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lunes, 27 de mayo de 2019

Enrique Criado: El paraguas balcánico


Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2019
Valoración: Está muy bien

Cuando uno se instala como extranjero en un nuevo país debe aprender a sortear desde el primer minuto unas cuantas adversidades, tan ineludibles como inconmensurables y arduas. No es sólo abrir una cuenta en el banco, contratar un proveedor telefónico o conseguir los papeles que a la burocracia local se le antoje, con esa mezcla de esoterismo y disparate que por supuesto impregna siempre todos estos requisitos, en cualquier parte. También hay que zambullirse en un nuevo y desconocido idioma, puede que incluso en un alfabeto, así como en las ignotas dimensiones del lenguaje no verbal y del sentido del humor, propósitos a los que la lógica no puede prestar prácticamente ayuda alguna. Luego van llegando otras decisiones también importantes; cocinar sus alimentos, leer sus autores y oír sus músicos, coger tirria a sus políticos, hacerse forofo de un equipo, de una marca de cerveza y de una emisora de radio, convertirse en cliente de un colmado y de un kiosko y parroquiano de un café o de un bar… A partir de ahí, el transplantado ya puede empezar a sentirse parte de la comunidad 

Para quienes han escogido la diplomacia como actividad con la que proveerse el sustento, estas inmersiones para establecerse en un nuevo destino tienen lugar cada tres años. O así es, al menos, en el caso de Enrique Criado (Madrid, 1981) cuyo paso como representante del Reino de España en Kinshasa, República Democrática del Congo, entre 2009 y 2012 ya deparó un primer libro, Cosas que no caben en una maleta, etapa a la que prosiguió otro trienio en Canberra, Australia, y otro más, hasta 2018, en Sofía, la capital de Bulgaria. A éste se refiere El paraguas balcánico, cuyo propósito es acercarnos de manera ligera y amena una realidad, la de Bulgaria y, por extensión, la de la región de los Balcanes, compleja y enrevesada. No se trata, pues, de un ensayo con pretensión científico/académica –los hay muy apabullantes, como los del profesor de Historia Francisco Veiga-, si no más bien de relatar en primera persona una experiencia personal a la vez que se proporcionan una serie de datos y pinceladas en clave divulgativa sobre los Balcanes, una región a la que -como se recoge en el prólogo- Winston Churchill atribuyó la capacidad de producir más Historia de la que es capaz de digerir.

En el relato se mezclan por tanto, anécdotas y experiencias personales con la descripción subjetiva de una sociedad y un país que, por así decirlo, no está entre las prioridades de los medios de comunicación. En el imaginario del ignorante, uno recrea la rutina de los diplomáticos exhibiendo sonrisa, modales y pajarita en voluptuosas veladas de recepción oficial entre bandejas de bombones y copas de champán pero en este mundo globalizado y prosaico seguramente tengan más de viajantes de comercio intentando colocar su catálogo de gangas o de delegados de agencia de viajes al rescate de connacionales en viaje de bajo coste metidos en algún lío con una cuenta pendiente de pago en tugurios poco recomendables. Pero Enrique Criado debe ser un tipo muy leído, por que sabe enhebrar su relato de escenas y experiencias cotidianas y costumbristas con reflexiones interesantes acerca de la Historia, la política, el Arte o la literatura y tira de ideas y recuerdos sacados de páginas escritas por Claudio Magris, Svetlana Alexievich, Ivo Andric, Mircea Cartarescu, Lawrence Durell, Philip Roth o Ryszard Kapucinski, y recupera las palabras de personajes de nuestra tradición que dejaron sus pasos por aquellos caminos, como Chaves Nogales, García Márquez o Gaziel. 

Una de las tramas más valiosas de este libro, por su carga de emoción y dolor, es quizás la que recurre a la comunidad judía sefardí, descendiente de aquellos que se vieron expulsados de España hace siglos y que han mantenido su idioma y un sentimiento de identidad muy apegado al mismo y a una cierta idealización a un origen del que fueron brutalmente despojados. Una buena parte de aquella diáspora acabó encontrando refugio en estas tierras, al amparo del por entonces poder bizantino. Y cuatro siglos después se les continúa reconociendo como ispanioles, como atestiguó Elías Canetti, originario de la ciudad búlgara de Ruse, quien al recoger el Premio Nobel de Literatura en 1981 rememoró la raíz de su familia en el pueblo conquense de Cañete. El nazismo y las masivas oleadas de emigración hacia Israel han dejado muy mermadas estas comunidades, como las que se establecieron en ciudades como Salónica o Sarajevo, aunque Enrique Criado trata de seguirles la pista viajando incluso a Israel, donde muchos de ellos se establecieron en Jaffa, hoy convertido en un suburbio al sur de Tel Aviv, donde siguen siendo comunes apellidos como Cohen, Romano, Bassat o Danon.

Aunque Bulgaria es la gran protagonista de El paraguas balcánico, y el título tiene mucho que ver con la literatura y con lo que le aconteció en septiembre de 1978 en Londres al escritor Georgi Markov, y se explican algunas de las claves de su imaginario colectivo, como el desprecio por lo turco y el aprecio por lo ruso, o cómo el rey depuesto por el Régimen comunista, Simeón de Sophia-Coburgo y Gotha, acabó como jefe de gobierno de la actual república tras imponerse en unas elecciones democráticas, en el libro también se recogen otros viajes por países limítrofes o cercanos; Grecia, Turquía, Macedonia del Norte, Albania, Montenegro, Serbia, Bosnia y Herzegovina, Moldavia, Ucrania, Armenia, Chipre o Israel. Un libro que funciona muy bien como ventana a la que asomarse y, a quien le pique el alacrán de la curiosidad, como puerta de entrada a asuntos y lugares repletos de interés.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Leonie Swann : Las ovejas de Glennkill

Idioma original: alemán
Título original: Glennkill
Año de publicación: 2005
Traducción: María José Díez y Diego Friera
Valoración: está bien

Como modesto aficionado a las novelas policíacas o de misterio, uno ya ha visto de todo como protagonistas de las mismas: detectives profesionales o improvisados, periodistas, abogados, delincuentes... y hasta policías, claro. Pero no sólo personajes que desarrollan un oficio más o menos relacionado con el delito, en cualquiera de sus variantes; también profesores, camareros, criadas o dulces ancianitas. Incluso hay una serie destinada, en principio, al público juvenil, en la que el detective es un esqueleto fantasma, o algo parecido... Ahora bien, lo de la novela que reseño hoy supera todas las marcas de bizarrismo al respecto: en ella, la investigación del preceptivo asesinato  lo lleva a cabo un rebaño de ovejas. Tal cual.

Sí, un rebaño. Sí, de ovejas e irlandesas, para más señas. No una oveja sola, pues la autora del libro fue lo bastante astuta como para para no pretender la verosimilitud de una oveja con las dotes deductivas de Sherlock Holmes o Poirot. lo que hizo, en cambio, fue distribuir estas cualidades entre diferentes animales del rebaño para que, gracias a su acción combinada, consiguiesen conformar un equipo investigador que ríete tú de C.S.I Las Vegas... Así, de la parte analítico-deductiva se encarga la oveja más inteligente de todas y puede que del mundo entero, Miss Maple (qué sutileza en el guiño, ¿eh?); la memorización de los datos es labor del orondo carnero -por otra parte, algo tonto- Mopple the Whale, mientras que la audacia necesaria para llevar a cabo la misión investigadora corre a cargo del negro carnero de las Hébridas Othello y de la oveja Zora. Hay más -bastantes más- miembros del rebaño como los hermanos Sir Ritchfield y Melmoth (sí, también errabundo), pero esta muestra ya vale para dar una idea, creo yo.

Y hay un muerto, claro, en este caso, el pastor y dueño del rebaño, George Glenn (es decir, el libro nos cuenta el asesinato de Glenn, en Glennkill... jo, me parto con tanto ingenio), que amanece una buena mañana tirado sobre su prado -que además no es un prado cualquiera, sino un bucólico prado con dolmen y todo, junto a la costa irlandesa- y con una pala clavada en la barriga. Que así de pronto no parece, la verdad, un método muy eficaz para asesinar a alguien, aunque sí lo suficiente, por lo visto, no sólo para cumplir su objetivo, sino para que además la policía no de con la menor pista del asesino...aunque también es cierto que ni se molesta en buscarlas (?); así pues, han de ser las ovejas del rebaño de George los que se decidan a averiguar lo que ha pasado con su pastor y, tomándoselo como una afrenta personal, a quien lo haya hecho... algo doblemente complicado no sólo por la proverbial falta de inteligencia de esa especie animal, sino por su desconocimiento casi absoluto del mundo de los humanos, habida cuenta que la mayoría de ellas ni siquiera ha salido nunca del prado de marras.

En fin, el asunto las tiene ocupadas más de 300 páginas, que pese a lo chocante del argumento y a que algún que otro momento tiene su gracia, también guardan otros muchos que las hacen parecer bastante más numerosas, hasta que llegamos al -aún más- absurdo final. Hay que reconocer que la autora ha tenido gran habilidad para contarnos una historia desde el punto de vista de las ovejas (yo no sabría ni por donde empezar), con la dificultad añadida del tipo de novela, digamos "policiaca", de que se trata. Es muy interesante, por ejemplo, cómo consigue hacernos ver el mundo desde la perspectiva de estos animales, subrayando, por ejemplo, la gran importancia que tienen los olores para ellos, o la diferencia de prioridades que les dicta su naturaleza con respecto a las humanas -primero, comer; luego protegerse; después, comer; luego, dormir, después, com... bueno, igual no somos tan diferentes-... Pero, caray, ¡que estamos hablando de una novela protagonizada por ovejas! No deja de ser una soberana tontería... (por no decir una santa chorrada). Y que conste que el primer interesado en toda clase de tonterías soy yo; de hecho, fue lo que me animó a leer este libro. Ahora bien, hay que darle la importancia y el interés que merece y avisar a quien quiera leerlo de que se va a encontrar una novela algo raruna, entretenida a ratos, pero poco más...  incluso demasiado larga y complaciente, de alguna manera, para que podamos siquiera atesorarla con nuestras lecturas más entrañablemente bizarrescas.

Eso sí, a quien le guste la novela que sepa que, a raíz  del éxito que debió tener el libro, al menos en Alemania, hay publicada una segunda parte. Por si quiere leerla (sé de uno que creo que no lo hará). 

lunes, 5 de junio de 2017

Zoom: El sueño de Sultana, de Rokeya Sakhawat Hossain

Idioma original: Inglés
Título original: Sultana's dream
Año de publicación: 1905
Valoración: Muy curioso

Rokeya Sakhawat Hossain fue una escritora, activista social y defensora de los derechos de la mujer, nacida en 1880 en territorio del actual Bangladesh (en aquellos tiempos Imperio Británico). De religión musulmana, se crió y vivió en plena época del purdah, que establecía, entre otras cosas, la estricta separación, incluso en el ámbito doméstico, entre hombres y mujeres o la obligación de llevar velo desde los 5 años. Con apenas 16 años contrajo matrimonio con un hombre, viudo para más señas, 22 años mayor que ella y se trasladó a vivir a Baghalpur, en territorio de la actual India.

No me voy a extender más en su biografía. Daría para una entrada por sí sola. Unicamente me quedo con estas breves notas para situar el contexto en el que vivió y escribió Sakhawat Hossain, el cual determina su vida y su obra. Ejemplos de esta influencia en su vida son la fundación de la Asociación de Mujeres Musulmanas (1916) o la presidencia de la Conferencia de Educación de la Mujer Bengalí (1926), a través de las cuales promovió el acceso a la educación y al trabajo, como herramientas emancipadoras de a mujer.

En su obra, de la cual creo que solo se ha traducido al español el relato que hoy presentamos, esa obsesión por la situación de la mujer está absolutamente presente.

En el caso concreto de "El sueño de Sultana", estamos tanto ante una denuncia de la situación de la mujer como ante una llamada a estas para que tomen conciencia de su situación y de las posibilidades de emancipación que se abren a través de la educación. Escrito en inglés (el resto de su obra la escribió en bengalí) en 1905, se trata de un breve relato de apenas 20 páginas, escrito con una ingenuidad desarmante, que tiene la forma de "utopía feminista", de viaje a una sociedad en la que hombres y mujeres conviven, de forma pacífica, con sus roles cambiados. 

Quizá me hubiera gustado una mayor complejidad del relato, un mayor desarrollo de la forma de organización de la sociedad, etc. Imagino que la brevedad obedecerá al carácter "educativo o instructivo" del relato, a la necesidad de llegar a una mayor cantidad de lectores. En cualquier caso, se ofrecen unas pinceladas acerca de cómo se llega a ese cambio de roles y cómo se organiza esa sociedad utópica. Pero en esta reseña no las vamos a desvelar.

Os va a tocar buscar el libro. O, mejor dicho, el cuaderno. Porque, al tratarse de un breve relato, la editorial Palabrero Press ha tenido la original idea de editarlo en forma de texto introductorio de un precioso cuaderno que, a torpes reseñistas como yo, viene como anillo al dedo para ir tomando apuntes, haciendo borradores de reseñas o lo que cada uno estime conveniente.

domingo, 10 de enero de 2016

Félix Fénéon: Novelas en tres líneas

Idioma original: francés
Título original: Nouvelles en trois lignes
Año de publicación: 1906, en el diario Le Matin. 1948, como libro.
Traducción: Lluís Maria Todó
Valoración: muy recomendable

Empezaré la reseña por lo más obvio: ni microrrelatos, ni "poetweets", ni haikai 3.0, ni gambas fritas... ninguna modernez que se le ocurra al último hipster literario de turno resulta original: todo eso ya lo hacía, más de un siglo atrás -110 años, para ser exacto- el señor Félix Fénéon, ilustre y ubicuo animador de los ambientes pictóricos y literarios franceses de finales del siglo XIX, crítico de arte, descubridor de nuevos talentos, editor de revistas de vanguardia, funcionario ejemplar en el Ministerio de Guerra, anarquista furibundo, acusado incluso -aunque absuelto- de un atentado con bomba contra un restaurante frecuentado por senadores de la República. Periodista y galerista después de perder su puesto en el ministerio; durante el año 1906 se encargará de la columna de hechos diversos del periódico liberal Le Matin, donde plasmará, a partir de los sucesos por lo general luctuosos, acaecidos por todo el territorio francés y aun en las colonias, sus excepcionales Novelas en tres líneas, a razón de veinte diarias.

De todos modos, ¿realmente podemos hablar de "novelas", en este caso? Es obvio que se juega con el doble significado en francés del término nouvelles : en principio, significa noticias, novedades, pero también relatos cortos (más que "novelas" propiamente dichas). Por otra parte, a estas alturas del siglo XXI, ya con todo el XX toreado, sabemos bien que no es necesario que una novela respete la disposición clásica de planteamiento-nudo-desenlace (más epílogo, si se tercia), para ser considerada como tal. Lo que no significa que algunos relatos no respeten a la perfección ese esquema básico:

El señor O. Calestroupat conoció en la Cámara de los Diputados a una señora poco esquiva. Velada galante seguida de triste despertar: le habían birlado once mil doscientos cincuenta francos.

En otras muchas ocasiones, sin embargo, Fénéon sigue tácticas más astutas; por ejemplo, inicia la noticia/relato, con algún elemento más desconcertante, ya sea por desusado o banal, para acabar rematando la faena con lo que debería, en puridad, suponer la idea central de la noticia:

Apenas acababa de aspirar su rapé cuando A. Chevrel estornudó y cayendo del carro de heno que le traía de Pervechéres, expiró.

Por no hablar de cuando la evidente sorna obliga a repensar la historia que se acaba de leer, por breve que sea:

Como las dedicaba a aporrear el  piano, la policía de Brest juzgó no electorales las sesiones del bardo Artigues, candidato. Infracción.

El mundo que retrata Fénéon en sus nouvelles no resulta, sin embargo, demasiado amable, o no siempre; todo lo contrario... Debido a la materia prima periodística de la que se nutren, nos ofrecen una visión ominosa de la sociedad francesa de aquel 1906, plagada de homicidios, accidentes, suicidios, riñas, robos, atentados, huelgas, disturbios, epidemias y desastres naturales. Una realidad violenta, brutal a veces, que no encaja, quizá con la imagen plácida que a menudo nos hacemos del pasado.

Una loca de Puéchabon (Hérault), la señora Bautiol, despertó a sus suegros a mazazos.

Unos bebedores  en Houilles, se estaban pasando de mano en mano una pistola que creían descargada. Lagrange apretó el gatillo. No volvió a levantarse.

Ávidos de indulgencia, unos ladrones han desvalijado una tienda de objetos de piedad y peregrinación  de  Clichy-sous-Bois.

También, por suerte, hay lugar para las fiestas populares, los eventos destacados, los homenajes a figuras prominentes, siquiera a nivel local; momentos de respiro que nos parecen ahora de una ingenuidad que probablemente no era tal...

Delante de quince mil ciudadanos de Nîmes, seis toros destriparion a siete modestas yeguas y fueron estoqueados por Conejito y Bombita Chico.

El reglamento del alcalde de Angers sobre procesiones prohíbe en la calle los estandartes sindicales, los cantos no litúrgicos y los bastones.

La ironía, la retranca incluso, están presentes en todo momento, hasta en aquellas nouvelles que dan cuenta de hechos más trágicos; muy especialmente en las que glosan el asueto y otros actos edificantes para la sociedad bienpensante de la época:

Pánico entre las amazonas. El tiovivo de cerdos Legrand, en la plaza de las fiestas de Clichy, ha ardido a las seis de la tarde. Destrozos: dieciocho mil francos.

A igual modestia, distinta paga: la Reina de la virtud de Les-Granges-le-Roi, doscientos cincuenta francos; la de Magny-en-Vexin, trescientos; quinientos para la de Argenteuil.

Mil novecientos concursantes de "La Caña de Niort" estaban pescando ayer en el río Sèvre, y mil quinientos curiosos animaban a los peces a que picasen.

En última instancia, lo que más destaca de estas pequeñas  joyas escritas por Fénéon no es su originalidad, su habilidad técnica o su audacia narrativa -que iba a más según pasaban los días y los meses, y se ve que que aumentaba su soltura y confianza-, sino la humanidad de que hace gala. Quizás un tanto socarrona, ya digo, pero que no deja de ser compasiva incluso con los autores de las mayores atrocidades -no digamos ya con sus víctimas-, perfectamente sabedor de que en cualquier momento cualquiera de sus contemporáneos, cualquier conocido suyo o cualquier probo ciudadano que pasara por la calle podría convertirse en protagonista de alguna de estas nouvelles. Empezando por el mismo, claro. O por nosotros, si a eso vamos...

Demasiado jóvenes y ya madres, las señoritas Meuzaret, vecina de Saint-Barthélémy (Sena y Marne) y Garnier, vecina de Chassagne (Saona y Loira) han matado a sus respectivos hijos.

No me resisto, no sin antes recomendar encarecidamente este libro a todo el mundo -a quién no lo haya leído, para que lo haga; y a quien lo haya hecho, para que lo relea y vuelva a disfrutar de todas sus pequeñas maravillas-, a copiar una más de estas "novelas en tres líneas", que sin duda hará las delicias de más de uno de nuestros lectores. Nada nuevo bajo el sol, como se suele decir...

En Le Boulou (Pirineos Orientales) unos suboficiales españoles han insultado a un turista francés culpable de este grafiti: ¡Viva Cataluña!

También hay, claro está, muchas noticias de cargos políticos corruptos, pero ya no voy a poner ninguna: ¡son demasiadas y no tengo sitio para todas!

domingo, 5 de abril de 2015

Javier Marías: Vidas escritas

Idioma: español
Año de publicación: 1992
Valoración: muy recomendable

No soy demasiado devoto del santoral literario y, aún mucho menos, de la prosa de Javier Marías. No obstante, he de reconocer que este libro suyo en particular me encanta y suelo releer a menudo alguno de sus capítulos. Porque este Vidas escritas está compuesto a base de semblanzas de un buen puñado de escritores, la mayoría célebres representantes del universo de las letras, así como una serie de observaciones hechas a partir de retratos fotográficos, en un apartado llamado "Artistas perfectos". Se trata de artículos que fueron apareciendo, antes de 1992, en las revistas Claves de la Razón Práctica y El Paseante. El libro cuenta además con otro apartado titulado "Mujeres fugitivas", semblanzas de unas cuantas escritoras -algunas no demasiado conocidas, al menos para mí-, que aparecieron en 1993 en la revista Woman.

Estos retratos que hace Marías no tiene mucho que ver con las biografías al uso y menos aún con lo que podemos encontrar en la wikipedia -ay, qué tiempos aquéllos en los que ni siquiera existía internet...-; sí que relata brevemente las circunstancias familiares y natalicias de los retratados y algo de sus carreras literarias, pero, sobre todo, se centra en sus costumbres y manías, algunas anécdotas -ciertas o no- que se cuentan de ellos y ellas y sus enfermedades, así como las circunstancias de su muerte. Son semblanzas amablemente irónicas, en la mayoría de los casos (sólo hay tres retratados por los que el autor, según reconoce en el prólogo, sentía poca simpatía), que nos desvela el lado cotidiano y doméstico, casi banal (aunque es en éstos detalles "banales" en los que a veces reside la clave para entender a las personas) de grandes figuras literarias de las que a menudo no conocemos sino su nombre escrito en la portada de sus libros.

Para quien pueda interesar, la lista de ilustres retratados es la siguiente: Faulkner, Conrad, Isak Dinesen, Joyce, Lampedusa, Henry James, Conan Doyle, Stevenson, Turgueniev, Thomas Mann, Nabokov, Rilke, Lowry, Madame du Deffand, Kipling, Rimbaud, Djuna Barnes, Wilde, Mishima, Laurence Sterne, Lady Stanhope, Vernon Lee, Adah Isaacs Menken, Violet Hunt, Julie de Lespinasse y Emily Brönte.

(Esto, sin tener en cuenta los fotografiados en el capítulo "Artistas perfectos", que van desde Dickens a Poe, pasando por la falsa máscara mortuoria de William Blake).

Mis retratos favoritos, quizás por simpatía, son los dedicados a Malcolm Lowry, Sterne y Lampedusa. Aunque también el que dedica a Yukio Mishima, como ejemplo fehaciente de hasta dónde se puede llegar haciendo el tontaina, a pesar de la brillantez demostrada en el ámbito literario.

Por último, mencionar que Marías volvió a repetir este ejercicio -o parecido- en una recopilación publicada como Miramientos en 1997, en donde retrataba a una serie de autores en lengua española -entre ellos él mismo, me temo- a partir de unas cuantas fotos de cada uno de ellos. El resultado creo que no fue tan brillante, y, en todo caso, menos divertido.


Otros libros de Javier Marías reseñados en Un Libro Al Día: Los enamoramientosMientras ellas duermenLos dominios del loboTodas las almasCorazón tan blanco

jueves, 14 de marzo de 2013

Volker Wieprecht y Robert Skuppin: Errores populares de Berlín

Idioma original: alemán
Título original: Berliner populäre Irrtümer
Año de publicación: 2011
Valoración: está bien


Toda ciudad tiene sus leyendas particulares: que si un edificio está en un sitio porque así lo decidió el rey X, que si la calle Tal se llama así porque todos los que entraban en esa calle decían "Cual", etc... A pesar de que, en general, no solemos cuestionar tales historias, éstas no siempre son verídicas, pero podemos alegrarnos de que también la realidad, en ocasiones, sea más interesante (y mucho más sorprendente) que aquello que creíamos cierto.

Para echar abajo ciertos mitos y prejuicios, poner ciertas cosas en su sitio y, sobre todo, aprender un poco de historia, existen en Alemania varios libros que se dedican a aclarar todas estas cuestiones en diferentes regiones: tenemos el libro sobre Baviera, sobre Sajonia, sobre Renania, sobre la RDA... y, como no podía ser de otra manera, sobre Berlín.

Volker Wieprecht y Robert Skuppin (locutores de culto de la Radio Eins alemana) se han encargado de escribir este glosario en el que descubrimos si es cierto o no que la ciudad de Berlín recibe su nombre porque antiguamente había muchos osos (Bär, en alemán) en la zona o si es merecida la fama de que sus habitantes son menos amables que el resto de los alemanes. También nos enteramos de que la archiconocida hamburguesa y el Döner Kebap fueron inventados en esta ciudad, de si existieron (y, más importante, si todavía existen) estaciones de metro y tren fantasmas... y otras tantas curiosidades que nos ayudan a conocer mejor una ciudad de la que parece que conocemos mucho y, al final, resulta estar llena de misterios.

Lo bueno de este librito es que tiene una prosa ágil y se lee con rapidez, además de contar con innumerables anécdotas que nos hacen sonreír en más de una ocasión. Pero, como toda obra que condense una gran cantidad de datos (no siempre relacionados entre sí), es conveniente no leerlo de un tirón, sino dosificarlo y dedicarle tan sólo unos pocos minutos al día. Así nos enteramos poco a poco y sin aturullarnos de todos los secretos que esconde la capital alemana.