Venga chicos que nos toca viajar. Nada de excusas, no os hagáis los remolones, que si hace frío que si tengo mucho que hacer... ¡ale! que hoy no va a haceros falta mantita para taparos las rodillas mientras nos tomamos el café porque os voy a llevar a la playa. ¿Cómo que no es tiempo de playa? Es un momento estupendo para una escapada al mar, buscando temperaturas benignas, suaves brisas... Si os hago esta propuesta es porque yo ya lo he probado en diciembre, y es una maravilla.
Abróchense los cinturones que estamos a punto de despegar y apaguen los móviles por favor, el mundo podrá soportar su desconexión durante diez minutos, aunque si lo consideran absolutamente imprescindible se ruega lo pongan en modo silencio.
¿Café, té, un refresco?
Primera toma de contacto ¿qué os parece? No, la luna no es. Ya, es un paisaje árido, desde luego no vais a perderos en un bosque tenebroso, ya tuvimos bosques en el último viaje. Cuando viajamos debemos hacerlo con espíritu abierto, dispuestos a dejarnos sorprender. Esta foto nos marca el tono del viaje, nos sirve para hacernos una idea del conjunto. Arriba ese ánimo, no os vengáis abajo que esto no ha hecho más que empezar y os aseguro que merece la pena.
Hablando de desiertos...
¿No es bellísimo? ¿No os dan ganas de tiraros por una duna?
No os quedéis con las ganas.
¿A qué os sentís insignificantes, casi perdidos?
Aunque para perderse es mejor seguir este camino de tierra
y dejar que sus curvas nos lleven al fin del mundo y más allá.
Vale, me he pasado, que no llegue el asfalto no lo convierte en el fin del mundo pero se le acerca un poquitín y desde luego merece la pena descubrirlo, ¿no os parece?
No, no es una isla desierta, de esas ya no quedan, pero ¿os apetece viajar en el tiempo?
Mirad, es como si siguiéramos en los años 60 o 70 del siglo pasado.
Pues ahí, en la construcción de la izquierda, tras esas tablas, podemos encontrar algo parecido a un restaurante. No, en realidad parecerse no se parece mucho, pero en su interior sirven comida y luego hay que pagar por ello. A ver... la experiencia mereció la pena, a pesar del tapete de hule, las latas de bebida y los vasos de cartón, digamos que más en la línea de un merendero, pero cubierto y con un aire de otros tiempos. La comida... digamos que cumplió la función de matar el gusanillo.
Que había prometido playa y aún no la hemos visto, ¡mira que sois impacientes! si hay tiempo para todo y aquí lo difícil es perder el mar de vista.
Será por playas, las hay para todos los gustos. Inmensas y pequeñitas, urbanizadas y salvajes, blancas y negras. Lo siento, hoy no podremos verlas todas, no tendría gracia el viaje, hay que dejar algo oculto para que podáis descubrirlo por vuestra cuenta.
Veamos, hemos recorrido caminos, viajado en el tiempo, visto el mar y remojado, al menos, los pies, ¿Qué nos falta?
Efectivamente, una fortaleza, aquí la tenéis,
y una casa solariega, lo siento señores, no admite huéspedes.
Y una iglesia
y un pueblo típico...
No es la luna, no es una isla desierta, tampoco es el paraíso aunque en nuestra mano está creer por un momento que en él nos encontramos. Hoy os dejo una visión parcial, solo una parte del cuadro, la más natural, aquella en la que la mano del hombre y su paso se aprecian menos. El resto del cuadro, la parte más humanizada y modernizada, os la traigo el domingo, que se os ve cara de cansados.
¿Alguna idea? Vaya cara de despiste que tienen algunos... ¿o no?
No os olvidéis de coger una flor antes de marcharos, en medio de la aridez, la naturaleza se las apaña para hacernos un regalo.