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domingo, 21 de octubre de 2018

Semana del arte #7. Susanna Partsch: Klee

Idioma original: alemán
Título original: Paul Klee 1879-1940
Año de publicación: 1994
Traduccíón: Félix Treumund
Valoración: muy recomendable

Tenía mis dudas acerca de la cuestión. Si "colar" este libro como contenido de un blog literario bajo el pretexto de una semana dedicada al arte (perdonad que no vea pretexto para el uso de mayúsculas) no resultaba excesivamente forzado o, incluso, desconsiderado hacia toda esa masa de seguidores que espera algún consejo de otro tipo, quizás no tan funcional.
Dudas disipadas.
Primero, porque a pesar de la deficiente traducción  (tiempos verbales esquizoides, construcciones gramaticales forzadas, transcripciones al pie de la letra - ¡esas figuras pasivas! -, etc.), el texto que acompaña al libro es de un elevado valor, si no literario (este es un libro publicado por Taschen, y su enfoque claro es mostrar aspectos gráficos y acompañarlos de textos dignos) sí informativo, hasta un punto que lo hace muy relevante, por lo cual no puedo evitar recomendar su lectura y tenencia con ávido entusiasmo. 
Segundo, porque, además, el material gráfico que acompaña al texto es, y odio la consabida frasecita sobre los gustos, sencillamente deslumbrante. Aunque habrá quien piense que la pintura abstracta sea un mero manchar de colores y que "eso lo hace mi sobrino Álex, de tres añitos". Por favor, si ese es tu caso, puedes dejar de leer justo aquí.

Los libros sobre pintura (sobre fotografía, sobre arquitectura...) son un sucedáneo, claro. Qué más querríamos todos que tener los originales ante nuestras narices y no tener que sufragar costosos viajes a los lugares donde estos se ubican. Siempre que no se trate de piezas que alguno de esos elegidos que envían a gente con teléfonos a las subastas se haya adjudicado por una millonada para contemplarla de forma a medio camino entre fanfarrona y onanista colgada o expuesta en un salón o metida en una urna.
A cambio de eso, y por un módico precio, estos libros (normalmente, aunque no es este el caso, de gran formato, y que, por tanto, quedan la mar de chulos en mesas de centro) nos aportan ese acceso prohibitivo o muy complicado de otra manera. No podremos capturar la energía de la pincelada, no podremos ponernos en pose introspectiva durante largas horas frente a ellos, pero la experiencia ya es válida. El trabajo de Klee es, cómo no, una absoluta maravilla. En apenas una centena de páginas la obra del pintor suizo queda reflejada de forma coherente y fidedigna, y Partsch, autora a la que merece la pena nombrar, repasa su trayectoria vital desde sus titubeos vocacionales (también tocaba instrumentos musicales, y llevó un diario escrito de sus experiencia) hasta el momento en que, en un viaje a Túnez acompañado de otros pintores, decide dejar de ser un dibujante y ser un pintor. Los colores representan una epifanía para él.
Su recorrido vital, el de un artista casi siempre ignorado, en el período que abarca desde principio de siglo XX hasta el año 40, en que muere ya de vuelta a Suiza, tras haber vivido en Alemania, tenido un hijo, pertenecido a la mítica Bauhaus, y ser incluidas sus obras en las lúgubres exposiciones del arte degenerado, es casi un paso por paso del arte contemporáneo y de la situación europea que le acompañó. Y sus pinturas lo manifiestan y este libro las muestra en detalle y las comenta con la cercanía de un admirador y la perspectiva de un erudito.

E igual que suelo incluir (no siempre, reconozco, para bien) párrafos de algunos libros en mis reseñas, no creo que esta reseña estuviera completa sin mencionar y mostrar este cuadro, "Revolución del viaducto" el cual, explica el libro, fue la contestación del artista a la tendencia uniforme e unificadora de la arquitectura de las infraestructuras nazis. Arcos de puente irregulares en forma, color y tamaño que se muestran ante el observador como una réplica. No flores ni palomas ni ramitas de olivo. Una contestación clara y transparente a la imposición del poder frente a la libertad creativa. ¿Veis a Jeff Koons haciendo algo parecido? ¿Veis a algún artista mostrar un símbolo tan contundente de reacción ante el totalitarismo, jugándose el pellejo, no una multa, no una bajada en la cotización de sus obras entre los finolis adinerados que las adquieren, sino la vida?

Yo tampoco.

viernes, 9 de febrero de 2018

VV.AA.: René Magritte

Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2017
Valoración: Entre recomendable y está bien

El libro-objeto tiene un qué especial. A veces alberga retos intelectuales; de por sí contiene (o debería contener) todo tipo de promesas sensoriales. Invita a experimentar, a leer, a mirar, a oler, a palpar, a retroceder, a desplegar, a manipular y a sentir; en definitiva, el libro-objeto invita a jugar.

René Magritte aprovecha algunas de las características del libro-objeto. Ofrece formatos poco convencionales (entre ellos, libros acordeón y libros póster) y un contenido tanto lúdico como reflexivo. Quizás convenga comentar, eso sí, que descuida otras cualidades propias de tan peculiar formato. Por ejemplo, la combinación de disciplinas y lenguajes artísticos. O la posibilidad de ser un producto de tirada muy limitada con variaciones manuales que diferencian a cada una de las piezas. Pero bueno, las contadas carencias de este libro como objeto se ven compensadas por las virtudes de su contenido. 

Los seis autores participantes en René Magritte se llaman David B., Gabriella Giandelli, Éric Lambé, François Olislaeger, Miroslav Sekulic-Struja y Brecht Vandenbroucke y nos granjean relatos sobre la vida y obra del artista belga. Recurren más al aspecto visual que al literario (solamente dos obras contienen palabras), apropiándose en todos los casos de escenas e imágenes ideadas por el pintor surrealista al que rinden homenaje. Todos estos autores elaboran una historia: ya sea a modo de secuencia gráfica (a lo cómic) o gracias a una imagen única que incita a una lectura casi narrativa, como de bajorrelieve o pintura mural. 

Tengo la grata impresión que algunos de los dibujantes han comprendido y asimilado la obra de Magritte. Y esa es una tarea ardua. Ese conocimiento base les ha granjeado una cierta intimidad y comodidad con las que aproximarse a la biografía o a la producción del artista. 

El librito de François Olislaeger, titulado "personaje que rompe a reír", es la obra que más me ha gustado. El autor dialoga con un Magritte reacio a responder con claridad. Un Magritte que, en el fondo, no se muestra enigmático simplemente por sus convicciones sobre la realidad o el lenguaje (que también), sino que deja entrever inhibiciones inconfesables que le amordazan. El estilo de dibujo es sencillo, de gruesos trazos negros, rotundos y certeros. Las transiciones de las viñetas, altamente creativas.

También me parece francamente notable el libro póster que cierra René Magritte. Elaborado por Brecht Vandenbroucke, mezcla elementos y motivos de varios de los cuadros del pintor para establecer una especie de cotidianidad con tintes oníricos. Lástima que éste último, como otros de los autores recogidos por René Magritte, se haya quedado rozando la superficie. Con esto me refiero a que excluyen el pensamiento de Magritte de su interpretación, en vez de aprovecharlo a su favor, ya sea para cuestionarlo o para mostrarlo, como hacía "personaje que rompe a reír". Estos autores han acabado por ejecutar un producto donde prima lo estético, la forma por encima de la sustancia. Configuran una reunión en la que convergen varias de las obras del surrealista, sin entrar en muchos detalles de las mismas o de su creador. Lo cual es bonito, pero ya está.   

Nada más puedo decir de esta obra. Es de esas que, si se quiere saber algo al respecto, hay que experimentar. Literalmente. Cosas de los libro-objeto, ¿sabéis? 

lunes, 4 de diciembre de 2017

Vincent van Gogh: Cartas a Théo


Idioma original de las cartas: Van Gogh escribía en holandés al principio, y cuando residió en Francia pasó al francés. En ocasiones intercalaba expresiones en inglés
Selección y traducción de las cartas: Instituto del Libro Cubano 
Año de publicación de la recopilación: 1994
Valoración de la recopilación: Recomendable para interesados 

 No suelo intervenir en los libros que leo, aunque sean míos. Entiendo esa urgencia que impele a muchos a subrayar o escribir, a menudo la comparto, pero una suerte de temor reverencial me impide perpetrar lo que para mí sería un sacrilegio. Sin embargo, con Cartas a Théo, de Vincent van Gogh, no pude resistirme; probablemente sea el primer desliz en más de una década. Las frases de este señor están tan llenas de inteligencia y pasión que tuve que señalarlas. Debo decir que, sorprendentemente, no siento remordimientos por ello (es más, esta intervención en el libro ha resultado catártica). 

 De alguna manera, el saber que cuando revisite a esta maravillosa obra voy a ser capaz de ver las huellas dejadas por mi anterior impresión, de contrastar ambas lecturas y hacer dialogar a dos diferentes yoes gracias a ello, no tiene precio. Porque si algo tengo claro es que no voy a leer lo mismo por más veces que regrese a esta pequeña maravilla. Van Gogh aborda infinidad de temas con una sensibilidad y una cultura increíbles en la correspondencia que mandó a su hermano Théo y que por fortuna (literalmente) ha sobrevivido hasta llegar a nuestros días. Las cartas presentes en esta edición han sido seleccionadas por El Instituto Cubano del Libro (igual que las cuarenta ilustraciones que las acompañan) y se presentan ordenadas de forma cronológica.  

 El pintor habla en ellas sin restricciones, haciendo gala de la confianza y amistad que le unía a su hermano. Habla sobre sus peripecias vitales, los pormenores de su existencia, sus forcejeos con el hambre y la soledad, con el amor y su exigencia artística. Mendiga a Théo, despotrica de la enseñanza del arte, alaba la magia de Arles o a los grandes maestros. Mientras leemos, asistimos maravillados a su evolución como persona, donde sus facetas como pintor, espectador de museos, paisajes y campesinos, admirador de Millet y Rembrandt (“el mago”) se van superponiendo las unas a las otras. Presenciamos sus cambios de humor, su humilde visión de su propia obra, su entusiasmo ante la próxima llegada de Gaugin a la conocida como casa amarilla, y la frialdad con la que habla del tema tras su marcha… 

 Van Gogh escribía bien, con oficio y maestría, y es por eso que logra cautivarnos hable de temas culturales (era, a su manera, un lúcido lector y analista artístico) o le describa la vegetación a su hermano. A un lector medio, esto tengo que avisarlo, hay algunos pasajes que quizás se le hagan pesados. Esos en que las referencias y alusiones, no ya a obras literarias, si no que a pintores célebres pero más oscuros para el público general, son constantes; o esas donde explica aspectos más técnicos sobre la pintura, como la elaboración de los colores; incluso aquellos en que hace lo que en la contracubierta llaman “una confesión de estética”. No obstante, este tipo de información no relega el libro al disfrute exclusivo de los especialistas: está en pequeñas dosis, y hay que tener en cuenta que rara vez se nos presentan este tipo de temas ininterrumpidamente por varias páginas, de modo que el resto de contenido, más asequible, compensará sobremanera esas partes que puedan parecer intimidatorias para algunos. 

 De tanto en tanto el texto está salpicado con sus dibujos, esos que apretaba entre su nerviosa caligrafía mientras redactaba las cartas. Las imágenes, en blanco y negro, tienen una calidad aceptable. Han sido seleccionadas con criterio, como representativas de los temas expuestos en los párrafos que acompañan. Desgraciadamente no hay muchas, solamente cuarenta, aunque debo ser honesto y reconocer que el doble tampoco hubieran sido suficientes para mí. Lástima que no se hayan incluido otras con registros gráficos y pictóricos más variados, pero entiendo que algunas de estas habrían tenido que imprimirse a color, y probablemente la editorial tenía un presupuesto ajustado. 

 Publicar solamente los dibujos que esta selección ha determinado puede dar la impresión de que todos los de las cartas fueron hechos con tinta china negra, pero no es así, pues Van Gogh también llegó a usar mucho la de color sepia. Incluso trató a algunas cartas policromáticamente, con acuarelas o toques de témepera. En fin, que tampoco esperaba hallar estos dibujos plasmados de forma perfecta en un libro sobre las cartas. Para eso voy a Amsterdam. Lo que el libro ofrece con verdadera gracia es la palabra, no la imagen. Aunque la palabra caligrafiada de Van Gogh también es una imagen en sí misma, cosa que también se pierde en este... Mejor paro.  

 El grosor de esta edición de Cartas a Théo es considerable, dado que contiene una nada desdeñable cantidad de misivas. No obstante, se extingue con implacable rapidez. Cuando ya estamos por llegar a las últimas páginas del libro, nos angustia terminar. Quizás tememos que su fin sea abrupto, injusto, irrevocable en cierto sentido. Como un disparo reverberando en un campo de trigo. Pero no nos preocupemos, porque, como he dicho antes, el libro no nos abandona y podremos acudir a él las veces que deseemos. 

 Ésta no será la compilación más perfecta de todas las publicadas (probablemente no exista tal cosa, ¿cómo adaptar con justicia esas maravillosas cartas?), pero tiene muchos aciertos. Algunos, donde otras fallaron. Por ejemplo, es de las más minuciosas en su intención de abarcar cuestiones artísticas sin por ello olvidar a un público más general. Este afán de inclusividad se agradece sobremanera. Otro punto a favor de estas Cartas a Théo es, a mi juicio, la exhaustiva visión global que dan del periodo que tratan, en vez de quedarse en los neblinosos tanteos de otras compilaciones. Pero bueno, su mayor virtud es la de acercar la figura de este genio y su imprescindible testimonio a una sociedad que a veces parece estar olvidándolo... O, en el peor de los casos, apreciándolo a un nivel ofensivamente superficial. 

domingo, 8 de enero de 2017

Edvard Munch: El friso de la vida

Idioma original: Noruego
Traducción: Cristina Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun
Año de publicación: 2015
Valoración: Muy recomendable para interesados

En 1844 Soren Kierkergaard escribió "El concepto de la angustia" y en 1893 Edvard Munch realizó lo que podría ser su representación pictórica en el archiconocido "El grito". "El grito" se inserta en "El friso de la vida (Livsfrisen)", ciclo pictórico realizado a partir de 1890 con una temática común (la Muerte, el Dolor, el Amor y la Angustia). De ahí la elección por parte de Nórdica de "El friso de la vida" como título para esta selección de textos del pintor.
Antes de nada, por si alguien anda despistado, recordar que Munch (1863-1944) fue un pintor noruego precursor del expresionismo. Formado en Amberes, París y Berlín, allí entró en contacto con Ibsen, Strindberg o Mallarmé, cuya influencia en su obra fue fundamental.

Munch escribió durante toda su vida sobre los más variados temas: reflexiones sobre el sentido y la esencia del arte, sobre el fundamento de su obra, textos de enorme carga lírica a medio camino entre la poesía en prosa o el microrrelato, diarios, etc. Sería conveniente que algunos de estos textos acompañaran a sus obras en museos y galerías para facilitar su comprensión, pero ese es otro tema. La temática de sus textos está profundamente marcada por la enfermedad, la locura y la muerte.  Esto obedece a sus antecedentes familiares y personales, debido a que su madre y su hermana fallecieron de turberculosis cuando Munch era apenas un niño y a que su padre era un hombre obsesivamente religioso, cercano a la locura. 

En cuanto a los textos que recoge el libro, estos se dividen en reflexiones sobre el arte, reflexiones sobre su obra, apuntes de sus diarios y un relato final, titulado "El gato blanco". 

Personalmente, destacaría las reflexiones sobre el arte (en general): ¿sirve el arte para algo?, ¿para qué?, ¿para cubrir esa necesidad de comunicación inherente al ser humano?, ¿para explicar el mundo?, ¿para explicar la vida?, ¿para conmover?. Más allá de las opiniones de Munch, esta parte plantea, en mi opinión, más preguntas de las que resuelve.

También resultan interesantes las reflexiones sobre su obra, sobre sus elecciones artísticas (expresionismo frente a impresionismo o realismo) y los textos que explican los motivos de algunos de sus cuadros. Mención aparte para la edición de Nórdica, con los textos y los cuadros del autor, una gozada.

En cuanto a los diarios, en ellos se ven las obsesiones ya comentadas del autor: la muerte, la angustia vital, el amor, etc. Estos textos están impregnados de una fuerte carga lírica y llenos de imágenes poderosas.

Quizá el relato final ("El gato blanco"), un relato cruel, sea lo más flojo del libro. 

Pero no importa. Quedémonos con el Munch pintor y con un libro sumamente atrayente para interesados en la vida y obra del noruego o en la pintura y el arte en general. Un verdadero descubrimiento.