Confío en que el trayecto desde
Brunnen no se os haya hecho demasiado largo. Para los que lo hayan olvidado,
vamos camino de la pradera de Rütli, donde se gestó Suiza, hace ya varios
siglos.
Desembarcamos
y ascendemos por un camino empinado pero corto.
Un poco de historia, o más bien de
leyenda. En 1291 los señores de tres cantones, Uri, Schwyz y Unterwalden,
mantuvieron aquí, en esta pradera, una reunión secreta con el objetivo de
defenderse conjuntamente en caso de ataque a cualquiera de ellos. Firmaron la
Carta Federal, formando así la antigua confederación suiza, que se fue
ampliando hasta los 26 cantones actuales. De hecho, el nombre de Suiza deriva
del cantón Schwyz.
Pero la existencia de este pacto no
fue descubierta hasta varios siglos más tarde, por lo que hasta el s. XIX se
pensaba que el nacimiento del estado suizo se había producido en 1307. Los
orígenes no están claros, pero en 1891 se eligió el 1 de agosto como el Día Nacional.
El lugar
en cuestión está muy cerca del embarcadero. Hay un restaurante, pero como es
invierno está cerrado. Enseguida llegamos a un grupo de pinos donde encontramos
tres grandes bancos de piedra.
El lugar
no es que tenga mucho más; se trata más bien de echar un vistazo a la historia
suiza que de otra cosa. Eso sí, las vistas son bonitas.
Hecho el
pequeño recorrido, sólo faltaba disfrutar del lago de los Cuatro Cantones, navegando
prácticamente de punta a punta, hasta llegar a Lucerna. Por el camino vamos
viendo varios embarcaderos, con las montañas siempre en el horizonte.
El
trayecto dura más de dos horas, así que hay tiempo para recorrer el barco y
para refugiarse del fresco que hace sin dejar de admirar las montañas.
Más allá
de un recurso turístico, el barco es un medio de transporte público que
complementa muy bien el tren o el autobús.
La imponente
silueta del Pilatus nos da la bienvenida a Lucerna. No es habitual ver su
cumbre tan despejada de nubes.