Leo esta última novela gráfica de
Seth (
nom de plume del canadiense Gregory Gallant) con el recuerdo aún fresco, pero más bien tibio, de su primera obra,
La vida es buena si no te rindes, publicada originalmente entre 1993 y 1996. Sin embargo, pese a los veintitrés años transcurridos entre aquel libro y este
Ventiladores Clyde, pienso que ambos podían haber sido escritos y dibujados de forma consecutiva, porque el estilo característico de Seth no ha cambiado sustancialmente: viñetas a tres tintas -negro, gris y un azul grisáceo... además del blanco, claro-, muchas de ellas sin diálogo, digamos "ambientales" -panoramas de calles, edificios, parques...-; detenimiento casi morboso en los detalles, sobre todo en objetos
vintage, de los años 30, 40 ó 50 del siglo XX: bibelots, fotos, carteles...; recreación de zonas del Viejo Toronto y otras ciudades de Ontario... En realidad, como explica el autor en el epílogo, hay una razón para esta apariencia de continuidad: Ventiladores Clyde debía ser su segundo libro, pues lo comenzó justo después de terminar el primero; sólo que éste ha tardado más de veinte años en acabarlo. Eso también explica cierta evolución del dibujo dentro de la misma obra: de los trazos más finos y detallados del comienzo a otros más gruesos y de aire algo descuidado, pero también más resolutivos, del final.
Los personajes protagonistas guardan asimismo una cierta semejanza con el de aquella otra novela: son también individuos tristes, un poco o un bastante misántropos, o simplemente poco adaptados al trato con sus semejantes; aunque en este caso no se trata (por fortuna, creo yo) de otro dibujante de cómics, trasunto del propio Seth, sino de dos hermanos, Abe y Simon Matchcard, que han llevado durante años -y también a la ruina-, la empresa fundada por su padre, Ventiladores Clyde. Hay diferencias entre ellos, no obstante: mientras Abraham o Abe se ha visto obligado a ser más sociable debido a su trabajo de comercial para la empresa y ha llevado una existencia más o menos "normal" -viajes, matrimonio, múltiples aventuras con mujeres-, Simon es mucho más misántropo, o tal vez sólo víctima de una timidez enfermiza, por no decir patológica... La mayor parte de su vida, frustrado su intento de seguir los pasos de su hermano, los ha pasado encerrado en el edificio donde vive, y también está la oficina de la empresa de ventiladores, sin apenas contacto con el resto del mundo, cuidando de su madre y coleccionando unas postales humorísticas, de moda varias décadas atrás. la relación entre ambos hermanos, entre la dependencia y el rencor mutuo, supone, claro está, uno de los motores de la narración, quizá el principal, de hecho. pero también están la relación de Simon con su madre y el resquemor de Abe hacia su padre, que abandonó a la familia sin dar explicaciones. Los lazos familiares, por tanto, sus obligaciones y agravios, son el gran tema del libro, pero también las relaciones humanas en general -amorosas, comerciales- y la falta de ellas: la soledad, que causa un tormento indecible en quien la sufre, incluso cuando la ha elegido de forma, en apariencia, voluntaria. La necesidad que tenemos del prójimo, pero también de alejarnos de él. El fracaso y la entropía como destino inevitable de la existencia humana, así como de las ciudades y paisajes, de los tiempos... de todo lo que parece entrañable y acogedor.
He mencionado el edificio en el que están las oficinas de la empresa y también la vivienda de Simon y su madre -y luego, de Abe-, porque además, en verdad resulta ser casi un personaje más de la narración. o sin casi: detenido en el tiempo, laberíntico, incluso algo claustrofóbico... los dos hermanos deambulan por él sin cesar, de habitaciones a pasillos, de sótanos a la oficina, de la coina al almacén de material, desgranando sus historias y la de su familia. Incluso los objetos que se acumulan en la casa tienen no poca relevancia: a modo casi de una novela del
Nouveau Roman o de
Georges Perec, nos encontramos -en un libro de historietas ya de por sí bastante tocho y algo agotador- con, por ejemplo, cinco páginas repletas de pequeñas viñetas donde se detallan todos los objetos que se encontraban en el tocador y el resto del cuarto de la madre de los dos hermanos. U otra, ocupada por un catálogo de todos los modelos de ventilador que vendía la firma. En fin, cosas de ese tipo...
Por acabar: si alguien ha leído la reseña que escribí de la primera obra de Seth,
La vida... etc., se habrá dado cuenta del cambio en mi tono, no sólo en la valoración. la causa es que si la otra novela gráfica me pareció algo interesante, sí, pero sobre todo una muestra máss de ese onanismo narrativo que constituye en el peor (y más frecuente, por desgracia) de los casos la llamada "autoficción", ventiladores Clyde, en cambio, resulta una novela madura y profunda , absorvente (ya digo que incluso un poco agotadora), y cuya historia y personajes, sin duda, merecerían una mayor repercusión si se tratara de una novela "tradicional" que hubiese salido de la pluma de un
Franzen o un
Richard Ford o cualquiera de los novelistas norteamericanos actuales más señeros.
Y antes de que lo olvide, el libro en sí, un volumen tocho, como he comentado antes, está esplendidamente editado, e inserto dentro de una curiosa "caja-faja" que, pese a mi aversión (compartida por muchos lectores y libreros, me consta) hacia esos adminículos deleznables al servicio de la autopromociónmás cutre, en este caso aporta un embalaje apropiado al tamaño del libro y de un buen gusto divertido y sorprendente. A cada cual, lo suyo.