Los contables medievales recurrían al método del contrarotulus para revisar las cuentas mediante un registro duplicado. De ahí salió la voz control, que pronto evolucionaría hacia su actual acepción de 'comprobación', 'inspección' o 'vigilancia' para adoptar, más tardíamente, el significado de 'dominio' o 'mando'. Funciona como verbo transitivo que lleva el complemento de la cosa controlada: «el piloto controla los mandos de la nave», «hay que controlar el gasto público», «su trabajo consiste en controlar las entradas y salidas del edificio». Admite asimismo un uso pronominal cuando se refiere al autodominio de las reacciones e impulsos propios, sin necesidad de ir acompañado por otros complementos: «las personas adultas saben controlarse», «si salís de fiesta, controlaos». Pero recientemente los usos coloquiales han ampliado el área semántica de controlar convirtiéndolo en verbo de conocimiento, sinónimo de saber, conocer o entender («no controlo el inglés», «no me hace falta el manual de instrucciones, ya controlo el programa»). Y, al mismo tiempo, la acepción pronominal ha ido perdiendo poco a poco el pronombre, especialmente cuando se emplea en primera persona. El escueto «yo controlo» es una expresión de suficiencia y de falsa seguridad que en determinadas circunstancias hace temer justamente lo contrario: que quien lo dice haya bebido más de la cuenta o que no esté en condiciones de ponerse al volante del coche. De modo que controlar se ha vuelto un verbo aventurero que se rebela contra los corsés de la semántica heredada en busca de nuevos horizontes. Controlar se ha convertido, en definitiva, en un verbo descontrolado.
Mostrando entradas con la etiqueta Controlar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Controlar. Mostrar todas las entradas
4 de agosto de 2011
2 de enero de 2010
CONTROLAR

El adolescente de botellón con unas cuantas copas encima dice «yo controlo» para dar a entender que todavía no ha alcanzado el estado de ebriedad. «No te preocupes, yo controlo», tranquiliza otro al colega que se resiste a prestarle la moto. «Yo lo pongo, yo controlo» fue también el lema de una reciente campaña del Ministerio de Sanidad sobre el uso de preservativos. El verbo «controlar» ha adquirido un nuevo significado más allá de su sentido original de dominar cosas o personas. No obstante, se trata de un cambio más gramatical que semántico, puesto que el uso ampliado no se aleja de la noción de ‘ejercer control’ propia del término desde sus orígenes. La diferencia estriba en que, mientras hasta hace poco el verbo requería un complemento directo (controlar la bebida, controlar un vehículo, controlar los impulsos), ahora se emplea como intransitivo. En una sociedad en la que los controles proliferan por doquier y el sujeto se ve sometido a continuas inspecciones y vigilancias, el «yo controlo» despojado de complemento se erige como una suerte de declaración de autonomía. Al decir «yo controlo», el hablante reafirma su dominio sobre sí mismo a la vez que reivindica el derecho de ser considerado dueño de sus actos. «Controlar» pasa a ser, pues, tener seguridad en las propias capacidades. Bien es verdad que tendemos a presumir de lo que carecemos. Cuanto más se afirma alguien en el «yo controlo», mayores dudas despierta acerca de su sentido de la responsabilidad. Quizá este nuevo uso de «controlar» herede el valor del pronominal «controlarse» (dominarse, refrenar los arrebatos, moderarse), pero con la particularidad de que suprime el pronombre. El hecho es que, por si no nos bastaba con los infinitos controles a que nos vemos sometidos en la vida moderna, se diría que ahora todo el mundo se ha vuelto «controlador».
Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 3.01.10.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)