Por fin, el temporal de estos días nos ha dejado bajar a la playa, y sobre las ocho ya estaba quitándome el "mono" de acuarelista enpedernío. El viento, la lluvia y las altas mareas han hecho algunos estragos, pero sobre todo, han sembrado el litoral de troncos, y restos de todo tipo y color, incluidas las peligrosas carabelas portuguesas.
El lado bueno, es la quietud y el sosiego que se aprecia en una playa enorme y desierta. El rugido del oleaje, la orquesta sonora de la mañana.
Y antes de decir adiós, un buen paseo en bici, entorno al gran lago artificial.
El croar de las ranas, y algún conejo dando trotes, nos despiden hasta la próxima. Todo esto es lo que de bueno tiene de la S. Santa. El verano... es otro cantar, (mosquitos y calor).
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