Dicen que reírse de uno mismo es muy saludable, mentalmente hablando. Así que, he decidido que hoy es un buen día para hacer un poco de terapia con vosotros…para lo que os invito a que os riáis conmigo (que no de mi, eeeeh!) de estos dos momentos estelares de “Tierra Trágame”, que un día me tocó vivir…
“Tierra Trágame I”:
Allá por mis años mozos…oseasé, con unos 18 añitos, la nena se compró un supermodelito minifaldero negro de los que quitan el hipo. Me lo probé mil veces delante del espejo a lo largo de la semana. Me miraba a mi misma y me sentía una especie de diosa sexy…no veía la hora de que llegara el viernes por la noche para estrenarlo!
Pero si que llegó… ¡vaya si llegó! Cuando mis amigos me vieron aparecer se deshicieron en piropos y mi ego creció como la espuma. De camino al primer bar, varios desconocidos continuaron con los piropos y el ego crece que te crece…y entre piropos y crecidas de ego fue pasando la noche…hasta que llegó la hora de ir a mi discoteca favorita. En la entrada tenía unas escaleras super altas que había que bajar para acceder a la pista y a las barras…justo al final de la escalera, abajo, había un grupo de unos cinco o seis chicos que clavaron sus miraditas lascivas en mi, cuando me vieron en lo alto. Y yo, empecé a bajar con al cabeza bien alta y mirando hacia otro lado, disimulando, haciendo ver que no me había dado cuenta de que no me quitaban ojo de encima…
¡Craso error, mon amour! Mirar hacia otro lado es lo peor que se puede hacer mientras bajas una escalera empinadísima, con tacones, minifalda y…no lo vamos a negar, un par de copitas encima ya….SI…lo habéis adivinados listill@s! Soberano trompazo el que me pegué! Recuerdo que sentí que cuando uno de mis pies buscaba el escalón, solo encontró vacío…Lo siguiente que viene a mi mente es verme de rodillas justo en el centro del círculo que formaban los cinco o seis chicos de abajo…que, por suerte, lejos de reírse de mi, cuando consiguieron quitar de sus caras los gestos de asombro, enseguida se agacharon a ayudarme…muy caballerosos ellos, mientras mis amig@s (ten amig@s para esto!) se partían de risa a mitad de la escalera.
Horas después, mientras uno de esos chicos me acompañaba a casa (jeje :P ), comentábamos la escena y va el tío y me suelta : “Con lo guapa que eres, no te haría falta usar esa manera tan rara de entrar a los chicos…pero funciona, eh!” ¬¬
“Tierra Trágame II”
Cuando contaba catorce añitos, dos de mis mejores amigas y yo, estábamos sentadas en un banco de un parque elucubrando sobre cómo sería eso del “instituto”, al que iríamos por primera vez de novatillas, un par de días después. Nos cansamos enseguida…estábamos aburridas. No sabíamos que hacer. Era demasiado temprano para ir a ningún sitio…así que teníamos que encontrar algo que nos entretuviera en aquel parque. Y tuvimos la genial, estupenda y maravillosa idea de jugar a uno de nuestros pasatiempos para momentos aburridos en la calle: Poner nota a los chicos que pasasen y después sacar una media para ver cómo andaba el tema por esa zona de la ciudad (juasss…cosas de crías!)
Y nos pusimos a ello. No recuerdo qué nota media llevaríamos…pero habían pasado ya unos 10 o 12 chicos y todos ellos habían sido convenientemente puntuados. Y en ese momento, llegó él. Tendría unos ventitantos años, venía corriendo, enfundado en una mallitas ajustaditas…ejem…una de mis amigas y yo, le dimos un diez al unísono. La otra se quedó callada muy pensativa unos segundos…justo lo que él tardó en pasar delante de nuestras narices y entonces ella dijo muy indignada: “Pues para mi ese tío es un cero…por chulo ¡Que no puede marcar más paquete, hombre! Y encima seguro que lleva un calcetín”.
Para nuestra mala suerte, el chiquillo era fino de oído y se giró al instante. Vino hacia nosotras hecho una auténtica furia….y nunca sabré por qué extraña razón estaba tan seguro de que el comentario… ¡Lo había hecho yo! Por supuesto, buena persona que es una, no delaté a mi amiga. De todas formas, la enoooorme bronca que nos echó fue para las tres…no se libró ninguna. Repartió bien, el amigo. Nosotras, nos quedamos calladas, sin saber a dónde mirar, y muertitas de vergüenza. Cuando el muchacho se quedó a gusto, se dio media vuelta de nuevo y se largo corriendo…
Hubiera quedado aquí la cosa, si no fuera porque, un par de días después, en el salón de actos del instituto, nos presentaron a nuestros profesores y…a nuestro tutor de ese curso ¿adivináis quién era ese tutor??? ¡Bingo para los nenes y nenas blogueros! Pues si, nuestro tutor, profesor de Educación Física, era el chaval de las mallitas ajustaditas que corría por el parque dos días antes. Imaginad la situación cuando nos vio sentaditas a las tres juntas en las mismas posiciones que en el banco del parque…él sonrió y yo…yo…yo no quiero ni pensar la cara que tuve que poner!
Tuvimos la osadía de ponerle nota…Ahora, la nota nos la tenía que poner él a nosotras! :S
Walpurgis
Hace 6 años