jueves, 19 de diciembre de 2013

en pie.


Tiembla todo aquello que refleja la luz.

Siempre sometidos a las diagonales,
a los grados de inclinación justos
para llegar a ver el fondo.

Hay un ritmo exacto en la caída de la lluvia,
                              en la caída de los cuerpos.

En el caminar lento en los recuerdos de otros...

Permanecer desnudos frente al espejo     contemplando
aquello que antaño reflejaba la luz,
aquello que nos enlazaba y quemaba,
lo que marcaba las direcciones,
                      
                      como un semáforo que parpadea
                      o la última palabra de una carta.

Y las ventanas son pájaros sin alas
y las ganas un vaso vacío sobre la mesa.

Cada momento es siamés del anterior,
temblamos y nos sacudimos la arena de los párpados,
sabiendo que esta tarde seguiremos teniendo hambre.

Hay un ritmo exacto en la caída de la noche,
                              en el tiritar de los huesos.


Y todos los errores pasados disparan a bocajarro.


Y nadie queda en pie       

                                              después.