Pedaleando por la Panamericana, la carretera más larga del mundo...
En Pasto me espraban Ana y Felipe con quienes había compartido risas, caminatas y visitas en Cusco y Quito ( ah! y un montón de comilonas, claro...) y Carlos y su familia, otra de las ya famosas casas de ciclistas. Tras unas horas de Panamericana y una buena subida ( de esas de 30 km., de las que hacen afición) llego a este oasis del descanso ciclístico que es la casa de Carlos.
Y es que el man no sólo nos brindó posada a nosotros y a otros ciclistas que por ahí pasaron, se está arreglando el garage para que los ciclistas tengamos habitación propia, con neverita y todo, un lujo de trato el suyo y el de su esposa e hijas.
Con Ana y Felipe paseamos por Pasto y probamos todos los manjares probables antes de ir a visitar la laguna de la Cocha, un lugar de esos con algo especial.
Felipe y Carlos embarcando
Una de las particularidades de la Cocha ( también conocida como Laguna Guámez) es la pequeña isla de la Corota, tan pequeña que es una ( siemre se dice que la más...) de las menores reservas mundiales de la Biosfera, en lo práctico un islote chiquito que se recorre en diez minutos cargado de flora ( con algunos árboles endémicos) situado en un lugar de ensueño. Un paseo muy bonito y muy recomendable, sobretodo si se remata con alguna de las delicias que se venden en el puerto.
La laguna de la Cocha es un auténtico remanso de paz
Tras despedir a Carlos y familia tocaba seguir con el pedaleo, esta vez acompañado de Ana y Felipe que tras tanto encuentro " de civil" ya dudaban que yo fuera ciclista... La verdad es que comartimos una ruta bien hermosa pero también durilla, difícil encontrar algún llanecito por estos lares, sube tres o cuatro horas, baja en media hora y así dele y dele.
Como siempre es muy fácil viajar en Colombia, la primera noche nos acogieron en un "parador" de fin de semana, con piscinita y todo. Pero claro, yo sin carpa, a mitad de la noche se pone a llover y el primo que dormía en hamaca de pie en un salto y a buscar un techillo, saco al suelo y a seguir soñando.
Ana y Felipe transitan por los bellos paisajes colombianos
Viajar con Ana ( que es Colombiana!) y con Felipe ( suizo aunque ya había estado por aquí) permite conocer otra cara de Colombia, cómo era el país hace unos años. Historias increíbles para un gironí de violencia las había ya escuchado, pero nadie habla de la inflación en los productos básicos o del montón de desplazados que está creando el conflicto gobierno-paramilitares-guerrilla.
Después de avanzar por valles y montañas llegamos una tarde a Piedra Sentada dónde tras visitar desde el profe hasta la policía, nos ofrecen un salón municipal como alcoba de cortesía; lo que no sabíamos es que compartiriamos espacio con un lugareño que nos deleitó con un "concierto bajo la ducha" y desfile con toalla; muy interesante. Más chocante para mi fue la multitud de pintadas a favor de la guerrilla, en contra del beatificado presidente colombiano y los comentrios de los habitantes acerca del asunto, se iba revelando otra Colombia, la que no sale en la tele oficialista.
Muy verde el transcurso por el Sur Colombiano
Tras más subidas y bajadas llegamos a Popayán, una ciudad colonial preciosa, famosa por sus celebraciones de Semana Santa, vaya a mi paso estaban acicalándola toda para el evento. Pero lo bueno de Popayán no fueron los paseos por la ciudad sino el recibimiento que nos brindó la familia de Ana, sin palabras! Me recibieron como a uno más de la familia, la abuela me llenó hasta los topes de Tamales y Sancocho, les cocinamos unas crepes con Nutella, nos fuímos a las termales de Coconuco ( Agua Hirviendo) y lo pasamos muy muy rico.
Lo mejor del viaje son siempre los encuentros y lo peor son las despedidas y huyendo del riesgo de acabar bien cebado e imposibilitado para la bici ( algo que quizá le pasó a Felipe...) me despedí de los ciclistas ( hasta la próxima en Suiza) y de la família de Popayán ( de la que colgaré fotos en cuanto me lleguen); no en vano me esperaban más kilómetros y una nueva cita con un viejo amigo.