Conocí a Andrés Barrero hace
un tiempo, coincidiendo con la publicación de mi novela, que reseñó para la
web con la que colabora asiduamente, Libros y Literatura. Fue uno de esos
encuentros luminosos que a veces te regala el complejo universo literario
actual. Cinematográficamente, podría decirse que fue el comienzo de una bonita
amistad literaria. Para mí ha sido muy enriquecedor asistir a la publicación de
su primera novela, Todo el mundo odia a Yoko Ono, editada por Algón, un sello granadino con unas propuestas valiosas
y que además mima cada una de sus obras.
Como buen amante de los clásicos rusos, tiene predilección por la cita “el alma ajena es un bosque sombrío”, de
Iván Turguénev, debuta como autor con una historia amena pero de las que dejan
poso, en la que nos habla de temas universales con los que cualquier lector
empatizaría fácilmente. Cinco personajes cuidados, entrañables, reflejo de los
diversos perfiles del hombre y de la mujer actual, se reúnen a diario en un
restaurante. A través de sus vivencias, sus conflictos, los sueños rotos que
comparten y sus esperanzas, Andrés dibuja un acertado
retrato de un grupo de amigos en un momento crucial de sus vidas. Un libro en
el que, además, nos sorprende demostrando que la gastronomía corre por
sus venas y que no ha dudado en trasladar esa pasión a uno de los personajes de su historia. Seguramente, más de un lector
tome nota de las apetitosas recetas creadas por uno de los personajes de la
historia. Quién sabe si tal vez el siguiente libro con el que se aventure
Andrés Barrero sea un recetario para sorprender a buenos amigos.
-Todo el mundo odia
a Yoko Ono es una novela de personajes. ¿Cómo fue crear a los protagonistas
de la historia?
La
idea de los personajes vino dada por la propia situación que inspiró la
historia. Éramos un grupo de amigos y compañeros que comíamos juntos a diario
en la Facultad de Medicina y nos llamaban “la mesa de la risa” porque lo
pasábamos muy bien. También apareció un personaje que intrigaba a todo el mundo
y nos preguntaron por él en varias ocasiones y así surgió la idea. Lo curioso
es que no hay correspondencia entre aquellas personas y los personajes, sino
que hay cosas de todos en cada uno de ellos.
-En esta primera novela
hablas de la amistad y las relaciones personales. La amistad tiene mucho peso en nuestra sociedad actual, y así lo reflejas en la obra.
Siempre
me he considerado muy amigo de mis amigos, y mantenerlos de todas las épocas y
situaciones que he vivido es una de las cosas de las que más orgulloso me
siento. He tenido la suerte de cruzarme con personas extraordinarias en mi vida
y más suerte aun de que muchas de ellas me hayan distinguido con su amistad y
esa relación con ellos y ellas es de lo más gratificante que he vivido. Creo
que esa sensación se traslada a los personajes, que dan mucha importancia a la
amistad y les es de gran ayuda cuando la necesitan.
-El componente gastronómico
tiene mucho peso en esta historia. ¿Qué nos puedes contar de las recetas de
Joaquín?
Me
encanta la cocina y me parece además que es una disciplina muy literaria.
Hablar de cocina da casi tan buen resultado como cocinar o comer. En el caso
concreto del libro, Joaquín disfruta de la cocina y de cocinar en compañía y
ambas cosas salen de mi experiencia personal, ya que las recetas son propias y
el descubrimiento de la felicidad como ingrediente, por utilizar una frase
suya, es una de las muchas cosas que le tengo que agradecerle a mi mujer.
Cocinar con ella o para ella y mi hijo es una de las cosas que más me gustan en
esta vida y las pasiones, al final, siempre se trasladan
a lo que escribes.
-Inevitable preguntarte por
tu opinión sobre Yoko Ono…y llevándola a un libro, ¿puede una sola persona ser
la causante de la ruptura de un grupo de amigos?
No
creo que Yoko Ono fuese la causante de la ruptura de los Beatles ni que como
norma general se pueda responsabilizar a una persona de lo que ocurra entre
otras. Al final uno es responsable de sus actos y buscar la causa de ellos en
terceras personas no es precisamente valiente ni elegante, aunque sea muy
humano. Yo no siento especial animadversión por Yoko Ono, nunca la he sentido y
de hecho después de las alegrías que me ha dado gracias al libro hasta diría
que le tengo cariño. No conozco mucho de su obra ni aun de su historia, pero
tengo la sensación de que es una mujer libre y de que no habría despertado
tanta inquina en tanta gente si no hubiese sido ni lo uno ni lo otro.
-Superar la adversidad es
otro de los temas que tratas en el libro. Vivimos tiempos oscuros… ¿cada vez tenemos menos recursos para hacer frente a los problemas?
Sí que lo creo. Aunque defiendo que la capacidad de superación es una cualidad
de cada persona, lo cierto es que es una habilidad que se entrena. Seguro que
todos tenemos en nuestra familia ejemplos de historias de superación porque a
nuestros mayores les tocó vivir una época de miseria en muchos sentidos y a
nosotros esa capacidad de mirar a la adversidad a los ojos no nos hizo
realmente tanta falta y ahora que vuelven tiempos malos, aunque probablemente
no tanto como aquellos, nos pilla poco entrenados. Y menos aún a las generaciones
más jóvenes. Sin embargo no pretendo ser pesimista en este tema, creo
firmemente que en caso de necesidad, como les pasa a los personajes del libro,
las personas solemos encontrar fuerzas donde ni siquiera nos imaginábamos que
las teníamos.
-¿Cuál es el personaje que
más cercano sientes?
Eso
es muy difícil de decir, aunque es María el personaje que me parece más redondo
literariamente hablando y siento gran cariño por ella, también tengo motivos
para tener una relación muy entrañable con Enrique, porque está construido
sobre historias de buenos amigos. Dicho lo cual, si tengo que quedarme con uno
de ellos debo elegir a Teresa, porque guarda cosas que para mí son tesoros.
-Una recomendación literaria
y una cita para cerrar esta entrevista…
Yo,
como norma general, en temas literarios soy un empedernido rusófilo y en
particular siempre que me preguntan me defino tolstoiano y creo que la obra que
más me ha marcado en mi vida es Guerra y paz.
Respecto
a la cita, hay una de Turguénev que me gusta mucho y la utilizo con bastante
frecuencia, “el alma ajena es un bosque
sombrío”. Me gusta la imagen de que escribir es alumbrar un poco esa
oscuridad, aunque la empresa sea como tratar de iluminar un agujero negro con
una vela de cumpleaños no por ello es menos gratificante.