Darío Falconi
Antes que nada te advierto que quizás lo que leas sea una gran mentira.
Hecha esta salvedad comienzo por contarte que no creo en las casualidades y coincidencias; pero resulta ser que este blog se actualiza (casi) todos los martes y hoy justamente es ese día. El almanaque dice que hoy cumplo 32 años; por ese motivo, me tomo una licencia y cometo un acto de despotismo al autopublicarme.
Te cuento. Me registraron Darío Rubén, en honor al nicaragüense que se llama de igual manera, pero en orden inverso. Nací en una lluviosa madrugada en la ciudad de Río Tercero, Córdoba. Tuve una infancia de niño callejero, escapándome a la siesta para irme al balneario con mis amigos del barrio Cerino y recibiendo las palizas correspondientes a la vuelta. Además de policía y directivo municipal, mi padre fue locutor de una banda de cuarteto, por lo que con 8 años no me perdía ninguno de los bailes de las grandes bandas de Córdoba que llegaban a la ciudad. Coleccionaba las letras de las canciones en cuadernos de 24 hojas. Compraba algunos cassettes y hacía grabar otros, pero no tenía donde escucharlos. Mi sueño en aquella época era tener un radiograbador, hasta que con el tiempo mi papá me lo pudo regalar y fui el niño más feliz de la Tierra. Seguí callejero, inquieto, solitario y quizás eso fue lo que posibilitó que un vecino se abusara de mi inocencia. Después crecí, empezábamos a tener una mejor posición económica y nos mudamos al barrio Petroquímica, a unos 400 metros de la Fábrica Militar, esa que voló por los aires un 03 y 24 de noviembre de 1995. Dicho hecho motivó nuestro desembarco en Oliva, lugar que nos ofreció el calor de los familiares. Estudié como quise, en la secundaria repetí dos veces el tercer año, pero culminé mis estudios obteniendo el segundo promedio del colegio. Estudié el Profesorado en Lengua Castellana en la Universidad Nacional de Villa María, lugar donde trabajo desde hace 11 años y ciudad en la que resido desde hace aproximadamente 6 años. Me casé, tuve dos hijos: Sofía e Ignacio, me divorcié, estuve de joda, me puse de novio, quise ponerle los cuernos a un amigo, me junté, me separé, amé, me amaron, odié, me odiaron, me quedé, me echaron, viví solo, con amigos, volví a amar, volvieron a amarme, volví a perder… en fin… un quilombo.
Fui canillita, mozo, pintor, instalador de TV satelital, mendigo, ayudante de albañil, repartidor de volantes, ladrón de revistas y calcomanías, beneficiario de algún plan de trabajo del Estado, quiosquero y algunas otras actividades más que no recuerdo en este instante de delirio. En la actualidad soy empleado público (no docente) con horario de trabajo corrido, modalidad que posibilita realizar otras actividades cuasi-ad honorem: periodista, editor, escribir de vez en cuando y mantener un puñadito de blogs (
Darío Falconi /
El mensú ediciones /
Tinta de poetas /
Estiércol y margaritas).
Antes de culminar mi carrera de letras mis intereses en investigar y publicar cuestiones relacionadas con la literatura, hicieron que acompañara a Carlos Gazzera en la coordinación de “El Diario Cultura” perteneciente a El Diario del Centro del País, suplemento cultural que desde el 2006 hasta el día de la fecha está bajo mi coordinación. Colaboré en algunas revistas y periódicos locales y provinciales. Publiqué tres libritos: "rock_vm: el rock de Villa María en el Nuevo Milenio" (Recovecos, 2007) conjuntamente con Carlos Gazzera y José Azócar; "Tinta de poetas. Una encuesta a la literatura de este río" (Eduvim, 2009) y el poemario "De barro y carne" (El mensú, 2010).
Este año verá a luz otro poemario del que todavía no tengo nada, sin embargo, es algo que no me quita el sueño; la literatura para mí es un gusto y escribo cuando quiero y como puedo; me despreocupan los comentarios adversos de gente que cree haberse ganado el podio de las letras, ya sea por cantidad, calidad o permanencia. No me importa la popularidad, la técnica, los géneros, las vanguardias… sólo creo en la palabra que se plasma en el papel como la extensión de uno mismo, una difusa representación de lo que soy, de lo que no soy, de lo que quisiera ser, de lo que me aqueja, de lo que anhelo… Lo imprescindible en la vida es vivir, la literatura viene después, por lo menos para mí.
Mi padre conserva un cuaderno:
“
cuando yo me muera hagan esto”
trámites, cuentas, claves,
seguros, deudas, bienes,
todo eso esta ahí, esperándonos.
Cuando yo muera, te digo,
sólo recuerda dejarme
un par de óbolos en mis ojos
y dos más en mi bolsillo.
Seguiré la tradicional ceremonia
y cruzaré el caudaloso Aqueronte;
pero no te aflijas ni me llores,
celebra la convocatoria,
arregla nuestra casa,
Caronte me traerá de vuelta.
(inédito, 14-02-2010).
* - * - * - * - * - * - * - *
Cayeron mis últimas monedas sobre el mostrador,
y agradecí al retirarme.
Esperé la noche contemplando el ocaso,
lustré mis zapatos y me los calcé,
el traje de casamiento me incomodó
pero aún así me encaminé hacia el sur.
Crucé el tenso alambrado
y llegué hasta nuestro lugar,
arrojé la bolsa y de inmediato
tajé la tierra hasta el cansancio.
Me arranqué los ojos,
borré los besos con un revés de brazo,
me extirpé el corazón
y lo deposité en lo más profundo.
Rocié todo con combustible,
encendí el viejo Zippo
y lo dejé caer en nuestros recuerdos,
que ardan como ardimos,
que se consuman como nos consumimos.
Me senté en una piedra
percibí la brisa de la madrugada,
el crepitar desde el fondo,
el abucheo de los grillos,
las luminarias a lo lejos.
Quizás, no pude cuidarte como debí
quizás esto debía suceder
quizás siempre quizás…
por eso liberé tus imágenes, tu recuerdo,
para que seas feliz con lo que has decidido.
Tomé un puñado de tierra
lo deshice entre las yemas de mis dedos
y te pensé por un momento más,
lo cubrí todo
y me perdí en el cañaveral.
(inédito, 14-02-2010).
* - * - * - * - * - * - * - *
La esperanza
es la única excusa,
que le da sentido
a la vida.
(de “De barro y carne”, 2010).
* - * - * - * - * - * - * - *
Flechazo roto
llanto en la madruga
desgano en los días laborales
escaso sueño
descompostura en el cuerpo
sobrevivir al fin de semana
necesidad de un abrazo
extrañamiento constante.
Detalle pormenorizado del dejado,
que intenta a los manotazos
cobrar una deuda
que no se cobra,
no se indemniza,
ni hay garantías.
(inédito, 14-02-2010).
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(*) La foto y el montaje es de Robinson Rios,
amigo del alma que cree que soy un actor de Hollywood.