viernes, 24 de diciembre de 2010
¡Felices Fiestas!
miércoles, 22 de diciembre de 2010
El zorro mutilado

Fábula del místico árabe Sa'di:
Un hombre que paseaba por el bosque vio un
zorro que había perdido sus patas, por
lo que el hombre se preguntaba cómo podría
sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre
que llevaba una presa en su boca. El tigre
ya se había hartado y dejó el resto
de la carne para el zorro.
Al día siguiente Dios volvió a alimentar
al zorro por medio del mismo tigre. El
comenzó a maravillarse de la inmensa
bondad de Dios y se dijo a si mismo:
"Voy también yo a quedarme en un rincón,
confiando plenamente en el Señor, y éste
me dará cuanto necesito".
Así lo hico durante muchos días; pero no
sucedía nada y el pobre hombre estaba casi
a las puertas de la muerte cuando oyó una
Voz que le decía: "¡Oh tú, que te hallas
en la senda del error, abre tus ojos a la
Verdad!. Sigue el ejemplo del tigre y deja
ya de imitar al pobre zorro mutilado".
Por la calle ví a una niña aterida y tiritando de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: "¿Por qué permites estas cosas?. ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?".
Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche, de improviso, me respondió: "Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti".
Anthony de Mello
lunes, 20 de diciembre de 2010
Agua de azul energía

viernes, 17 de diciembre de 2010
El estado natural

jueves, 16 de diciembre de 2010
Espectro de amor (VI) y último

Exactamente lo mismo sucede con las personas que no se tienen confianza para dormir. Toman toda clase de píldoras. Y lo mismo ocurre con las que no se sienten capaces de amar, viéndose obligadas a todo tipo de recursos artificiales y quirúrgicos para producir el efecto exterior del amor. Progresivamente, llegan a la incapacidad total de amar, y crean el caos, la tensión y el malestar en sí mismos, en los otros y en la sociedad.
En otras palabras, para vivir y amar es preciso correr riesgos. Existirán desilusiones y embrollos y desastres como resultado de tales riesgos, pero a la larga la cosa funcionará.
Lo que quiero decir es que, si no asumes estos riesgos, los resultados serán mucho perores que cualquier anarquía imaginable.
Cuando amarras el amor haciéndole nudos, cuando te conviertes en un ser incapaz de amar, la energía no desaparece. Si no amas, si no dejas que el amor salga de ti, éste emerge de cualquier modo en forma de autodestrucción. En otras palabras, la única alternativa del autoamor es la autodestrucción. Si no corres el riesgo de amarte debidamente, te verás obligado a destruirte.
¿Qué prefieres, entonces? ¿Queremos una raza humana no siempre bien controlada, a veces un poco ebria, pero en general capaz de existir con cierto grado de honestidad y de orden, dentro de lo que cabe? ¿O preferimos una especie humana hecha pedazos y exterminada de la superficie del planeta, que quedaría así convertido en una bonita y estéril roca sin más rastros de la sucia enfermedad llamada vida?
La idea esencial consiste en considerar al amor como un espectro. No existe amor bueno o amor feo, amor espiritual y amor material, afecto maduro por un lado y pasión desmedida por el otro. Se trata de formas distintas de una misma energía y, allí donde la encuentres, has de cogerlas y dejarla crecer. Allí donde encuentres una sola de estas formas de amor, con sólo regarla verás que el resto también florece. Pero el prerrequisito efectivo, desde un principio, consiste en dejar que las cosas sigan su camino.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Espectro de amor (V)

Una de las más interesantes consiste en ser "directa y honradamente egoísta". Dejas de engañar a la gente. En las relaciones humanas cotidianas, se hace mucho daño afirmando que se ama a la gente, cuando lo que se quiere decir es que uno debería hacerlo pero no lo logra. Creas la impresión de que vas a dar cosas, y la gente comienza a esperarlas de ´ti, pero nunca las recibe.
Seguramente, conocerás personas que merecen este tipo de juicios: "me gusta fulano. o fulana, porque con él, o con ella, siempre sabes a qué atenerte". Es imposible imponerse a personas de ese estilo. Por otra parte, si tú preguntas: "¿Puedo pasar la noche contigo?" y ellos no quieren, te responderán que lo sienten, que están fatigados, que mejor no te quedes. O bien te dirán: "Otra vez será." Esto es muy refrescante. Cuando acepto la hospitalidad de una persona sin sentir que ha sido del todo sincera, estoy todo el rato preguntándome si en realidad no preferiría que yo no estuviera allí. Pero uno no siempre escucha a su propia voz interior: con frecuencia hacemos como si no existiera. Es una lástima, porque cuando no escuchas tu voz interior no prestas atención a tu propia sabiduría y a tu propio amor. Te tornas insensible a ello, así como tus anfitriones procuran suprimir el hecho de que, por el momento, no desean tu presencia. Supongamos que están casado y tienes un bebé que no has deseado. Para cualquier criatura, el amor ficticio es profundamente perturbador. En principio, la leche tiene mal sabor y huele mal. Los ademanes exteriores dicen:"querido, te adoro", pero, el olor proclama "eres un pequeño bastardo y una lata".
Muy pocos somos capaces de aceptar la idea de que no amamos a nuestros hijos, porque nos parece antinatural. Aseguramos que el amor maternal es la cosa más hermosa del mundo, pero no lo es. En verdad, resulta relativamente raro, y cuando no amas a tu hijo lo confundes. La criatura te respetaría mucho más si dijeras: "querido, eres una horrible lata pero cuidará de ti porque es mi obligación".
En este tipo de relaciones personales, he descubierto una maravillosa norma: jamás muestres falsas emociones. No es preciso que digas a la gente lo que piensas con "términos inequívocos", como suele decirse, pero fingir emociones resulta destructivo, especialmente en el ámbito familiar, entre marido y mujer o entre amantes. Estas cosas siempre acaban mal. Por ello, cuando realizo ceremonias matrimoniales para amigos personales, en lugar de recitar aquello de "os requiero y exijo que respondáis en el día del juicio, etc.",, digo: "Os requiero y exijo que jamás simuléis amaros contra vuestros propios sentimientos". Es una apuesta. Pero también lo es el confiar en que el amor existirá siempre.
Es verdad, no hay alternativa.
Cuando uno considera que será capaz de amar –en otras palabras, de funcionar en una forma sociable y creativa– asume ciertos riesgos, formula una apuesta. Es posible que no lo consiga. Del mismo modo, cuando te enamoras de alguien, cuando estableces una asociación puede no satisfacer tus expectativas, pero es preciso corres el riesgo. La alternativa de correr el riesgo es mucho peor que la desilusión.
Si dices que no confiarás en los demás, que no confiarás ni siquiera en ti mismo, ¿qué alternativa te queda? Debes recurrir a la fuerza. Debes emplear cuadrillas policiales para protegerte, y llevar contigo una estaca diciendo: "no, no, mi naturaleza es retrógrada, animal perversa, pecaminosa". ¿Y qué ocurre entonces? Cuando te niegas a correr el riesgo de creer en ti mismo, cuando te niegas a creerte capaz de amar, te ocurre algo que intentaré representar con una analogía extremadamente gráfica pero bastante clara. Me refiero a las personas que no se tienen confianza para evacuar oportunamente sus intestinos. Muchos niños aprenden esto de sus padres, que no confían en ellos y que les enseñan a evacuar sus intestinos al compás del reloj, un ritmo que no corresponde al organismo. Las personas que carecen de la autoconfianza necesaria para realizar siquiera estos simples actos se atiborran de laxantes, estropeando un sistema digestivo.
lunes, 13 de diciembre de 2010
Espectro de amor (IV)

Pero el amor no es un bien raro o inalcanzable: todo el mundo lo posee. La existencia es amor. Todo el mundo lleva la fuerza en su interior. Tal vez la forma en que descubras la fuerza del amor, tal como opera en tu seno, sea una inclinación por el vio, los helados, los coches o los miembros atractivos del sexo opuesto, o incluso de tu propio sexo. Lo cierto es que el amor está allí. Desde luego, la gente tiende a distinguir entre distintos tipos "buenos", como la caridad divina, y otros esencialmente "malos" como la pasión animal. Pero se trata de distintas formas de una misma cosa.Están relacionadas, igual que el espectro producido por la luz que atraviesa el prisma. Podríamos decir que la banda roja del espectro de amor es la libido del Dr. Freud y que la banda violeta es el amor divino o la caridad. Entre medio, los distintos amarillos, azules y verdes son la amistad, la consideración, el calor humano.
Ahora bien, suele decirse que las personas egoístas "se aman a sí mismas". A mi juicio, esto revela un mal entendido sobre todo este concepto: "uno mismo" es, en verdad, algo imposible de amar. Veamos una razón evidente: tu propio ser, cuando tratas de enfocarlo, amarlo o conocerlo, se te escurre entre los demos.
Quisiera ilustrar este problema. Érase una vez un pez que vivía en el gran océano, y puesto que el agua era transparente y se apartaba siempre convenientemente de su nariz cuando él se desplazaba, ignoraba el hecho de que habitaba en el océano. Bien: un día, el pez hizo una cosa muy peligrosa, a saber: comenzó a pensar. "Sin duda, soy una entidad notable, pues puedo desplazarme por el espacio vació." El pez acabó por confundirse con tanto pensar sobre el moverse y el nadar, y de pronto cayó en un ansioso paroxismo: había olvidado el arte de nadar. En aquel momento, miró hacia abajo y contempló el abismo oceánico, reparando en la terrorífica posibilidad de precipitarse. Luego reflexiono: "Si pudiera morderme la cola, lograría mantenerme." Así fue como el pez se mordió la cola, doblando la espina dorsal. Lamentablemente, esta última no era demasiado flexible, por lo que no pudo mantenerse en posición. Mientras el pez pugnaba por cogerse la cola, el negro abismo se tornaba más y más horrible, hasta que el pobre animal cayó en una profunda crisis nerviosa.
El pez de nuestra historia estaba a punto de abandonar cuando el océano, que le había estado observando con una mezcla de piedad y diversión, le dijo: "¿Qué estás haciendo?"
–Oh –dijo el pez– tengo miedo e caer en el profundo y negro abismo y procuro morderme la cola para sostenerme.
–Bien –replicó el océano– pues ya llevas un bien rato intentándolo y sin embargo no has caído. ¿Cómo es eso?
–Oh, ¡es verdad!, todavía no he caído –repuso el pez– porque estoy nadando.
–oye –replicó el océano– yo soy el Gran Océano, donde vives y te mueves y puedes ser un pez, y he puesto todo de mi parte para que nadaras, y te sostengo mientras lo haces. Pero tú, en lugar de explorar la profundidad, la altura y las vastedades de mi seno, malgastas tu tiempo persiguiéndote la cola.
Desde entonces el pez dejó la cola en su lugar (es decir, atrás) y se dedicó a explorar el océano.
Creo que esto revela una de las razones por la que resulta difícil amarse a sí mismo: la espina dorsal no es lo bastante flexible.
Otra razón radica en que "uno mismo", en el sentido ordinario del propio ego, no existe. Parece existir en cierto modo, tal como el Ecuador existe en su plano de abstracción. El ego no es un órgano psicológico o psíquico sino una convención social, como el Ecuador, el reloj, el calendario o el billete de un dólar. Estas convenciones sociales son abstracciones que hemos acordado con el mundo externo del mismo modo que un extremo de la estaca existe en relación con el otro extremo. Ciertamente, los dos extremos son distintos, pero pertenecen a la misma estaca.
Así mismo, hay una relación polar entre lo que llamamos tu "yo" y tu "otro". No podrías experimentar tu "yo" si no experimentaras el "otro"., y viceversa. Podríamos decir que sentimos que el "yo" y el "otro" son dos polos opuestos. Curiosamente, empleamos esta expresión: "polos opuestos", para denotar una aguda diferencia. Pero las cosas que son "polos opuestos" son, precisamente, polos de algo, como un imán o un globo terráqueo, y por lo tanto resultan inseparables. ¿Qué ocurre cuando seccionas el polo sur de un imán con una sierra? El nuevo extremo, opuesto al polo norte original, se convierte en un polo sur, y la pieza que fue separada desarrolla su propio polo norte. Los polos son inseparables y se generan mutuamente. Lo mismo ocurre con la relación entre el "yo" y lo "otro". Ahora bien: si exploras lo que quieres decir cuando dices que "te amas a ti mismo", descubrirás perplejo que todo lo que amas es algo que siempre has juzgado ajeno a ti mismo, aunque se trate de cosas muy ordinarias como el helado o el buen vino. En un sentido convencional el vino no eres tú, y tampoco las cremas heladas. Estos objetos se convierten en "ti", por así decirlo, cuando los consumes, pero entonces ya no los tienes, de modo que buscas más para volver a amarlos. Pero, mientras los amas, no forman parte de ti. Cuando amas a la gente, por egoísta que sea tu afecto (debido a las sensaciones placenteras que te brinda) estás amando a alguien que no eres tú, y si exploras estos sentimientos, obedeciendo honradamente a tu propio egoísmos, muchas transformaciones interesantes comenzarán a ocurrirte.
viernes, 10 de diciembre de 2010
Espectro de amor (III)

jueves, 9 de diciembre de 2010
Espectro de amor (II)

viernes, 3 de diciembre de 2010
Espectro de amor (I)

miércoles, 1 de diciembre de 2010
El maestro del silencio
