“Antes la gente se
reunía en las plazas, ahora las hemos cambiado por rotondas”
No
me malinterpretéis, nada más lejos de mi realidad que el querer renegar de los
adelantos que la sociedad ha ido consiguiendo a lo largo de la historia, pues
entre otras cosas soy un apasionado consumidor de todos ellos. Es sólo que pienso que paralelamente también
tendríamos que habernos esforzado en conservar algunas costumbres ancestrales
que de una forma o de otra han destacado por su gran valor adaptativo y
facilitador del desarrollo del ser humano como ser eminentemente social.
Como
digo, estas viejas costumbres a que me refiero, son costumbres que han
posibilitado el desarrollo de la comunicación y por ende de la cultura, la
empatía, el compañerismo, el contacto físico, el valioso apoyo emocional cuando
este era necesario y otro sin fin de apoyos entre amigos, familiares, vecinos,
etc.
Es
sabido, el gran avance que supuso en general el descubrimiento del fuego, a
parte de por el cambio dietético que supuso al poder cocinar la carne, con la
aportación de proteínas que propicio el crecimiento rapidísimo del cerebro, pero
también por lo que significó a nivel de
relaciones sociales, las personas se juntaban alrededor del fuego para
compartir largos periodos de su vida, celebraciones, juegos, reuniones
importantes y otros, comenzando a tejerse una incipiente, pero prometedora red
social.
Más
tarde, por nombrar algunas, de siempre las tertulias de vecinos, cuando el
tiempo lo permitía, se han celebrado en la calle, punto de encuentro donde cada
cual se sacaba su silla y se compartían chismes, recetas de cocina, novedades
del pueblo y avances sobre el clima y la cosecha.
O,
cuando en la calle sólo había una televisión y esta se acercaba a la ventana
para que los demás vecinos acudieran, nuevamente con sus respectivas sillas,
para disfrutar del nuevo invento.
Las
fiestas, bailes y eventos se celebraban en las plazas, calles, ahora, en
cambio, en macro discotecas cada vez más sumergidas en el subsuelo y música a punto
de reventar los tímpanos que hace imposible la comunicación verbal.
Todas
ellas eran costumbres que proponían el acercamiento, el compartir y el
relacionarse por encima de todo.
Los
niños jugaban en la calle y los juegos era impensable el poder jugarlos en
solitario, sino que en todos había un denominador común, era necesaria la
reunión de varios niños y no sólo era necesaria la participación activa a nivel
físico, sino también a nivel oral y comunicativo.
Ahora
los niños juegan solos y sin moverse de su propia habitación con la
videoconsola playStation, Wii o Xbos… no necesitan reunirse físicamente para
jugar, ni siquiera para comunicarse, pues pueden hacerlo Online por medio del
móvil o del ordenador, gracias al twitter,
facebook o whatsApp, no hace falta mirarse a los ojos, reforzar lo dicho con el
gesto o con una palmada cariñosa en la espalda, se ha deshumanizado el dialogo
y la comunicación.
Antes
la gente se reunía en las plazas, ahora las hemos cambiado por rotondas.
Todo
está perdiendo identidad, nada es autentico, todo pierde su esencia y su
verdadero significado, las cosas importantes ya no interesan todo es pasajero,
rápido y sustituible. Hay una crisis total de identidad, costumbres que siempre
han significado y han proporcionado identidad y sentido a la existencia en
común, ahora ya no importan, desaparecen, se olvidan y sus efectos beneficiosos
y adaptativos para la humanidad nadie parece echarlos de menos, estaban ahí por
algo, que ahora ya ni siquiera se sabe porqué, sólo se pueden ver y sentir sus dañinas
consecuencias, aislamiento, incomunicación, falta de empatía, retraimiento y
algo tan negativo para las relaciones humanas como es la falta de habilidades
sociales que como la palabra dice es una habilidad que se adquiere, pero sólo
si se interactúa.
Hemos
llevado el concepto de intimidad a sus últimas consecuencias, todo lo podemos
hacer en la intimidad, a solas, sin necesidad de relacionarnos directamente con
nadie, quizás haya a quien le interese.
No
necesitamos a los demás para nada, todo podemos hacerlo en la más absoluta
soledad, podemos jugar, divertirnos, competir, relacionarnos, comprar, vender,
oír música, ver cine o teatro, hacer amigos o buscar pareja, todo sin salir de
nuestra propia habitación. Ese es todo el horizonte de muchas personas hoy en
día.