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miércoles, diciembre 19, 2007

Los traperos


Hace muchos años el trapero era un típico personaje del amanecer de las grandes ciudades. Cada mañana a las primeras luces del alba iniciaba desde el suburbio su lento camino hacia la dormida ciudad. Con su destartalado carro, tirado un desvencijado asno y acompañado de un famélico perro, que ataba a la trasera del carro, recorría las calles en busca de un modesto cargamento de trapos, cacharros viejos, chatarra, basura, etc. que le permitieran sobrevivir.

Son personajes que llenaron de contenido social muchos títulos de nuestra mejor novela costumbrista. Gracias a ello siempre que deseemos recordar a estos sencillos representantes de la fauna humana, podemos encontrarlos refugiados en las páginas de esa bella trilogía de Pío Baroja que forman: Mala Hierba, Aurora Roja y La Busca.

O hallarlos escondidos entre las “flores del mal” de Charles Baudelaire . A él debemos esta poética semblanza de nuestro personaje:

"A menudo, y a luz roja del farolillo cuya llama y cristal azota y golpea el viento en pleno barrio arrabalero-- laberinto fangoso donde la gente vibra con fermentos tormentosos--, suele pasar un trapero, la cabeza gacha, tropezando y chocando con las paredes, como un poeta, no se preocupa de las rondas de policía, súbditos suyos son, y va volcando su corazón el proyectos grandiosos..."

( El vino de los traperos, París , 1857)

Cuando parecía que estos representantes de la fauna humana estaban en francas vías de extinción y no les quedaba, para intentar sobrevivir, ni la esperanza de contar con la prerrogativa de “especie protegida”, han surgido nuevas especies de trapero.

Unos modernos traperos que han abandonando el cliché de la novela costumbrista y no corren tras la búsqueda de los paraísos artificiales de Baudelaire

Simplemente han cambiado el carro por el camión o la furgoneta y al atardecer, recorren las calles más comerciales buscando en las horas de cierre de empresas y oficinas los cajones de cartón llenos de recortes de papel.

Afortunadamente muchos de estos modernos traperos han encontrado la forma de apoyarse de la labor social que desarrollan grupos como Los traperos de Emaús. Una organización que nació en Francia en los años que siguieron a la II Guerra Mundial y que buscaba luchar contra la dramática situación de “un grupo de marginados que recorrían un largo camino de lucha contra la miseria”.

Importada a España en 1972 por un grupo de entusiastas promotores, realiza, desde su sede en Navarra una gran tarea para que los modernos traperos encuentren en la recogida y reciclado de muebles, chatarra, ropa libros, etc. la forma de “ganarse el pan con dignidad “

Pero también a lo largo de los siglos XIX y XX han existido otro tipo de trapero, Un ilustre personaje como el gran fisiólogo del Collége de France, François Magendie (1783-1855) se autocalificaba de trapero de los hechos:

"Cada cual se compara, en su respectiva esfera, con algún personaje más o menos grandioso, como Arquímedes, Galileo, Miguel Angel, Newton, Descartes, etc. Luis XIV, por ejemplo, se comparaba, nada menos, que con el Sol.

Yo soy más humilde. Me gusta compararme con un trapero. Con mi gancho en la mano , mi saco al hombro, recorro el dominio de la ciencia y voy recogiendo lo que me encuentro"

Recogiendo todo lo que encontraba, se convertiría en la máxima figura de la ciencia médica de su época. Y aportará al desarrollo de la Fisiología importantes descubrimientos acerca de los procesos de la digestión, nutrición, fonación, y la fisiología del sistema nervioso.

En 1855, nuestro genial “trapero” entregará el testigo a su discípulo predilecto el gran Claude Bernard. Será como su maestro, un metódico observador de los hechos, otro genial “trapero de los hechos” que proseguirá la búsqueda de los datos que le permitan "expulsar de la Fisiología los fantasmas que la agobian..."

¡¡Ni me menees!!