Cuando Emérico Hirschl llegó a River a principios de 1935, no era un desconocido para nuestro fútbol, pero de todas formas, fue de extrañarse la contratación de un extranjero, para un cargo, que no tenía ni por asomo el status ministerial que hoy posee.
Nacido en Budapest, Hungría, el 11 de junio de 1900, Hirschl conoció Argentina a finales de la década del 20, participando de una gira de su equipo, el Ferencvaros, por tierras Sudamericanas. Dicen que se enamoró de Buenos Aires y que al primer llamado de estas tierras, no dudo un segundo en largarse a la aventura. Recaló en las diagonales platenses, donde le dio vida a uno de los cuadros mas vistosos de aquellos años. El expreso de Gimnasia y Esgrima de 1933.
Con 35 años, era estricto, resabio de su ocupación de Profesor de Educación Física, pero también conocía los beneficios que reportaba otorgarle libertad a los talentosos. Y en ese River de mitad del 30, talento era lo que sobraba. No podía esperarse otra cosa de alguien formado en el corazón de una de las canteras mas fecundas de la primera época del fútbol.
Le decían el Mago. Todas sus campañas con la banda roja dejaron algo para contar. Hizo debutar en primera a Moreno y Pedernera, cosa que de por si, ya le asegura un lugar preferencial en la historia. Pero no contento con eso, armó un equipo de gran bagaje individual, que arrasó con los campeonatos del 36 y 37. Fue el primer entrenador extranjero en dar una vuelta olímpica con el Millonario. El otro es Manuel Pellegrini.
En 1938 fue reemplazado por Renato Cesarini y retornó a La Plata. Posteriormente pasó por Rosario Central, San Lorenzo y Banfield. Fue allí cuando se lo involucró en un confuso incidente de soborno a un jugador de Ferro y por ello la AFA lo suspendió para desarrollar su actividad.
La sanción –al tiempo levantada- obligó al Magyar a partir al extranjero y dirigir a Cruzeiro de Belo Horizonte y Peñarol de Montevideo, donde obtuvo 3 títulos uruguayos, reafirmando lo que sería la marca distintiva de sus equipos: La simpleza y el espíritu ganador.
24 años después lo repatrió Antonio Liberti, lanzado a la travesía del fútbol espectáculo, donde todo lo que venía de afuera parecía ser mejor que lo local. El entrenador de ese equipo no podía ser otro que Hirschl, conocedor del paño, y extranjero al fin de cuentas. Pero la cruzada naufragó a mitad de camino y el fútbol espectáculo de Delém, Roberto Frojuelo, Salvador, Pepillo, Moacir y Domingo Pérez se transformó en un rotundo fracaso. A fines de 1961 no le quedó otra que partir para nunca mas volver.
Se dedicó a la actividad comercial y falleció en Septiembre de 1973. Murió en Buenos Aires, la ciudad que lo encandiló de joven y la que le dio los mejores años de su vida.
Nacido en Budapest, Hungría, el 11 de junio de 1900, Hirschl conoció Argentina a finales de la década del 20, participando de una gira de su equipo, el Ferencvaros, por tierras Sudamericanas. Dicen que se enamoró de Buenos Aires y que al primer llamado de estas tierras, no dudo un segundo en largarse a la aventura. Recaló en las diagonales platenses, donde le dio vida a uno de los cuadros mas vistosos de aquellos años. El expreso de Gimnasia y Esgrima de 1933.
Con 35 años, era estricto, resabio de su ocupación de Profesor de Educación Física, pero también conocía los beneficios que reportaba otorgarle libertad a los talentosos. Y en ese River de mitad del 30, talento era lo que sobraba. No podía esperarse otra cosa de alguien formado en el corazón de una de las canteras mas fecundas de la primera época del fútbol.
Le decían el Mago. Todas sus campañas con la banda roja dejaron algo para contar. Hizo debutar en primera a Moreno y Pedernera, cosa que de por si, ya le asegura un lugar preferencial en la historia. Pero no contento con eso, armó un equipo de gran bagaje individual, que arrasó con los campeonatos del 36 y 37. Fue el primer entrenador extranjero en dar una vuelta olímpica con el Millonario. El otro es Manuel Pellegrini.
En 1938 fue reemplazado por Renato Cesarini y retornó a La Plata. Posteriormente pasó por Rosario Central, San Lorenzo y Banfield. Fue allí cuando se lo involucró en un confuso incidente de soborno a un jugador de Ferro y por ello la AFA lo suspendió para desarrollar su actividad.
La sanción –al tiempo levantada- obligó al Magyar a partir al extranjero y dirigir a Cruzeiro de Belo Horizonte y Peñarol de Montevideo, donde obtuvo 3 títulos uruguayos, reafirmando lo que sería la marca distintiva de sus equipos: La simpleza y el espíritu ganador.
24 años después lo repatrió Antonio Liberti, lanzado a la travesía del fútbol espectáculo, donde todo lo que venía de afuera parecía ser mejor que lo local. El entrenador de ese equipo no podía ser otro que Hirschl, conocedor del paño, y extranjero al fin de cuentas. Pero la cruzada naufragó a mitad de camino y el fútbol espectáculo de Delém, Roberto Frojuelo, Salvador, Pepillo, Moacir y Domingo Pérez se transformó en un rotundo fracaso. A fines de 1961 no le quedó otra que partir para nunca mas volver.
Se dedicó a la actividad comercial y falleció en Septiembre de 1973. Murió en Buenos Aires, la ciudad que lo encandiló de joven y la que le dio los mejores años de su vida.