Tal día como hoy, un 19 de marzo de hace diez años, falleció nuestro poeta, José Agustín Goytisolo, a la edad de 70 años. Por eso hemos elegido el día de hoy para compartir otro de sus poemas, en la revisión que estamos haciendo durante todo el año.
Para esta ocasión hemos elegido un poema en el que el Goytisolo escribe en primera persona y, a su vez, es el destinatario del poema, un recurso de lo más interesante. Un poema de madurez (de su poemario El rey mendigo, 1988) que es una poética y una autoconfesión, de gran sensibilidad y con un final arrollador.
Marcial entre el amor y la miseria
No: no puedes irte. Debes terminar
los escritos que tienes empezados
y has de quedarte aún. Tú sabes bien
cómo ahuyentar las sombras con esa lamparita
que ilumina de noche los papiros
del libro en que trabajas. Emplea si es preciso
los trucos que conoces: sahumerios
y filtros y oraciones
y que el vino no falte; adopta tu papel
del viejito capaz de dar amor
pues quieres oh hijoputa te devuelvan
centuplicado para así ir colmando
tu vanidad. Pero no te descuides:
pronto no encontrarás quien quiera desvestirte
ni traerte más tinta o más aceite
ni compartir contigo las cenas y el desvelo
ni charlar de la vida o leerte unos versos
ni ayudarte a dormir antes que llegue el alba.
No: no debes marcharte porque aún
no te llegó el momento que anuncia la catástrofe;
ese final de zorro gastado y solitario
que merodea ciego entre los pajonales
quemados del verano en busca de un lugar
donde tenderse ya.
Entre amor y miseria
has perpetuado aquí tu paso con palabras
tal huella de una mano rupestre en rojo oscuro
pero puedes ahora hacer sentir pasión
a una muchacha que tal vez te lea
muchos años después de que hayas muerto.
Aunque andes renqueando te ayudará a seguir
toda la envidia cárdena del gran anfiteatro:
los cientos de miradas que acuchillan
tu toga entre las otras y desean
hablar de ti en pasado. Pero aún
hay veneno y jazmín en tu tinta; y ni la muerte
les va a librar de tu arte despiadado y purísimo.
jueves, 19 de marzo de 2009
Doce poemas de Goytisolo III
sábado, 7 de marzo de 2009
tornem al vaixell mès clàssic
Que gratificant resulta trobar-te amb un autor jove que arriba al mon literari conegut amb una obra com El Noi de Pijama de Ratlles, que s’ha convertit en un clàssic en quatre dies. La seva segona novel·la publicada Motí al Bounty, ens presenta les aventures de un jovenet John Jacob Turnstile, que després d’una difícil infància embarcarà en una nau que li canviarà totalment la vida, i a les ordres del capità Blig coneixerà terres i valors vitals que mai no hagués ni somiat.
Les influencies de Dickens i de Salgari son molt clares a l’obra, fins i tot em va fer pensar en el segon epíleg de Guerra i Pau, quan Tolstoy es feia preguntes sobre la fidelitat dels homes vers un líder.
La novel·la es trepidant i commovedora, basada en un fet real, potser una mica llarga, però segurament la part mes llarga i carregosa ho es perquè ho ha de ser, en tot cas ens fa passar una estona divertida, i a mes a mes la podem comparar amb la pel·lícula Rebel·lió a Bord, que està basada ens el mateixos fets.
Excel·lent traducció al català de Jordi Cussà, i molt recomanable per els nostàlgics de la novel·la d’aventures clàssica.
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Les influencies de Dickens i de Salgari son molt clares a l’obra, fins i tot em va fer pensar en el segon epíleg de Guerra i Pau, quan Tolstoy es feia preguntes sobre la fidelitat dels homes vers un líder.
La novel·la es trepidant i commovedora, basada en un fet real, potser una mica llarga, però segurament la part mes llarga i carregosa ho es perquè ho ha de ser, en tot cas ens fa passar una estona divertida, i a mes a mes la podem comparar amb la pel·lícula Rebel·lió a Bord, que està basada ens el mateixos fets.
Excel·lent traducció al català de Jordi Cussà, i molt recomanable per els nostàlgics de la novel·la d’aventures clàssica.
lunes, 2 de marzo de 2009
Doce poemas de Goytisolo II
El poema de José Agustín Goytisolo que hemos elegido para este mes (durante todo el año nos acordaremos de este gran poeta, aprovechando que se cumplen 10 años de su fallecimiento), es uno de esos poemas en los que el autor aparece como uno de los elementos principales del poema. La familia Goytisolo tenía origen vasco, y José Agustín dejó de ello testimonio en sus poemas, así como de sus sentimientos de pertenencia. El más significativo al respecto puede ser su poema “Goytisolo en vasco significa campo de arriba” (del tiempo y del olvido, 1977), que termina: “yo catalán cubano de lengua de Castilla me siento ahora / orgulloso más de lo que nunca estuve / de mi hermosísimo apellido vasco”. En este contexto, aunque no en esta línea tan declamatoria, el poema que proponemos a continuación nos ofrece a la vez un viaje evocador a una ciudad de postguerra, un ejercicio de ritmo poético brutal y un regusto de nostalgia que puede sentir cualquiera, hasta el que nunca haya pisado Bilbao. Es lo que tiene la buena poesía, que es universal.
Bilbao Song
(algo sucede, 1968)
Se puede conocer una ciudad
paseando por sus calles, emigrando,
bebiendo en sus tabernas,
y también, por supuesto,
de otras cien mil maneras.
Yo conocí Bilbao
yendo a comprar cristales
para una empresa en la que trabajé;
y aunque después la he visto muchas veces
pienso que como entonces
no la veré jamás,
con su café de gatos y mujeres
en aquel barrio hermoso
como la muerte, y luego,
anatemas murales, niños blancos
llevados por niñeras increíbles,
luz de plomo y carbón
en los paseos,
y monjas monjas monjas
y bocadillos de jamón,
historias de un pasado tenebroso
conversaciones, niño
pórtate bien, qué leches,
sírvanos dos chiquitos paga éste,
ayer trincaron a Ramón,
ay mi chico, me matas,
sigue sigue,
y el zumbido, el martillo,
la competencia de las vagonetas,
todo rodeando aquel Bilbao absurdo
con aire medio inglés y derrotado,
ciudad para vivir, para beber,
si no le llevan los demonios, oiga,
y tanto ruido junto
para nada,
tanta muerte en la guerra
y la perdieron,
tanto placer, y sólo por diez duros.
Bilbao Song
(algo sucede, 1968)
Se puede conocer una ciudad
paseando por sus calles, emigrando,
bebiendo en sus tabernas,
y también, por supuesto,
de otras cien mil maneras.
Yo conocí Bilbao
yendo a comprar cristales
para una empresa en la que trabajé;
y aunque después la he visto muchas veces
pienso que como entonces
no la veré jamás,
con su café de gatos y mujeres
en aquel barrio hermoso
como la muerte, y luego,
anatemas murales, niños blancos
llevados por niñeras increíbles,
luz de plomo y carbón
en los paseos,
y monjas monjas monjas
y bocadillos de jamón,
historias de un pasado tenebroso
conversaciones, niño
pórtate bien, qué leches,
sírvanos dos chiquitos paga éste,
ayer trincaron a Ramón,
ay mi chico, me matas,
sigue sigue,
y el zumbido, el martillo,
la competencia de las vagonetas,
todo rodeando aquel Bilbao absurdo
con aire medio inglés y derrotado,
ciudad para vivir, para beber,
si no le llevan los demonios, oiga,
y tanto ruido junto
para nada,
tanta muerte en la guerra
y la perdieron,
tanto placer, y sólo por diez duros.
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