización y el intervencionismo, es decir, todo lo que menoscabe la libertad y la iniciativa individual
- América (Estados Unidos): se ha dicho que La democracia en América es el libro definitivo sobre este país, aun cuando era todavía un recién nacido y apenas ocupase la mitad del territorio actual. Pero sí: es realmente una obra descomunal, la definición integral y profunda de un país como seguramente será difícil encontrar otra semejante.

Claro está que estamos en la Tochoweek, que aquí van muchos cientos de páginas que no es fácil digerir a no ser que nos interese mucho. Pero quizá merece la pena intentarlo: nos esperan ideas y conceptos fundamentales en la ciencia política de los últimos doscientos años, y aspectos muy interesantes, y algunos plenamente actuales, acerca de un país y una sociedad que, nos guste más o menos, ha sido y es determinante en todos los aspectos de nuestra Historia reciente.

viernes, 10 de abril de 2020

Carolyn Forché: Lo que han oído es cierto. Testimonio y resistencia

Idioma original: Inglés
Título original: What you have heard is true. A memoir of witness and resistence
Año de publicación: 2019
Traducción: Martín Schifino y María Luz Nóchez
Valoración: Muy interesante

Dos libros y una película más o menos conocidos pueden servir para situar este texto de la poeta estadounidense Carolyn Forché:
  1. El libro de Jorge Galán "Noviembre", (reseñado aquí de forma tan magnífica como siempre, modestia aparte), en el que se narra el brutal asesinato en el año 1989 de seis padres jesuitas y dos mujeres que trabajaban para ellos en la UCA.
  2. La película de Costa Gavras "Desaparecido", esa en la que un veterano Jack Lemmon emprende, junto a una jovencísima Sissy Spacek, la desesperada búsqueda de su hijo en el Chile de los primeros tiempos de dictadura militar.
  3. El libro de Gioconda Belli "La mujer habitada", novela en la que se narra la progresiva implicación de una joven arquitecta en las organizaciones que luchan contra la dictadura somozista.
La primera de las referencias sirve para dar al texto una ubicación "geopolítica". Nos trasladamos a El Salvador, fundamentalmente entre los años 1978 y 1980, años de clima prebélico, de miseria para muchos y riqueza y corrupción para unos pocos, de represión y persecución (política, religiosa, cultural...). Menciono "Noviembre", además de por su ubicación geográfica, porque parte de los acontecimientos que se narran en "Lo que han oído es cierto" tienen lugar en la propia UCA y personas como el propio padre Ellacuría o Monseñor Romero tienen relevancia en el texto.

La validez de la segunda de las referencias radica, sobre todo, en dos aspectos. Por un lado, el libro y la película coinciden en ofrecernos la visión de una persona aparentemente muy alejada del contexto político, social, cultural y geográfico en el que suceden los hechos, extrañeza que se traslada, fundamentalmente, a la primera mitad de la novela. Por otra parte, y pese al carácter autobiográfico del mismo, el texto ofrece variadas lecturas, sobre todo en su primera mitad. Una de esas posibles lecturas es la de thriller político con búsqueda de desaparecido incluida, pero también podemos leer "Lo que han oído es cierto" como una novela de formación, un texto antropológico o una crónica (semi)periodística.

La tercera y última referencia creo que es más cercana al texto, si obviamos la parte "amorosa" y "mágicorealista" de la novela de la nicaragüense. En el fondo, "Lo que han oído es cierto" es la historia de una toma de conciencia y un grito de denuncia, el despertar a una realidad no tan lejana de una joven poeta estadounidense, el viaje iniciático a las profundidades del horror (clínicas rurales, cárceles, caseríos... pero también colonias militares) de la mano de un enigmático personaje masculino de nombre Leonel Gómez Vides. Un horror con diferentes rostros que parece formar parte del "acervo cultural" de la sociedad salvadoreña. 

Todo esto, además, aparece narrado de una forma sumamente ágil y entretenida (si es que se me permite usar la palabra entretenido para un texto como este). Solo algunos de los apuntes del diario personal de Forché, que se intercalan en la segunda mitad del libro y en los que da testimonio "en bruto" de los horrores presenciados, tienen el carácter más o menos poético que se le podría presuponer al texto. Es, por contra, un texto en el que Forché maneja acertadamente el ritmo y la tensión narrativa y en el que nada enmascara la cruda realidad. Solo las 50 páginas finales, en las que se narran de forma más somera algunos hechos transcurridos en los años posteriores al regreso de Forché de El Salvador, desentonan ligeramente con el resto del conjunto.

Pese a esto último, libro más que recomendable para interesados en temas de memoria histórica, movimientos de liberación, violencia política, etc (orígenes, colaboradores necesarios, etc) en Latinoamérica en la segunda mitad del siglo XX.

martes, 19 de noviembre de 2019

David Jiménez: El director


Año de publicación: 2019
Idioma original: español
Valoración: muy interesante

Planteaba hace días matices sobre la oportunidad de ciertos libros y, casualidades o planificación del tsundoku de cada uno, voy a darme de bruces con este El director de cuyos precedentes ya he ido dando cuenta, si bien algunas referencias las he ido consultando a medida que avanzaba en su lectura. Los hechos descritos son tan recientes y tan familiares en sus protagonistas, sean estos nombrados directamente o hayan sido encubiertos por el curioso sistema de apodos, que la sensación es poderosa. Cualquier habitante del estado español que haya tenido una mínima curiosidad por lo que pasa a su alrededor va a encontrarse en estas páginas con muchos hechos que permanecen en la memoria.
Y si googleo sobre este libro lo primero que me encuentro es una velada crítica: acusan a su autor de descubrir la sopa de ajo y el medio que así lo califica es el periódico digital El Español que, casualmente, dirige Pedro J. Ramírez, también antiguo director de El Mundo, cuya imagen no sale muy bien parada aquí. Más búsquedas me manifiestan que ciertos ex-compañeros de Jiménez lo tildan de libro de cotilleos y yo, que queréis que os diga, me siento atraído de forma irresistible por libros que hagan incomodar a quien este libro parece estar incomodando.
Eso ha hecho, claro, que se venda mucho, y me pregunto cómo el brillante Fariña, también en Libros del KO, fue retirado de la circulación por un político pusilánime al que se aludía, y este no. Este circula libremente entre ventas notables y una sorprendente escasa repercusión en los ámbitos en que un libro así debería hacer daño. Me lo explico de una manera bastante triste y resignada. Hace apenas una semana el electorado español ha renovado la confianza de forma mayoritaria en los partidos de siempre con algún conato de renovación pero sin condenar los borrones de sus respectivos pasados. Y ha regalado 52 escaños a los neofranquistas más indisimulados. 
Entonces en un país que vota así nada escandaliza e incluso todo se da por bueno o por lógico. Y lo que Jiménez relata aquí es un solo elemento de ese paisaje desolador. Después de décadas como periodista y corresponsal a pie de cañón en diversas partes del planeta, es sorprendido con su nombramiento como director de El Mundo, periódico español de perfil conservador, famoso tanto por los escándalos que ha ido destapando como por la escasa ética que ha ido mostrando en su recorrido previo: de ser un estandarte de una prensa intrépida e independiente a convertirse en un títere accionado por dos cuerdas tirantes: las necesidades empresariales de beneficios y las presiones políticas ávidas de palmeros que echan una mano en los momentos comprometidos. Jiménez describe aquí, usando motes para cada uno de sus compañeros y superiores más preeminentes (motes que es sumamente sencillo cuadrar con sus equivalentes reales con simples búsquedas en Internet) y otorgando a personajes de la vida pública (monarcas, políticos, empresarios) sus nombres reales y situaciones que, vistas en serie y a lo largo de un período tan corto, no pueden menos que espeluznar tanto por su concentración como por su crescendo ante poderes impertérritos que, en vez de actuar, se conjuran para minimizar sus consecuencias. Jiménez se manifiesta como un periodista vocacional que es embaucado para aceptar un cargo que le obliga a un desagradable equilibrismo en medio de presiones de políticos, empresarios, tertulianos y anunciantes, de los resultados de la compañía propietaria del periódico y de sus accionistas en Italia, de los compañeros y superiores en la empresa que actúan a sus espaldas, de la necesidad de recuperar la pureza de la profesión y adaptarse a los cambios en los medios de información que representa Internet, de eso que se llama transformación digital. Demasiados aspavientos cuando se anda por la cuerda floja. 
Y el libro tiene el enorme valor de ese testimonio que, opiniones y matices al margen, considero completamente validado: le habrían llovido querellas si no fuera así. Aquí hay partidos corruptos, gobiernos, ministros, familia real, policías chantajistas, hablando claro, mucha mierda que salpica a mucha gente y El director, más que inventar lo de la sopa de ajo como escriben con muy mal perder los de otros medios, es una cruel constatación, una escalofriante confirmación de que, en este mundo sobresaturado y multiinformado, la verdad absoluta y desnuda va a dolernos mucho, y que, seguramente por eso, nos la dosifican, o hasta nos la niegan, quienes deberían mostrarla.

domingo, 7 de julio de 2019

Semana de la arquitectura y el urbanismo #7: ¿Quién teme al Bauhaus feroz?, de Tom Wolfe

Idioma original: inglés
Título original: From Bauhaus to our house
Año de publicación: 1981
Traducción: Antonio-Prometeo Moya
Valoración: Muy interesante

La fiebre post-olímpica convirtió la Facultad de Arquitectura de Barcelona en una bomba de relojería. Por una parte, el alumnado estaba masificado y sujeto a un nuevo y leonino plan de estudios plagado de fases selectivas; por otra parte, la plantilla docente —compuesta en gran parte por arquitectos consagrados— era presa de una gravísima epidemia de egos (y bolsillos) inflamados. Tal era el grado de endiosamiento que muchos profesores decidieron poner en práctica un método pedagógico revolucionario: la enseñanza por osmosis. Efectivamente, consideraban que bastaba con verlos o tenerlos cerca para que uno, automáticamente, empezara a pensar y a proyectar como un arquitecto experimentado. Pero al constatar que la osmosis no daba los frutos que se esperaban, solo cabía suponer que los alumnos eran todos unos completos ignorantes y por ello, dos o tres veces al trimestre, se nos invitaba a tirar la toalla e irnos a estudiar Farmacia, entre otras muchas salidas de tono.

Cuando miro hacia atrás y reparo en alguna de aquellas situaciones, me pregunto cómo es posible que ningún estudiante sucumbiera al suicidio u homicidio, y más teniendo en cuenta que nos pasábamos las horas en la sala de maquetas manipulando cúteres, punzones y sierras. Otra cuestión es si sucumbimos o no a la enajenación mental. En mi caso, y dando por hecho que mi cordura —la que fuere— se mantuvo intacta, solo se me ocurren tres posibles motivos: que soy terca, que soy práctica y que siempre buscaba algún refugio para no sentirme como un pulpo en un garaje. La lectura de ¿Quién teme al Bauhaus feroz? fue uno de esos refugios. 

Resumen resumido: el nacimiento y evolución de la Arquitectura Moderna desde la Europa arrasada de finales de la Primera Guerra Mundial, hasta la fundación de la Bauhaus, su llegada —y colonización— de los Estados Unidos y todo lo que se derivó de ello y que todavía sigue en boga en pleno siglo XXI. 

Tom Wolfe escribió este ensayo después de La palabra pintada, otro de similares características pero centrado en el Arte Moderno. Existen ediciones en las que ambos ensayos se publican juntos ya que comparten tono y argumentario. No hay más que leer el primer párrafo de ¿Quién teme al Bauhaus feroz?:
«Oh, hermoso país, el de los horizontes espaciosos, el del ambarino oleaje del trigo, ¿existe otro lugar en el mundo donde tanta gente rica y poderosa haya costeado y soportado tal cantidad de arquitectura que detesta como el que abarcan nuestras benditas fronteras?» 
Así como en el ensayo sobre el Arte Moderno Wolfe explicaba cómo todo se había desarrollado alrededor de la premisa de huir de la letra (crear obras de arte sin una explicación al margen que las explicara) y cómo el arte había acabado siendo precisamente pura teoría. En este ensayo sobre la Arquitectura Moderna, Wolfe esgrime la tesis de que la premisa acuñada en Europa tras la Primera Guerra Mundial, que era huir de lo burgués, acaba convirtiéndose en puro estilismo costeado por las grandes fortunas estadounidenses. Y huir de lo burgués se traducía en la premisa empezar de cero, algo que todos los alumnos de la Bauhaus repetían sin cesar y que bebía de las mismas fuentes que el manifiesto Ornamento y delito de Adolf Loos. 
A partir de ese punto, Wolfe desarrolla su tesis sobre cómo la premisa se va viciando hasta llegar al punto actual en el que el formalismo y el discurso dejan a la Arquitectura al margen y tenemos varias generaciones de arquitectos que han proyectado sobre el terreno y enseñado en las aulas con ese único propósito. Porque la cuestión que subyace a lo largo de todo el texto es la siempre difícil situación en la que se halla la Arquitectura al ser considerada un arte pero con una clara vocación al servicio de las necesidades terrenales del ser humano. Al fin y al cabo, que cuatro pandillas de artistas plásticos se debatan sobre si el lienzo es material o inmaterial es una cuestión que no afecta a la calidad de vida de las personas. Que cuatro pandillas de arquitectos banalicen con la vivienda social (en la que solo van a poner los pies para hacerse la foto el día de la inauguración) para experimentar sus caprichos estéticos y confirmar sus teorías sobre cómo debe vivir la clase obrera, es otra cosa muy distinta. 

La primera vez que leí ¿Quién teme al Bauhaus feroz? me sentí reconfortada y vigorizada. Porque lo que descubrí en aquellas páginas ya rondaba de algún modo por mi cabeza aunque yo jamás hubiera sido capaz de expresarlo con tanto rigor y desparpajo. Y el modo en el que Wolfe despoja a Le Corbusier de su aura divina me pareció impagable —las teorías de Le Corbusier deben haber propiciado gran parte de los sueños húmedos de tantos profesores de proyectos...—. Wolfe lo baja, efectivamente, de su pedestal:
«Su Vers une architecture fue la Biblia. Hacia 1924 era uno de los genios imperantes de la nueva arquitectura. En su mundo era… ¡Corbu!, del mismo modo que Greta Garbo era ¡la Garbo! en el suyo; y todo por la energía de sus manifiestos, su fervor y un puñado de casitas (...)» 
para ponerlo en el lugar que le corresponde: el de un teórico y comunicador de excepción y ya está. Y lo mismo hacía con el Estilo Internacional, con la Bauhaus, con Gropius… Mi pobre cabecita no estaba acostumbrada a semejante raudal de sensatez e ironía juntas: 
«En Yale, después de una de las apabullantes intervenciones de Fuller, los estudiantes de arquitectura cayeron en un extático trance de acción rebelde y colectiva. Construyeron una enorme cúpula geodésica de riostras de cartón y la colocaron en lo alto de Weir Hall, el edificio neogótico de piedra gris de la escuela de arquitectura, mientras desafiaban al decano a que se atreviese a hacer algo al respecto. No lo hizo y la cúpula se fue pudriendo poco a poco.» 
Sé que llego tarde pero: muchas gracias señor Wolfe.

Otras reseñas sobre obras de Tom Wolfe publicadas en ULAD: aquí