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viernes, 25 de noviembre de 2022

Dolan Mor: Larvalar

Idioma original:
Español 
Año de publicación: 2022
Valoración: No sé

Larvalar es la segunda marcianada de Dolan Mor que tengo entre manos. Puesto que no he sabido entrar en su juego, he sido incapaz de disfrutarla.

Larvalar es un artefacto literario inclasificable; uno que mezcla diversos apéndices, poesías, relatos en verso libre e ilustraciones del propio autor.

Asimismo, Larvalar es un todo construido a base de fragmentos. La mayoría de dichos fragmentos guardan escasa o nula relación los unos con los otros, por lo que el conjunto se antoja poco armonioso.

Más fáciles de apreciar son, a nivel individual y aislándolas del resto, las partes que componen Larvalar. Desgraciadamente, incluso éstas se ven lastradas, o bien por intencionalidades excesivamente opacas, o bien por desenlaces frustrantemente endebles.

En conclusión: creo que Larvalar se le ha ido de las manos a Mor, ya que es un proyecto que sólo él puede comprender significativamente. Y aunque los lectores afines a las bizarradas podemos valorar las cuantiosas extravagancias de esta obra, difícilmente perdonaremos su hermetismo unidireccional.


También de Dolan Mor en ULAD: La máquina plagiadora

domingo, 15 de agosto de 2021

Patti Smith: Devoción

 Idioma original: inglés

Título original: Devotion

Año de publicación: 2017

Valoración: Infumable



Confieso que, a priori, no me esperaba una obra maestra pero nunca me niego a cambiar de opinión para bien. Es más –a pesar de haber leído algunas críticas muy tibias, de percibir cierta renuencia al elogio– esperaba superar mis prejuicios por la irrupción de una advenediza (una más, y van…) en el mundo literario, apoyándome tanto en las críticas positivas recibidas por otras publicaciones de Smith como por haber reincidido repetidamente en este campo tanto ella como sus editores, e incluso (¡qué ingenuidad la mía!, siempre creo que estoy de vuelta de todo pero resulta que me la siguen colando) por ese lavado de cara (y de manos) que encontramos en la sinopsis promocional de esta… ¿novela corta? ¿autoficción híbrida? ¿crónica de un viaje? ¿NADA?. Apuesto por esto último y me explico. Devoción está compuesta por tres unidades de muy poca extensión, sin entidad en sí mismas, con nulo interés literario y ninguna relación entre sí. He tenido en mis manos docenas de recopilatorios más que dignos: volúmenes de relatos, colecciones de artículos publicados en prensa a lo largo de los años, misceláneas, artefactos que mezclan exitosamente diversos géneros o que empiezan siendo una cosa y acaban siendo otra muy diferente etc. En este caso, en cambio, da la impresión –o la evidente y cristalina certeza – de que se han unido tres borradores tan heterogéneos que nunca deberían publicarse en un solo volumen (es decir, no pegan ni con cola, que diría un castizo) y que se ha hecho así porque quien fuera quería publicar algo de la cantante y ella no tenía disponible más que esto. O, peor aún, ha compuesto tres piezas a toda prisa y el cacumen no le ha dado para más. Y por si fuera poco, para rellenar, han colocado unas cuantas fotitos.

Dicho esto, paso a describir lo que va a encontrar quien cometa la temeridad de leerlo, que no dudo serán y habrán sido bastantes porque el fenómeno fan es muy potente, incluso habrá quien lo disfrute, no digo que no, los gustos son libres, yo solo doy mi opinión. La primera parte, y la más digerible, me parece, se titula Cómo funciona la mente y consiste en divagaciones intimistas, en primera persona y cuatro capítulos, donde la autora nos conduce por los recovecos de su cerebro, pasiones vitales, fetichismos culturales y algunos retazos de su vida cotidiana de forma graciosamente desorganizada y arbitraria en apariencia (o no). Aquí destacaría algunas metáforas afortunadas, párrafos con cierto interés, una melancolía bastante atractiva y una prosa agradable (aunque mencionar el estilo tratándose de una traducción puede resultar muy injusto y pocas veces a favor de quien escribe). ¿Se puede mejorar notablemente el estilo de un escritor? Pregunten a los traductores. Pero a mí no me ha disgustado leer algo así. Vean:

“De pronto refresca. Me fijo en unas migas de pan, varias palomas incansables, los besos lánguidos de una pareja joven y un tipo sin techo con barba larga y un abrigo que espera recibir unas monedas. Nuestras miradas se cruzan, así que me levanto y camino hacia él. Tiene los ojos grises y me recuerda a mi padre. Una luz plateada parece extenderse sobre París. Noto un arrebato de nostalgia inducida por la perfección del presente. Empieza a lloviznar. Pedacitos granulados de película dan vueltas.”

Si hubiese continuado en esa línea estaríamos hablando de otra cosa. Nada excepcional, de acuerdo, pero bastante más aceptable. El problema es que esta sección no ocupa ni cuatro decenas de páginas contando los espacios y las fotos y que, como digo, tampoco tiene gran interés. Ya llegando al final, leemos: “Empecé a escribir el relato titulado “Devoción” en el tren de París a Sète. Al principio se me ocurrió componer un discurso destacado entre voces dispares: un hombre sofisticado y racional y una chica precoz e intuitiva…” Siguen reflexiones sobre su escritura intentando introducir esa segunda parte que acabará dando al traste con todo lo leído hasta el momento. Este es el único elemento de ficción pura y nos presenta a una chica que aún no ha cumplido los dieciséis, sola en el mundo, marcada por la tragedia, ajena a todo lo que le rodea -incluso a sus estudios, que abandona a pesar de su brillantez- excepto a su pasión por el patinaje que practica en un estanque cercano. Sabemos cómo ha llegado a esa situación pero no de qué vive, solo, como ya suponíamos, que no le sobra el dinero. Detecta a un individuo que la observa mientras patina oculto entre los árboles, y así comienza una versión demencial de la fantasía navokobiana, en la que un hombre atento, riquísimo y de conducta irreprochable seduce a una adolescente precoz. No obstante, y por encima de idealizaciones inmundas, los factores que definen el secuestro abusivo y las violaciones reiteradas están muy presentes, solo hay que saber verlos. En primer lugar, la edad de ella, su carácter taciturno, falta de recursos y de un adulto que la oriente, la promesa –nunca cumplida– de que él la va a convertir en una estrella, el alejamiento de su entrenadora, única persona que se interesa de verdad por su futuro, y –lo fundamental– la reacción desesperada de la niña, que acaba deshaciéndose del fulano. “El hambre es su propia carcelera” llega a decir de ella misma. Tal como lo cuento esperarían un relato realista ¿no? Pues, a pesar de tantas evidencias, nos encontramos ante una especie de cuento de hadas en el que todo está idealizado, un romanticismo de telenovela barata, una sarta de incoherencias que no firmaría nadie que haya leído algo en su vida, ante lo inverosímil elevado al infinito. Hasta el hombre casado que tiempo atrás las mantenía a su tía y a ella, y que por tanto llevaba vidas paralelas, aparece como un tipo genial, un dechado de virtudes porque ¡oh maravilla! un día compró una pulsera con colgantes. Impresiona que quien fue todo un icono de la contracultura tenga un cacao mental de ese calibre; con esa forma de analizar los hechos, ¡cómo nos vamos a extrañar de que haya quien no perciba la violencia contra las mujeres!

Un escritor tiene que conocer bien el mundo en que vive y saber hacia dónde se dirigen los personajes que ha creado. A falta de esto, el argumento va a la deriva, enlazando incongruencias y acaba de cualquier forma, sin desenlace. No es que este quede abierto sino que todo flota, el personaje, la historia, la propia Smith y hasta sus lectores, que volvemos la página esperando encontrar algo mejor en la última parte: afortunadamente, la más corta. Porque tampoco esta vez tenemos suerte. Les ahorraré detalles, basta con decir que recrea, o más bien presume de un viaje de París a Aix-en-Provence, invitada por la hija de Albert Camus y que todo se reduce a una sucesión de banalidades y a la clamorosa ausencia de la figura del escritor. Con repetir su nombre una y otra vez parece que ya ha cumplido.

Aunque tampoco es para tanto, lo cierto es que era de esperar algo así. Se trata, recordemos, de alguien que solo ha demostrado tener buena voz y entonar correctamente. Sin más. No puedo entender esa manía de dar crédito y aplauso a todo lo que hagan determinadas personas solo porque son populares. Aparecer en papeles y pantallas no otorga inteligencia, cultura ni aptitudes artísticas diferentes a las que han dado fama al individuo (que en otros muchos casos no ha destacado por ningún mérito propio, hago notar). Me doy cuenta de que casi he escrito yo más que la propia Patti Smith, pero no era para menos. Ahora que cada uno saque la conclusión que le parezca.

Traducción: Ana Mata Buil


Otras obras de Patti Smith: M Train

martes, 5 de enero de 2021

Marina Perezagua: Seis formas de morir en Texas

Idioma original: español

Año de publicación: 2019

Valoración: Escalofriante aunque muy recomendable

 

Soñar llegó a ser el acto más subversivo que podía permitirme

Esta novela no es solo una novela, por eso cualquier esquema previo no servirá para juzgarla. Luego lo explicaré con detalle pero, de momento y para advertir previamente a los lectores, sirvan como ejemplo de lo que quiero decir dos textos paradigmáticos de la hibridación novela-investigación periodística: A sangre fría de Capote y otra obra también magnífica que se inspiró en los procedimientos de la anterior: La canción del verdugo de Norman Mailer. Se me escapa si Perezagua ha utilizado modelos previos o no, a mí sus procedimientos me han parecido bastante originales, algo que de ser así no le restaría méritos sino todo lo contrario.

Desde el inicio ya se nos sirve un plato fuerte que va in crescendo durante casi 400 páginas, así que prepárense para no leer un relato amable y tranquilizador, con el agravante de que, en paralelo a la ficción, se nos muestran hechos reales –y documentados en más de una treintena de notas finales y notas a pie de página– de forma que la invención y la realidad están perfectamente imbricadas en la narración pero pueden diferenciarse en la mente del lector gracias a recursos propios de géneros no narrativos.

Si digo que el ser humano es capaz del mayor de los heroísmos y de las más deleznables conductas no estoy descubriendo nada nuevo, además de nuestra experiencia personal existen grandes obras en el panorama literario que así lo atestiguan y esta es sin duda una de ellas.

Un hombre muere ejecutado y su corazón es uno de los muchos que contribuyen al desorbitado negocio con que el gobierno chino alimenta –o alimentó– sus arcas, pero los descendientes del fallecido no están dispuestos a que se disuelva su esencia, alma (o shen en su idioma original) y esto desencadena una serie de acontecimientos que afectan a personas muy lejanas espacial y temporalmente. Pero, aunque el argumento gire alrededor de este suceso, la novela no trata solo de trasplantes, nos quedaríamos muy cortos si redujéramos a un solo asunto una obra cuya complejidad estructural y temática es enorme. Y de paso advierto: ojo a la estructura, que personalmente me parece una genialidad, así como la mejor manera de convertir un artefacto narrativo en algo que ensambla magníficamente la ficción pura –en la que se alternan los géneros epistolar y puramente narrativo– con lo testimonial, divulgativo y de denuncia.

Como digo, los ejes temáticos son múltiples, citaré solo los que considero más relevantes. A través de una joven estadounidense llamada Robyn y de una familia china cuyo descendiente más joven se llama Xin Zàng se habla de drogadicción, asesinatos, del corredor de la muerte en Texas, de amistad, amor y erotismo, de fidelidad a las promesas, de heroísmo, de resistencia anímica, de decisiones impuestas, de egoísmo atroz, de empatía o ausencia de ella, crueldad con o sin ánimo de lucro, donantes anónimos de esperma, evolución personal, ansias de maternidad, relaciones paterno y materno-filiales, de represión política, de corrientes espiritualistas y supersticiones ancestrales y, por supuesto, de trasplantes y donación de órganos (que no es exactamente lo mismo). Si quieren una síntesis de todo ello ahí va: injusticia extrema  con el terror como aliado.

También encontraremos ejecuciones y torturas, gobiernos totalitarios y asesinos (así como gobiernos asesinos bajo un barniz demócrata), componendas políticas, soledad a raudales, locuras de juventud, seres desalmados y observaciones inteligentes. Todo ello presentado en el envase que lo unifica: la ciencia (biología, medicina, historia y documentación, principalmente) entendida como conocimiento de una realidad cuyos factores más relevantes quedan fuera del alcance del profano. Pues lo que consigue la autora es servirnos en bandeja esta información sin salirse de los parámetros narrativos, tal como he indicado más arriba, pero hay más, irán de sorpresa en sorpresa y –lo garantizo– el estupor no les abandonará hasta la última página, tanto que a veces seguir adelante se hace muy cuesta arriba.

Marina Perezagua no se ha conformado con el hallazgo de un argumento altamente impactante como sucede a menudo en la literatura contemporánea, al contrario, lo ha desarrollado con esfuerzo y talento, ambos perfectamente a la altura de esa idea inicial. No tengo más que un pequeñísimo reproche: aunque le agradezco que nos tranquilice cuando estamos al borde del infarto, a la trama no le favorece en absoluto ese dato reductor de una intriga tan laboriosamente urdida hasta el momento.

Además, una vez cerrado el libro y rumiando lo que hemos leído, puede que encontremos en el conjunto de los hechos tal como se presentan un toque algo estrafalario, pero no se pueden negar sus grandes dosis de ingenio, y, sobre todo, que en ningún momento deja de interpelarnos –y de eso se trata en mi opinión– ya que saca a la luz realidades que no deberían quedar ocultas para el público y sobre las que la comunidad internacional debería tener algo que decir.


También de Marina Perezagua: Criaturas abisales

sábado, 12 de septiembre de 2020

Angelina Muñiz-Huberman: El último faro

Idioma original: español
Año de publicación: 2020
Valoración: Recomendable (para aficionados a los alardes)



La ficción es siempre un pretexto, me refiero claro está a la ficción literaria. Un pretexto para hablar de las preocupaciones del escritor, para que este se cuente a sí mismo, dé testimonio de algo e incluso en algunos casos para que se aclare las ideas y regrese algo más sabio de la aventura de escribir.
La ficción, además, se mira el ombligo en gran cantidad de ocasiones, lo llamamos metaliteratura. Extraer historias dentro de historias al modo de las muñecas rusas, hilvanar anécdotas, sacar personajes de la manga. Aunque también existe otra más teórica y directa: que el propio autor explique sus propósitos o analice conceptos en su nombre o por boca de algún personaje. Muñiz-Huberman emplea un procedimiento mixto: interviene al modo de los autores decimonónicos, pero además nos deja ver las costuras de la historia sin ocultar que (casi) todo es invención suya. No obstante, la escritora parte de hechos reales de la vida de sus antepasados, ocurridos en el primer tercio del siglo XX. Aunque, ciertamente, se toma todas las libertades imaginables, tanto para narrar como para no narrar en absoluto, pues el texto oscila entre la reflexión, los juegos de palabras, la información objetiva y cualquier otro recurso que le sirva para apartarse del tenue hilo argumental sin dejar de insistir en su proyecto intelectual y emotivo, el que la empuja a enlazar palabras con un sentido muy claro, de forma inteligente, capaces de conmover al lector dispuesto a ello. Y he de advertir, una vez más, que no es un artefacto pensado para gustar a todo el mundo y que, como ya he señalado otras veces, solo desde una perspectiva amplia se le puede encuadrar en el género novela.
La ficción propiamente dicha ocupa solo una parte del texto, aunque constituye el armazón de este, y desde luego no se atiene a normas al uso. Para empezar ni siquiera es realista, aunque aborda circunstancias históricas y personales que ocurrieron o podrían haber ocurrido. Ni siquiera los personajes tienen rasgos demasiado definidos, son meras funciones en manos de quien mueve los hilos. El arranque parece insinuar que se nos va a contar la vida del mago Jiri Novak, sus viajes por el mundo exhibiendo su arte en compañía de dos peculiares ayudantes y un loro así como su frustrado enamoramiento, pero conforme avanza la trama comprendemos que no será así: Aparecen nuevas figuras, los periodistas Fortuna Levi, Albert Londres y Fred Amún, en otro momento la pareja formada por Alfred y Suzanne junto a otras dos figuras que son como sus sombras, sin olvidar a la bella Amarantina y el conde Lucien, su marido. Y si el conjunto les está pareciendo algo estrafalario y alejado del mundo real, completaré la enumeración con el Palatino, alguien mitad real, mitad imaginario, más bien incorpóreo, que se intuye más que se ve, una especie de ser de luz que, cuando aparece, guía y apacigua a los demás personajes. La verdad es que todos están continuamente apareciendo y desapareciendo, pues acaparan el protagonismo por etapas, siempre buscando su camino en la vida. Pero los hechos históricos que se producen en los turbulentos meses anteriores a la Segunda Guerra Mundial y los acaecidos a miembros de la familia de la autora –como ese niño, cuyo desgraciado final supone un trauma que afectará tanto a los allegados como a los descendientes de estos– sirven de armazón que nos ancla a una realidad conocida e impide que, entre elucubraciones y fantasías, perdamos completamente el hilo. 
La ficción… Como ven la nombro todo el tiempo, y es para que no olviden que hay relato. Pues las continuas digresiones en forma de comentario, enumeración, reflexión, opinión personal, lamentación por lo ocurrido etc. son igual de jugosos, solo hay que dejar espacio al disfrute y no pretender que se nos estén contando cosas todo el tiempo o que el hilo narrativo no se quiebre nunca. Porque se quiebra. Constantemente. Ya que por medio de los procedimientos más variados se está retratando el clima intelectual y político de esa etapa pre-bélica. Pero, insisto, aunque a veces pueda parecer lo contrario es mucho más difícil sostener una trama de esa manera que con los procedimientos habituales. El resultado es una literatura de ideas, que aparte de paciencia y ausencia de prejuicios no necesita de ningún requisito para ser disfrutada, ya que ni fondo ni forma presentan mayor complicación. Una obra melancólica aunque luminosa, que alterna confianza en los individuos con un comprensible desaliento debido al cariz que estaban tomando los hechos a causa de los totalitarismos de la época.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Svetislav Basara: El ángel del atentado


Idioma original: serbio
Título original: Andeo atentata (tabloid)
Año de publicación: 2019
Valoración: Está muy bien

¿Quién dijo que novela es aquello que está formado por palabras y acaba cuando pone Fin? Cito de memoria. Tampoco podría asegurar a quién pertenece la frase, aventuro que fue Cela y que alguien me corrija si no es así. En cualquier caso, el volumen que ahora reseño pertenece a esa categoría si la tomamos en sentido amplio y porque no se puede encuadrar en ningún otro sitio. Pertenece a ese género híbrido tan posmoderno, del que vengo hablando desde hace mucho tiempo y que tan buenos ejemplares ha aportado al acervo literario.
Sin embargo –y esto debe quedar claro– no es un manjar para todos los gustos, suelen ser libros eruditos y áridos, sin demasiada hilazón narrativa, que suelen satisfacer a gente algo rarita solo cuando está dispuesta a concentrarse, porque si lo que quiere es entretenerse esa misma gente buscará otro tipo de lecturas. Y esto lo sé porque me cuento entre los lectores de Cees Noteboom, Claudio Magris y otros con hábitos narrativos similares, sin embargo, debo reconocer que El ángel del atentado no ha cumplido mis expectativas del todo, no he encontrado esa habilidad que da una de cal y otra de arena y suele mantenerme en vilo. Y lo cierto es que Basara lo intenta: despliega una serie de bromas y sátiras bastante caústicas, sobre todo al principio. Pero mantener el tono durante más de doscientas cincuenta páginas no es fácil, así que coge carrerilla y se limita a una serie de tics que acaban aburriendo un poco.
El argumento está basado en un hecho histórico conocido de todos, el asesinato de Francisco Fernando a la sazón archiduque del imperio austrohúngaro, que además de tratarse de un magnicidio tiene especial relevancia por haber desencadenado la Primera Guerra Mundial. No es mi primera lectura sobre el particular, hace años me recomendaron El asesinato de Sarajevo, y me apresuro a aclarar que me gustó bastante menos que este.
El narrador, punto de vista o voz cantante del texto –porque narración, ya digo, no es que haya mucha– es ¡atención! nada menos que el propio Francisco Fernando, es decir, la víctima, que habla desde la tumba donde ha vivido (bueno vivir, lo que se dice vivir, no es la palabra), donde ha permanecido durante un siglo más o menos, porque su discurso tiene lugar en el presente, es decir, el año pasado, que es cuando se publicó. Y se manifiesta ante la posteridad, que somos sus lectores del presente y del futuro, en forma de diálogo, aunque su interlocutor apenas habla, solo asiente, acata órdenes y puntualiza muy de vez en cuando. Este interlocutor es un tal Berchtold, su asistente, un asistente que tiene poco trabajo porque el archiduque habla desde la tumba y él mismo ni siquiera existe, tal como repite el narrador una y otra vez (y esto me recuerda al procedimiento utilizado por Salman Rusdie en su celebrada Versos satánicos). Estamos pues ante un artefacto no-realista, que no pretende serlo y que utiliza esquemas narrativos y situacionales completamente inventados. Esto me parece correcto, tanto para la verosimilitud de la obra como para los objetivos de su autor, ya que el finado se permite divagar cuanto le place, alterna hechos del pasado con otros de ayer mismo y hace un totum revolutum de la Historia con bastante habilidad y todo el desenfado posible. En mi caso, veo dos problemas, uno es de carácter objetivo, empecemos por él: Basara escribe con un desenfado digno de elogio, pero quizá resulte algo excesivo eso de permitirse tantas licencias, sobre todo si el lector no es un experto en historia europea del s. XX, ni en ningún otro período, seamos francos, y asimilar tantos datos (voluntariamente) desorganizados, que se alternan con suposiciones, fantasías y disquisiciones varias puede resultar algo complejo. Y aquí entramos en la parte subjetiva. Puede que un historiador se lo beba como si fuese un vaso de agua, así que tomen nota los expertos.
También exhibe –y esto es de lo que más he disfrutado– su mentalidad –arraigada, naturalmente en la época que le tocó vivir–, prejuicios, fobias y filias, sin olvidar el montón de contradicciones que arrastra como todo hijo de vecino, no se va a librar de ello solo por ser archiduque. Y el hecho de haber organizado tal cantidad de información y estudio psico-sociológico me parece que tiene un mérito enorme. A través de sus (supuestas) propias palabras, Basara lo pinta como un redomado racista, misógino –adicto al derecho de pernada sin ir más lejos– experto en conspiraciones etc. Vamos, todo un angelito, como era de esperar por otra parte. Aunque en alguna ocasión, hace que se arrepienta. Aclaro esto, el autor pone en boca del personaje actos de arrepentimiento, bastante gratuitos históricamente hablando pero que sirven para humanizarle a los ojos del lector. Bien es verdad que esto sucede muy raramente, como debe ser si no quiere perder la coherencia. Veamos, a través de este botón de muestra, la mentalidad del susodicho:

“Jamás el arte ha tenido mejor mecenas y custodio. La Kunstkammer de Rodolfo era una fortaleza inexpugnable a la cual solo tenían acceso unos pocos elegidos. Y en muy contadas ocasiones además. ¡Solo para las grandes celebraciones! Al establecer un cordón sanitario en torno a su biblioteca y su colección artística, Rodolfo II mantenía el arte alejado de la plebe. Y por eso al arte y a la plebe les ha ido tan bien. El arte no es para todos, Berchtold, y la cultura es una espalda de mil filos.”

Sirva este párrafo también para aclarar que el archiduque no solo repasa los hechos, también habla de personalidades que representan movimientos culturales y artísticos, como Freud, Kafka, Wagner, Niestzche, Musil entre otros muchos. Por lo general, para denigrarlos, aunque no siempre.
Personalmente, catalogaría El ángel del atentado como ensayo histórico novelado, o más bien dramatizado, ya que se trata de un diálogo, tan ficticio como cualquier obra dramática. Naturalmente, no es representable en absoluto dada su extensión y complejidad, aunque tras una adaptación laboriosa se podría exhibir en los escenarios. Ya me estoy imaginando el féretro de pie, frente al público, y al actor declamando con voz cavernosa, interrumpido muy de vez en cuando por la voz en off de Berchtold.
Como colofón, se incluyen tres extensas misivas de otras tantas personalidades de la época, las dos primeras no sé si reales o ficticias, a saber, del embajador estadounidense en Belgrado, su homólogo ruso y del mariscal Tito a Stalin. A mi entender, lo único que las conecta con lo anterior es que están fechadas entre 1914 y 2019, para ser exactos poco después de la II GM. Da la impresión de que el autor las había compuesto para otro proyecto y, como no tenían encaje en ningún sitio, las incluyó aquí, que al fin y al cabo se trata de un despropósito con gracia. Y muy erudito, que conste.
Debo destacar la magnífica labor de traducción, en perfectísimo castellano, sin un solo detalle que chirríe, pues, aunque existen traducciones estupendas, no es habitual encontrar un trabajo ejecutado con tanto rigor y talento.



Traducción y notas: Juan Cristobal Díaz