“Cuando una
necesidad endémica se mutila por pudor muchas personalidades a su vez quedan
cercenadas y truncadas en parte también”
A veces extiendo mis brazos y abro mis manos buscando
inconsciente e impaciente a la vez, un espacio humano que tocar, que acariciar,
a la vez que una corriente o energía emana de ellas como deseo suplicante que
busca descanso y serenidad en otra
energía complementaria y necesaria a la vez. Como una paloma que despliega sus
alas y vuela buscando el tacto del viento donde poder agitarlas, pues de igual
modo se extienden los dedos de mis manos buscando un retazo de piel que
explorar: un rostro, el pelo u otra mano, la estrechez de un brazo o la
amplitud de la espalda o simplemente las paginas de un libro, incluso a veces
uno mismo por pura necesidad.
Que enorme placer el poseer el don de disfrutar a la par
acariciando como de la caricia recibida, sentir que tus manos están en ese
instante plenamente realizadas, pues no sólo su razón de ser es el asir, el
pintar o el tocar, también se pinta con la boca, se agarra con los pies y se
toca con los labios.
Sentir que tus dedos se conectan y acoplan plenamente con
la piel hasta derretirse en ella, que el cerebelo cual piloto automático toma
el mando y la mano sigue un patrón de movimiento programado.
Dos personas se funden en una, una que recibe y otra que
da, una que ofrece y otra que toma, piel con piel, puerta de entrada al salón
emocional, al mundo de las sensaciones,
puente entre hemisferios y destino final a la verdadera humanidad.