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Tenia ya ganas de estrenar mi clásica parrilla de 25 euros, esa que todos los años acabo olvidando en la azotea y que termina sucumbiendo a los rigores del frío invierno. La de este año tratare de que no corra la misma suerte pero por empezar de algún modo y tras el bluff de las sardinas por aquí en San Juan (caras, pésimas y escasas) que mejor modo que así.
Cada año lo hago y cada año descubro que moriría impenitentemente si tuviese que encender fuego en plena naturaleza, a lo boy scout, porque ni con todos los medios del mundo. No era bueno el carbón, de acuerdo, y mi habitual sistema de puesta de papel de periódico impregnado en liquido inflamable y posterior colocación del carbón tampoco lograron su propósito inicial. Muchos fósforos después, un par de juramentos en arameo, la clásica mini quemadura en un dedo ¡et voile! fuego en la parrilla, un año mas.
La carne de ternera, churrascada a la gallega típica, buenos chorizos y un tinto de Navarra del que os hable hace unas semanas y que por fin cayó. Se trataba del Palacio de Otazu Dimensión Crianza de 2004. Sorprendió primero por suave pero después mas por escaso, sin picos, como falto de algo, no se. Uno se espera otra cosa de un Navarra de esa dimensión (y porque no decirlo de ese precio). Faltaba algo y al final incluso había caído en copa con lo cual mejor dejémoslo correr. No me llamo la atención.
Si me lleno de todos modos una carne a la brasa que tanto me gusta y que tan poco frecuento. El primer asado del verano. Si soy capaz de no incendiar la casa habrá mas.