sábado, 24 de febrero de 2018

Javier Cercas / Woody Allen y el infierno

Woody Allen






Woody Allen y el infierno


BIOGRAFÍA DE WOODY ALLEN
Las acusaciones de abusos contra el cineasta 
recuerdan al mundo literario de Kafka, 
donde todos somos culpables hasta 
que se demuestre lo contrario.
UNA ESCENA de Sin perdón, la película de Clint Eastwood. El she­riff del pueblo acaba de pegarle una paliza a un antiguo pistolero, interpretado por el propio Eastwood, a quien un grupo de prostitutas quiere contratar para vengarse de unos clientes desalmados; escandalizadas, las prostitutas le reprochan al sheriff su brutalidad, le gritan que su víctima era inocente; entonces el sheriff, interpretado por Gene Hackmann, las mira intrigado y pregunta: “Inocente, ¿de qué?”. George Steiner sostiene que esa anécdota condensa el mundo de Franz Kafka; tiene razón: el de Kafka es un mundo donde, a diferencia de lo que ocurre en un estado de derecho, todos somos culpables hasta que se demuestre lo contrario (y demostrarlo es imposible). Y por eso el mundo de Kafka es, con permiso de Dante, la mejor descripción que la literatura ha hecho del infierno.

viernes, 23 de febrero de 2018

Laeticia Hallyday / La mujer que ha dinamitado el legado del cantante


Johnny Hallyday y Laeticia


Laeticia Hallyday, la mujer que ha dinamitado el legado del cantante

Los dos hijos mayores de Johnny Hallyday acusan a su esposa de quedarse con todo el patrimonio del rockero francés


Silvia Ayuso
París, 16 de febrero de 2018

De ser la viuda de Francia, la esposa abnegada que lo dejó todo para cuidar hasta su muerte al roquero Johnny Hallyday, Laeticia Hallyday ha pasado en pocos días a ser retratada como la madrastra joven y ambiciosa que quiere quedarse con la inmensa fortuna de su marido a costa de los hijos que el cantante tuvo de relaciones anteriores. El detonante ha sido una dura carta pública escrita por la actriz Laura Smet, la hija de 34 años —solo ocho menos que la mujer de su padre— de Johnny Hallyday en la que denuncia que en el testamento de este tanto ella como su medio hermano mayor, David Hallyday, han sido completamente desheredados.Sin embargo, esta semana se supo que el cantante les hizo en vida importantes donaciones, motivo que estaría detrás de su última decisión. En cualquier caso que las relaciones entre la esposa del cantante y los hijos mayores de este no eran buenas se sabía. Aun así Francia, que hace solo dos meses despidió con honores de héroe nacional a su músico más icónico, asiste ahora atónita a una guerra de clanes digna del mejor culebrón y que amenaza con destruir la imagen del Elvis galo.
Francia lloró con Laeticia, una exmodelo de 42 años, cuando esta, en la madrugada del 6 de diciembre, anunciaba, rota de la emoción, que su marido durante dos décadas había muerto a los 74 años a causa del cáncer de pulmón que combatió durante el último año de su vida. Y se emocionó cuando la destrozada viuda acompañó el ataúd de su marido en su multitudinaria despedida en París y, después, en una ceremonia íntima en la isla antillana de San Bartolomé donde fue enterrado. Todo eran reconocimientos para una mujer que no se apartó ni un instante de su marido, especialmente en los peores momentos de la enfermedad de Hallyday, y que lo ayudó a continuar su amada carrera hasta casi el final, ocupándose a la par de sus negocios y del cuidado de las dos niñas adoptivas de la pareja. “La roca de Johnny”, la llamó la prensa francesa.


Johnny y Laeticia

La imagen sin embargo empieza a resquebrajarse. Y todo por el patrimonio. Unos cien millones de euros, según Les Echos. En juego están lujosas propiedades y los jugosos derechos de autor de un músico que en vida vendió más de 110 millones de discos y cuya muerte ha disparado las ventas, con un álbum póstumo a punto de salir a la calle. Otro motivo más de tensión, según la prensa francesa, porque Laeticia no contó con David Hallyday, músico como su padre, para este último proyecto

Johnny Hallyday y su mujer Laeticia en el desfile de Saint Laurent Menswear en 2016.  GETTY IMAGES



El diario Le Point reveló el jueves que las cosas no son tan blanco y negro como apuntan los hijos mayores de Hallyday. De acuerdo con la publicación, el cantante entregó a su hija desde 2004 5.000 euros mensuales y además la ayudó a adquirir dos apartamentos en un elegante barrio parisino. De igual modo, Hallyday le otorgó a su hijo su mitad de una vasta residencia que tenía con su exesposa Sylvie Vartan también en París y que hoy alcanza un valor de 20 millones de euros.
"Hace tiempo que se sabe que, en la galaxia Hallyday, hay enormes tensiones latentes que fueron soterradas estos últimos años en nombre de la sagrada unidad”, explicaba esta semana en la emisora RTL el biógrafo del cantante Éric Le Bourhis.
En el plano económico, los hijos mayores de Hallyday han resentido el absoluto control ejercido por Laeticia en los últimos años. Después de la primera crisis de salud que sufrió el cantante en 2009, sus negocios pasaron progresivamente a estar en manos de la familia de Laeticia. Las sociedades que gestionan sus interesas están oficialmente bajo control de la abuela de esta, Elyette Boudou, apodada “Mamie rock”, la abuela del rock.
Una situación que no hizo más que agravar las tensiones familiares que comenzaron nada más conocerse la relación de Hallyday con una joven francesa asentada en Estados Unidos llamada Laeticia. Cuando la pareja se casó, en 1996, Laeticia acababa de cumplir 21 años. Johnny tenía 53 y dos hijos de sendas relaciones anteriores. David, de 30 años, nacido de su primer matrimonio con la cantante Sylvie Vartan, y Laura, de 12, fruto de su relación con la actriz Nathalie Baye. Nunca hubo química entre la hija, marcada por el divorcio de sus padres cuando tenía dos años, y la joven nueva esposa. A Laura, “de niña, su padre le faltó. No tuvo una juventud fácil”, dijo a Le Parisien el productor Dominique Besnehard, padrino de la actriz, quien a lo largo de los años ha tenido problemas con el alcohol y las drogas. Por su parte, cita el diario otro antiguo colaborador del cantante, “Laeticia siempre tuvo celos de Laura”. Hasta el punto de que padre e hija se tenían que ver a escondidas, afirma el biógrafo Le Bourhis y confirmó la propia Laura Smet en su explosiva carta, en la que también acusa a Laeticia de no haberle permitido ver a su padre antes de morir, igual que su hermano David. Ambos se han unido ahora para luchar por lo que consideran que es suyo. La batalla promete ser larga, y fea.
EL PAÍS




Johnny Hallyday / Mick Jagger y él

Johnny Hallyday

Mick Jagger y él

Johnny Hallyday era el prototipo de 'rocker', el chaval de la calle en el que fijarse


Loquillo
El País, 6 de diciembre de 2017

Johnny era nosotros. Era el chaval de barrio que le gustaba Elvis Presley, que iba con sus discos. Era el chaval de la calle en el que fijarse. Era el prototipo de rocker. No era un músico de rock, era un rocker que hacía música. Ni Buddy Holly ni Gene Vicent eran rockers comparados con él. Participaba de una cultura que tenía asimilada y te la transmitía de una forma que te hacía sentir que pertenecías, que podías llegar a ser parte de algo. Para mí, cuando tenía 15 años, ya era un espejo. Elvis era un músico, pero Johnny era un rocker. Así lo creo. Es un tipo que descubrió a Jimi Hendrix en Ibiza, que grabó antes que los Beatles y los Rolling Stones, que vendió más entradas que los Rolling Stones y los Who y que cantó en español y convirtió su canción en un hit.Era un personaje arrasador.
Hace un par de días ya nos enteramos que Johnny había sido ingresado y estábamos prevenidos, pero es una pérdida irreparable. Es el artista europeo más importante del rock and roll, junto con Bruno Lomas y Adriano Celentano. Ellos son los pioneros de todo esto. Hizo posible que el rock and roll rompiera fronteras y se convirtiera en un lenguaje universal. Tienes que pensar en Celentano, Cliff Richards y, por supuesto, en Johnny Hallyday para saber que el rock and roll era una visión de la vida.
Cuando lo pienso, me doy cuenta que era mi ADN. Sin él no serían posibles mis canciones como Rock and roll actitud o Johnny et Sylvie. Tuve la suerte de conocerle en Francia. Era exactamente como yo creía que iba a ser. Era un tipo de verdad. Paseé con él por París, grabé canciones y nos hicimos regalos. Me regaló sus gafas para que se las diera a mi hijo. Yo le regalé un anillo de platino con el dibujo del pájaro loco. Me enseñó algo muy importante: a cambiar el chip y a madurar. Cuando le vi en 2003 en un concierto en el Parque de los Príncipes, había cuatro generaciones de fans compartiendo su pasión por Johnny. Eso fue una lección de cómo gestionar una carrera.
Francia ahora está en estado de shock porque se ha quedado huérfana. Johnny era más importante que un presidente de la República. Es muy fuerte decir esto, pero es así. Llevaba con él toda una actitud de vida. Su forma de cantar, de actuar, de sufrir por sus fracasos amorosos, de vivir… Era puro romanticismo de fin de siglo. Le dieron dos veces por muerto, pero no murió. Una de las veces, acabó llamando al presidente para decirle que él no se moría aún, que qué mierda iba a morirse aún con todos los conciertos que quería dar. Eso es grandeza. También lo era verle escoltado por las calles por la policía y querer darles esquinazo solo porque quería divertirse. O dejar su coche aparcado enfrente del restaurante Maxim’s, cuando estaba prohibido, porque él podía hacerlo. Esto es ser una leyenda.
En España no se sabe de la importancia y el valor de Hallyday. En este país se ha despreciado la cultura del rock europea. Cuando su figura era un emblema en Francia, con sus últimos años grabando grandes discos y consiguiendo números uno, no nos enteramos en España. No llegó nada. Recuerdo un concierto que dio en el Liceu de Barcelona no hace mucho y nadie se enteraba de lo que significaba. Daba lecciones de rock en un escenario, pero aquí nos dejamos llevar por los que hacen postureo. Encima, hoy en la radio he oído que le han comparado con Manolo Escobar. ¿En serio? No tienen ni puta idea. Es un desprecio absoluto a Hallyday y al rock europeo. Para la generación de los sesenta, para Los Sírex, Los Salvajes, Bruno Lomas… Johnny era Dios.
Lo más triste de su muerte es una verdad: el rock and roll como cultura se acaba. Es un goteo que sufrimos periódicamente. Fue muy duro el fallecimiento de David Bowie, pero aún más el de Johnny. Era un chico barrial, un hijo de las calles. Era uno de los originales. Pongo al mismo nivel a Johnny que a Bruce Springsteen. Es demoledor. Ahora se pueden ver a muchas bandas que reproducen lo que se hizo antes, pero los originales y los auténticos se van. Es la norma. Johnny representaba una etapa importantísima de la cultura pop en Europa. Siempre me decía: “Loco, solo quedamos Mick Jagger y yo”. Y es verdad.
EL PAÍS


jueves, 22 de febrero de 2018

Manuel Mejía Vallejo / Soledumbres / 115



Manuel Mejía Vallejo
Soledumbres
115

Cuando me estaba muriendo,
haberte visto, mi vida,
fue la prueba convenida
de que seguía sufriendo.

Manuel Mejía Vallejo
Soledumbres
Biblioteca Pública Piloto, Medellín, 1990


Manuel Mejía Vallejo / Soledumbres / 114





Manuel Mejía Vallejo
Soledumbres
114

Al alma de este paisaje
le faltará mi latido:
estoy entre haber partido
y saber que estoy de viaje

Manuel Mejía Vallejo
Soledumbres
Biblioteca Pública Piloto, Medellín, 1990

Manuel Mejía Vallejo / Soledumbres / 28


Manuel Mejía Vallejo
Soledumbres
28

Ojos de uva madura,
labios de rojo entreabierto,
senos de temblor despierto,
culpables de mi amargura.

Manuel Mejía Vallejo
Soledumbres
Biblioteca Pública Piloto, Medellín, 1990




Joaquin Phoenix / “Aún me sorprende que mi trabajo conecte con la gente”


Joaquin Phoenix en el pase de gala de 'Don't Worry, He Won't Get Far on Foot'. 

Joaquin Phoenix: “Aún me sorprende que mi trabajo conecte con la gente”

El actor se convierte en el más serio aspirante al premio de interpretación por su labor en 'Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot'


Gregorio Belinchón
Berlín, 22 de febrero de 2018

El martes al mediodía, a mitad de la rueda de prensa de Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot, la película de Gus Van Sant que protagoniza y que le ha traído a la Berlinale, Joaquin Phoenix (San Juan, Puerto Rico, 1974) decidió sentarse de lado y no mirar a la prensa. Ayer por la mañana, al sentarse para charlar con cuatro periodistas europeos media hora, lo primero que hace es disculparse. “Me abruma, funciono mejor en las distancias cortas”, asegura y sonríe. La sonrisa se convierte en carcajada cuando alguien le habla de un posible premio que sumar al que obtuvo en el pasado Cannes con En realidad, nunca estuviste aquí. “Veremos”. Bromea hasta con su barba: “Esconde mi papada”.

Phoenix encarna a John Callahan, uno de los más irreverentes humoristas gráficos estadounidenses, que realizó toda su obra sujetando los rotuladores con dificultad. Vivió más de la mitad de su vida atado a una silla de ruedas, parapléjico por culpa de un accidente de tráfico provocado por su alcoholismo y el del conductor, lanzados ambos a una farra sin fin. Rehabilitado, Callahan se convirtió en un héroe local en Portland, por donde paseaba a la máxima velocidad que le permitía el motor de su silla. “Fue muy frustrante caerme de la silla yendo ni siquiera la mitad de rápido que él”, recuerda Phoenix. “Cuando me llamó Gus, comentando este proyecto que había capitaneado Robin Williams, yo solo pensé en repetir con Gus”, con quien hizo su primer personaje de adulto en la pantalla con Todo por un sueño, hace 23 años. “Estábamos buscando un proyecto en común; el guion era fantástico, bebía de las mismas palabras del libro de John, me emocionó y dije que sí”, recuerda. “Yo no he cambiado mucho. Sigo igual de inseguro, para regodeo de mis amigos, y aún me sorprende que mi trabajo conecte con la gente”.

Phoenix disfrutó mucho descubriendo el humor absolutamente incorrecto de Callahan, que falleció en 2010. “Siento que era su objetivo en la vida, la broma irreverente. Vi muchas horas de grabaciones suyas, fui al mismo rancho donde aprendió a controlar su cuerpo tras el accidente”, asegura. “Construyes pero también resucitas”.




El actor asegura que a él solo le interesa “trabajar en el cine”, porque disfruta “del proceso”, y eso hace que la vida le llevara de encarnar a Jesucristo en María Magdalena a interpretar a Callahan una semana más tarde. “Todos tienen sus problemas. Seguro que Jesús también sufría sus propios conflictos. Al final, en cada película, cada vez que leo un guion, llevo a la misma conclusión para encarar el reto: el personaje es solo un hombre, y debo averiguar qué siente en ese momento”.
¿Rebusca en su interior ecos del personaje cuando lo construye? Phoenix, alcohólico rehabilitado como Callahan, arranca rápido: “Probablemente siempre lo haga”. Y a continuación alaba el coraje del viñetista al encarar sus problemas y sus reuniones terapéuticas, desviando la atención de su propia vida. “Cuando escojo un proyecto, espero que encaje la calidad del guion, del personaje y del director. A veces descubres que la experiencia es una mierda —no digo el filme, sino el proceso—, porque nunca sabes qué va a pasar”. Respira: “A mí lo que me chirría son los tiempos muertos entre películas, porque en un rodaje tengo el día a día muy programado. Acabas y de repente una mañana te levantas y te planteas: ‘Hoy, ¿qué hago?'. Ahora mismo me pasa eso”.
Durante mucho tiempo, su mejor amigo fue el actor y director Casey Affleck, hoy su excuñado y alguien marcado por varias acusaciones de abusos sexuales. Así que Phoenix medita su opinión sobre el movimiento #MeToo. “Hace unos días charlaba con mi madre, que vivió la lucha por los movimientos civiles en los setenta, y le encontraba cierto paralelismo. Es una revolución excelente para nuestra cultura, debemos prestar más atención a nuestros comportamientos, y estoy seguro de que dentro de veinte años celebraremos haber estado ahí y haber formado parte de #MeToo”.


DE OTROS MUNDOS



El Socialismo del Siglo XXI / Los venezolanos se acuestan con hambre

Un mercado de frutas y verduras en Caracas 


Los venezolanos se acuestan con hambre

La escasez de alimentos hace estragos en la salud de los ciudadanos, según revela una encuesta hecha por investigadores del país


FLORANTONIA SINGER
Caracas 22 FEB 2018 - 15:21 COT


La crisis alimentaria hace estragos en la salud de los venezolanos, según revela una encuesta hecha por investigadores del país sudamericano. La mayoría ha reducido su talla y se acuesta con hambre. Un 64,3% reconoce haber perdido once kilos de peso en 2017. Las bolsas de comida que el Gobierno vende a precios regulados sólo llegan a 12,6 millones de personas, poco más de un tercio de la población.

Yuca y arroz. En eso se basa la dieta de la mayoría de los venezolanos. La harina de maíz precocida, ingrediente base de la arepa, emblema culinario del país, ha sido desplazada por primera vez entre los principales alimentos que los ciudadanos del país sudamericano buscan para alimentarse. La crisis alimentaria que atraviesa Venezuela tiene una dramática expresión en la talla de los ciudadanos y en lo que comen, según los resultados correspondientes a 2017 de la Encuesta de Condiciones de Vida del Venezolano, realizada desde 2014 por investigadores de tres de las instituciones académicas más importantes del país, las universidades Central de Venezuela, Católica Andrés Bello y Simón Bolívar.


Los venezolanos se acuestan con hambre

“La gente está desarrollando estrategias para sobrevivir, no para alimentarse. Ya no es posible ni siquiera sustituir alimentos. La caída en el consumo de harina de maíz, un alimento que por las leyes venezolanas está enriquecido con hierro y vitaminas, es dramática, al igual que la de hortalizas y frutas, que aportan los micronutrientes”, señala la doctora Marianella Herrera, miembro del equipo de investigadores.

MIGRACIÓN Y DESEMPLEO



La encuesta ha medido por primera vez el fenómeno de la migración, un fenómeno nuevo para un país receptor de extranjeros. El estudio evalúa la diáspora de los últimos cinco años. En el 9,7% de los hogares hay por lo menos una persona emigrante o que envía remesas.
“En promedio se reportaron 1,3 emigrantes por hogar, de modo que se estima que entre 2012 y 2017 han debido emigrar al exterior algo más de 815.000 personas”, refiere el informe, que destaca que el 12% de esos hogares está en los estratos más pobres y que casi el 80% del total dejó el país entre 2016 y 2017, lo que revela que la migración es un fenómeno motivado por la agudización de la crisis. Colombia, Panamá, Chile, Argentina, Ecuador y Perú son los nuevos destinos.
Por primera vez en cuatro años la medición del desempleo ha registrado un aumento. En 2017 estaba en paro el 9% de la población, casi dos puntos más que en 2016, lo que implica que al menos 200.000 personas perdieron su empleo en un año. El 60% de la población tiene empleos informales.
El informe también recoge que un millón de niños entre 3 y 17 años está fuera del sistema escolar. Pero la crisis de servicios y el hambre también saca de la escuela a los más que sí van: 3 de cada 4 se ausenta con frecuencia por fallos del transporte y la pobre alimentación.
En salud el país está expuesto a un shock prolongado, describe el investigador Marino González: “Tenemos el peor desempeño en mortalidad materna de la región, que ha aumentado el 30% desde 1998 —solo superado por Cuba—, y la peor desprotección de América, pues el 68% de la población no tiene pólizas de atención de salud ni públicas ni privadas”.
En la encuesta de 2017 se ha incluido por segunda vez la pregunta acerca de la pérdida de peso que reportan los ciudadanos. En 2016, la mayoría dijo haber perdido 8 kilogramos, tres menos que el año anterior, lo que indica que la malnutrición de los venezolanos se ha acentuado y los ha llevado a adelgazar aún más, siguiendo una dieta que Herrera llama anémica, por la carencia del hierro que aportan las carnes, las verduras de hojas verdes y la harina de maíz nacional, cada vez más escasa y que el Gobierno ha sustituido por versiones importadas no fortificadas –como la harina de maíz mexicana, que sirve para hacer tortillas pero no arepas— que se distribuyen a través de los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción), controlados por seguidores del Gobierno.
En contraste, un 7,2% de los encuestados reportó haber ganado unos 7,6 kilogramos de peso; un dato, ataja Herrera, que tampoco revela bienestar. “Una dieta basada en tubérculos y harinas únicamente puede hacer engordar a algunos, pero no los saca de la epidemia de malnutrición que vivimos, ahí también hay un hambre oculta”.
Los resultados presentados por los académicos cuantifican el drama del hambre en Venezuela y del acelerado crecimiento de la pobreza, que en la encuesta alcanza a un 87% de la población. La investigación expone la radiografía de un país sin cifras, una realidad difícil de ocultar en las calles y en los estómagos de los ciudadanos, pero que el régimen de Nicolás Maduro se ha empeñado en tapar, al no divulgar información estadística desde hace cinco años (y en el caso de algunos indicadores, desde hace un tiempo más). Los datos fueron recogidos entre julio y septiembre del año pasado, por lo que los investigadores hacen la salvedad de que no recogen todo el deterioro que supone el proceso de hiperinflación que vive el país desde noviembre pasado.
El estudio, basado en una muestra nacional de 6.168 hogares, también reveló que 8.130.000 venezolanos comen dos o menos veces al día. El desayuno es la comida que más se sacrifica en hogares donde el 61,2% de los encuestados asegura que se acuesta a dormir con hambre. “Tenemos reportes dramáticos de madres que tienen que decidir a qué hijo alimentan con proteínas un día y a cuál no. Esto es dramático”. De acuerdo con Herrera, y haciendo un cruce de variables con distintos indicadores, se puede decir que en Venezuela el 80% de las familias padece de inseguridad alimentaria.

Herramienta de control

La cobertura de las misiones, los programas sociales que se convirtieron en bandera de propaganda del chavismo y también en una herramienta clientelar de control político, ha caído dramáticamente, según la encuesta. En 2017, menos de 200.000 personas dijeron haberse beneficiado de la misión Barrio Adentro, creada en 2003 por Hugo Chávez con la cooperación del Gobierno de Cuba, que aportó decenas de miles de médicos de la isla para prestar atención en los barrios y caseríos más pobres del país.
Ahora toda la política social está centrada en los CLAP y en los bonos en dinero que se entregan a través del llamado carné de la patria. De los 13,4 millones de personas que se benefician de alguno de los programas sociales del Gobierno, 12,6 millones reciben alimentos. Este dato también se corresponde con la cobertura del carné de la patria: en tres de cada cuatro hogares venezolanos, alguno de sus miembros disponen de una de estas tarjetas que el chavismo comenzó a implementar el año pasado para dar beneficios y que ha usado en las recientes elecciones de gobernadores y alcaldes como herramienta para coaccionar el voto.
“Observamos que el venezolano ve que el carné de la patria es un registro que le permitirá recibir lo que el Gobierno vaya a repartir, que no está relacionado necesariamente con una adhesión política del ciudadano, pues de ser así el Gobierno tendría por lo menos un 75% de aprobación, pero sin duda es una herramienta de control, que por la masividad pudiera convertirse en una cédula con la que el Gobierno pretenda regular el acceso a los servicios de la ciudadanía”, advierte la socióloga María Gabriela Ponce.
La distribución de alimentos a través de los CLAP, lejos de paliar la crisis alimentaria del país, exacerba las desigualdades, apuntan los investigadores. La frecuencia de recepción de las bolsas o cajas con comida es discrecional e intermitente. Un poco más de la mitad de los hogares beneficiarios no la recibe periódicamente y la cifra sube al 69% en las ciudades pequeñas y caseríos, donde la pobreza es mayor. En contraste, en Caracas, el 64% de los beneficiarios asegura que la recibe mensualmente y el 24%, cada dos meses.