El otro día caí en la cuenta de que
necesito emplear demasiado tiempo para hacer cosas de provecho,
entiéndase el provecho como generador de beneficios de índole
económico o al menos práctico, es decir, la mayor parte de mi
tiempo lo empleo en trabajar fuera o dentro de casa. Si tenemos en
cuenta que mi cuerpo necesita dedicar algunas horas al día a dormir
para poder recuperarse resulta que lo que me queda para malgastar,
para lo que podría llamarse hacer el vago, es realmente escaso. Se da además la curiosa circunstancia, no se si os pasará a
vosotros también, de que casi todo lo provechoso me disgusta y casi
todo lo que me gusta o me resulta placentero resulta inútil en
términos economico-prácticos.
Veamos, el primer puesto en el terreno
provechoso pero francamente nada agradable es el trabajo. Es
innegable que por mucho que me moleste tener que hacerlo soy afortunada por tenerlo, ya que a día de hoy no se
ha inventado una formula diferente para vivir que intercambiar
trabajo por dinero y dinero por los bienes necesarios para ello.
Dejando esto claro, no me negareis que casi todo lo que en esta
sociedad se considera trabajo provechoso y se le da un valor
monetario suele ser cansado, a veces muy aburrido y en ocasiones
profundamente desagradable.
Quizá no debería dar por
supuesto que trabajo siempre es igual a tarea desagradable. Es muy
posible que alguno haya conseguido que le paguen por hacer algo
que le gusta, si es así me alegro muchísimo, de verdad. Pero por
desgracia la experiencia más común a mi alrededor es considerar el
trabajo como una cruz que no nos queda mas remedio que cargar a
cuestas durante buena parte de nuestra vida (con las últimas
disposiciones del gobierno, una parte cada vez mas larga). Estoy obviando una serie de casos minoritarios y elitistas: jugadores de fútbol de grandes equipos, estrellas consagradas del espectáculo, y... la caterva de banqueros chupaeuros, políticos sin escrúpulos y demás parásitos que han conseguido (no voy a entrar a calificar los méritos) vivir del cuento o, lo que es peor y cada vez parece más común, a costa de lo demás.
No puedo dejar de mencionar otros
trabajos necesarios para nuestra vida por los que no obtenemos,
generalmente, beneficio económico sino que son de índole practico, así como otras actividades necesarias para nuestros devenir diario (aunque algunas preferiríamos que no lo fueran) a las que yo tampoco suelo encontrarles el
lado agradable. En esta categoría entraría todo lo relacionado con
las tareas domesticas, desde hacer la compra a las chapucillas
caseras y también lo relacionado con el cumplimiento de deberes
administrativos, consultas medicas o reuniones de la
comunidad de vecinos (cosa absolutamente inútil y de muy dudoso
provecho pero que tarde o temprano hay que sufrir).
Históricamente el tiempo
libre ha estado muy mal visto y en realidad es casi un invento de los
tiempos modernos. Nuestros abuelos no hubieran entendido el
significado de la palabra ocio o hobbi y simplemente
hubieran calificado nuestras aficiones como “hacer el vago”.
Sin ir muy lejos mi madre no entendía
mucho que pudiera pasar horas leyendo un libro y cuando iba de
vacaciones al pueblo, mi tía nos regañaba a mis primas y a mi por
pasar la siesta hablando en vez de estar bordando un mantel. En
aquellos tiempos sólo en las fiestas de guardar y no siempre ni en
todos los casos, podía uno relajarse y no se consideraba pecado
divertirse.
Cuando yo era pequeña era habitual que
los mayores utilizaran la frase: tienes que estudiar para convertirte
el día de mañana en un hombre de provecho.
Y con eso querían decir convertirse en
médico (dentista a ser posible) abogado o arquitecto y si el chico no
“servía” para estudiar entonces se le animaba a ser fontanero o electricista y si daba dos patatas bien dadas a un balón soñaban
con verle en el Real Madrid (igual sirve poner Barça o cualquier otro
grande al que fuera aficionado el padre).
Véase que hablo en masculino porque
cuando yo era pequeña lo común era esperar que fuera el hombre el
que obtuviera dinero por su trabajo, mientras que el provecho de una
mujer se refería a realizar correctamente “sus labores”
domésticas, es decir a realizar un trabajo no remunerado
dinerariamente y cuya innegable utilidad práctica era muy poco
valorada (los estudios eran más bien un adorno que un medio para un fin).
El tiempo se ha encargado de poner las
cosas en el sitio que le ha dado la gana, barajando los provechos a
su antojo y ahora afortunadamente y aunque aun deje mucho que desear, el concepto de ser de provecho tiene más que ver con el “qué”
que con el “quién”.
Ahora bien en lo que no solía haber discrepancia era cuando el niño o la niña salía artista. Eso era una auténtica catástrofe porque es de general conocimiento que no hay nada menos provechoso y falto de utilidad que las actividades artísticas en todas sus manifestaciones. En este terreno muy bueno tienes que ser para conseguir que alguien pague dinero a cambio de tu trabajo.
Alguien que conozco dice con respecto a la comida que todo lo que le gusta o engorda o tiene colesterol y que solo es saludable aquello que menos le gusta como las frutas y verduras.
En este caso ocurre algo similar, aquellas actividades que nos hacen sentir bien, en mi caso incluiría leer, oír música, pasear, ir al cine, la fotografía o este blog, que no tienen más beneficio que el de satisfacer nuestros sentidos, relajarnos o distraernos y que hemos elegido libremente, sin
imposiciones de ningún tipo, van a la categoría de lo no provechoso desde la a duras penas consiguen hacerse un hueco en nuestras vidas saturadas de “actividades de provecho”.
Y ya está bien, hasta aquí hemos
llegado. ¡Estoy harta de hacer cosas de provecho! ¡quiero hacer el
vago!
Veamos...
Quiero asomarme a un acantilado y
escuchar la respiración del mar y mirar como las nubes corren y se
persiguen y cambian de forma. Quiero tumbarme en el suelo a ver
crecer la hierba o a mirar como se abre una flor. Me echaré a la
calle sin rumbo fijo, a caminar por caminar. Me preguntare cual será
el destino de esa bandada de pájaros que cruza el cielo al atardecer
e intentaré adivinar la deriva de la corriente de aire en la que una
gaviota se deja llevar.
Quiero... malgastar mi tiempo a manos
llenas haciendo todas esas cosas que no tienen más utilidad que
hacerme sentir bien, simplemente porque sí.
Como parte de la terapia reparadora que
me he prescrito voy a dejar que el blog también descanse unos días.
Total, seguro que vosotros (que sois unos envidiosillos) vais a
encontrar un montón de esas cosas maravillosamente inútiles en las
que malgastar vuestro tiempo en estos próximos días.
A la vuelta, descansados y seguro que
más felices, volveremos con muchas cosas nuevas que contarnos.
(Prometo no enseñar mis fotos)