El segundo día nos levantamos tempranito y nos homenajeamos
con un opíparo desayuno, a fin de tener fuerzas para la caminata que nos
esperaba. Nuestro plan era recorrer el paseo marítimo casi en su totalidad,
deteniéndonos a contemplar diversos sitios de interés. Hoy os voy a acribillar
a fotos pero es que no me decidía sobre las que poner. Es todo tan bonito…
|
A veinte minutos de empezada la caminata. Prestad atención al edificio raro que tengo a mis espaldas. Será nuestro punto de referencia para calcular la distancia recorrida. |
De modo que nuestro periplo comenzó en La Marina, zona donde
estaba situado nuestro hotel. Fuimos contemplando el mar y las playitas. Confieso
que me enamoraron esas mini-playitas tan tranquilas. En una de ellas recogí una
concha de lapa para mi colección. Creo que las conchas marinas es lo único que
colecciono desde que era pequeña.
|
Con los dólmenes |
Seguimos andando y andando y llegamos al
Campo de la Rata, donde en 2001 se inauguraron unos dólmenes diseñados por
Isaac Díaz Pardo, en homenaje a las víctimas del franquismo. Casi al ladito, se
inauguraron en 2003 los “Menhires por la Paz”, obra del escultor gallego Manolo
Paz. No pude resistir la tentación de sacarme una foto haciendo el chorra con
los menhires. Yo soy así.
|
La chorri-foto: "Soy un gnomoooo" |
|
Ya cerca de la torre. |
Y ya, por fin, estábamos llegando a la Torre de Hércules,
que data del Siglo I y es el más antiguo en funcionamiento en el mundo. Da como
una cierta emoción eso de saber que uno está recorriendo algo tan
extremadamente antiguo y me daba por pensar cuánta gente habría pisado esos
mismos escalones. Doscientos treinta y cinco, para ser exactos. Y sí, los subí toditos.
|
El antes de los 235 escalones. |
|
El después |
La flecha señala el edificio raro. Lo teníamos ya bastante lejos.
Bajar fue más fácil que subir y fuimos a la Rosa de Los
Vientos, donde hicimos un par de fotos que no mostraré porque había mucha gente
y me da pereza tapar tanta carita. Ahí os la muestro vista desde las alturas.
|
La Rosa de los Vientos |
Ya eran horitas de ir comiendo, porque el hambre apremiaba,
así que fuimos a la Taberna do Cunqueiro, porque teníamos buenas opiniones de
ella pero, por desgracia, estaba hasta arriba, así que comimos (muy bien, por
cierto) patata rellena, croquetas y unos pescaditos fritos (que no recuerdo
cómo se llamaban, lo siento) en El Rincón de Eli (Rúa Estrella, 42). El churri
no quería sentarse en la mesa que había elegido yo porque estaba al lado del
baño pero, como yo no me quería sentar donde se quería sentar el churri, al
final gané yo. Y hete aquí lo que es la providencia: Observé que la gente
dejaba monedas encajadas entre las piedras de la pared. Me puse a contemplar
las que teníamos junto a nuestra mesa y, cegata como soy, observé que una de
ellas no era una moneda local. Me acerqué a observarla más de cerca y, mirad lo
que me encontré:
|
Por si no se ve bien, es la cara de Artigas (prócer de mi patria) y la leyenda "República Oriental del Uruguay" |
Pues sí, Uruguay volvía a hacer acto de presencia. Me dio
que pensar que, de no haber estado lleno el que habíamos elegido en un principio
o de haber hecho caso al churri en la elección de la mesa, nunca hubiese visto
esa moneda.
|
El elevador |
Ya satisfecha nuestra hambre voraz, pusimos rumbo al
elevador del Monte de San Pedro, que es como una bola gigante y transparente
que asciende los 60 metros de altura del monte, desde el que se obtienen unas
vistas fantásticas. Sólo le pongo un “pero” y es que podrían limpiarlo un poco.
No soy tan tiquismiquis pero las arañas tenían ahí construida una mansión. Eso
sí, cabe destacar la tremenda amabilidad del chico que nos subió a lo alto y
nos explicó cómo teníamos que hacer el camino para llegar a la parada de
autobús que nos devolvería al hotel. Majísimo el muchacho. Sólo por eso les
perdono las telarañas.
Y, luego de una extensa caminata hasta la parada de
autobús. Conseguimos llegar al hotel justo antes de que empezase a llover como
si no hubiese un mañana. No es que nos hayamos librado de mojarnos porque hubo
que salir a cenar. El elegido, en esta ocasión, fue el Restaurante da Penela
(Plaza de María Pita, 12), que es el hermano mayor y finolis de la taberna
donde habíamos cenado la noche anterior. Cenamos zamburiñas y, de segundo, el
churri se pidió una merluza a la gallega y yo una cazuela de almejas con pulpo
y langostinos que era una gloria. De postre, filloas. Todo muy rico. No sé si
el camarero era sieso o si tenía miedo de que no le pudiéramos pagar la cuenta
al ver nuestras pintas, que hay que reconocer que no eran las más elegantes
para un sitio así (amén de que llegamos ensopados) pero, al salir, me dieron
ganas de decirle “Qué susto, ¿eh?”. No lo hice. Tan chorra no soy.
Y a
dormir porque estábamos muertos y al día siguiente había que poner rumbo a
Santiago de Compostela. El churri calcula nuestra caminata de ese día en 18
kilómetros, así que teníamos el descanso bien merecido. Os dejo con más fotitos hasta la semana que viene:
|
No es Nicki Minaj. Soy yo, mirando en lontananza. |
|
Caminando por el Paseo Marítimo. |
|
Una mini-playita. |
|
Justo en el centro de la imagen tenemos nuestro edificio-referencia. |
|
Los menhires, sin mí haciendo el ganso. |
|
La Torre de Hércules, vista de más cerca. |
|
Vistas desde la Torre de Hércules. |
|
Un pulpo. Llegando al Monte de San Pedro. Al lado de su ojo izquierdo vemos la Torre de Hércules pequeñiiiiita. |
|
Vistas desde el Monte San Pedro. Una vez más, la flechita roja señala el edificio que hemos utilizado como punto de referencia. |