Que dice que se casa…cuando me lo dijeron, mi cara debió ser un poema. Cuando ella misma me lo verificó, mi cara debió ser algo así como las rimas completas de Bécquer…
A ver, ella tiene 27 añitos ya, casi 28…y en edad casadera está, no lo vamos a negar (y más teniendo en cuenta la pila de años que lleva la nena martirizando nuestros oídos con eso de casarse…). Él…si os digo la verdad no tengo ni idea de cuántos años tiene, pero debe rondar los treinta y pocos. “Bueno” pensareis “pues no es tan raro…¿a qué venía la cara de rimas completas de Bécquer?” Pues no, la verdad es que hasta aquí no es tan raro…
Lo raro viene ahora, y es que, si hacemos un cálculo del total de los días que se han visto desde que se conocieron hace más o menos un año, nos salen unos dos meses día arriba, día abajo. Y además, si tenemos en cuenta que sus respectivos lugares de residencia distan entre si de una distancia de…mmm…más o menos…mmm…no sé cuánto será exactamente, pero vamos, que de España a Perú, además de todo el Atlántico, tiene que haber una sarta de kilómetros que pa qué!
Si, los que estéis pensando que se conocieron por Internet, habéis dado en el clavo. Cuando llevaban unos meses hablando (cuatro o cinco, creo recordar), el muchacho agarró la maleta y vino a verla. Fue en esa ocasión cuando le conocimos las demás. Sólo hablamos con él una vez (el resto del tiempo que estuvo por aquí se lo pasaron viajando por el país), y la conversación que mantuvimos con él cada una de nosotras fue más o menos esta:
- Hola! ¿Qué tal?
Muack, muack.
- Encantada.
Cuando el chico volvió para las américas, ella se quedó con una sensación que podríamos ubicar entre la añoranza y la alegría. Le echaba de menos, pero después de conocerle en persona, según ella, ya si estaba segura de que le quería…
Hace un mes, fue ella quien se subió a un avión con la única compañía de su maleta para hacerle una vistilla. Y qué os voy a contar…que vino encantada y, también según ella, más enamorada aún.
Ha tardado bastante en confesar lo de la boda, no se atrevía, “me ibais a llamar loca” dice que pensaba…no se equivocaba. Los términos loca y locura volaron aquella tarde y las siguientes a su alrededor sin que nada de lo que dijera pudiera acallarlos.
Al final, de tanto repetirla que se lo pensara, que el matrimonio no se puede tomar tan a la ligera, que arriesgándose tanto las probabilidades de ganar o perder son de un 50%/50%, y eso es muy poco…al final ha decidido pedir una excedencia en su trabajo e irse a vivir con él seis meses. “Si va bien, me caso en septiembre”.
Sin embargo, a pesar de parecer tan segura de si misma, estos últimos días se la ve distante, sus comentarios ya no son tan categóricos y cuando habla de él, ya no repite como una ametralladora que le quiere…y no es que no lo repita, es que ni siquiera lo dice. Y a pesar de ello, sigue convencida (o eso parece) con lo de los seis meses de convivencia y con lo de la boda en septiembre.
Y hasta aquí puedo contar, porque hasta aquí tengo permiso…Podéis darla vuestras opiniones y consejos, leerá vuestros comentarios.
Y en cuanto a mi, sólo me queda decirte que no avances hasta que no estés segura del todo de querer hacerlo, y que si en septiembre del año que viene vamos de boda, espero que esa boda sea el principio de una historia de amor digna de contar a los nietos. ¡Te deseo toda la suerte del mundo!
A ver, ella tiene 27 añitos ya, casi 28…y en edad casadera está, no lo vamos a negar (y más teniendo en cuenta la pila de años que lleva la nena martirizando nuestros oídos con eso de casarse…). Él…si os digo la verdad no tengo ni idea de cuántos años tiene, pero debe rondar los treinta y pocos. “Bueno” pensareis “pues no es tan raro…¿a qué venía la cara de rimas completas de Bécquer?” Pues no, la verdad es que hasta aquí no es tan raro…
Lo raro viene ahora, y es que, si hacemos un cálculo del total de los días que se han visto desde que se conocieron hace más o menos un año, nos salen unos dos meses día arriba, día abajo. Y además, si tenemos en cuenta que sus respectivos lugares de residencia distan entre si de una distancia de…mmm…más o menos…mmm…no sé cuánto será exactamente, pero vamos, que de España a Perú, además de todo el Atlántico, tiene que haber una sarta de kilómetros que pa qué!
Si, los que estéis pensando que se conocieron por Internet, habéis dado en el clavo. Cuando llevaban unos meses hablando (cuatro o cinco, creo recordar), el muchacho agarró la maleta y vino a verla. Fue en esa ocasión cuando le conocimos las demás. Sólo hablamos con él una vez (el resto del tiempo que estuvo por aquí se lo pasaron viajando por el país), y la conversación que mantuvimos con él cada una de nosotras fue más o menos esta:
- Hola! ¿Qué tal?
Muack, muack.
- Encantada.
Cuando el chico volvió para las américas, ella se quedó con una sensación que podríamos ubicar entre la añoranza y la alegría. Le echaba de menos, pero después de conocerle en persona, según ella, ya si estaba segura de que le quería…
Hace un mes, fue ella quien se subió a un avión con la única compañía de su maleta para hacerle una vistilla. Y qué os voy a contar…que vino encantada y, también según ella, más enamorada aún.
Ha tardado bastante en confesar lo de la boda, no se atrevía, “me ibais a llamar loca” dice que pensaba…no se equivocaba. Los términos loca y locura volaron aquella tarde y las siguientes a su alrededor sin que nada de lo que dijera pudiera acallarlos.
Al final, de tanto repetirla que se lo pensara, que el matrimonio no se puede tomar tan a la ligera, que arriesgándose tanto las probabilidades de ganar o perder son de un 50%/50%, y eso es muy poco…al final ha decidido pedir una excedencia en su trabajo e irse a vivir con él seis meses. “Si va bien, me caso en septiembre”.
Sin embargo, a pesar de parecer tan segura de si misma, estos últimos días se la ve distante, sus comentarios ya no son tan categóricos y cuando habla de él, ya no repite como una ametralladora que le quiere…y no es que no lo repita, es que ni siquiera lo dice. Y a pesar de ello, sigue convencida (o eso parece) con lo de los seis meses de convivencia y con lo de la boda en septiembre.
Y hasta aquí puedo contar, porque hasta aquí tengo permiso…Podéis darla vuestras opiniones y consejos, leerá vuestros comentarios.
Y en cuanto a mi, sólo me queda decirte que no avances hasta que no estés segura del todo de querer hacerlo, y que si en septiembre del año que viene vamos de boda, espero que esa boda sea el principio de una historia de amor digna de contar a los nietos. ¡Te deseo toda la suerte del mundo!