Retomamos nuestro paseo y nos internamos en el bosque en busca de algo de sombra que nos alivie.
Este parque es inmenso, el mayor de Europa y es unas cuatro veces más grande que Central Park. Nosotros apenas podremos llevarnos una ligera idea.
Encontramos toda una manada de ciervos que descansa junto a un árbol, rodeados por fotógrafos. Los edificios del fondo nos recuerdan que la ciudad no anda lejos.
Seguimos disfrutando del día camino del estanque.
Y nos topamos con este otro ciervo.
No estoy dispuesto a dejarlo escapar, así que camino junto a él sin saber si acelerar el paso y adelantarlo o ir más despacio para que no se asuste.
No parece muy feliz de que me haya interpuesto en su camino, y me mira un tanto desafiante. Yo no dejo de observarlo mientras tanteo en busca del árbol que tengo al lado por si se le ocurre cargar contra mí. Tantas luces y sombras me complican la foto, pero no logro convencerlo de que salga a cielo abierto.
Al final prefiere darse la vuelta y llamar a las hembras, que no andan lejos.
El estanque que buscamos no es éste, pero no tenemos tiempo de caminar más porque hay que volver pronto al centro. Aunque es domingo me espera una cena de trabajo a las siete de la tarde. Estos extranjeros están locos.
Nos sentamos un rato a descansar de tantas emociones.
Hubo algún ciervo más, y por supuesto, más árboles, pero os ahorro el camino de vuelta. Creo que con estas dos entradas os podéis hacer una idea de cómo es la esquina noroeste del parque.