25 de octubre de 2006
Despertar antes o después de soñar
La pintura es de Conchi Marquez
Abrazada por dos metros de sábana blanca, sueño con un estanque repleto de lotos blancos.
Estoy desnuda. El cabello mojado cae en guedejas sobre mi cara ocultando una expresión seductora de media sonrisa que intenta seducir a nadie. Sentada en el borde, agito los pies en el agua para mitigar el temblor que sacude mi cuerpo. Con hilos húmedos hago un bodoque azul en la alfombra blanca. No hay nadie alrededor. Un silencio ruidoso. El aire susurra una nana al aire. El agua ahoga un suspiro de flor. Los blancos lotos frotan sus manos blancas. No hay nadie alrededor. Justo enfrente de mí, al final de una senda flanqueada por unos parterres de gardenias blancas, hay una gran casa, toda de mármol. Abandono el agua y camino hacia ella. Mis pies desnudos sufren las afiladas caricias de miles de piedrecillas blancas. Siento respigos, como miles de hormigas desquiciadas, bajo la piel. Entro en la casa que está completamente vacía. Todas las paredes de mármol blanco. Subo al primer piso en el que sólo hay una ventana que ilumina un gran salón. Abro la ventana y veo dos metros de sábana blanca. No hay nada. Sólo dos metros de sábana blanca. Sujeto con la mano la tela de algodón y tiro hacia dentro. El paisaje aparece entonces nítido. Ha despertado un sol de plata en mi ventana. Una sonrisa. Unos ojos verdes. Dos manos que entrelazan las mías. Unas palabras: no cierres la ventana.
Continúo abrazada por setenta centímetros de brazo. No sé dónde está la sábana. Escucho unas palabras dirigidas al comienzo de mi pensamiento: "no me cierres el alma".
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18 de octubre de 2006
Destrucción
"Nada se destruye, todo se transforma",
canta Jorge Drexler en una de sus canciones; ese cantante al que le dieron un oscar pero le prohibieron cantar su canción, y aun así cantó.
También lo dijeron otros en sesudos libros. Y lo veo a diario en mis bolsas de basura reciclada.
Hasta existen empresas dedicadas a la recuperación de pieles casi a punto de ajado extremo.
Pero mejor experimentar la teoría en esa sonrisa de una amistad que creía perdida. En la sentencia de mi padre -muerto hace muchos ocasos- a la que recurro a menudo. En el brillo de esa mañana en la que dejo atrás las sombras que atoraban mi cansado corazón. En esa palabra de color verde esperanza con la que un político raro me devuelve la fe en el hombre y su política. En el amor destruído por mi imaginación, al que nunca di pábulo de realidad y que en uno de esos instantes lúcidos, que raras veces poseo, muestra una pasión tan auténtica, tan vigente, que no puede concebir su no-existencia.
Nada se destruye, todo se transforma.
"Dedicado a todos esos ENCADENADOS que me acompañan en la ausencia"
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canta Jorge Drexler en una de sus canciones; ese cantante al que le dieron un oscar pero le prohibieron cantar su canción, y aun así cantó.
También lo dijeron otros en sesudos libros. Y lo veo a diario en mis bolsas de basura reciclada.
Hasta existen empresas dedicadas a la recuperación de pieles casi a punto de ajado extremo.
Pero mejor experimentar la teoría en esa sonrisa de una amistad que creía perdida. En la sentencia de mi padre -muerto hace muchos ocasos- a la que recurro a menudo. En el brillo de esa mañana en la que dejo atrás las sombras que atoraban mi cansado corazón. En esa palabra de color verde esperanza con la que un político raro me devuelve la fe en el hombre y su política. En el amor destruído por mi imaginación, al que nunca di pábulo de realidad y que en uno de esos instantes lúcidos, que raras veces poseo, muestra una pasión tan auténtica, tan vigente, que no puede concebir su no-existencia.
Nada se destruye, todo se transforma.
"Dedicado a todos esos ENCADENADOS que me acompañan en la ausencia"
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