Quisera tapizar las calles
con un aplauso mudo:
cientos de manos atónitas,
conmovidas, boquiabiertas,
que griten su nombre
sin voz.
Y llenar la ciudad
de pancartas que escondan
abrazos en espera,
besos que nunca llegaron,
te quieros sin decir.
Y pintar los muros
con quimeras inútiles,
con sueños incorrectos
que ninguna mordaza
logrará silenciar.
De norte a sur
su voz recorre
un hueco inagotable
que acaricia sin tocarnos.
De este a oeste
una fuerza nos empuja
a la concordia,
al combate sin armas,
a la paz.
La lucha sigue
sin golpes,
sin sangre,
sin miedo,
cueste lo que cueste.