El dicho "no hay peor ciego que el que no quiere ver" se me presentó en forma literal.
O tal vez sea la capacidad limitada de alguna gente,o el placer que les produce el malestar,o el beneficio secundario de la enfermedad (si me pongo a pensar como psicoanalista).
Les cuento brevemente que al padre de una persona conocida, que se está quedando ciego y vino de otro país para hacer algun tratamiento,le conseguí un turno con la mayor eminencia y gratis,dado que se le informó la precariedad de recursos de la persona que iba a consultar y como suele suceder con los profesionales que aman su labor y son grandes no solo como profesionales sinó como personas,accedió a darle un turno de inmediato (ya que la persona tiene poco tiempo y debe regresar a su país) y además sin cobrar un centavo.
Cualquiera diría que esta situación es parecida a que a uno se le otorgue un milagro,un deseo dado por el genio de la lámpara,o algo similar.
Pués bién: la persona decidió que no concurrirá a la cita.
Prefiere seguir con el médico que lo atiende en algún hospital, y que le hace hacer estudio tras estudio sin encontrar el diagnóstico.
El médico al que yo lo recomendé tiene todos los más modernos aparatos en su consultorio y es verdaderamente una eminencia.
Hoy a las 16hs,habrá un médico que donó una hora de su valioso tiempo,esperando a una persona que pudiendo cambiar su vida y recuperar la vista o al menos mejorarla muchísimo,prefiere seguir inmerso en la oscuridad.
Es como estar por caer al vacío y rechazar la mano que lo quiere ayudar.
No es la primera vez que me sucede el querer ayudar a alguien y tener la forma y que la otra persona decida estar mal,pero es muy doloroso.
Movilicé a mucha gente y no se si otra vez que alguien de verdad desee ser ayudado,conseguiré la ayuda.
Como dije,hoy a las 16 hs en el Hospital Austral, habrá un doctor esperando ayudar a un paciente que no concurrirá.
La estupidez humana no tiene límites.
(No me diga nadie que es por la falta de educación ya que hay gente de bajos recursos y poca educación, pero con humanidad suficiente para entender cuando alguién le tiende la mano para ofrecerle ayuda desinteresadamente).
"ELOGIO DE LA SOMBRA"
JORGE LUIS BORGES
La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo habré leído unos pocos,
los que sigo leyendo en la memoria,
leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo,
la firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.
Pronto sabré quién soy.