Hace ya un tiempo, tal vez un par de años, escribí un post sobre palabras que me parecían horribles. Hoy se me había ocurrido escribir otro sobre palabras que me gustan. Pero después de reflexionar largamente, he llegado a la conclusión de que no soy objetiva. Las palabras que me gustan lo hacen por lo que me recuerdan o evocan, pero no por cómo suenan. Y lo peor es que existe una frontera muy difusa entre lo que me gusta y lo que me repele. Es curioso cómo una misma cosa me puede llegar a gustar precisamente por la rabia que me da. En fin, contradicciones aparte, como no encontraba muchas palabras que me gustaran auténticamente porque si, por su fascinante sonoridad, he pensando en hablaros de la palabra Bridge.
Sí, Bridge, en efecto, la palabra inglesa. Os explico. La palabra Bridge te sale de la boca de un solo golpe seco. Decirla es liberadora, te desahoga, te vacía la boca, te remueve y te limpia por dentro. Que una palabra con tanto potencial como Bridge signifique algo tan neutro, tan absurdo, tan inadecuado como puente, es decepcionante. Alguno dirá que la palabra bitch se le parece, y que puede llegar a desahogar lo mismo. Nada que ver, amigos. ¡Nada que ver! “Son of a bitch” no tiene ni la mitad de potencia, ni queda ni la mitad de bien de lo que podría quedar “Son of a bridge”.
Sí, ya sé que es fácil que no tengáis una opinión demasiado formada al respecto. Pero me atrevo a sugerir que nunca es tarde para la reflexión.
YA ES TARDE por JORGE M MOLINERO
Hace 2 días