La vaca mariposa

Demasiadas horas sin tu transparencia. Al fin te abriste. Te caminé completa

Demasiado tiempo sin escucharte. Al fin volaste

Hace una semana

Pasan deprisa las estaciones. El calor y de la humedad dicen que sigue siendo verano, pero el verde cambia de color. Imparable el tiempo, los ciclos. A la vez que acumulan recuerdos, los días traen todo lo nuevo. Por más que quieras deternerte un momento, el presente es exigente. Insaciable su inmediatez.
Y así, una vez más, los rincones de la ciudad vuelven a ser parte de los tuyos tras la breve ausencia. El cuerpo los reconoce. Los pasos también.

Como otros años, el festival de Orton Park nos da la bienvenida

Este año, con una gratísima sorpresa. Christian y Mónika Nieves han vuelto a Madison después de que hace seis años vinieran a tocar a Waterfront Festival con Puerto Raíces, el grupo que entonces tenían y que hacía un rock con mucho de música jíbara como raíz. Mónika y Christian son hijos de Modesto Nieves, extraordinario cuatrista y trovador. Tal vez de él haya heredado el talento. Quién sabe. Lo que está claro es que es mucho el que acumulan, tanto ellos como el resto del grupo, Josué, Willy, Joy y Manolo. Pero no es sólo el talento sino el trabajo individual y de grupo. Se siente en cuanto empiezan a tocar

Seis años sin vernos, pero ahí está la bienvenida, el saludo, como si el tiempo, con toda esa exigencia e inmediatez se detuviera por un momento.
Volver a escuchar el cuatro de Christian es fascinante

Lo mismo que escuchar cantar a Mónika

o escuchar su güiro con todos los matices y sutilezas que le roba con la naturalidad que a ella misma la hacen ser una bellísima persona

La química entre todos también se siente especial

Es una buena bienvenida, no cabe duda.

From Madison

Hoy regreso a Madison. Dejo Lagunilla con este cielo de tarde tardía y comienzo de luna que pronto será llena

Dejo muchas cosas que me han emocionado a lo largo del verano

Algunas esperadas, otras no. Qué hermosura de paseos, los del día y los de la noche. Precioso el Vallejo, sus conversaciones, la luna. Emocionante el cariño de todos, la cercanía, los amigos, el libro:“Toma, para que lo leas en el avión”. Símplemente. Maravillosa la prosa poética de Llamazares en su Lluvia amarilla. Un viaje dentro del viaje. Ocho horas de vuelo y desembarcar en Chicago. Tres horas más de carretera y Madison. De una ciudad a otra, de un continente a otro. Ocho horas. Y siete añadidas pidiéndole al cuerpo que diga día cuando él ya siente noche. Pero los recuerdos convocan voluntades y ayudan a aguantar el tirón.

Ahora ya es otro espacio, otro el verde. El maíz ya está muy crecido y la luz más calmada es la de finales de agosto.
Aquí estamos.

Estos días

No hay ni vacío ni silencio en esta Lagunilla en fiestas. Sí gente, horas para vivir de noche y cambiarle las agujas del reloj al día. Aunque creo que cualquier cosa es un contraste con los doce días de EVE, éste no es el más fuerte. Y a pesar de eso, volver a esta realidad llega poco a poco.
Hoy he retomado el paseo por las afueras del pueblo

con quienes tanto me gusta compartirlo

Luego, el paseo es por el pueblo para visitar a gente. Son días de reencuentro para muchos. De los 600 habitantes que habitualmente viven en el pueblo, en agosto se llega a los 2.500. Así es, pocos ratos para estar a solas y unos cuantos para compartir fiestas,

estar con los demás y retomarle el pulso al paso del tiempo, ver a los pequeños crecer

vivir la plenitud del presente de otros

y recordar el pasado también. La exposición de fotografías antiguas de gente del pueblo hay que verla con quien tiene memoria,

y como contraste, también hay que ver a esos gatitos que una vez criados, vivirán en otro lugar

¿Como todos nosotros?

Distinto y último

Nuestro último día, el último despertar juntos, escucharnos, encontrarnos por los pasillos, saludarnos, mirarnos de esa manera

Casi todo está listo, vestido de fiesta, preparado para que otros ojos y sensibilidades vean lo que hemos hecho estos días. Todo lo queremos compartir, todo queremos que ellos lo vean. Las exposiciones de los talleres ya están listas y poco después de que las familias lleguen recorren con nosotros todos esos rincones que los hemos hecho nuestros cada día. Afuera está la exposición de piedra

y la del taller de danza

Los de este taller ya compartieron anoche alguna de sus danzas y hoy vuelven a bailar para los demás

Ahora ya estamos completos. Algunas caras lo dicen

Ese rato compartido pasa muy rápido. Antes de separarnos para comer, hacemos esa danza de siempre que tan nuestra se siente y tanto nos une

y damos los diplomas

Nos separamos un rato

y luego volvemos a reunirnos en San Zoilo para el concierto final

Como otras veces, los sicuris desfilan y abren el programa con Coplas de marzo

para luego dar paso a la orquesta de pequeños

con sus aires y marchas,

violines, flautas, violas, guitarras, pianos, chelos,

clarinetes y acordeón

Nuestra orquesta es de extraña formación pero día a día hemos aprendido a escucharnos y tocar juntos, con paciencia y con ganas. Es un trabajo de todos

La orquesta de mayores ha sido más reducida este año

pero el alegretto de la 7ª de Beethoven ha sonado

y sus temas han llegado a convertirse en parte nuestra también

Como otras veces, todo el programa ha sido especial, las orquestas, el coro acompañado por los profes

y por supuesto, el coro con su variado repertorio y un emocionante final

La colaboración, capacidad de trabajo y cooperación es asombrosa. Creo que sólo así se puede conseguir lo que hacemos en estos doce días.
Un suspiro al final del concierto y darnos cuenta de que debemos decir adiós

Ahora sí

Aunque antes nos hagamos la foto de grupo

y una más al terminar de recoger y cargar la camioneta que siempre me hace pensar que una EVE es como moverse de casa y reconstruir una musical allí donde vayamos. Entre todos.