El lunes que entramos en fase 1, opté por no salir a la calle. Hacía un día gris, lluvioso, con rachas de viento, en fín que me quedé en mi casita tan ricamente. Aún me duraba el calvario que pasé el domingo al volver a casa hecha una sopa tras el chaparrón que me cayó encima,
con lo cual se elevaron al infinito la cantidad de requisitos a cumplir después de la porquería de vuelta que di.
Y eso que era un paseo, que si es la compra no quiero ni pensar, sólo encomendarme a Dios
porque te faltan manos, para bolsas, hay que llevar impermeable, porque no tienes manos para el paraguas.
Así es que me he puesto a pensar:
¿Qué saco yo de bueno con salir a la calle?.
Tengo que empezar a preparar el quid de salida compuesto por: Guantes, mascarilla,
gel desinfectante,
jabón líquido
sombrero o gorra para el sol o paraguas para la lluvia, riñonera para llevar DNI, tarjeta bancaria, gafas de sol y graduadas, teléfono, pañuelos desechables y seguro que algo se queda atrás.
Y cuando te crees que ya está todo previsto, llegas a la puerta de la calle. te quitas las zapatillas y te das cuentas que los zapatos que te vas a poner no los tienes en la bandeja... ¡vuelta para atrás!.
¡Por fin empiezas a salir... !
Las llaves no sabes donde meterlas, el móvil tampoco, al ascensor no sabes si darle con la rótula o con el coxis....
¡¡¡¡Estás en la calle!!!
Guardar distancias, ir por donde haya menos gente, ponerte la gorra para evitar ser reconocida y tener que pararte... procurar que no se te meta un pizco en el ojo, porque si eso ocurre ¡es el debacle! en el suelo no puedes apoyar la bolsa de la compra ¡ni se te ocurra! y si ya te llaman por el móvil... ¡cágate lorito!
No has andado ni cincuenta pasos y ya estás para volver y meterte en la cama incluso con el coronavirus porque la vuelta es peor: tienes que limpiar unas cosas con lejía, otras con alcohol, otras con toallitas húmedas, otras con jabón, otras con agua oxigenada, otras meterlas en agua caliente... Y además los adminículos que te acompañan: las suelas de los zapatos, gafas, riñonera. Guantes, mascarilla, en fín... Todo un alarde de variedad higiénica .
Y sin entretenerte un momento, te desnudas al ladito de lavadora, metes la ropa en ella a quinientos grados, y tú en pelota picá te vas para la ducha.
¿Merece la pena? yo creo que no y ahora podéis entender el porqué de tomarnos ayer el t de de los martes en lacocina: 0%no es que tenga el síndrome de la caverna, ni que me haya vuelto comodona, es que prefiero estar en mi terraza mirando las nubes pasar sin guantes y sin mascarilla y permanecer aunque sólo sea media hora sin lavarme las manos.
Escuchar esta canción, no tiene desperdicio.
"Pa sufrir, mejor reír y reírse de veras, que vivir acostumbrado, es vivir de otra manera"
"Prefiero morir vivo que vivir estando muerto"
¡Pues... eso, sin salir desde hace dos martes!