(Idea concebida mientras escuchaba la tarde del día 19 el Mesías de Haëndel en un pasillo lateral de la catedral de Oviedo con un frío del carajo que venía del claustro, que en algo había que pensar para espantarlo).
- ¿Nun decías que dibas traer hoy el carrescu, Jandro?
- Sí, díjelo, pero hoy taba Pin de vigilante en la entrada, y tenía mieu que me denunciara.
- Pero, Jandro, Pin ta de vigilante para que nun saques material, ¿qué problema te va a poner por meter un carrescu?
- ¿Nun sabes que Pin ye íntimu de Xuanón el forestal?, ye capaz de chivailo.
Jandro sabía de lo que hablaba, no en vano hacía unos años por una denuncia anónima por cortar un acebo (acibu, acíu, carrascu o carrescu en el habla de la zona) tuvo que bajar unas cuantas veces a Oviedo a la Consejería. Al final se libró de la multa porque convenció al funcionario.
- ¿Qué dijiste en Oviedo pa que te perdonaran?
- La verdad: que con lo que se taba fozando en la variante de Pajares, debería dayos vergüenza denunciar a un paisano por cortar un carrescu. El funcionariu yera buen tío, dijo que nun me iba a dar la razón, pero dejaría pasar de plazu el asuntu, caducar me parez que dijo, que yo pensé que solo caducaban los yugures.
Las obras de la variante de Pajares estaban muy avanzadas y hasta que en el otro túnel que estaban perforando en paralelo no solucionaran unas filtraciones, no se iba a avanzar en el suyo, pero en una obra de esa envergadura, alguna brigada tenía que quedar de retén.
Jandro, Jamín, Pepo y Gelito, los compañeros que trabajaban en la fase IV, subtramo Z de la variante, sortearon con otras brigadas quién iba a permanecer en Nochebuena y Navidad en el interior de los túneles. Les tocó a ellos. Desde el primer momento dijeron que iban a pasar allí unas navidades como Dios manda, que no faltarían el árbol y el nacimiento.
El nacimiento lo trajo Gelito. Desde que los guajes se independizaron, la mujer y él no habían vuelto a ponerlo, así que lo rescató de entre un montón de trastos de la casa que tenía en Naveo.
Las bolas, las cintas, la estrella, el papel de estaño, y hasta las postales de felicitación que habían llegado al tajo, las tenía guardadas Pepo el de Renueva.
Jamín, el electricista de La Pola, no traía nada pero dijo que se encargaba de la instalación eléctrica del nacimiento y del árbol.
El abeto lo traería Jandro el de Xomezana, pero no contaban con que estuviera de vigilante Pin. No le tocaba, pero habría cambiado el turno. Tampoco era mayor problema. Mañana ya no estaba y podría meter el abeto en el túnel, como así hizo.
Ni que decir tiene que al nacimiento y al árbol no les faltaba de nada. Hasta sacaron una foto para que saliera en “La Voz de Lena”.
Al fondo, a la izquierda, estaba el castillo blanco de Herodes, desde donde salía un río con agua de verdad, que pasaba por delante de las casas de los pastores. Los Reyes Magos ya cabalgaban con sus camellos por el puente, por su orden: Melchor, Gaspar y Baltasar. El portalín quedaba a la derecha, era de corcho y estaba cubierto de raminas de piornos, porque la paja original se fue soltando con la humedad. Pusieron hasta el caganer, con las protestas de Pepo:
- Nunca se vió un caganer en un nacimientu asturianu.
- El nacimiento trájelu yo y el caganer sera uno más.
- Hasta aquí tienen que meter las narices…o el culo los catalanes.
No pasó de ahí la discusión. Allí quedó el caganer detrás del portal.
Jamín puso como música de fondo “El portalín de piedra”, de Victor Manuel.
Jandro protestó:
- ¿No hay otra cosa? Me gusta Victor Manuel, pero voy a acabar hasta los…
- ¿Qué boca tienes? ¿No puedes moderarte ni en Navidad?
Hubo que conformarse con que El Portalín de Piedra sonara y sonara y sonara. Encima con pilas de Duracell.
El abeto mediría cerca de dos metros. De sus ramas colgaban también unas fotos de la familia más directa de nuestros cuatro amigos, la mujer y los hijos de Gelito; la novia de Jamín, los padres de Pepo, que estaba soltero, y de la mujer de Jandro, que no tenía hijos, pero estaba esperando.
No tuvieron que traer nada. El resto de sus compañeros, los ecuatorianos, los gallegos, los santanderinos, los asturianos, los lenenses, cada uno les dejó algo, quién unas tabletas de turrón, quién una botellas de sidra o de cava, y hubo quien estuvo a punto de rechazar el cava por lo que ya sabemos. No faltó lomo embuchado ni latería de todas clases, de la de siempre y la de diseño (“mariconadas”, se oyó decir a Gelito).
Era la tarde del día 23 y el resto de compañeros, antes de salir a la luz, o a la noche porque ya era más de las siete, fueron a despedirse y desear a los encerrados Feliz Navidad. A alguno les recordó otras Navidades encerrados por algún conflicto laboral.
Todos habían llevado algo menos el Ingeniero, pero, al final apareció, el ultimo pero apareció.
- ¿Qué nos traerá esti?, se oyó a Jandro por lo bajini.
- Ya sabéis que hemos montado unos sensores conectados a unas cámaras de alta resolución, de manera que cualquier cosa que ocurra aquí dentro se ve en directo en el centro de control de la base.
- ¡Ya lo sabemos hombre, que aunque seamos obreros, algo entendemos!
- No me dejasteis terminar. Quiero deciros que ahora se puede ver todo lo que ocurre en el túnel, cualquier perturbación, en las pantallas del centro de control.
- ¿Y?
- Pues que en la fase en la que están los trabajos, no hace falta que os quedéis aquí, que podéis marchar con vuestras familias.
- ¿Y queda esto solo? Nunca quedó así, solo. ¿Y si pasa algo?
- Si pasa algo os venís, procurar estar localizables y cerca de la base. En eso no habrá problema porque sois todos de por aquí cerca.
Ya se habían hecho a la idea de pasar la Nochebuena entre humedades, y aunque era una brigada que se llevaba estupendamente, dejando aparte cuando salía el asunto de los catalanes, no hubo más que decir.
- ¿Y qué hacemos con el árbol y el Nacimiento?
- Nada, quedan aquí, que suene Víctor Manuel para los pastores. Los controlan desde los monitores para que no se muevan.
- Muy bueno eso.
Y se fueron felices para sus casas. En el tubo dejaron los turrones, las latas y el resto de las vituallas, que ya irían dando buena cuenta entre todos a la vuelta. Antes de salir, tomaron una decisión: habían decidido pasar la Nochebuena juntos y la pasarían todos juntos con sus familias. Únicamente quedaba decidir la casa. Cogieron la de Jandro, para que su mujer, que estaba ya de siete meses, no anduviera de acá para allá. Además, no iban a ir a Naveo, que no tenía cobertura.
Como Jandro tenía previsto trabajar, vendrían los suegros a dormir con la hija. Con el cambio de planes no iban a volver solos para su casa, en Oviedo, así que se quedaron. Escogieron de menú el que habían cenado desde siempre en su casa en Nochebuena: sopa de almendra, besugo, ensalada de coliflor, compota y casadiellas. Jamín se empeñó en traer el pitu de caleya, que ya los sus güelos mataban para Nochebuena el mejor pitu de caleya del corral.
Ya estaban con los turrones cuando suena el beep, beep.
- Que pasa algo en el túnel.
- ¿Pero qué pasa? ¿qué te dijeron?
- Que oyen ruidos extraños de la zona del portal y que perdieron la señal.
- El ingeniero de los …
- Bueno, hombre, la intención era buena. Además, ya estábamos a punto de ir a la cama.
- Tienes razón. Vamos para allá.
Había estado nevando todo el día de Nochebuena, pero fue dar las doce de la noche y parar en seco. A través de las lunas del todoterreno, se veía una luna grande, redonda y un cielo tan cuajado de estrellas que parecía que ya estaba amaneciendo.
Llamaron a la central por el móvil.
- ¿Se sabe algo más?
- Se recuperó un poco el sonido.
- ¿Y qué se oye?
- Parece como un villancico.
- El portalín de piedra.
- No, esa la conozco bien, que la cantábamos en la rondalla.
- No puede ser otra ¿y se ve algo?
- Está muy borroso y las imágines van como a saltos, pero parece como si hubiera algo de movimiento, como si el árbol se moviera con el viento ¿hay corriente allí dentro?
- No, el nacimiento y el árbol lo colocamos en el un refugio. ¿Y en la zona del nacimiento se ve algo?
- Repito: parece que se mueve algo, como si las casas de los pastores hubieran crecido, como si tuvieran luz, que se enciende y apaga.
- Compañerinos (por lo bajo), esti del control fuese al garrafón. (Y ya más alto) Oye, ¿Cuánto champán tomaste esta noche, que hoy ye Navidad, no el día los inocentes?
- Iros al carajo. Yo, cuando trabajo, trabajo.
- Te salió un pareado, estás piripi.
- Ahora se ve como un grupo, todos juntos. La imagen es más nítida por momentos. Parece un coro cantando.
Se perdió la comunicación, pero tampoco importaba demasiado. El Suzuki ya estaba llegando a la embocadura y pronto saldrían de dudas. Avanzaron trescientos metros y decidieron aparcar en un refugio. Desde allí irían a pié, con linternas. Pronto vieron que no les harían falta.
- Se ve luz al fondo.
- Es la otra boca del túnel. Como hace esta noche de luna, y está tan claro con la nieve…
- No, es en la zona del portal.
Siguieron despacio, chapoteando con las botas de agua entre los charcos. Apagaron las linternas. Avanzaron sin titubear, como si fueran una escuadra. Pararon. Se oía música, pero no era “El Portalín de piedra”. Ya se divisaban las siluetas.
Noche de Dios, noche de paz,
Claro sol brilla ya
Y los ángeles cantando están…Los pastores de Gelito tenían tamaño humano. Estaban vivos. Cantaban. El caganer hacía el solo.
Y el Papá Nöel dirigía. La batuta era una rama del abeto, con hojas y todo.
Noche de Dios,
Noche de paz….