Bastaron 56 segundos para recorrer mis dedos por tu barba,
los mismos que ahora estaban atónitos sosteniendo una copa de vino viejo.
La mirada ida, donde sólo ella podía ver, en ese obscuro rincón frío, que el abrigo lo compré en el mercado de baratijas, y ahora hasta el frío te llevaste.
los mismos que ahora estaban atónitos sosteniendo una copa de vino viejo.
La mirada ida, donde sólo ella podía ver, en ese obscuro rincón frío, que el abrigo lo compré en el mercado de baratijas, y ahora hasta el frío te llevaste.
56 segundos bastaron,
mientras llenabas mi copa y olvidabas
mi dirección.
En el medio de todo fue como ver la mitad de todo sin silueta.
56 segundos nada más,
56 segundos nada más,
mientras hacía punta a mi lápiz y caía la
primera lágrima…
56 segundos, nada más...