sábado, 31 de agosto de 2013

La Chorrera de Vega Redonda

El día que estuvimos cancheando por la maravillosa Sierra de Ubrique junto a 
guardamos esta impresionante imagen, en el "cajón de pendientes", para el día que publicáramos la entrada de hoy. Por otro lado, el servicio meteorológico vaticinó lluvia para antes de la feria de nuestro pueblo. Aunque eso sea un hecho impensable porque las primeras precipitaciones siempre han acudido a aliviar la sed de nuestra roca caliza y nuestras plantas, durante o después de las celebraciones de septiembre, es un hecho consumado que ha llovido en agosto, dejándonos en la duda de si salir a la calle en bañador o con un paraguas.
 A pesar de ello, sigue haciendo el lógico calor veraniego
 Estas premisas nos han dado que pensar y nos hemos preguntado...
 ¿Y si Ubrique en verde saca del cajón de fotos (que ahora se le da por llamar Dropbox) 
una refrescante y nueva incursión que hicimos a Vega Redonda
en un día calmo entre otros muchos lluviosos, de esta ya vivida y hermosa primavera?



El coincidir con Cristóbal Pérez con su pesada carga al hombro; asumir esa entereza que lo dignifica y esa fortaleza que lo caracteriza, siempre nos recuerda el sitio donde se dirige... 
Vega Redonda. 
Saludarlo por enésima vez de esa guisa y
verlo repechar por la calle Jazmín, nos animó.  
Aquel día le dijimos que iríamos por la tarde a ver si encontrábamos por fin,
 la chorrera que antaño habíamos visto pero que le habíamos perdido la pista.



Así lo hicimos.
 La tarde estaba cerradita pero llevábamos un paraguas viejo, a modo de bastón.
 Por el camino de Ronda  que ya lo conocemos, de momento llegamos a la Calera, 
con la "malla jurásica" delante y el impresionante Tajo del Moro a nuestro alcance.



La ancha vereda empedrada antaño para favorecer el ingente tráfico de personas y animales, bajaba chorreando agua cual arroyo...



y la fuente de la Calera rebosaba de líquido elemento. 
En su interior estaban nadando unas maravillas naturales nacidas de diminutos huevos pero...



para esta foto, este humilde blog, esperará los comentarios de nuestros amigos de excepción que nos explicarán con sus comentarios, si es su deseo, quienes son estos bichitos.



La Piedra del Agua por supuesto, exaltaba su bien acertado nombre. 
Dichas afloraciones están catalogadas en el proyecto "Manantiales y Fuentes de Andalucía" con las que hemos conseguido la certificación para Ubrique como
la "Villa de las Cien Fuentes".
Una tarde afortunada, pues tuvimos un grato encuentro; parte del camino,
contamos con la compañía de un ya, protagonista de Ubrique en verde....



Cristóbal Venegas, el experto veterano cuidador de la Majada de las Cabras 
en la dehesa del Herrizo. Es un placer poder conversar de nuevo con él; 
una persona de campo, naturalmente inteligente.
 Le preguntamos por sus hijos y como no, por las cabrillas payoyas.
 La lógica de sus comentarios es sencillamente aplastante.
 -"¡Buena suerte en la vida, Cristóbal! ¡Hasta pronto!"



Mientras el buen hombre continuaba su camino hasta su casa de Benaocaz,
 después de haber dejado a los animales dispuestos para pasar la noche en su hábitat natural, saltamos el incipiente Arroyo del Búho que ronronea hasta aquí suave 
desde la fuente de Aguanueva y...¡otra sorpresa! 
Pudimos saludar al fornido porteador de sacos al hombro desde Ubrique hasta estos lares; morador de esta maravilla natural que nos regaló la Madre en plena sierra. 
Metido en faena, "sorprendimos" fotográficamente esta vez, con su autorización...



al hermano Pérez que no quiso figurar para Ubrique en verde en la anterior entrega. 
Él, como ciertamente siente, adolece de cualquier tipo de protagonismo; 
el aislado ambiente puro en que está envuelto, es lo que le da la vida.
En otro tiempo probó el trabajo de una petaquería en Ubrique y 
el humo de los tubos de escape de los coches...
¡Y no le gustó!
 Como opción... vivir de y para la naturaleza. 
Aquí lo vimos recolectando alimento para sus animales.




Debajo de ese aspecto tan serrano y pegado a la tierra, existe una arraigada personalidad con una humilde y sabia experiencia de la vida. Su visión particular del mundo  puede llegar a enseñarnos muy mucho, a los que andamos atosigados y ajetreados 
con el batiburrillo social en el que estamos inmersos día a día.
 Antes de continuar la búsqueda de nuestra añorada chorrera, le preguntamos...
-"¿Y tu hermano José, dónde anda?"
-"¡Por ahí, haciendo algunas cosillas!"



Vega Redonda, la maravillosa dolina regalo de la Madre, también alardea de su encomienda natural que es la de recoger agua caída entre las rocas que 
conforman nuestra sierra y filtrarla hacia los sugerentes manantiales.
 Allí arriba permanece el trocado intento que fue el Hotel de Aguanueva.
Rodeamos lo que una vez fuese campo de fútbol, con los ojos bien abiertos.



Pasamos al otro lado, desde donde obtuvimos esta toma del cancho del Búho.
Pudimos ver a un chivo negro postrado de hinojos en medio del llano,
 "¿rezando de rodillas?"



Por allí nos encontramos restos de antiguas edificaciones...




y agua burbujeante por doquier . Algo nos llamó la atención...



Bastante agua que corría a sus anchas por la zona, había sido canalizada.
 Aquello nos intrigó.




El transparente elemento surcaba una especie de "atagea"
 fabricada con piedras del entorno, ¡cómo, si no! y dirigida hasta...



un simancón natural. 
Una diaclasa que a todas luces se veía que ya no podía "tragar" mucho más.
El sentido era simple... intentar desviar los arroyones copiosos debidos a la pluviosidad esporádica y persistente para que no llegasen a alagar (formar lagos) 
en demasía los pastos de la Vega. ¡Curioso!
¡Pero de la Chorrera, nada de nada! 
-"¿Dónde fue que la vimos antaño?"




Echamos un vistazo en la parte de atrás de la dolina,
 llegando por veredas casi perdidas, hasta el fin.




Sólo faltaba el cartel indicador de "¡Aquí se acaba Vega Redonda!"
Desde la cornisa escarpada se presenciaba una maravillosa vista del Rano
 (en los mapas le llaman "Manga de Ubrique" pero aquí,
 todo el mundo sabe que eso, es el Rano)...



con sus cabritas montesas discurriendo entre afiladas aristas,
un majestuoso silencio...



y preciosas largas lenguas de agua que afloraban bajo los tajos. 
Una de ellas pasando por un puente romano del "Camino Benocá". 
Esa surgencia, llamada manantial de la Cabeza el Toro, suma sus aguas al arroyo Seco, haciendo su entrada triunfal en Ubrique, 
agenciándose las aguas de la fuente Potacho y ya en el pueblo, las del Benalfil .



En lontananza se notaba que iba a liarse parda y que la tarde,
 nubosa pero calma, trocaría en breve en lluvia torrencial.
 -"¡Y nosotros aquí arriba cancheando!
 ¡Veremos a ver! 
¡Menos mal que contamos con el paraguas bastón!"
 ¡De la chorrera, ni rastro...!



 La memoria se disipa en el tiempo y los detalles naturales se olvidan. 
Todo cambia y puede llegar a despistar.
 Ese árbol abatido por los temporales y que creció justo encima de una gran roca,
 ya es una nueva referencia.
Otra jornada propicia para ello y la asunción de la conformidad de no encontrarla una vez más acude a nuestra mente. De pronto, a nuestra espalda, una voz familiar nos ilumina el rostro.
Era José Pérez, el hermano mayor que había terminado sus faenas y
 nos preguntaba si queríamos ver la Chorrera de Vega Redonda.
 Su hermano Cristóbal le había informado sobre nuestra infructuosa búsqueda.



Con la amabilidad y la sonrisa que caracteriza a la gente sana, 
de su boca surgió lo que ansiábamos escuchar...
. -"¡Yo sé donde está! ¡Vamos!"



En una zona determinada y recóndita, el agua chorreaba deslizándose 
sobre una roca descomunal.
Un rinconcito propio de cuento mágico de elfos.
 ¡La Misión Rescate de un sueño anidado en la memoria, cumplida! 
Siempre hay nostalgia en las despedidas pero desearle a los entrañables hermanos un...
¡suerte y hasta pronto! albergó la esperanza de volver en un nuevo y refrescante,
 futuro lluvioso.
Al menos volvemos a recordar la ubicación de nuestra delicia acuosa. 
Pero hay que volver a la realidad.



No habíamos estado en nuestro deambular investigador, muy desacertados con la ubicación.
¡Estuvimos muy cerca!
Pero hizo falta la ayuda imprescindible de aquél cuyo modus vivendi es precisamente 
ese que muchos añoramos mientras desarrollamos nuestra vida 
entre muros de ladrillo enlucido y suelos de alquitrán.
La Chorrera de Vega Redonda maravillosa, 
esa que sólo puede disfrutarse cuando llueve copiosamente,
estaba al alcance de nuestro objetivo; esta vez, cumplido. 
¡Bello lugar!



Al paso por la peculiar angarilla que impide el trasiego de animales, 
no se nos olvidó volver a echar el vetusto cierre.
 La ley de los caminos es así.
 Pero no habían acabado las sorpresas de esa maravillosa tarde.
 Unos graznidos acapararon nuestra atención y mirando tras un muro de piedras, 
no nos dio tiempo de ajustar suficientemente el objetivo de la cámara 
y poder plasmar nítido el ajetreo... 



de un grupo de buitres leonados posados que huyeron despavoridos ante nuestra presencia...



elevando su magistral vuelo, dejando las faldas del Torero como sierra-telón de fondo.



La vista de la encina de la Era de la Calera, nos anuncia que ya estamos cerca de la realidad.
 Esa realidad que supone lo de allí abajo.
 Lugar donde algunos quisieran que estuviesen los que viven aquí arriba.
 Por lo visto algunas opiniones optan por ver que no está normalizado formalmente
 la vida agreste que han elegido nuestros envidiables amigos José y Cristóbal, 
junto a la Chorrera de Vega Redonda.
¡Ah!
 ¡Al final, las nubes eligieron otro camino y no nos llovió!
Nuestro artilugio de doble uso, acabó solamente como bastón 
pero hay que lamentar que acabó partido en dos.



..

lunes, 26 de agosto de 2013

Breve historia de una pita...

En la anterior publicación quedó claro, en tono humorístico, nuestra defensa
 sobre la toponimia de la legendaria Curva de entrada a Ubrique y también,
 en los acertados comentarios posteriores, llegamos a la conclusión
de que no es nada deseable que dicha planta se vuelva una plaga.
 En general, la funesta realidad de la proliferación de seres vivos
 fuera de sus hábitats originales, sólo ha causado estragos en nuestro mundo. 
Los conejos en Australia, los cangrejos rojos en nuestros ríos o las pitas en Almería
 -verbigracia, son verdaderos ejemplos de la metedura de pata humana a lo largo de la historia.
 Como el tema va de pitas, vamos a realizar una entrega cuyas fotografías
 iban destinadas en un principio, a ilustrar "La Curva de las Pitas" pero
 por la cantidad de tomas y la "precipitación" de los hechos,
 decidimos que Ubrique en verde podía, entrada aparte, contar la 
"Breve historia de una pita que creció donde no debía y que por orgullosa, lo pagó caro".
 Como podemos decir que nuestro querido pueblo es de fábula
 vamos a narrar lo acaecido como si de un cuento se tratase.



No ha mucho tiempo que en una pintoresca villa de 
la sierra gaditana, llamada Ubrique de la Petacas,
existió una Pita que en un principio se portaba como lo hacen todas las pitas...
 ¡Queda y viendo pasar las estaciones!




Los humanos la habían plantado por debajo de la antigua linde del depósito del Cornicabra y su misión consistía en disuadir a pinchazos a quien osase penetrar en aquel reducto protegido. Aquella tarea le gustaba tanto que para cumplirla mejor, creció y creció, acaparando con sus raíces, toda la escasa tierra que había a su alrededor, sobre las piedras de la sierra .
 Se hizo desmesuradamente enorme y los ápices de 
las puntas de sus hojas causaban tanto respeto
 que nadie se atrevería a pasar por allí, ni escalando.
-"¡Soy la mejor pita del mundo!"- Se decía la tonta.
Pero como era una pita corriente y moliente, al paso de los años, 
un día se dio cuenta de que ya era mayor y se hacía vieja. 
Que le había llegado la hora...



Y decidió optar por lo que normalmente hacen todas las pitas con su edad.
Se propuso elevar a las alturas su "espárrago"...



tan enhiesto, alto y florido...



que sería la admiración de todas sus vecinas que se pondrían amarillas de envidia.
¡Esa idea le estaba gustando!



Rodeada de chumberas sembradas allí por los humanos, con iguales propósitos persuasorios,
la vanal pita, puso todo su empeño y esfuerzo en ser la planta más llamativa del barrio.



Nuestra vanidosa pita con su enorme pitaco florido, se pavoneaba orgullosa...
-"¡Eh! ¡A los de ahí abajo!
¡Voy a ser más alta que los cipreses y que la palmera del Convento!"



Los días corrían y la ufana pita no escatimaba esfuerzos en crecer.
-"¡Voy a exhibir las flores más bonitas y copiosas que nunca se hayan visto por aquí!"



Y la verdad es que sí, que así lo hizo pero...
 ¡Ay, fatal destino! 
Tanta proeza esforzada, tanta carga erecta  y tanto peso florido...



dio con sus flores en el suelo, tres "plantas" más abajo de su ubicación.



Nuestra pita por ansiosa, no sólo había perdido sus bellas flores...



sino que sin completar su ciclo vital, quedó destrozada.



Desarraigada completamente en toda su integridad, del escaso filo que pendía...



había caído al patio de una casa de los humanos, llevándose a su paso arbolitos y enseres.
Afortunadamente la Madre Tierra pudo poner a tiempo su sabia mano para que 
en el estropicio causado por su vanidosa hija, no estuviera ninguna persona debajo...



 Parecía una estampa macabra verla yacer sobre el suelo, convulsa y con todo el equipo...
hojas, pinchos y raíces con la descendencia. Todo fue retirado a posteriori, con lógica humana.



Dió su último adiós a la estampa que tuvo a la vista toda su vida.
 En su agonía se lamentaba...
-"¡Por mi orgullo desmedido he caído!"



 -"¡He arrastrado a mis hijos al abismo por mi arrogancia!"
-"¡No importa que muera porque sabía que mi floración iba a ser mi glorioso fin!"
 Y en un arrebato de humildad, asintió antes de ser descuartizada para su desalojo...
-"De lo que en verdad me arrepiento es que con mi soberbia y ansia inútil...



van a sacrificar a mis congéneres de este lugar que nos vio nacer".
En su memoria ancestral ronda el eco de sus antepasados más arcaicos que le dicen...
-"!No debimos crecer ahí!
 ¡Nuestro sitio es acá, después de las eternas aguas que nos separan!
¡Pero los humanos que no saben bien lo que hacen,
 nos arrancaron de raíz hace mucho tiempo y nos llevaron allá!
 ¡Ahora, desterradas de nuestro lugar de origen, nos llaman plantas invasoras!
 ¡Y con razón!"

 

El parrón que crece aferrado y cubriendo los tajos del Nacimiento 
-otro supuesto invasor- fue testigo del fatal desenlace de la pita
 que creció donde no debía, geográficamente hablando.
 -"¿Seré yo también una planta invasora?"
 Y diciendo esto, se echó a temblar, mecido por el viento.



Por encima del abandonado Rodezno, humanos y plantas, hemos vivido una
 historia cuyo desenlace, tiene un final feliz para los humanos, afortunadamente...



pero un trágico fin, con razón o sin ella, para esos inamovibles a simple vista, seres vivos que cumplían su natural función donde el hombre todopoderoso quiso que estuvieran.
Y así termina la...



 "Breve historia de una pita que creció donde no debía y que por orgullosa, lo pagó caro". 
Hemos sido testigos de excepción de un desubicado episodio vegetal, 
acaecido en el maravilloso planeta 
que es nuestra morada y cuya integridad pende de un hilo...
¡Bueno, de algo más grueso! 
¡Algo así como de una guita de pita, por ejemplo!
 Pero si cada uno de nosotros ponemos algo de esfuerzo en mimarla, 
seguro que la Madre Tierra seguirá dejando que la habitemos.
 ¡Si no...! ¡Ella sabrá qué hacer con nosotros los humanos!
El problema global es serio aunque nos cueste creerlo a los que vivimos
rodeados de dos parques naturales...



en el pueblo encantado de Ubrique pero no podemos ni debemos por eso darle de lado.
¡Ah! Y una moraleja para los humanos de parte del reino vegetal...
-"No sembréis a destajo, 
piteras por los tajos
que después de tanto trabajo,
sin culpa, se vienen abajo."



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