sábado, noviembre 27
Recuerdos.
Nuestros recuerdos, al final, son sólo un cruce de caminos. Cada día pienso en tí, hoy he intentado volverte a escribir, pero mis manos han mostrado de nuevo su lado insurrectamente oscuro. Han pasado de mi, como últimamente tanto les gusta hacer. Y entre la pantalla y la pared, veo en las ventanas marionetas dibujadas en el vaho, siluetas de princesas, hasta un castillo con almenas, y un sol disfrazado de sonrisa con una bufanda de nubes. Mañana me voy a tener que dar otro hartón de limpiar cristales. Yo y mi manía de andar desinfectando este mundo de ilusiones.
viernes, noviembre 26
Me voy a quejar
Vaya día llevo.
Para empezar, esta mañana entro en el estanco y no les quedaba ninguna cajetilla donde dijera que "fumar puede afectar al feto durante el embarazo", así que he tenido que decidir entre quedarme impotente o dejarme asesinar. Joder, que estrés, tomando decisiones y sin desayunar.
Para empezar, esta mañana entro en el estanco y no les quedaba ninguna cajetilla donde dijera que "fumar puede afectar al feto durante el embarazo", así que he tenido que decidir entre quedarme impotente o dejarme asesinar. Joder, que estrés, tomando decisiones y sin desayunar.
miércoles, noviembre 24
Calor y frio.
Mi memoria hoy es calor y es frio. Nos conocimos en un chat cualquiera hace ya unos cuantos años. Entrábamos los dos cada noche sobre la misma hora. Aunque al princípio nunca nos hicimos mucho caso, resultó que un día yo la expulsé sin querer, fué un accidente, y creo que luego se me fué la mano pidiéndole perdón. El roce noctámbulo nos convirtió en buenos amigos. Si alguien cree que virtualmente, a través de un ojo de buey digital y de frases tan viciosamente lascivas como inocentes, se puede llegar a alcanzar un orgasmo compartido, podría decirse que también fuimos buenos amantes. Durante todo ese tiempo sufrimos épocas de amor y de pasión profundas, y también temporadas que estuvieron veladas por un odio inmenso y amargo. Fué un plato cocido a fuego lento, en esa salsa agridulce de exótico y placentero aroma que araña la garganta al poco de tragarlo. Finalmente, llegamos a la conclusión de que no podíamos vivir el uno con el otro sin morir en el intento; ni hablarnos sin tener que hacer de funambulistas baratos sobre ese fino alambre que separa el deseo del asco. Intentamos, durante mucho tiempo, ignorarnos sin éxito hasta que, hace poco, conseguimos romper el uno con el otro. Nos excluimos del messenger, borramos nuestros números de teléfono, quemamos nuestras fotos y eliminamos cualquier señal de correo electrónico que contuviera letras tahoma con nuestros nombres o iconos de flores con nuestros labios, hicimos trizas aquellas cartas que un día escribimos con el corazón. Y ahora, justo cuando creia que por fín podría rehacer mi vida y encontrar ese equilibrio anímico que siempre he envidiado, me doy cuenta de que la echo mucho de menos. Ni contigo ni sin tí, ¿existe peor castigo?
Me he comprado una píldora de la felicidad en una tienda de todo a un euro. Como en estos sitios están por ahorrar al céntimo, me la han dado tal cual, sin envolver ni nada. Total, que me la he metido en el bolsillo y ahora que caigo, creo que con este despiste que llevo encima me he sonado con la felicidad y me he comido el kleenex. En fín, va a ser que hoy tampoco tocaba.
lunes, noviembre 22
Y de repente, la última botella.
Llegó como llega el otoño, pintando de gris todo lo que fue verde, arrugando las flores como si estuvieran hechas de papel maché, paralizando la vida como se congela la imagen en los paisajes llenos de árboles sin hojas. Era la última botella. Sabía que llegaría y que cuando la recibiera no debería abrirla, que era mejor vivir en esa ilusa sensación de felicidad que regala la ignorancia. Pero pudieron más la curiosidad y la esperanza que la intuición y la certeza. En su mensaje decía que por fín habían podido rescatarla de su isla, era un barco estupendo, con una tripulación de marineros apuestos y encantadores que la colmaban de mimos y atenciones. Me pedía que la entendiera, que quizás fuera la única oportunidad que se le presentara de volver a recuperar su pasado, que no la podía desaprovechar. Sé que nunca llegará a recibirla, pero hoy le he enviado una botella con un susurro dentro en forma de canción. Le he dicho que ya sabe dónde encontrarme si necesita un náufrago, un amante, un amigo, o las tres cosas a la vez. De todo corazón, le deseo que las mismas estrellas que nos han visto reir y llorar guarden siempre sus sueños, y que el sol llene de mil colores sus días. Que el pasado que anhela recuperar sea perfecto, que esté repleto de suerte, de risas, de amor, de ternura y de caricias; y que por fín encuentre lo que no ha encontrado en mi.
domingo, noviembre 21
Los vuelos intercontinentales tienen aquel punto de erotismo que envuelve todo lo que normalmente está prohibido y se descubre a los ojos de todos, de repente y con naturalidad. Sorprendes a tus compañeros de viaje como sólo los han visto quienes han compartido los momentos más íntimos de su vida. Roncando, con la boca abierta y un hilillo de saliva meciéndose entre dos colmillos. Sobándose una teta. Poniendo cara de trance y tirándose un pedo. Acurrucándose contra tu hombro como si fuera una almohada. Luego, con el desayuno, en las dos horas que aún faltan para aterrizar, te cuentan su vida, de pe a pa, como lo harían en un chat. "Mi marido me dejó hace dos años, al principio se me cayó el mundo encima, pero poco a poco he aprendido a vivir siendo yo misma, y ahora soy feliz y he conocido a alguien muy especial, que llena mi vida, alguien que me escucha sin preguntar, que me es fiel y que daría por mí su vida sin dudarlo. El único problema es que tiene cuatro patas y lo hacen viajar en la bodega."
sábado, noviembre 20
De día, los ojos renacen para buscar el recuerdo desaparecido de la noche, y el tremendo puzle se va recomponiendo a medida que el cuerpo empieza a despertar. La primera pieza que encaja a la perfección es la de la oscuridad, rota por luces de neón azules y rojas. El olor a frenesí, alcohol y tabaco es la siguiente. El calor de otros cuerpos rozando mi cuerpo, caricias en la mejilla de cabelleras estrañas ondeando al viento, algún que otro golpe bien intencionado, alguna discreta metida de mano. Las siluetas de las camareras subidas a la barra del bar, moviendo las caderas y flexionando las rodillas al tiempo que zarandeaban la cabeza de izquierda a derecha. El golpear con abridores de botellas de cerveza las barras de acero que adornaban el techo. Las miradas experimentadas de las que saben lo que quieren. Las miradas sonrientes de las que saben lo que no quieren. El cuerpo abandonandose al embrujo de rumbas de reyes gitanos. Tu mano midiendo mi culo. Un beso con sabor a barra de labios. Un deseo irrefrenable. Vaya, ya sé que es ese bulto calentito que se movia en la cama.
jueves, noviembre 18
Con la torpe sensación que se tiene al ir subiendo los peldaños de unas escaleras mecánicas paradas, me topé de narices con ella. Era muy guapa. Enfundaba su cuerpo, menudo y encantador, en un sencillo y ajustado vestido blanco muy corto, tanto, que de lejos parecía que sólo llevara una camiseta ceñida y que, con las prisas, se hubiera olvidado de ponerse un pantalón a juego. Me miró a los ojos y se aferró a las barandillas de la escalera cortándome el paso. Me dijo que la besara en la mejilla, y lo hize. Me pidió 10 dólares a cambio y soltamos los dos una carcajada que retumbó contra las paredes y el techo. Nos miramos antes de abrazarnos y caminar uno al lado del otro, en silencio, sintiendo el calor de un cuerpo extraño.Ya dentro del bar, el ambiente cargado de humo olía a sudor, a deseo, a sexo caro, a amor y a desamor. Subidos cada uno a su taburete, nuestra silueta vistió de cariño el reflejo del espejo roto que cubría la pared al otro lado de la barra. Nos medimos las manos, nos rozamos los codos, se erizaron nuestros pechos, se enredó nuestro aliento, se miraron nuestras rodillas, se hablaron nuestros tobillos, se besaron nuestros pies. Me dijo que queria saber que tal era en la cama. Le dije que sí y que, por ser ella, le haría un descuento especial.
domingo, noviembre 14
Mi amante.
Cuando conocí a mi amante era multiorgásmica, ahora es semestral, y a veces hasta le duele la cabeza.
viernes, noviembre 12
Otra vez.
Lo que menos me gusta de subir en avión es el momento en que dejas de tocar con los pies en el suelo. Mucho antes, el pasaje ha intentado pintar su ansiedad con risas de colores pastel. Que si jaja, jeje, toma una copa, mira el culo de esa (anda que si se sienta a mi lado). Pero cuando estás en el bolsillo del piloto, automático, por supuesto (que se creia usted), las caras cambian y las ideas también.
Siempre pienso en cómo serán los cinco minutos que preceden al desastre, al accidente, a la caída al vacío. ¿Dirá la azafata por megafonia que debemos mantener la calma, y que el capitán lo tiene todo bajo control, mientras salta por la ventana de socorro aferrada a un paracaidas hecho con un kleenex?
Siempre pienso en cómo serán los cinco minutos que preceden al desastre, al accidente, a la caída al vacío. ¿Dirá la azafata por megafonia que debemos mantener la calma, y que el capitán lo tiene todo bajo control, mientras salta por la ventana de socorro aferrada a un paracaidas hecho con un kleenex?
jueves, noviembre 11
Va a ser del riego...
Una lluvia, incansable y fria, baña todo mi cuerpo, lo golpea como quien escupe, resbalando por él, disparando escalofrios y clavando miles de invisibles alfileres en cada centímetro de mi piel. Intento abrir los ojos pero no veo, siento el roce de mis párpados al levantar el telón de la vida, aunque ya no queda nada debajo, sólo dos cuencas, vacias y desiertas, que se llenan rápidamente de agua, como se llenan de mar los agujeros que hacen los niños en la playa. Frio, oscuridad, silencio, y yo con estos pelos.
miércoles, noviembre 10
Aunque
He llegado desde muy lejos, con mi cara de susto, con mis neuras de menopáusico, mi carácter imposible, con mis dudas de adolescente, mis sueños de tren eléctrico, mis ilusiones de una infancia sin dientes y mis complejos de niño con barba.
Sé que nada es lo que parece, y menos yo.
Sé que nada será mañana lo que parece hoy, y menos yo.
Y aunque todo, a veces, me parezca que esté perdido y que yo sepa que sólo tengo lo que vivo, y que sólo exista, persiguiéndome desde el sudor de la almohada, mi pasado, y que el futuro que deseo sea como el gordo de la lotería: que siempre le toca a otro.
Aunque no te lo creas, cuando me dices que me quieres, tengo todo lo que necesito.
Sé que nada es lo que parece, y menos yo.
Sé que nada será mañana lo que parece hoy, y menos yo.
Y aunque todo, a veces, me parezca que esté perdido y que yo sepa que sólo tengo lo que vivo, y que sólo exista, persiguiéndome desde el sudor de la almohada, mi pasado, y que el futuro que deseo sea como el gordo de la lotería: que siempre le toca a otro.
Aunque no te lo creas, cuando me dices que me quieres, tengo todo lo que necesito.
sábado, noviembre 6
Perdona
Perdona, cada vez que te veo te cuento mi vida, pero es que a tu lado se me olvida resumirla.
Y tú, ¿qué quieres?
Ando descalzo por las calles, me arrastro buscando un bar cutre y maloliente que esté lleno de sillas, lleno de culos y vacío de ideas. Lleno de mesas con tres patas, de sifones con cerveza y de clientes ausentes que sólo tengan ojos para las tetas de las que cruzan distraidas, flotando de punta a punta de la ventana. Acuario de sexo gratis. Un pez globo, un neón, un pez ángel. Hoy busco un taburete en la barra que esté rodeado de soledad, de colillas y de chicles pegados. Me siento, arrojando contra el suelo toda la vida que se esconde en mi mochila. Miro a los ojos a la camarera y le pido que me dé algo que me transporte lejos, algo que me recuerde a nada, algo que me mate dándome un poco de vida. Y, antes de que pueda coger el vaso, siento como todas las miradas, todas las cabezas, todas las almas giran hacia el mismo punto, como un rebaño de peces plateados. Y oigo tacones repicar, seguros, sobre las mugrientas baldosas. Suenan a música de medias con costura y a falda corta de piel negra y tersa. Unas tetas inmensas se clavan y flotan por mi espalda, de hombro a hombro, me empujan contra la barra. Unos ojos negros asoman entre rizos plateados. Unos labios disfrazados de rojo carmesí, carnosos y húmedos, encienden un cigarro, me apuntan, disparan y me envuelven en un humo espeso, denso, perfumado y embaucador. Intentando apartar los ojos de su escote, mi mirada escala por su cuello buscando dos pupilas que crezcan, y mientras, me pregunto si querrá seducirme o fumigarme.
jueves, noviembre 4
Y el tiempo se detiene.
Me encanta dejarme llenar por el viento. Alzarme sobre las rocas del acantilado y extender los brazos para sentir como una tremenda brisa, cargada de sal y de olores traidos de lugares muy lejanos, me rodea, me envuelve, mesa mi pelo con el mimo de una abuela, acaricia mi cuerpo con la pericia de un amante experimentado y penetra, abriéndose paso a través de mi nariz y mi boca, dentro de mi, haciendo suyos todos mis sentidos y mi ser.
Sueño que soy gaviota bailando, fundido con el aire, con la soledad, con el silencio, con la ilusión efímera de la ingravidez azul, y el tiempo se detiene.
Sueño que soy gaviota bailando, fundido con el aire, con la soledad, con el silencio, con la ilusión efímera de la ingravidez azul, y el tiempo se detiene.
miércoles, noviembre 3
Lo bueno, si breve... dos veces breve.
Pues bien, al final me he presentado con el tanga con un agua dada y con mi persona de ser yo mismo. La verdad es que lo de la tuna era buena idea, pero esas cosas hay que planearlas con tiempo, especialmente si vives en una isla desierta. En su lugar, conseguí que tres cangrejos violinistas tocaran los seis conciertos de Salzburgo al unísono, pero no era lo mismo, y al final decidí cocerlos y llevarlos en una fiambrera por si nos entraba hambre.
Llegué puntualmente a la isla, tal y como habíamos acordado, aunque ella ya me estaba esperando con una sonrisa que hacía palidecer a los reflejos del sol en la arena. No venía sola, la acompañaba un duende rubio, muy apuesto, simpático y revoltoso que no se cansaba de tomarnos de la mano para que corriéramos con él y jugáramos a espantar a las gaviotas. Entre risas de niños y miradas de amantes nos contamos al oido esas cosas que no se pueden escribir ni embotellar.
Durante mis noches de insomnio, había escrito un libro con las letras de las canciones que ella me había estado enviando, y he aprovechado la ocasión para dárselo, bien cosidito y encuadernado. Ella me ha regalado un punto de libro que había pintado con versos de poeta, rayos de luna llena y espuma de olas del mar.
El tiempo pasa muy rápido cuando eres feliz, y nos han sorprendido los susurros del guapísimo duende recordándonos que era hora de volver a nuestras islas. Para despedirnos, un roce y un aliento, que llevaré siempre clavados en el corazón.
Esta tarde me la he pasado caminando por la playa, con mi concha en la mano, oteando el horizonte buscando botellas y destellos.
Llegué puntualmente a la isla, tal y como habíamos acordado, aunque ella ya me estaba esperando con una sonrisa que hacía palidecer a los reflejos del sol en la arena. No venía sola, la acompañaba un duende rubio, muy apuesto, simpático y revoltoso que no se cansaba de tomarnos de la mano para que corriéramos con él y jugáramos a espantar a las gaviotas. Entre risas de niños y miradas de amantes nos contamos al oido esas cosas que no se pueden escribir ni embotellar.
Durante mis noches de insomnio, había escrito un libro con las letras de las canciones que ella me había estado enviando, y he aprovechado la ocasión para dárselo, bien cosidito y encuadernado. Ella me ha regalado un punto de libro que había pintado con versos de poeta, rayos de luna llena y espuma de olas del mar.
El tiempo pasa muy rápido cuando eres feliz, y nos han sorprendido los susurros del guapísimo duende recordándonos que era hora de volver a nuestras islas. Para despedirnos, un roce y un aliento, que llevaré siempre clavados en el corazón.
Esta tarde me la he pasado caminando por la playa, con mi concha en la mano, oteando el horizonte buscando botellas y destellos.
martes, noviembre 2
Mañana será otro día.
Hemos cambiado las botellas por mensajes instantáneos, ¿cómo no se nos habrá ocurrido antes? Durante las horas del día, cuando el sol se encuentra a medio camino entre Levante y Poniente, podemos hacernos señales desde una isla a la otra utilizando conchas de ostras. No sabemos Morse, así que nos limitamos a mover la mano como locos, con la esperanza de que el otro lo vea y responda de la misma forma. Así sabemos que estamos bien y que nos acordamos el uno del otro.
Mañana es el gran día y, después de dialogar largo y tendido con mi conciencia (de hecho son varias las conciencias que tengo y alguna tiene forma de mosca, pero eso es otra historia), he decidido presentarme a la cita tal cual soy, sin la barba y con el tanga de piel de leopardo. Dejaré la nariz, las gafas y el bigote de Groucho Marx para otra ocasión, no vaya a ser que sean muchas emociones de golpe, y si se me desmaya la náufraga no creo que pudiera comportarme como un caballero. Bien pensado, aunque no se desmaye tampoco ...
Mañana es el gran día y, después de dialogar largo y tendido con mi conciencia (de hecho son varias las conciencias que tengo y alguna tiene forma de mosca, pero eso es otra historia), he decidido presentarme a la cita tal cual soy, sin la barba y con el tanga de piel de leopardo. Dejaré la nariz, las gafas y el bigote de Groucho Marx para otra ocasión, no vaya a ser que sean muchas emociones de golpe, y si se me desmaya la náufraga no creo que pudiera comportarme como un caballero. Bien pensado, aunque no se desmaye tampoco ...
lunes, noviembre 1
De noche
De noche, donando altruistamente el calor de mis brazos a la barandilla del balcón, me encanta ver cómo los edificios transforman sus ventanas en televisores, igual que en un escaparate. Algunos están apagados, otros se nieblan detrás de los visillos, parecen el canal plus del que no se quiere abonar. Algunos cuentan historias de soledad, de cafés removidos sin ganas, con la mirada ausente saltando entre las manchas caleidoscópicas del ule y el gastado album de un pasado en sepia. Otros de esperanza, de teléfonos que suenan y accionan resortes en los sillones que disparan culos y sonrisas. El primer televisor de la quinta fila es sólo apto para mayores de 18 años, así que procuro mirar lo justo y necesario, no sea que vaya a aprender algo nuevo. El televisor que más me encandila es el de Irene, una anciana que ha decidido acoger a todos los "sin papeles" del barrio. Les da un techo, comida y una sonrisa a cambio de compañía. Creo que no he visto caras tan felices, ni una familia más unida en toda mi vida. De mayor, quiero ser como ella.
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