Era un bolígrafo
precioso,
como una mujer
preciosa.
Su cabeza era
hermosamente dorada,
como una hermosa
cabellera rubia.
Su cuerpo,
contorneado y llamativo,
como las curvas
suaves
de un cuerpo
femenino.
Se abría fácilmente
(no proceden las comparaciones)
y se cerraba con
suavidad como
la dulce negativa de
una mujer enamorada.
Todo en él era casi
perfecto
como esa mujer que
roza la perfección.
Pero tenía un
defecto: su bola
no se deslizaba
bien, era irregular
en su trazado y
emborronaba más que pintaba,
como esa mujer diez
que debe
mantener la boca
cerrada
para no convertirse
en menos uno.
A veces, las más,
es preferible usar un BIC,
sencillo, sin
alardes, clásico, incluso anodino,
pero con el que
mantienes un grado de afinidad
tan importante que
te permite escribir
una historia de
diez.