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domingo, 20 de abril de 2014

Macondo de luto. Nos dejaste llenos de soledad, Gabo

<<Estaba en su ataúd, listo a ser enterrado, y sin embargo, él sabía que no estaba muerto: que si hubiera tratado de levantarse lo hubiera hecho con toda facilidad. Al menos "espiritualmente">>

La tercera resignación

Hace unas semanas, en el momento en que se hizo público el débil estado de salud de Gabo, pensé que no estaba preparada para poner este blog de luto. Cuando se admira tanto a una persona, cuando la obra de un autor marca tanto los inicios literarios de alguien, uno llega casi a pensar que se trata de un ser inmortal, algo así como los súperhéroes que encandilan a los niños, o que al menos vivirá muchos más años de los que imaginamos, como la gran Úrsula Iguarán en Cien años de soledad. Decía mucha gente estos días que el destino le había guiñado el ojo por última vez, y que la suya era la Crónica de una muerte anunciada. Sin embargo, siempre he creído que un buen escritor pervive en sus obras, y Gabo era desde hace mucho tiempo inmortal en ese sentido.

 Hoy Macondo está de luto, porque si algo tengo claro es que Melquíades, con su acento áspero y su fuerza descomunal, y acompañado siempre de su cohorte de gitanos, habrá dejado sus catalejos y el resto de cachivaches con los que se paseaba por medio mundo para comunicar a los macondinos la triste noticia de la marcha del genio. Su muerte, en plenas vacaciones de Semana Santa, me ha parecido un auténtico guiño a su realismo mágico, ese género que lo encumbró a un pedestal de donde a veces parecía no haber querido subir. Ya lo dijo el propio Gabo: