Idioma original: neerlandés
Título original: Zelfverwoestingsboek
Año de publicación: 2019 (en castellano, 2021)
Valoración: Recomendable alto
Estamos en la cultura de Instagram, y quien dice Instagram dice cualquier otra red social, incluidas las consideradas profesionales. Toca transmitir felicidad, éxito, juventud, diversión, descubrimientos, atractivo, actividad. En contacto con amigos o conocidos, posibles parejas o posibles clientes, vecinos o familiares de cualquier rango, no son admisibles mensajes que no sean esos, solo procede enseñar nuestro último outfit, las imágenes de nuestra escapada de puente, el golazo del chaval, las instalaciones del nuevo gym. Lo demás, claro, no interesa, es lógico.
Pero no solo son las exigencias de esta vida social virtual. Permanentemente recibimos llamamientos a la positividad, la salud, el buen rollo y la iniciativa. La sociedad nos quiere a punto para nuevas metas, no podemos quedarnos parados, los fracasos son solo un aprendizaje para el próximo triunfo. El bombardeo es incesante: si quieres, puedes, basta con desearlo con mucha fuerza y trabajar duro, no hay nada que no puedas conseguir, debes hacer salir tus potencialidades ocultas. Todo es muy estimulante, fantástico, pero puede no ser fácil, tendemos a la vagancia, a la autocomplacencia, quizá a una envidia estéril. Y si uno no tiene la suficiente pasta para pagarse un psicólogo (un psicoanalista, como dicen en las películas) o, mejor, un coach, pues nada, los libros de autoayuda son un buen sucedáneo.
Este mundo del siglo XXI está montado así, nada de esto nos pilla de sorpresa, y en su diseño es necesario que el mecanismo siga siempre avanzando a buen ritmo, porque si dejamos de dar pedales el invento se desequilibra y se viene abajo. El sistema necesita consumidores felices, que siempre quieran un poco más para distinguirse, para mejorar, para tener nuevas experiencias (todo son experiencias, de compra, de viaje, de cata de vinos, de regalo sorpresa). No basta un coche chulo, un armario surtido o unas vacaciones, hay que afinar con el corte de pelo, el blanqueamiento dental, conocer pueblos con encanto, cenar tofu o aguacate, algo de teatro de vanguardia, spa, despedidas de soltero cada vez más caras y extravagantes, algún tatuaje, fin de semana ecuestre. Ahí pone Marian Donner el acento, los requerimientos del nuevo capitalismo (yo añadiría que heredado del llamado capitalismo popular de los 90), que ha descubierto que el mayor negocio es tener a los muchos millones de la clase media (y otros muchos que ni siquiera llegarían a calificarse así) obsesionados, quizá ya no tanto con escalar, sino con acceder a la multitud de bienes y servicios que hacen que la gente se vea más feliz, o que se la suponga más feliz.
La escritora y periodista holandesa (o, por lo visto, mejor neerlandesa) se fija especialmente en las imágenes que nos llegan a través de los medios (cuerpos perfectos, sonrisas de éxito) y en esos mensajes llenos de voluntarismo aparentemente ingenuo que a fin de cuentas nos vienen a decir que si no triunfamos, si no nos parecemos a esos triunfadores, es porque no queremos: amigo, no echemos la culpa a la falta de oportunidades, porque si no lo consigues es solo porque no lo quieres con suficiente intensidad. En definitiva, tú eres el culpable. La cuestión se traslada, una vez más, de lo colectivo a lo individual, es la victoria absoluta, avasalladora, del liberalismo en su aspecto más salvaje. Laissez faire, laissez passer.
Como se ve, el libro desborda claramente la crítica a la autoayuda que anuncia el título, y sus primeras veinte o treinta páginas son demoledoras. No tanto porque descubra cosas que no sepamos, sino porque lo expone con convicción, de forma nítida, brutal. Hay desde luego una clara voluntad de provocación, de fustigar y agitar el debate más que de exponer razonamientos muy elaborados, y el resultado es una saludable frescura con la que ponernos frente a realidades que han tomado cuerpo durante demasiado tiempo hasta resultar normales o inevitables, quizá hasta que ni siquiera las veamos.
Ese deseo transgresor hace que quizá el libro afloje un poco en los apartados siguientes, no sé si para justificar eso tan sonoro de en defensa de la autodestrucción, que luce sin mucha justificación en la cubierta. Ante ese paradigma de la vida sana, la belleza y la realización personal, la autora contrapone invitaciones como ‘arde’, ‘baila’, ‘sangra’, que tienen la carga metafórica de llamamientos a la libertad y a saltarse las nuevas normas de esa cultura que apenas puede esconder el objetivo inmediato del consumo masivo, y el más profundo del mantenimiento del statu quo. Y he dejado para el final el mensaje ‘bebe’, que curiosamente es el de contenido más literal y donde Donner incita en efecto a cogerse alguna buena borrachera como forma espontánea (y yo añadiría que muy clásica) de rebelarse contra el sistema, aunque sea un rato.
Sin desmerecer el valor del libro como mensaje provocador y además muy bien escrito, raro sería que terminase la reseña sin darle una vuelta de tuerca más. Porque si la autora nos pincha para no someternos tan dócilmente a los cánones ¿no está también favoreciendo soluciones exclusivamente individuales a un problema colectivo? Y aún más, esas recomendaciones tan rompedoras ¿no son una forma de terapia, en definitiva, Marian Donner, de autoayuda, aunque con un contenido algo diferente?