martes, 31 de enero de 2023

Juan Tallón: Obra maestra

Idioma: español

Año de publicación: 2022

Valoración: entre recomendable y está bien

En mi selección de las mejores cubiertas de 2022 incluí, en último momento, la de este libro de Juan Tallón, que, a su vez, ha aparecido en varias listas de los mejores libros del año pasado. Lo cual, ya sabemos, no tiene por qué significar gran cosa, pero, en todo caso, ambas circunstancias picaron mi curiosidad, mas aún por cuanto Obra maestra trata de un hecho real: la desaparición de una obra del afamado escultor Richard Serra que pesa (o pesaba) nada menos que 38 toneladas; 38 toneladas de acero corten que, he de aclarar, se esfumaron de la nave industrial donde estaban depositadas, no del Museo Reina Sofía, al que pertenecían (que eso sí que habría sido una virguería digna de un supermago). Tal hecho ocurrió en 2005 o , mejor dicho, fue en el año 2005 cuando la prensa se enteró de lo ocurrido y la dirección del museo tuvo que asumir su responsabilidad (aun de aquella manera) públicamente  -y a nivel interno, que hasta entonces, naranjas de la China...-; es de suponer el consiguiente y justificado recochineo en los medios de comunicación de todo el mundo y en el mundillo del arte en particular.

Para construir su novela de (más o menos) no ficción, Tallón echa mano de diferentes testimonios, tanto auténticos como recreados o inventados, de distintas personas que tuvieron algo que ver con la investigación del asunto -responsables del museo o de la empresa depositaria, policías, jueces, políticos, el mismo artista...- o con la obra de arte, siquiera tangencialmente. Pero también con otras obras del mismo escultor o simplemente, con el propio Richard Serra, en algún momento de su trayectoria. entre estos testimonios, que no están ordenados cronológicamente, sino por "temas", por así decirlo y que saltan de una época a otra, se encuentra el del propio Juan Tallón, que explica cómo fue el difícil proceso de documentación del libro y, de paso, aprovecha para resarcirse de los palos en las ruedas que les pusieron algunas personas, aunque también para reconocer la ayuda de quien se la prestó.

El resultado de toda esta afluencia  -e incluso profusión- testimonial, si bien en ocasiones resulta bastante divertida, también hay que decirlo, se parece a cuando uno contempla una máquina barredora que limpia el suelo de una plaza o a una lijadora quitar el barniz de una mesa de madera: es fascinante observar cómo va surgiendo la veta natural de la madera o o se recupera la pulcritud del enlosado, pero, al tiempo, las evoluciones de ambas máquinas, si centramos en ellas nuestra mirada, no dejan de ser reiterativas y un tanto soporíferas... No digo que sea el caso de este libro, ni mucho menos, pero quizá sí que sobren unas cuantas declaraciones de algunos personajes, que, la verdad, no entiendo bien qué pintan en el conjunto, aparte de rellenar páginas. Claro que tampoco me cabe duda de que la intención del escritor no era tanto dilucidar un misterio o ni tan sólo exponerlo a la luz pública, como proporcionarnos un panorama de todo lo que rodea a la creación, exposición e incluso muerte de una obra de arte, más aún en un caso como éste, en el que la obra nace del acero fundido y acaba, tal vez, convertida en chatarra y vuelta a fundir. Ojo cuidao: que nadie busque aquí, no obstante, una de esas sátiras (por otro lado, bastante manidas) sobre la supuesta estafa, según la "sabiduría popular" expresada por los opinadores "sin complejos", que constituye el arte contemporáneo; no se cuestiona en ningún momento -o sólo de forma puntual en algún "testimonio"- la categoría artística de la obra de Serra ni de cualquier otro artista. En todo caso, es algo que debe decidir el lector, si es que se convierte en espectador de las mismas.

Lo que sí hace Tallón es poner esta obra de arte -o de forma más interesante aún, quitarla... Como se dice en una de las aseveraciones recogidas en el libro: "La obra maestra es robar la escultura de Richard Serra, no hacerla."- en el centro de una enorme convergencia de esfuerzos, ideas, declaraciones, tiempo y, claro está dinero. Por lo demás (y en esto sí que se da la razón a los críticos con el arte contemporáneo), da lo mismo si lo que se encuentra en ese vórtice, en medio de tantas reflexiones, preocupaciones y acciones de tanta gente es una gran obra de arte, un monumental trozo de chatarra o, simplemente, el vacío.


Otros títulos de este autor reseñados en Un Libro Al Día: Libros peligrosos

lunes, 30 de enero de 2023

Clarice Lispector: Cerca del corazón salvaje

Idioma original: portugués
Título original: Perto do Coração Selvagem
Traducción: Josep Domènech Ponsatí (trad. al catalán para Club Editor) y Basilio Losada (trad. al castellano para Siruela)
Año de publicación: 1943
Valoración: recomendable


Creo poder afirmar, sin equivocarme demasiado, que es habitual descubrir un autor a través de su último libro publicado. Es el poder del mercado editorial, que nos lo muestran por doquier para captar nuestra atención. Solo cuando un autor ha calado fuertemente en nuestras vidas es cuando nos adentramos a buscar sus obras iniciales, sus primeras experiencias literarias. En este caso, Club Editor nos ha facilitado el camino publicando, justo ahora, el primer libro de Clarice Lispector después de haber publicado su magnífico «Un soplo de vida» y «La hora de la estrella» (precisamente sus dos últimas novelas). Así pues, parece que quieran cerrar un círculo, espero que para rellenarlo del resto de sus obras.

El libro empieza con la protagonista, Joana, narrando una situación familiar: está ella en su hogar, siendo aún pequeña, con su padre, y se aburre soberanamente. Y en el aburrimiento se activa la imaginación, y así empieza una narración con su voz interna en la que deambulan sus inquietudes e ilusiones. De esta manera, vemos que ya en esta primera novela de la autora, escrita cuando tenía únicamente veintitrés años, Lispector expone lo que iremos viendo a lo largo de su carrera literaria y es algo destacable pues evidencia que su pulsión por escribir parte de un sitio concreto y, tras más de treinta años escribiendo, los temas que tratan son los mismos; algo que invita a pensar que por más que reflexionemos sobre la condición humana, nunca llegaremos a conocer sus misterios.

Ya en el segundo capítulo hay un salto temporal y se nos muestra a Joana en edad madura, con sus mismas inquietudes, pero más pobladas de miedos pues «incluso ni el placer me puede dar tanto placer como el mal, pensaba ella con sorpresa. Sentía en su interior un animal perfecto, lleno de inconsecuencias, egoísmo y vitalidad». Y en ese pensamiento negativo, la influencia de su tía, alguien a quien «la bondad le hacían tener ganas de vomitar». Así, la protagonista, vive en la incerteza y el desasosiego, en un desencaje continuo en el mundo que constatará a lo largo de su vida, afirmando que «pierdo la consciencia, pero da igual: encuentro la mayor serenidad en la alucinación» y la necesidad de encontrar algo que la hiciera vibrar, que la hiciera sentir viva, confesando que «incluso sufrir era agradable, porque mientras se soportaba el sufrimiento más vil, uno también existía».

De esta manera, vemos en este texto que Lispector muestra los pilares básicos sobre los que construirá su obra posterior y se perciben en él sus inquietudes en torno a la autoconsciencia, al conocimiento de uno mismo, el deseo y la muerte y la eternidad. También se evidencia su obsesión respecto al encaje de uno en un mundo que de manera permanente permanece ajeno, extraño, hostil. Así, Lispector hace gala de su dominio del monólogo interno, de sus continuos cuestionamientos sobre realidad, vida, ilusión y sueños. 

Estructuralmente, el libro es un continuo salto temporal de manera que los episodios, especialmente en su primera mitad se suceden de manera discontinua y aleatoria, dificultando en alguna ocasión el seguimiento de una trama que a veces no está perfectamente definida. Así, vamos conociendo la infancia de la protagonista Joana, ya huérfana, viviendo con su tía y su tío en una relación fría y distante mientras que a la vez vemos su vida ya adulta en una relación con Otávio, no siempre fácil ni placentera y con la presencia puntual pero reiterativa de un profesor del que nunca llegó a olvidarse y que aparece de vez en cuando en sus recuerdos, en los momentos en los que su relación con Otávio mengua. Un Otávio estricto y riguroso, metódico, a quien le obsesiona el orden, muy distinto de ella en cuanto a caracteres, pues «aquello que lo fascinaba y asustaba de Joana era precisamente la libertad con la que vivía».

Cabe decir que es admirable la capacidad de Lispector se elaborar una primera novela con un texto de tamaña profundidad y complejidad, y que esta sea el origen y la semilla de su obra posterior. Es como si el camino estuviera trazado desde un inicio, pues se percibe el estilo de la autora ya en esta primera obra, un estilo que, aunque con matices en lo referente a la profundidad o algunos temas tratados, seguirá con ella durante toda su vida literaria. Bien es cierto, que se nota la falta de experiencia y madurez literaria al evidenciarse en un cierto desorden argumental aún y teniendo en cuenta que Lispector acostumbra a esbozar sus ideas de manera algo desorganizada que al final encajen en el texto, pero la redondez en conseguir que este hecho suceda de manera orgánica solo se consigue con la experiencia. Por ello, se nota aquí cierta falta de cohesión en un argumento que se sostiene principalmente en las dudas e inquietudes de Joana pero a las que le falta algo de empaque para, a partir de ellas, trazar un argumento que las acoja y las absorba como parte de la propia trama. Así, el texto tiene sus mejores momentos cuando la autora transmite sus inquietudes existenciales por encima de los episodios en los que intenta centrar el relato en una trama que a veces se les va de las manos.

En cualquier caso, Lispector muestra sus grandes dotes cuando habla de su necesidad de salir de los límites de la literatura y de su propio cuerpo, afirmando que «cuando me descubro en el fondo del espejo, me asusto. Apenas puedo creer que tenga limites, que sea recortada y definida. Me siento esparcida por el aire, pensando dentro de las criaturas, viviendo en las cosas más allá de mí misma» porque «el sueño es más completo que la realidad. La realidad, en su inconsciencia, no me deja respirar. Al final, ¿qué es lo que importa: vivir o saber que vivimos?». Y en las dudas existenciales siempre aparece ese punto de nostalgia, pues a pesar de que «no debo olvidarme, pensé, de que he sido feliz, de que soy feliz. Más de lo que es posible. Pero me he olvidado de ello, siempre me he olvidado de ello».

Por todo ello, es muy fácil reconocer en este libro a la Lispector de sus obras mayores y viene a confirmar que el talento existe en uno mismo y que, uno puede modelarlo y perfeccionarlo, pero cuando el talento se lleva dentro, es imposible de frenarlo. Ya lo dice la autora en el propio libro al hablar sobre la relación entre el genio y la inteligencia porque «el genio no es tanto una cuestión de poder intelectual, sino de la forma en la que se presenta este poder». Lispector es un claro ejemplo de ello, sabiendo transmitir a la perfección sus inquietudes. 

Dice Lispector, hablando de su protagonista, que «durante unos segundos largos y profundos supo aquel espacio de vida era una mezcla de lo que ya había vivido y de lo que aún tenía que vivir, todo fundido y eterno». Al leer esta obra pasa algo parecido, podemos ver en él toda su obra, la ya escrita y la que le quedaba por escribir.

domingo, 29 de enero de 2023

Laetitia Colombani: La trenza

Idioma original: francés
Título original: La tresse
Traducción: José Antonio Soriano
Año de publicación: 2017
Valoración: se deja leer

Dice la contracubierta que La trenza fue un éxito editorial en Francia y que su autora, multifacética mujer joven, se consagró con esta su primera novela. Bueno, dice ópera prima, que el latín siempre suena muy solemne y el tema requiere solemnidad. La contratapa, como es habitual, añade una breve sinopsis del libro, que suele ser clave para que ciertos lectores tomen la decisión de enfilar la línea de caja.

El pequeño problema con La trenza es que, leída esta sinopsis, sus doscientas páginas no van a aportar gran cosa más, salvo descifrar el misterio insondable que unirá a las tres protagonistas de los tres relatos que se turnan para configurar la novela, cuestión que, cuando esa circunstancia surge, empieza a atisbarse. En resumen, y siendo reduccionista y con algo de mala leche, La trenza podría resumirse en tres frases largas sin perder gran ápice de su substancia, incluyendo el desenlace. Tampoco negaré que hay muchas grandísimas novelas con las que podría hacerse lo mismo. Pero, para mí, La trenza no es una gran novela.

Y su debilidad se manifiesta ahí. Que uno tiene que hacer equilibrios para no estropear el final, no porque este sea espectacular, sino porque incluso el propio título de la novela es determinante y la historia de tres mujeres rebelándose ante su destino en diferentes puntos del globo debería, pero Colombani malogra la oportunidad de ser más crítica, más punzante, estar menos enfocada en esa trágica coincidencia, mera anécdota. Modesta opinión, insisto, la mía, que no me apetece ser crucificado al grito de insensible. ¿Es La trenza una novela de empoderamiento? Una madre de la casta intocable en la India luchando por el futuro de su hija. Una joven italiana intentando reflotar una pequeña industria familiar en decadencia. Una agresiva y exitosa abogada canadiense topándose con un inesperado problema que puede cambiar su vida. Y en vez de atacar el problema de las clases sociales, de las desigualdades, de la enorme hipocresía del Primer Mundo, que parece constituir para la autora el Ejemplo de Todo, ¿optamos por lo que - lo siento, no puedo explicar más - opta Colombani? ¿Por qué, sigo esquivando, ya es algo agotador, estropear la lectura, circunscribir el alcance de lo novela, apelar a lo emocional de un ámbito limitado y no a lo objetivamente injusto de todo un planeta?

Porque el único recurso presente aquí (la prosa es bastante plana, se lee con mucha facilidad) es la hipérbole. Smita, en la India, tiene que acarrear mierda, cosa que la autora restriega y restriega a cada párrafo, y alimentarse de roedores. Para qué hablar de un país idealizado por los ecoyuppies como representación de la espiritualidad. Qué bien nos va su descontrol demográfico para abaratar costes con el dumping de los back office. No. Nada de eso. Giulia, la joven italiana, ama con pasión a su familia y a su oficio. La abogada canadiense tiene un enorme talento y ambición (subtexto: cobra un pastón). Para qué atacar el enriquecimiento usurero de los grandes bufetes legales con sus lujosos despachos en los barrios financieros o pudientes o elegantes -elija la palabra - de las  grandes ciudades. La trenza sacrifica esas posibilidades con azucarillos emocionales, usando una coincidencia epidérmica, aprovechando una marranada de la vida para centrarnos en una circunstancia que , de rebote, acaba con el Tercer Mundo mendigando para saciar los caprichos del Primero. Bah. Una oportunidad perdida.

sábado, 28 de enero de 2023

Frank Wilczek: La diez claves de la realidad

Idioma original: inglés

Título original: Fundamentals. Ten Keys to Reality

Traducción: Joan Lluís Riera

Año de publicación: 2021

Valoración: Recomendable para interesados


Habrá quien piense, con bastante razón, que ya está otra vez el pesado este con sus libros de divulgación científica, que ni entiende ni parece que realmente le interesan. Hombre, interesarme sí que me interesan, aunque mi formación sea de eso que se llamaba Letras puras, y la verdad es que me cuesta bastante entender muchos conceptos. Y más que eso, me es difícil visualizar todas esas cosas muy pequeñas o muy grandes que los científicos se esfuerzan en investigar y explicar a los profanos que somos casi todos los demás. Lo cierto es que, como a todos los de mi palo, me interesa el pensamiento, las ideologías, el arte, la sociedad, el lenguaje, todas esas cosas que la Humanidad ha ido modelando a partir de la reflexión, la intuición o la experiencia. Pero de vez en cuando creo que hay que mirar un poco más a la tierra (o al cielo), a las cosas materiales que tenemos alrededor, y que también deben suscitarnos curiosidad, que para eso vivimos en un planeta, rodeados de animales y minerales, reacciones químicas, colores, velocidades y todas esas cosas que también son nuestro mundo.

El caso es que Frank Wilczek es físico y premio Nobel en esta especialidad en 2004, y parece un señor bastante simpático que, una vez más entre muchas, intenta abrirnos los ojos sobre asuntos de ese mundo que nos rodea y explicarnos cosas que para él son muy básicas, algo así como el ABC de la Física. Pero que para casi todos los demás, por más esfuerzos que hagamos, empiezan a ser poco menos que ininteligibles una vez pasadas esas poquitas páginas en las que el científico-divulgador intenta seducir con conceptos muy sencillitos.

El libro me parece que está muy bien escrito, y deja ver el esfuerzo que Wilczek hace por resultar comprensible. Explica cosas como que hay mucho espacio en el universo y mucha materia en ese espacio (y también mucho vacío, o que parece vacío), pero también hay muchas, muchísimas partículas en la composición de cada uno de nuestros propios cuerpos. Si alguien recuerda aquellos viejos vídeos de Carl Sagan, es un poco al vértigo de aquellas imágenes que arrancaban de una pareja tirada en un jardín para irse alejando hasta dejar la Tierra en el famoso ‘pálido punto azul’ y aún mucho más, viajando entre galaxias y moviéndonos hacia atrás en el tiempo. Esas distancias y tiempos, fuerzas y ondas, tan extremas y descomunales que terminan por dejarle a uno un poco frío, como si nos contasen una historia de ficción un poco pasada de vueltas.

Lo mismo ocurre cuando de lo inmenso nos vamos a lo diminuto, todas esas partículas subatómicas, electrones, quarks (que los hay de varios tipos, oiga), muones, neutrinos y no sé cuántas más. Tan misteriosas y minúsculas que algunas de ellas solo han sido descubiertas de verdad en esos enormes aceleradores del CERN, sometidas a volúmenes brutales de energía y ‘visibles’ durante infinitesimales fracciones de segundo. O, vaya, incluso algunas de ellas parecen no ser más que hipótesis matemáticas de cosas que se supone debieran existir pero que nadie hasta la fecha ha visto de verdad.

La perplejidad ante todo esto vence a cualquier otra sensación, al menos en mi caso, y resulta difícil que el interés que uno puede tener acerca de estos temas no se vaya desinflando página tras página. Como ya he comentado alguna vez, acaba uno por preguntarse hasta dónde todo esto es una realidad tangible y dónde empieza la especulación. Es el riesgo que se corre con este tipo de publicaciones, aunque en el fondo se supone que debe quedar algún sedimento de conocimientos, aunque sea muy superficiales, que uno no tenía antes de conocer el libro.

Digamos, y es verdad, que el libro es ameno dentro de lo que cabe, que Wilczek pone luz a descubrimientos y teorías clásicas que quizá nunca llegamos a entender del todo, y desfilan por las páginas nombres célebres (Newton, Einstein, Faraday, Hubble, Kepler y muchos más) cuyas aportaciones resultan de su mano algo más comprensibles. Pero hay un par de momentos en que el texto me parece mucho más atrayente, y es justamente cuando el autor se sale un poco de la objetividad de su ciencia.

El primero es cuando percibimos emociones que pocas veces nos llegan de este tipo de textos. Es sorprendente, y también gratificante, ver cómo un científico nos habla de la belleza de una ecuación (!) o del nerviosismo de haber intuido un descubrimiento, el estupor de ver cómo de pronto encajan ciertas teorías o el temor de tener que revisar otras tenidas hasta entonces como inamovibles. Empezamos entonces a vislumbrar a un tipo más humano de lo previsto, que disfruta de su trabajo y le pone alma a cosas que nos parecerían del todo áridas. 

Es también interesante cuando Wilczek aparta un poco el foco del microscopio (o del telescopio, por decir algo), se sincera y mira a su alrededor, reconociendo de alguna manera la pequeñez de toda ese serie de conocimientos que nos parecía tan abrumadora. Según explica en las páginas que por su humildad me han parecido más impactantes, el hombre está todavía muy lejos de saberlo todo, sus cinco sentidos siguen siendo enormemente limitados (solo hay que compararlos con otras muchas especies animales) y su tecnología, por avanzada que nos parezca, no hace más que atisbar nuevos misterios, campos todavía inexplorados, verdades que ahora mismo no llegamos siquiera a sospechar. Y todo esto, además de una confesión en toda regla, creo que es la mejor explicación de lo que en realidad es la ciencia y por qué quienes trabajan en ella se motivan en buscar siempre la próxima frontera.


viernes, 27 de enero de 2023

Abilio Estévez: Cómo conocí al sembrador de árboles

Idioma original: Español
Año de publicación: 2022
Valoración: Recomendable

No había oído hablar de Abilio Estévez hasta que la magnífica reseña + entrevista de Archipiélagos me puso sobre la pista del habanero. La reciente publicación de este "Cómo conocí al sembrador de árboles" ha sido la excusa perfecta para adentrarme en la obra de un autor del que volveré a hablar en un futuro. Y esto es debido a que la impresión general ha sido más que favorable, lo que me ha llevado, siguiendo la recomendación del gran Gerardo Fernández Fe, a comprar "Tuyo es el reino". 

Insisto: la impresión general es muy positiva y, aunque resulta complicado valorar una colección de 22 relatos (con sus correspondientes prólogos / preludios, tan (y a veces hasta más) interesantes que los propios relatos) en los que, como es normal, hay un poco de todo: relatos magníficos, notables, prescindibles, etc, tras su lectura queda una sensación final, un cierto poso que el paso de los días va asentado en tu cabeza y que te dice que sí, que el libro te ha gustado.

Siguiendo con las generalizaciones, varios son los temas que comparten la mayoría de los relatos: la "cubanidad", la memoria deformante, el desarraigo y la soledad, el miedo y la búsqueda, el recuerdo como enfermedad, Cuba como herida, el individuo y la Historia, etc. En lo estilístico, los relatos comparten tonos y atmósferas que oscilan entre la melancolía, la tristeza y la belleza, desarrollos elusivos y finales abiertos. En Estrellas propicias, por ejemplo, se reúnen buena parte de estas "obsesiones".

Creo que lo más destacable de los relatos de Estévez son los citados tonos y atmósferas, gracias a magníficas descripciones de lugares y ambientes y a acertadas caracterizaciones de personajes, como en el caso de Playa Baracoa, en casa de la tía Emma. 

Quizá en ciertos momentos se pueda acusar al autor de algún exceso descriptivo y de la ausencia de inmediatez, tensión o "electricidad" que suele caracterizar al género breve, hasta el punto de que algunos de los relatos, como Todos los caminos del mundo o Yo sé que nunca besaré tu boca, pueden parecer más esbozos de futuras novelas, pero lo positivo supera claramente a lo negativo.

Por último, quiero citar 5 de mis relatos favoritos del volumen. Serían:

  • El caballo de la calle Samaritana, por el riesgo formal y la fuerza de algunas de las imágenes.
  • Jamaica, las montañas azules, quizá el relato que mejor muestra el desarraigo y extrañeza de los protagonistas.
  • Grietas, relato de toque gótico construido en base a contrapuntos.
  • Faluca sobre el Nilo, metafórico texto en el que enfermedad y huida se mezclan.
  • Cómo conocí al sembrador de árboles, hermoso cuento circular en el que lo elusivo y lo melancólico combinan a la perfección.

Lo dicho. Volveré a leer a Abilio Estévez y volverá a aparecer por ULAD. 

También de Abilio Estévez en ULAD: Archipiélagos

jueves, 26 de enero de 2023

Colaboración: Horas cruentas, de Casey Cep

Idioma original: inglés
Título original: Furious Hours: Murder, Fraud and the Last Trial of Harper Lee
Traducción: María Alonso Seisdedos
Valoración: imprescindible


Título y subtítulo de esta crónica adelantan por qué Harper Lee no emprendió la redacción de una No Ficción. Y la elaboración que no hizo o le costó demasiado a ella la hace Casey Cep con una amplia pintura de la Alabama que cobijó al reverendo Maxwell, a sus probables víctimas y a su asesino. Y, por supuesto, como aporte que se agradece, la historia de los seguros en los Estados Unidos, el país de los sueños y de la materialización de los mismos.

Paradoja: quien investiga y escribe una crónica sobre por qué Harper Lee no siguió una carrera literaria después de “Matar a un ruiseñor” cuenta los crímenes que desembocaron en el asesinato del reverendo Maxwell. El juicio a su asesino convocó a H. L. a hundirse hasta las rodillas en el fango de los mecanismos judiciales en la Alabama de finales de los años setenta. Cientos de folios reunidos en una investigación son apenas la promesa de una historia por escribirse.

Franqueza de por medio, no sé de qué va “Matar a un ruiseñor”, de Harper Lee, porque no la he leído. Alguna vez he visto la película, claro, pero ya está olvidada. Toca decir que, así como hay escritores de un solo libro también hay lectores que dejan de leer o que han elegido leer solo textos afines. Enrique Vila-Matas se explaya sobre el “síndrome de Bartleby” en un librito que es y no es puramente ficcioso. Los años “improductivos” de Harper Lee tienen en esta crónica de Casey Cep una aproximación a sus entresijos, casi una explicación ingenua y pudibunda de lo que no fue a continuación de “Matar a un ruiseñor” una carrera fértil o, siquiera, una vida discreta pero constante.

Otro punto que aborda la crónica de C. C. es la amistad de Harper Lee con Truman Capote y la tarea que emprendieron ambos de documentar el crimen múltiple antes de que Capote se pusiera a redactar la “novela sin ficción” “A sangre fría”. 

Una parcela de la vida de ambos había sido desconocida hasta ahora. Compartieron infancias en la misma ciudad. Jugaron, mataperrearon; se inventaron historias y casi fueron inseparables. 

Pero después de publicarse “A sangre fría”, Capote no volvió, en bastantes de los años que siguieron, a dirigirle la palabra a Lee. A pesar de la tan vendida, y comprada idea, de la “novela sin ficción”; de la defensa que hizo Capote de la veracidad de todas las líneas de su crónica, al parecer, aquello nunca dejó de estar trufado de párrafos enteramente ficciosos, de frases paridas por la creatividad de Capote antes que propiciadas por la documentación reunida tanto por él como por Harper Lee. La arbitraria decisión del cronista de mantener una enorme distancia entre él y su amiga de la infancia quizá se debía a que aquella conocía cuánto del texto final tenía de verdad como de fantasía.

Por último y, tal vez, lo principal, queda la idea de que “Matar a un ruiseñor” no fue tanto la obra de Harper Lee como la de sus editores. Bueno, sobre el punto, también vale el asunto de los cuentos de Raymond Carver y de su editor.

La historia de fondo, el probable asesino, los asesinatos, los cobros de los seguros de vida y el asesinato de ese probable asesino, constituyen eso, el fondo.

Firmado: Ronald Pérez


miércoles, 25 de enero de 2023

Dennis McShade: Requiem por don Quijote

Idioma original: portugués
Título original: Requiem para D. Quixote
Año de publicación: 1967
Valoración: Entre está bien y recomendable

La primera vez que oí hablar de Dennis McShade creo que fue en una clase con mis alumnos de primero. Hablábamos de pseudónimos, y de los diferentes usos que se les pueden dar, y les mencioné el caso de John Banville / Benjamin Black: un pseudónimo utilizado para diferenciar la obra literaria tout court de un autor, de aquella que se incribe en un género determinado, en este caso el policiaco. Fue entonces cuando una alumna me comentó que en Portugal había un caso semejante: el de Dinis Machado, que para su trilogía de novelas policiacas usó el pseudónimo de Dennis McShade. Me encantó la historia, así que me prometí leer al autor en sus dos "personas" diferentes.

Primero lo hice con O que diz Molero, de Dinis Machado, una novela magnífica, breve pero densísima, cargada de ironía, belleza, juegos narrativos y crítica social y política, que no reseñé en ULAD porque está prácticamente inencontrable en España (y porque no hay tiempo para todo, también); y ahora lo he hecho, por fin, con una de las novelas policiacas de McShade, la segunda concretamente: este Requiem para D. Quixote, recientemente reeditada en Portugal por Assirio & Alvim. ¿Debería haber leído la primera novela de la trilogía, Mão direita do Diabo? Probablemente, aunque por suerte este Requiem se entiende perfectamente, a pesar de contener algunas referencias a su predecesora. Pero no me pude resistir a ese título quijotesco, claro...

La novela (y la trilogía) nos presenta a Peter Maynard (una referencia bastante obvia a "Pierre Menard, autor del Quijote" de Borges), un asesino a sueldo astuto, independiente, perezoso, culto, eficaz, filósofo, honesto, brutal. Después de un exilio en Roma cuyos motivos solo conocerá quien haya leído la primera novela de la trilogía, Maynard vuelve a Nueva York y se encuentra en un atolladero: para poder recuperar su vida, deberá cumplir un difícil encargo del Sindicato [del crimen]; tendrá que asesinar al misterioso magnate Big Shelley. Este encargo va contra su código de honra (no le gusta matar a nadie sin saber si se lo merece), contra su orgullo (porque su relación con el Sindicato es turbulenta como poco) y contra su intuición, que le dice que hay algo oscuro o alguna trampa escondida en este asunto.

Requiem por don Quijote tiene muchas cualidades: mantiene el suspense, tiene mucho humor y, naturalmente, mucha acción, la trama detectivesca está bastante bien construida (aunque contiene algunas casualidades quizás demasiado casuales). Sigue muy de cerca los modelos del hardboiled de Hammett o Chandler (situando la acción, por ejemplo, en Nueva York y no en el Portugal contemporáneo), pero por otra parte hay que tener en cuenta que esta novela se publicó en 1967, cuando todavía no habían aparecido Pepe Carvalho ni Montalbano, y no digamos Mario Conde o Kurt Wallander. Esta antigüedad y esta relación directa con sus modelos americanos quizás explica también (aunque no sé si justifica exactamente) ciertos aspectos que hoy nos chirrían bastante, particularmente la representación de la homosexualidad en la novela.

En fin, que esta es una novela policiaca que se disfruta, particularmente si se es aficionado al género como yo (aunque últimamente lo tengo bastante abandonado, después de una época de saturación). Sinceramente esperaba que fuese algo más rompedora, teniendo en cuenta lo mucho que me gustó Lo que dice Molero, perosigue siendo un buen exponente de su género. Leeré, casi seguro, los otros dos libros de la trilogía en un futuro no muy lejano.

(Por cierto, si alguien se lo está preguntando, el Quijote no tiene un papel relevante en la trama, más allá del nombre del personaje principal y una escena casi al final de la novela; salvo que quiera leerse al personaje principal como un "quijote", pero esa no es una lectura particularmente original...).

martes, 24 de enero de 2023

Ward Thomas: Extraño en la tierra

Idioma original: Inglés
Título original: Stranger in the land
Año de publicación: 1949
Traducción: Carlos Sanrune
Valoración: Recomendable

Extraño en la tierra se publicó originalmente en 1949 en Estados Unidos; apareció también al año siguiente en Inglaterra. Desde entonces había caído en el olvido. La editorial Amistades Particulares, haciendo gala de su labor de arqueóloga de la literatura LGTB más marginal, la ha recuperado, traduciéndola por primera vez al español.

La novela de Ward Thomas (pseudónimo de Edward Thomas McNamara) es tremendamente adictiva. Yo leí sus trescientas y pico páginas de letra chiquitita en apenas tres días.

Narra la vida de Raymond, un joven profesor homosexual que ama «contra las reglas de la naturaleza, contra el beneplácito social y a pesar de la resistencia de su propio espíritu» (pg. 111). El objeto de su devoción es Terry, un hermoso muchacho de la calle que se niega a trabajar, alcohólico precoz vinculado con los bajos fondos. Terry aprovechará una caza de homosexuales ejercida por las autoridades locales para chantajear a Raymond.  

¿Qué decir de esta obra? Me ha enganchado con su trama y me ha seducido con su cuidada prosa, su minuciosa ambientación, sus sugerentes temas, la evolución psicológica de su protagonista o la complejidad de sus personajes, dinámicas y conflictos. 

Detengámonos un momento en los mentados personajes. Raymond, por ejemplo; es muy fácil empatizar con él, porque además de sensible, inteligente y tranquilo, es repelente, contradictorio y autodestructivo. ¿Cómo no sentir cariño ante sus defectos: su pedantería, su dogmatismo intelectual, su condescendencia, su desidia laboral, su miopía interesada a la hora de tratar con Terry o su completamente gratuita misoginia? ¿Cómo no conmovernos ante sus pequeños arcos de redención, o lamentar su degradación en determinados aspectos?    

Ahora recalemos en los temas barajados por Ward. Uno de ellos sería que la sexualidad es intrínsecamente despreciable. Otro: que la sociedad es hipócrita a la hora de juzgar la sexualidad de ciertos individuos, pero aun así resulta conveniente plegarse a los designios de la multitud. Adjunto a continuación varios pasajes que indagan en torno a estas ideas, para que comprendáis la riqueza de las mismas:

  1. «Ningún hombre podía esperar escapar al castigo derivado sus placeres, y cuando las preferencias peculiares de un individuo eran calificadas arbitrariamente de "vicios" por la mayoría de sus conciudadanos, el castigo era siempre muy desproporcionado con respecto al placer. Nunca valía la pena (...) saltarse los prejuicios del rebaño y desafiar la venganza de la moral de la masa» (pg. 104).
  2. «Iba a matarse no por lo que él creía, sino por lo que otros hombres creían, no porque la vida le pareciera intolerable por su monstruosidad sexual, sino porque ellos se la harían intolerable. Ellos creían que la muerte era el único destino apropiado para criaturas como él, y él iba a complacer el sentido del decoro que ellos imponían. No importaba (...) que siempre hubiera tolerado las aberraciones eróticas del grupo; ellos no toleraban su especial aberración, y toda la libertad que él mantenía ante los pecados de ellos no contaba para nada. El grupo no pedía tolerancia al individuo: exigía conformidad» (pg. 201-202). 
  3. «La felicidad no era para aquellos que vivían en oposición a los patrones aprobados de la socidad» (pg. 206).

A mi juicio, el punto flaco de Extraño en la tierra es su extensión, ya que la novela podría podarse significativamente. Contiene párrafos sobre el subtexto, la introspección del protagonista o la descripción del entorno excesivamente dilatados o directamente redundantes; todos ellos aportan, claro, pero oblicuamente. Contiene, también, diálogos abultados, reflexiones tangenciales y escenas omitibles.  

Otros defectillos lastran, aunque en menor medida, la obra de Ward: un último tercio que se hace algo cuesta arriba y un desenlace que se antoja anticlimático. 

No os llevéis una impresión errónea; pese a su margen de mejora, recomiendo esta joyita. Sus virtudes compensan con creces sus limitadas carencias. Y si bien es cierto que su extensión amedrenta a la hora de abordarla de nuevo, al menos en un periodo de tiempo breve, es innegable que no me arrepiento de haberla encontrado.

lunes, 23 de enero de 2023

Amy Liptrot: En islas extremas

Idioma original: inglés

Título original: The Outrun

Año de publicación: 2016

Traducción: María Remedios Fernández Ruiz

Valoración: entre recomendable (para vosotros/as) y está bien (para mí).

Es éste el segundo libro que he leído de lo que se conoce como "literatura del yo" (aunque , en realidad, no creo que el anterior, Chicas Muertas, lo sea, sensu stricto) y eso pese a mi alergia, cierto que a veces algo aletargada, a todo lo que huela a "autoficción", Sin embargo , había leído cosas muy positivas y de personas con muy buen criterio sobre éste de la ¿escocesa?, ¿inglesa?, ¿británica?... bueno, orcadiana, en todo caso, Amy Liptrot, así que no he dudado demasiado en leerlo cuando he tenido ocasión. 

Resumen resumidillo: Amy Liptrot es una joven escritora nacida en las islas Orcadas, allí donde Escocia casi pierde su nombre, aunque de padres ingleses que se trasladaron a tan remoto lugar para hacerse cargo de una granja de ovejas, lugar en el que creció la autora. Pero, poco a gusto con su vida allí -a lo que contribuyó, seguramente, el trastorno bipolar que sufría su padre y el fanatismo religioso de su madre- la ya más crecida Amy se dio el piro en cuanto pudo, para recalar en la siempre jubilosa Londres, donde vivió una veintena gloriosa, de fiesta en fiesta, discoteca en discoteca y borrachera en borrachera... con el previsible resultado de que antes de cumplir los treinta nuestra Amy se había convertido en una alcohólica y perdido novio, trabajo(s) y vivienda(s). Conservó, no obstante, el suficiente tino para apuntarse a un programa de desintoxicación y, una vez superada la primera fase en Londres, retornó a las Orcadas con el reto de permanecer sobria y recuperar el timón de su vida. El libro, pues, es una especie de crónica de los dos primeros años de ese difícil proceso y de lo que vivió a la vuelta en sus islas natales, ayudando a su padre en la granja, buscando aves esquivas para una asociación ornitológica, nadando y buceando en las gélidas aguas del Atlántico o el mar del Norte, aprendiendo astrología, leyendo sobre las leyendas e Historia de las orcadas, pasando el invierno en una isla con tan sólo 70 habitantes... en fin, un despliegue de actividades muy diferentes de la vida fiestera que llevaba en la gran ciudad, pero también incesante, casi se diría que adictiva, lo que indicaría cierta predisposición al enganche -a lo que sea- por parte de la autora.

En cualquier caso, cabe poca duda para el lector (al menos para este lector) que, sin ánimo de despreciar, resulta más interesante todo el despliegue de conocimientos geográficos, astronómicos u ornitológicos  que encontramos en el libro que los avances en el proceso de superar el alcoholismo, por más que, como resulta perfectamente comprensible, esto sea lo más importante para Liptrot. Pero, como narrativa, no deja de ser una variante de una historia de superación ya mil veces contada, mientras que la originalidad, lo que le da singularidad al libro (repito. para el eventual lector, no para la autora del mismo) es lo que se refiere a su visión de la peculiaridad idiosincrasia de las Orcadas. Por supuesto, también a la excelente forma de explicarla...

Ahora bien, he de reconocer que he tenido algún problema con este libro, por más que comprenda a la perfección y respete los motivos de Amy Liptrot para escribirlo, debido a mi alergia, como ya he referido antes, a todo lo que suene a autoficción o literatura del yo; después de todo y a pesar a sus indudables virtudes, al final se trata, básicamente, de su autora hablando sobre sí misma, lo que, en más de una ocasión, ha despertado los síntomas de mi alergia, en forma de sarpullido metafórico 8pero pertinaz y dificultad respiratoria... digo, lectora, aunque sin llegar, por fortuna, al shock anafiláctico (es decir, a abandonar la lectura). Pero entiendo que esta circunstancia es un problema personal mío; a vosotras o vosotros seguro que os gusta más.

Nota de última hora: justo este mes de enero la casa editorial de este libro, Volcano, dedicada especialmente a temas relacionados con la naturaleza, ha anunciado su cierre. Una lástima, sin duda... Desde aquí, les deseo mucho ánimo y suerte a sus responsables.

domingo, 22 de enero de 2023

Enrique Vila-Matas: Montevideo


Idioma original:
español

Año de publicación: 2022

Valoración: pesado


Lo siento: reconociéndome admirador de la obra de Vila-Matas - evitemos a partir de ahora el término incondicional - las trescientas páginas de Montevideo se me han hecho muy cuesta arriba. Ni siquiera la coartada parisina, el hipotético dinamismo al que los cambios de escenario podría conducir un libro, han llegado a salvar que mi sensación al leerlo haya sido un relativo hastío, un progresivo desconcierto al preguntarme dónde nos llevaba todo esto y una constatación persistente de, no sé si las presiones editoriales producto de su innegable gancho y su reconocido prestigio han tenido que ver, el escritor está ya en una fase de regodeo en su propia capacidad y, á la Picasso, opte por escribir unas cuantas cosas y mantener presencia en anaqueles y volumen en facturación.

A veces más de lo mismo no es lo mismo. Vila-Matas, colosal narrador de la naturaleza humana en El viaje vertical, no aparece aquí. Las peripecias de un escritor en perpetua duda sobre su dedicación a su labor, su asistencia a actos, sus idas y venidas por ciudades de dos continentes, su cohabitación, despojada de todo acto no estrictamente literario, con diversos colegas, resultan, no diré que su excesiva extensión también lo condene, en una entrega de un ejercicio de estilo redundante en exceso. Y puede que a los acólitos pueda gustarnos revolcarnos en continuas referencias a Cortázar - en la práctica, su relato La puerta condenada es lo más parecido al eje de este texto que encontraremos -, a Rimbaud, a Bolaño, a Melville (bueno, a Bartleby), a Tabucchi, a tantos otros que parecen configurar un microcosmos de indudable prestigio pero que no pueden evitar, en su conjunto, una actitud endogámica, casi snob, esa propia de los estudiosos que subrayan - horror - los libros y conservan en su memoria frases, párrafos, nutriéndose de aforismos que muchas veces son más estéticos que prácticos.

Con lo cual esa persecución de puertas en hoteles, esa constante reflexión interior, demasiado interior para ser mundana, demasiado interior para no acabar pareciendo reiterativa y onanista, acusa un paradójico exceso de estatismo. Nada se mueve fuera aunque se viaje y se desplace y se visiten lugares, cafés, restaurantes míticos, aunque se frecuenten encuentros reales y ficticios con destacados miembros del imaginario bibliófilo.

Vila-Matas siempre despierta mi interés y ya he perdido la cuenta de las veces que, incluso por aparentes obras menores, le he prestado mi atención. Montevideo, a tenor de los comentarios en la faja, tenía la apariencia y las hechuras de gran obra. Desde luego, quien quiera acceder a su obra por primera vez, recuerdo, trescientas páginas, seguramente sea presa de sopor y estupefacción. Incluso le veo presa de algún acceso de nostalgia que normalmente atribuiría a otros escritores, no hace falta nombrarlos. Eso me preocupa. Aunque yo también añore y prefiera al hombre joven que coquetea con gentuza en los bajos fondos, aquel pillo que no escribe y trapichea en París. 

Muchas obras de Enrique Vila-Matas reseñadas en ULADaquí

sábado, 21 de enero de 2023

Joseph Roth: Confesión de un asesino

Idioma original: alemán

Título original: Beichte eines Mörders

Año de publicación: 1936

Valoración: Recomendable


No soy partidario de leer los libros mediatizado por lo que pueda saber de su autor (personalidad, ideología, acontecimientos decisivos, etc.), y por eso procuro esquivar esas informaciones, al menos hasta haber terminado. Esta vez no pudo ser y, como parece inevitable, lo que leí acerca de Joseph Roth en una edición uruguaya resultó clave para entender al menos el porqué del personaje protagonista de esta novelita. Por lo visto, el padre abandonó la casa familiar al poco de nacer Joseph, y nada más volvió a saberse de él. Esta circunstancia parece que siempre sobrevoló la mente del escritor, y le indujo a especular/fantasear sobre la personalidad del padre huido.

Algo de esto le ocurre efectivamente al ruso cuyo relato llena las páginas de Confesión de un asesino. Reunidos los parroquianos de un bar cualquiera, entre los que se cuenta un periodista tras el que se entrevé al propio Roth, a raíz de un comentario suelto el aludido, el ruso, se decide a contar la historia de su juventud. Ante unos vasos que se van rellenando de tanto en tanto, relata el hombre que su apellido es Golubchik (en ruso, nada menos que Palomita), y que en realidad es hijo ilegítimo del príncipe Krapotkin. Esa dualidad en la filiación la lleva muy mal el muchacho, que desprecia a su progenitor legal (desprecio que se encarna en el absurdo apellido) y está decidido a hacer valer sus derechos frente al aristocrático padre biológico. 

Hay en el chico una buena dosis de rebeldía, algo bastante comprensible, y otro tanto de ambición, aunque en este caso su contenido no está tan claro como se podría suponer. Como decía, Golubchik reniega de su origen (solo respeta a la madre) y se reivindica frente al príncipe pero, aunque los derechos que reclama tienen en principio un evidente contenido económico, hay más que eso. En realidad, y aquí el libro tiene un tanto de novela de formación, hay una tempestad interna, una especie de rabia universal que, pese a la desorientación de la que el joven es consciente a ratos, parece que le llevase siempre a buscar la peor opción posible.

Y aquí aparecen nuevos elementos, en concreto un misterioso personaje, amable y atildado, que aparece y desaparece, y que a veces aconseja o simplemente acompaña al joven en las sucesivas aventuras en que se va viendo envuelto. Hay en ese tipo algo maligno que nunca se deja ver pero que el lector capta muy pronto de forma intuitiva. Y esa primerísima persona en que se desarrolla el relato, aparte de evocar un estilo muy de finales del XIX, acentúa por algún motivo esa sensación de incomodidad y hace pensar en personalidades trastornadas o conflictos de identidad, en presencias inquietantes que de alguna forma determinan la conducta. El tono me hace pensar en Meyrink, pero también en Perutz. 

Sin embargo, hay algo en la forma de escribir de Roth que resulta muy peculiar. Su prosa es de apariencia extremadamente sencilla, lo que encaja muy bien con una narración puesta en boca de un hombre corriente como es el protagonista. Pero si nos detenemos a escarbar un poco más encontramos sutileza en las imágenes, desenvoltura y mano diestra en el manejo del ritmo narrativo, y figuras retóricas impecables, en especial cosificaciones y personificaciones muy logradas que dan colorido y vigor a la historia.

Aunque en primer plano la figura del narrador ruso es la del joven decidido a hacerse valer aunque sin tener muy claro en qué dirección, de fondo tenemos una especie de corriente invisible, construida por su propia indecisión y seguramente dirigida por su misterioso amigo, que parece conducirle siempre por los caminos más espinosos, entre el engaño y el crimen, sin que sea capaz de resistirse aunque a veces intuya que puede o debería encontrar una salida.

Hay algo negro en su propio origen y una fuerza que le impide corregir el rumbo, lo que provoca una sensación de inquietud permanente, como si Roth nos estuviera diciendo que en esas circunstancias todo está escrito, que nada podemos hacer para escapar del destino y que cuando el Mal nos ha tocado, aunque ni siquiera lleguemos a distinguirlo, nos va a guiar a su antojo y sin remedio hacia la perdición.

Unas cuantas obras de Joseph Roth reseñadas en ULADaquí


viernes, 20 de enero de 2023

Lucila Grossman: Mapas terminales

Idioma original: Español
Año de publicación: 2017
Valoración: Loquísimo pero (o precisamente por eso) recomendable

Mapas terminales supuso, allá por 2017, el debut de la bonaerense Lucila Grossman. 24 años tenía por aquel entonces la autora y eso es algo que se nota en la novela, tanto por temática como por estilo y ritmo. Hasta cierto punto, podríamos decir que se trata de una novela generacional, un poco en la onda del Bajar es lo peor de Mariana Enriquez, aunque con un punto más pop y enloquecido.

Resumiendo brevemente el argumento, Mapas terminales es la historia de Jeni, una joven con una vida que se cae a pedazos (resacas, trabajos que se abandonan, relación de mierda con su padre...) y que, de golpe y porrazo, se ve convertida en una especie de Virgen María del siglo XXI tras dar a luz a una alimaña telepática con quien se comunica a través de una aplicación del teléfono móvil. ¡TOMA YA!

Y así, lo que inicialmente parece una novela sobre la angustia juvenil que tomará una vía trágica e intensita se convierte en un texto alucinado y alucinatorio en el que el humor negro, cierto misterio y un rollo ciencia-ficción de serie B se combinan para hablarnos de la soledad y la incomunicación en una sociedad aparentemente hiperconectada. 

La novela tiene un ritmo vertiginoso. Aunque pudiera no parecerlo, la forma tiene gran importancia en la escritura de Grossman. Estamos ante una escritura eléctrica en la que predominan la frase breve, los cortes abruptos y cierta dispersión a tono con el estado de una protagonista que se mueve en una realidad distorsionada y en la que se combinan narración pura, prosa más o menos poética, hipervínculos, etc sin que todo ello salte por los aires.

En el lado menos positivo cabe citar una tendencia que me parece algo extendida en los jóvenes narradores (joder, parece que tengo 70 años!): la de hacer que casi todas las frases del texto sean sentencias lapidarias. No sé, parece que todo han de ser "frases más o menos trascendentes" y creo que a la novela le hubiese venido bien algo más de "aire". No sé si me explico.

En cualquier caso, buen debut con una novela que explora otras formas de narrar y que pese a los riesgos asumidos consigue salvar el examen con buena nota. Seguiremos atentos. 

jueves, 19 de enero de 2023

Colaboración: La reina de los condenados, de Anne Rice

Idioma original:
Inglés
Título original: The queen of the damned
Traducción: Carles Llorach
Año de publicación: 1988
Valoración: Se deja leer

En esta tercera entrega de las Crónicas vampíricas nos encontramos con otro libro igual de largo que el anterior Lestat el vampiro (aunque dividido en dos en volúmenes en mi edición de Planeta Agostini) pero mucho más ambicioso en su planteamiento: Anne Rice se desmelena y nos ofrece una visión de un mundo vampírico con nuevos personajes más poderosos -en todos los sentidos- que en las entregas anteriores de su obra.

Si en los dos anteriores libros la autora ya nos colaba el truco de “esto es la interpretación/visión de Louis/Lestat de los hechos acaecidos/conocimientos adquiridos hasta ahora y no la realidad” aquí tendremos que seguir aguantando mecha, pero a estas alturas ya deberíamos estar curados de espantos; lo que nos cuentan como cierto en un lado posteriormente se descubre como falso o incompleto, y no por misterios o ideas y venidas del argumento, sino por pura conveniencia de la autora para poder seguir desarrollando a su antojo y libre albedrío a sus personajes y a su mundo.

En esta novela, aunque Lestat siga siendo el gran protagonista insufrible, caprichoso (cada vez más) y “elegido por el destino por antonomasia” que nos habían relevado en el libro anterior, el peso de la trama recae cada vez más en el resto del elenco: Louis y Claudia desaparecen casi por completo del escenario, pero a cambio personajes presentados anteriormente (Marius, Akasha) se encargan de llevar las riendas de la obra, así como nuevos y poderosos vampiros “antiguos” que nos desvelarán el origen del llamado Don Divino. Por otro lado, acompañando a todos estos nuevos individuos y a sus aventuras viajaremos por todo el mundo (e incluso épocas) para conocer mucho más del mundo vampírico, actualidad y pasado, sin constreñirnos tanto al enclave parisino en el que se desarrollaba el anterior volumen.

Respecto al argumento, como siempre sin tratar de destripar nada, la llamada Reina de los condenados del título vuelve a la vida gracias a Lestat (cómo no) y se enamora perdidamente de él (cómo no x2), dándole nuevos poderes que le harán todavía más poderoso (cómo no x3) a la vez que intenta establecer un nuevo orden mundial en el que ellos dos ocuparán la cúspide de la pirámide (cómo no x4).

Bien, creo que suficiente Lestat por hoy; no nos engañemos, sigue siendo el protagonista indiscutible, y las miles de víctimas sacrificadas para su provecho y el de sus compañeros sigue siendo una verdad incómoda que hay que tragar, aunque la autora insista en representar a algunos de ellos como buena gente, incluso admirables (¡e incluso los hay que no necesitan ya beber, pero lo hacen por capricho! ¿para qué meterse en ese berenjenal, me pregunto yo? ¿no sería más cómodo dejar esa falta de necesidad como una realidad y poder empatizar más con los protagonistas?). Pero yo tampoco les quiero engañar a ustedes, lo cierto es que la volubilidad y la ambigüedad moral de seres tan poderosos es quizá lo que más me atrae de esta saga y lo que me parece de mayor valor literario en el conjunto de las novelas; es lo que me atrae a seguir consumiendo novelas de esta saga, que espero poder reseñar en el futuro y traer a este blog; no obstante, creo que el calificativo de Se deja leer es el más apropiado. Sigue habiendo que comulgar con demasiadas ruedas de molino y hay fallos evidentes en el argumentario y en el desarrollo
de la historia y personajes, pero ofrece un buen rato de lectura entretenida y sin pretensiones.

Sin más, solo mencionar que de esta novela, conjuntamente con la anterior, se rodó una película de la que hablo en su respectiva reseña (la de la novela, no la de la película) y que, según su entrada en wikipedia, se fumó tranquilamente tres cuartas partes -o más- del libro. Ni la he visto ni me atrevo a recomendarla, solo les digo que se queden con el libro, lo disfrutarán más y les irá mejor.

Firmado: EPS


Otras obras de Anne Rice en ULAD: Entrevista con el vampiro, Lestat, el vampiro

miércoles, 18 de enero de 2023

Byung-Chul Han: La expulsión de lo distinto

Idioma original: alemán
Título original: Die Austreibung des Anderen
Traducción: Alberto Ciria
Año de publicación: 2016
Valoración: muy recomendable


Confieso ya de entrada, que los libros que analizan, en clave de ensayo, nuestra sociedad y el mundo en el que nos encontramos despiertan mi interés. Y más aún si lo hacen mediante una crítica sin paliativos al egoísmo y narcisismo que, cuál veneno o virus letal, nos contagia y nos envuelve, nos adormece en un largo letargo envuelto de objetos y vacuidades que nos distraen de nuestro propósito vital que, a mi entender, no debería ser otro que el de (auto)conocernos y enriquecer nuestros conocimientos y nuestra sociedad.

En este conjunto de reflexiones acerca de diferentes aspectos en torno a la alteridad que el autor descompone en doce capítulos, Byung-Chul Han explora nuestra relación con lo distinto, con "el otro" pero que, a la vez, no deja de ser una relación con nosotros mismos. Y para ello, debemos conocernos y conocer el mundo que nos rodea, entendiendo “mundo” como lugar habitado por personas con las que no siempre coincidiremos en nuestra visión del mismo.

Por ello, en un mundo cada vez más parecido y uniforme, Byung-Chul Han asevera que «el terror de lo igual alcanza hoy todos los ámbitos vitales. Viajamos por todas las partes sin tener ninguna experiencia. Uno se entera de todo sin adquirir ningún conocimiento». Así, deambulamos por la vida sin tener consciencia (entendiendo consciencia a un acto que requiere de reflexión) de la misma ni de una necesaria interrelación con los demás, pues «la interconexión digital total y la comunicación total no facilitan el encuentro con otros. Más bien sirven para encontrar personas iguales y que piensan igual, haciéndonos pasar de largo ante los desconocidos y quienes son distintos, y se encargan de que nuestro horizonte de experiencias se vuelva cada vez más estrecho. Nos enredan en un inacabable bucle del yo». En nuestros tiempos de fácil acceso a la información, se puede constatar que su fácil acceso es a la vez su limitación, pues «la información simplemente está disponible. El saber en un sentido enfático, por el contrario, es un proceso lento y largo» e incluso, en el universo de los metadatos, suponen un saber muy escaso pues «con la ayuda de macrodatos se averiguan correlaciones (…) La correlación es la forma de saber más primitiva, ni siquiera está en condiciones de averiguar la relación causal (…) La pregunta por el porqué está aquí de más. Es decir, no se comprende nada. Pero saber es comprender».

En el amplio alcance que supone la comunicación digital, el autor nos habla sobre las redes sociales y el uso que se hace de ellas, pues «la comunicación digital (…) propicia una comunicación expansiva y despersonalizada que no precisa interlocutor personal, mirada ni voz. (…) Las redes sociales no fomentan forzosamente la cultura de la discusión. A menudo los manejan las pasiones» creando así un lugar de confrontación y no de crecimiento algo que es aprovechado por los populismos. Respecto a este aspecto, cabe decir que ciertas ideas que arroja el pensador son controvertidas y con las que podríamos divergir pues aunque afirma que «el nacionalismo que hoy vuelve a despertar, la nueva derecha o el movimiento identitario son asimismo reacciones reflejas al dominio de lo global», también afirma que «no es casualidad que los seguidores de la nueva derecha no solo sean xenófobos, sino también críticos del capitalismo» (algo que a mi modo de ver no es cierto, o al menos no lo es en todos los territorios). Más acertado está, a mi entender, cuando habla de la economía de la atención pues «totaliza el tiempo del yo» en una búsqueda constante de la atención, ese gran bien del que disponemos y que es objeto de deseo de las corporaciones como ya apuntaba James Williams en «Clics contra la humanidad».

En mi opinión, el autor se muestra especialmente lúcido y acertado cuando habla de la sociedad actual y su alta tendencia al narcisismo, propulsado por un consumismo que viene aupado del neoliberalismo. Un consumismo que pretende alimentar una autenticidad pero que nos convierte en sus esclavos, pues tal y como afirma Byung-Chul Han, «como estrategia neoliberal de producción, la autenticidad genera diferencias comercializables (…) Los individuos expresan su autenticidad sobre todo mediante el consumo. El imperativo de la autenticidad no conduce a la formación de un individuo autónomo y soberano.  Lo que sucede es, más bien, que el comercio lo acapara por completo» y que desvirtúa el concepto de autenticidad porque «el imperativo de autenticidad desarrolla una obligación para consigo mismo, una coerción a cuestionarse permanente a sí mismo, a vigilarse a sí mismo, a estar al acecho de sí mismo, a asediarse a sí mismo. Con ello intensifica la referencia narcisista». En este aspecto, la relación entre la sociedad actual y el narcisismo imperante recuerda al ensayo de Lluís Calvo «Els llegats» así como nos viene también a la memoria el ensayo «Calla y paga» de Inés García López en el que la autora aborda el impacto del capitalismo y la relación entre objeto y sujeto o a Ingrid Guardiola y su «El ojo y la navaja» en el que explora la relación entre el individuo y las imágenes mostradas en las redes. En este aspecto, Byung-Chul Han (como Inés García López) cita a Lacan para sostener su opinión y afirma que «el sujeto narcisista solo pervive el mundo en las matizaciones de sí mismo. La consecuencia fatal de ello es que el otro desaparece». Así, expulsamos al otro de nuestro mundo, dirigimos la mirada hacia nosotros mismos reduciendo así el mundo a nuestra propia imagen, algo que se evidencia por «la adicción a los selfies» pues «no tiene mucho que ver con el sano amor a sí mismo: no es otra cosa que la marcha en vacío de un yo narcisista que se ha quedado solo (…) Los selfies son el yo en formas vacías». 

Byung-Chul Han también dirige su mirada a la cultura y al arte como elemento disruptivo y que de manera denunciativa exhibe Jeff Koons en sus obras, pues «muestran unas imágenes que reflejan nuestra sociedad, que se ha convertido en unos grandes almacenes». Un arte que «se amalgama por completo con la cultura del consumo». Y, hablando de arte, el autor cita también a Adorno quien defiende la extrañeza del mundo afirmando que «quien percibe el mundo de otro modo que no sea como algo extraño no lo percibe en absoluto» de manera que «para Adorno no habría ningún arte que haga sentirse a gusto» y critica la sociedad actual, una sociedad del «me gusta» para quien «todo se vuelve complaciente, incluso el arte. Hoy hemos olvidado de asombrarnos». En este aspecto, el autor ahonda específicamente en la literatura y defiende especialmente la poesía pues «el poema es un acontecimiento dialógico. La comunicación actual es fuertemente narcisista. Se produce sin ningún tú, sin invocar al otro. En el poema, por el contrario, yo y tú se engendran mutuamente».

Para terminar, hago mías unas palabras del escritor francés Michel Butor, citado por Byung-Chul Han, quien «constata una crisis contemporánea de la literatura y la concibe como una crisis de espíritu», pues «hace diez o veinte años que ya no sucede casi nada en la literatura. Hay un aluvión de publicaciones, pero un parón intelectual». Creo que el autor tiene bastante razón en esta afirmación, pues particularmente cada vez me es más difícil encontrar un gran libro de narrativa actual. Por el contrario, me encuentro más a gusto (que no cómodo) en los ensayos como este pues nos invitan a la reflexión y a la ardua tarea de intentar comprender algo mejor este cambiante, consumista y narcisista mundo que, por fortuna o por desgracia, estamos construyendo entre todos.

martes, 17 de enero de 2023

Djaimilia Pereira de Almeida: "Luanda Lisboa Paraíso"


Idioma original:
portugués
Título original: Luanda Lisboa Paraíso
Año de publicación: 2018
Valoración: Muy recomendable

El nombre de Djaimilia Pereira de Almeida no debe de ser familiar para casi ninguno de los lectores de Un libro al día; de hecho, ninguna de sus obras se ha traducido todavía al español (sí al catalán: su primera novela, Esse cabelo, apareció como Els meus cabells en Lletra Impresa Edicions, con traducción de Sebastià Bennasar). Sin embargo, cualquier persona atenta a las nuevas voces de la narrativa portuguesa contemporánea se cruza inevitablemente con su nombre, porque es ya una de las escritoras más consolidadas de su generación, con una obra que incluye una decena de títulos, y géneros como la novela, el relato, el libro artístico (hecho con collages fundamentalmente) o un ensayo-diario-libro-fotográfico de cuarentena, Regras de isolamento, en colaboración con su pareja, Humberto Brito. Además, la lista de premios y distinciones que ha recibido por estas obras es ya larga, y todo indica que se va a seguir ampliándose en los próximos tiempos.

Y una de las obras que más ha contribuido a engrosar esa lista de premios es, precisamente, Luanda Lisboa Paraíso, la que fue su tercera novela, publicada en 2018. Y personalmente, puedo comprender su éxito, no solo porque está maravillosamente escrita, sino porque además trata temas que están en el centro de muchos de los debates y reflexiones actuales, dentro y fuera de la academia: la migración, el (des)enraizamiento, la integración de culturas, la exclusión social. 

La novela gira en torno a dos personajes, padre e hijo, Cartola (que significa "chistera") y Aquiles. Ambos viajan desde Luanda a Lisboa, para que Aquiles puede someterse a un tratamiento para corregir una deformidad en su tobillo izquierdo. Solo que lo que debería haber sido un viaje temporal, pronto se hace evidente que se va a tratar de un viaje sin retorno. Comienza así un proceso de desarraigamiento, de integración o de supervivencia, de (auto)conocimiento mutuo, de descubrimiento de la soledad y la solidaridad, la dignidad y la desolación. 
 
Se trata de un viaje marcado por las tres coordenadas geográficas que indica el título: Luanda, de donde parten, y donde queda una parte de la familia (la mujer, retenida en una cama, y la hija, retenida como cuidadora de su madre); Lisboa, la ciudad soñada y que demostrará ser más hostil de lo esperado; y Paraíso, un (ficticio) barrio de chabolas en la periferia de la capital portuguesa, en la que Cartola y Aquiles encontrarán por primera vez una comunidad que los acoja y los proteja.

Además de, como decía, plantear temas centrales en la literatura, la cultura e incluso la política contemporáneas, Luanda, Lisboa, Paraíso es una novela preciosa, maravillosamente escrita. Con ideas importantes y buenas intenciones se pueden escribir novelas horribles. No es el caso. Con un estilo limpio, poético, que aúna la belleza con la crudeza, Djaimilia Pereira de Almeida nos acerca a la vida cotidiana de los personajes, a sus pensamientos, sentimientos, memorias y biografías, mientras su vida transcurre en pensiones inmundas o en chabolas decrépitas, en autobuses abarrotados, en obras que les consumen el cuerpo y el espíritu. 
 
Además, la novela consigue navegar, con éxito en mi opinión, por la delgada línea que separa la necesaria defensa de la solidaridad entre los excluidos y los derrotados, de la romantización de la pobreza. Así, si por una parte se nos muestra la amistad entre Cartola y Pepe el gallego como una forma (prácticamente la única) de fraternidad a través de la cual es posible encontrar esperanza, tampoco se nos ocultan las condiciones trágicas, misérrimas de vida ni los peligros a los que constantemente están expuestos los personajes. Por otra parte, es también notable la forma como se presenta el proceso de desenraizamiento, la tensión entre querer comenzar una nueva vida cargada de sueños y posibilidades, y las memorias y las personas que quedaron atrás, y que tiran de los personajes como una raíz o una cuerda tensa. 

Solo cabe esperar que dentro de no demasiado tiempo esta novela de Djaimilia Pereira de Almeida, u otras como Esse cabelo o Maremoto, se publiquen también en español, para que podáis comprobar por vosotros mismos esto que digo. ¡Crucemos los dedos!

lunes, 16 de enero de 2023

Reseña + Entrevista: Las pesadillas de Joseph Berna. Volumen 13, de Joseph Berna

Quienes me conocen saben que me encanta la literatura "pulp". Siento especial predilección por aquella que se enmarca dentro del terror. Da igual que sea mala; o, mejor dicho, da igual que sea mala, siempre y cuando logre cautivarme con su ingenuidad o "self-awareness". 

Cautivarme; eso es, precisamente, lo que consiguen las ficciones de Joseph Berna. Son malas a rabiar, pero como nunca se toman en serio a sí mismas, resulta imposible no cogerles cariño.

Vamos por partes: Joseph Berna (pseudónimo americanizado de José Luis Bernabeu López) fue un prolífico escritor de bolsilibros. Sobre todo entregó novelas cortas de terror, ciencia ficción y "noir" al público de su época, ávido de escapismo barato y sin pretensiones.

Matraca se ha propuesto rescatar a tan entrañable autor del olvido reeditando concienzudamente su obra. Para muestra, un botón: en la colección Tocho y medio están recopilando cronológicamente todas las novelas de terror escritas por Berna. Y debo decir que, por lo poco que he visto, están haciendo una gran labor. 

¡Fijaos en esas cubiertas! Aunque admito que me gustan más las de Bruguera, admiro el estilo modernizado de las nuevas versiones. Asimismo, valoro los paratextos, ilustraciones y bandas sonoras con que Matraca engalana o complementa sus publicaciones.

En fin: para iniciarme con la producción terrorífica de Berna escogí, de manera totalmente aleatoria, el volumen 13 de Las pesadillas de Joseph Berna (2021). En su interior encontramos tres novelas cortas: El experimento del doctor Marlowe, El Señor de la Noche y Aguijón Mortífero. Abordémoslas una a una. 

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Idioma original: Español 
Año de publicación: 1983
Valoración: Insustancial (a la par que, a su extraña manera, encantadora)

En El experimento del doctor Marlowe tenemos todos los clichés del subgénero de los científicos locos: un "mad doctor", esbirros grotescos, un laboratorio subterráneo, experimentos atroces, sustancias verdosas... Lamentablemente, estos clichés se ejecutan aquí con nula originalidad y cierta torpeza. Por poner un ejemplo: los villanos no intimidan, ya que el lector los ve constantemente en aprietos.  

Por otra parte, de esta historia sorprenden gratamente tres cosas: 1) el nivel de planificación que exhibe su argumento; 2) que haya dejado pasar la oportunidad de recurrir al arquetipo de la damisela en apuros en un contexto que se hubiera prestado a ello; 3) lo contenido que se muestra Berna al introducir toques eróticos. Vamos, que no es un portento narrativo pero, a su humilde manera, funciona.

Idioma original:
 Español 
Año de publicación: 1984
Valoración: Insuficiente (aunque sigue siendo tan mala que es buena)

El Señor de la Noche es un refrito de esas películas de serie B en las que un temible vampiro es revivido, siembra el caos durante un ratito y termina sucumbiendo ante los buenos. Entre medio hay, evidentemente, muslos, tetas, sujetadores y braguitas por doquier, amén de algo de humor ceporro.  

Lo peor de este simpático despropósito son, claramente, los personajes, quienes actúan como si fueran estúpidos. Trevor Bingham deja la puerta abierta de su castillo; quizá se confió, porque vive en un lugar apartado y no se imaginaba que nadie viniera a fisgonear. Pero, habiendo cometido un crimen, ¿puedes permitirte ser tan descuidado? ¡Venga ya! 

Tampoco nuestro héroe es inteligente. El muy cazurro investiga por su cuenta a Bingham. Supongo que un verdadero macho jamás involucraría a la policía, aunque con ello no sólo se ponga en peligro a sí mismo, sino también a su novia. 

¿Y qué hay del barón Ramsey? El temible Señor de la Noche es extremadamente fácil de derrotar porque, en vez de escapar cuando tiene la oportunidad, se echa la siesta en su cripta. Encima, la cripta en cuestión tiene una ventana por la que entra la luz solar. ¡¿Por qué no la sellaste en su día, hombre?! ¿Y por qué, teniendo toda la noche para huir, te quedas en el castillo donde están tus adversarios? Ah, espera, que para curarte en salud les tiendes una trampa, en plan Solo en casa. Ojalá te funcione, majete.

Idioma original: Español 
Año de publicación: 1984
Valoración: Se deja leer (y a mucha honra)

Asegura Berna que Aguijón Mortífero es una de sus obras favoritas. Verdaderamente, uno intuye que se lo pasó muy bien escribiéndola. A fin de cuentas, es un despiporre tan entretenido y carismático como, en el fondo, ridículo y trivial.

Va de un alacrán gigantesco que persigue a un pintor y su nueva modelo. La premisa, "cheesy" como ella sola (en el mejor sentido del término) permite al autor meter a mujeres semidesnudas sin que la cosa chirríe demasiado, amén de unas llamadas telefónicas entre Michel Dablon y la policía que tienen su gracia.

En el lado menos positivo encontramos la batalla final, que es decididamente anticlimática, y el tono fluctuante del conjunto.

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Resumiendo: es fácil ver qué patrón siguen las novelas de terror de Berna. Estamos ante pastiches americanizados que recurren desacomplejadamente a todos los clichés del género habidos y por haber; pastiches construidos a base de descripciones y diálogos, que ostentan un estilo taquigráfico y una puntuación dudosa; pastiches que abundan en escenas omisibles y meten sexo gratuito a cascoporro; pastiches que presentan a héroes unidimensionales, villanos de cartón piedra y personajes femeninos despampanantes. 

Pastiches que, en suma, resultan más involuntariamente cómicos que propiamente horroríficos y, aun así, se hacen un hueco en nuestro corazón. Porque cómo no enternecerse ante Berna, quien producía un bolsilibro tras otro con un único y loable objetivo: que el lector se evadiera de la realidad.


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A continuación adjuntamos un pequeño cuestionario que Pepe Cueto, editor de Matraca, ha respondido con suma amabilidad:

ULAD: ¿Conociste a Berna en persona? ¿Tenía alguna excentricidad destacable? ¿Era tan, ejem, fogoso que dan a entender sus ficciones cargadas de erotismo? ¿Qué clase de libros leía?

P.C.: Sí, viajé a Valencia expresamente para conocerlo y pasé un fin de semana en su compañía y la de su familia. Me alojé en un hotel cercano a su domicilio y, exceptuando las horas de sueño, el resto del tiempo estuve con ellos en su casa o en la calle, paseando juntos. Fueron muy amables y hospitalarios. 

Berna era todo un señor de los que ya apenas se ven, educadísimo y a la vez cercano y con muchísimo sentido del humor. Se notaba que era muy buen padre y marido. Las fogosidades supongo que las dejaba para la intimidad. No creo que leyese demasiados libros; le interesaba mucho más la prensa, especialmente la deportiva. Durante los años en que escribió para Bruguera sí leyó bolsilibros de todos los autores.

ULAD: ¿Cómo reaccionó al saber que querías publicar su obra, tanto la inédita como la que ya viera la luz en su momento de mano de Bruguera y, en menor medida, Andina?

P.C.: Ilusionadísimo. Su viuda me ha contado que imprimió el correo electrónico que le envié proponiéndoselo, y no recuerdo bien si incluso llegó a enmarcarlo. Yo creo que se sintió reconocido y rejuvenecido, después de tantos años en el olvido. De hecho, cuando se lo propuse estaba pasando un momento de salud muy delicado (acababa de salir de una neumonía) y mejoró bastante.

ULAD: ¿De dónde proviene tu devoción por su literatura y su persona?

P.C.: Me suelen atraer los perdedores, e igual que no me fío cuando todo el mundo alaba a una persona, tampoco lo hago cuando es denostada. Personalmente no considero que Berna escribiese ninguna obra maestra, pero todos sus libros son puro entretenimiento y diversión. 

Teníamos una relación muy buena, y él me daba todas las facilidades para los proyectos que se me ocurrían e incluso me ofrecía su ayuda (por ejemplo con la revisión de textos). También su memoria de elefante ayudaba bastante a admirarlo, ya que era una enciclopedia viviente.

Como persona, lo considero un ejemplo a seguir. Como escritor... Sobre gustos, los colores. Yo, desde luego, me río leyendo sus obras y recurro a ellas cuando necesito desconectar de los sinsabores diarios.

ULAD: Tengo la impresión de que Berna es más ninguneado que sus colegas del bolsilibro patrio. ¿Estás de acuerdo? En caso afirmativo, ¿a qué crees que se debe esto?

P.C.: Berna no es universalista, sino que hace una obra muy centrada en un momento concreto de la historia de España: el llamado destape que tuvo lugar durante la transición entre la dictadura y la democracia, es decir, años setenta y ochenta. Todos los jóvenes que no habían nacido en aquellos años no pueden entender esa mentalidad. Había muchísimo interés por todo lo relativo a la sexualidad, después de varias décadas de represión, y se manifestó en todos los productos culturales: libros, películas, cómics, etcétera.

Luego hay personas que aman un género en concreto, por ejemplo la ficción científica, y en las novelas de Berna de dicho género no encuentran lo que van buscando, porque Berna en realidad no escribía novelas de los distintos géneros, sino que usaba las constantes temáticas de los mismos como excusa para dar rienda suelta a su particular sentido del humor. Esto puede provocar que una novela de ficción científica de Berna parezca una mala novela de ficción científica, cuando en realidad ni siquiera es una novela de ficción científica, sino una novela de humor picante con apariencia de ficción científica. Lo mismo puede decirse de sus novelas policiacas, del Oeste, etcétera.

Finalmente, Berna no tendría un estilazo, pero te aseguro que su sintaxis era impecable, y los revisores de Bruguera raramente tenían que hacerle correcciones.

ULAD: ¿Cuáles son tus novelas favoritas de Berna? ¿Las recomendarías a alguien que quisiera iniciarse con él, o en ese caso seleccionarías otras?

P.C.: Mi novela favorita es, con diferencia, La máscara del mal. Porque se la propuse yo, porque fue la obra que supuso su retorno a la escritura después de más de veinte años, porque me la dedicó y porque yo mismo la prologué.

Quizá las mejores novelas de Berna sean las primeras y las últimas, que escribió sin apenas presiones editoriales. Cuando digo las primeras me refiero a las que ahora estamos reeditando en Matraca en formatos digitales. Cuando digo las últimas me refiero a las que escribió desde 2018, pues se tomaba el tiempo que necesitaba, sin plazos de entrega. Siento especial devoción por la primera de todas sus novelas, La misteriosa Stella.

En general, creo que sus mejores novelas son las policiacas y las del Oeste. Berna era un humanista y se movía mejor al margen de los elementos fantásticos, tan frecuentes en otros géneros como la ficción científica o el terror.

Y como curiosidad, Berna tiene una novela que se salta todas las barreras habituales del bolsilibro: La gran semana, cuyo género es el humor puro, sin escudarse detrás de otro género, y cuya extensión es muy superior a la de los demás bolsilibros. Me contó que cuando dejó de escribir para Bruguera necesitó escribir algo diferente, y el resultado fue La gran semana, que para colmo transcurre en España en vez de en Estados Unidos.

ULAD: En Matraca habéis tomado una decisión formal arriesgada: reeditar clásicos "pulp" precedidos por cubiertas modernas. Aunque la jugada os ha salido bien, debo preguntar: ¿por qué no conservasteis la identidad gráfica tradicional de esta clase de literatura?

P.C.: En general no soy muy amigo de hacer nada como se ha venido haciendo hasta ahora, para desgracia de los más puristas. Yo quería rediseñarlo todo desde cero. Lo de las portadas no es la única innovación; los bolsilibros tampoco llevaban ilustraciones interiores, ni prólogos, ni conversaciones con los autores. 

Aparte, la literatura popular de principios de siglo, por ejemplo la colección La Novela Popular, tenía unas portadas muy modernas y vanguardistas. Yo en un primer momento quise que las ilustraciones de las portadas fuesen conceptuales, y muchas lo son.

ULAD: El volumen 13 de Las pesadillas de Joseph Berna se cierra con un relato de tu autoría. Me han gustado mucho su premisa, su imaginería y la caracterización del protagonista; sin embargo, admito que me ha parecido bastante diferente a lo que escribía Berna, quien apenas hacía hincapié en la psicología de sus personajes. ¿Consideras que Berna te ha influenciado en tanto que escritor?

P.C.: Bueno, en los relatos complementarios de la colección se le da mucha libertad al autor. En la serie Los piratas de Curtis Garland, lo único que se le pidió a los autores fue que los relatos tratasen sobre la piratería. En Las pesadillas de Joseph Berna, que fuesen de terror. En Las elucubraciones de Adolfo Quibus, que apareciese el periódico The Cronical Post. Es decir, no es preciso imitar el estilo de Curtis Garland, ni de Joseph Berna, ni de Adolfo Quibus.

Es lógico que yo me interese más por la psicología de los personajes que Berna, puesto que la psicología es mi profesión y llevo veintisiete años dedicado a la misma. Lo de los libros es una afición.

Confieso que el protagonista de mi relato existe: es un cura del colegio en el que estudié, y ese relato es mi pequeña venganza por las torturas psicológicas que yo y el resto de mis compañeros tuvimos que soportarle. Un compañero mío insiste en que escriba más relatos protagonizados por el padre Sebastian Square.

No creo que Berna me haya influido mucho, puesto que yo llevo leyendo ávidamente desde la más tierna infancia, y a Berna únicamente desde hace poco más de cinco años. Sí hay un recurso suyo que me gusta utilizar, aunque no con la frecuencia que lo hace Berna: el párrafo de una sola línea, preferiblemente corta. Si por ejemplo yo en un párrafo describo una situación inesperada, y en la última línea de dicho párrafo digo: «Todo el mundo se quedó boquiabierto», esa frase no tiene la misma fuerza que si la pongo aparte. Claro, si todos los párrafos son de una sola línea, entonces no. Berna lo hacía porque tenía que entregar una novela a la semana (algunas épocas incluso seis novelas al mes); yo lo hago, como te digo, para subrayar algo. Y cada vez que utilizo ese recurso, me acuerdo de él, que era un buen amigo al que echo mucho de menos.


También de Joseph Berna en ULAD: Los Aliados de la Noche