Aquella tarde
había quedado con mi amiga Carmen, hace muchos años que nos conocemos y que somos
amigos. Yo hace poco que me he separado y ella, podríamos decir que está a
punto. A veces quedamos para hablar y contarnos nuestras cosas pero hoy tengo
un plan malévolo. Carmen no acostumbra a ponerle los cuernos a su marido y es
una cosa que yo respeto normalmente, pero llevo días que le tengo ganas y hoy
estoy decidido a traspasar la línea.
Entramos en el
pub y pido dos cervezas, esta un poco oscuro, sólo la barra está iluminada y
una gran pantalla donde se ven vídeos proporciona la iluminación ambiental. Al
fondo, hay unos sofás que van formando cuadrados donde sentarse y tener
bastante intimidad.
Nos sentamos
uno al lado del otro, ella empieza a contarme la última discusión con su marido
y yo le paso el brazo por encima del hombro. Ella se me acerca y me da un beso
en la mejilla, yo aprovecho que la tengo cogida con el brazo para darle el beso
con lengua y todo. Ahí estamos un rato, abrazados, besándonos pero yo quiero ir
más allá, necesito algo más si quiero que el deseo venza a la responsabilidad,
así que le digo.
-¿Echamos un
billar?
Ella accede y
nos acercamos hasta la mesa del billar. Allí una lámpara ilumina el verde y de
paso quien se acerca. Allí estamos nosotros, cada tiro me acerco para indicarle
como tirar y aprovecho para meterle mano. Le acaricio el culo o paso una mano
discretamente por sus pechos. Ella también me sigue el juego, así que cuando
entra la negra me abalanzo sobre ella y la empujo contra la pared. Nos besamos como
si lleváramos meses sin vernos y yo aprovecho que está contra la pared para
clavar mi polla en su abdomen.
Entonces
observo su cara de placer y sé que ya ha pasado con creces la línea.
-¿Subimos a mi
casa a tomar otra?
-Vale
Por el camino
nos abrazamos y nos besamos todo el camino.
Cuando
entramos en casa ni siquiera nos acercamos a la cocina a por las cervezas ambos
sabíamos que era una excusa además tenemos otras prioridades. Llegamos a mi
habitación enroscados y nos quitamos la ropa como si estuviera ardiendo. Casi
desnudos la empujo sobre la cama para arrancarle las bragas que me sorprenden.
Hacia tiempo que no veía unas tan grandes, supongo que la moda de los tangas es
para las chicas que van buscando rollo y no ha llegado aún a las mujeres casadas.
Las quito y
observo que hay otra moda que tampoco ha llegado a las mujeres casadas aunque
ella no es muy peluda, sonrío porque yo tampoco ¡Tenemos tanto en común!
Ella no se espera lo que estoy pensando hacer por lo que
antes que se dé cuenta, me amorro entre sus piernas. Noto como se queda
sorprendida pero no le da tiempo a decir nada cuando ya está retorciéndose de
placer. Me pregunto entonces si su marido no se lo hace nunca. Sé por
experiencia propia que cuando hay mal rollo en el matrimonio el sexo es casi
nulo y se reduce a un polvo “aquí te pillo aquí te mato” cuando ambos están
necesitados de sexo y quedan olvidados cosas como el sexo oral y demás placeres
que las parejas se dan el uno al otro.
Entonces la
observo, ha dejado de moverse, está en éxtasis, como si su mente hubiera
desconectado incapaz de digerir tanto placer y pienso que igual su marido nunca
se lo había hecho, puede que en su interior la niña de uniforme que iba al
colegio de monjas no le dejaba hacer esas cosas porque son pecado.
No debería
pensar esas cosas en ese momento pero necesito que mi mente frente el caballo
desbocado que tengo bajo el ombligo. Quiero que sea algo especial para ella y
no puedo dejarla a medias. Así que me pregunto ¿Cuántos se pierden tanto por la
costra de cultura moral cristiana que arrastramos?
Sé que ya es el momento así que voy subiendo
sin separar mi lengua de su cuerpo, voy lamiendo su piel blanca, tanto
como la mía. Me paro cuando llego a sus pechos para juguetear un rato con
ellos. Son grandes y sus pezones están muy duros incluso antes de que mi lengua
los toque.
Sigo subiendo
hasta llegar a su cuello, justo debajo de su oreja, entonces he llegado donde
quería porque mi polla entra directamente y ella suelta un gemido casi
religioso. Se nota que suele reprimir esos gemidos pero esta vez es incapaz y
se le escapa umo a cada penetración.
Después de un
rato cambiamos de postura y ella se pone encima. Cuando se me sienta encima se
le escapa un.
-¿Pero que es
esto?
Yo pienso
“Mira, ese es el orgasmo de la despistada”
y ella empieza a moverse. Sus pechos se mueven para todos lados y decido
agarrarlos, no me preocupa que se haga daño, es que me gusta.
No tardamos en
corrernos los dos y ella chilla. Por suerte no es muy tarde y creo que los
vecinos no lo habrán oído. Todavía no la he sacado cuando ella se agacha y me
da otro beso en la boca.
Después mira
el reloj y dice:
-¡Ostras! Que
tarde se me ha hecho, me voy que si no mi marido me mata.